ISSN: 1579-0223
 
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El ser y la vida. El agregado sensación-información (I)

Alejandro Alvarez Silva
 
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7. El agregado sensación-información

Definición del ser.

El ser no es un "aglomerado" de materia y espíritu, sino de forma y sentimiento, o lo que es lo mismo, de "información" y "sensación".

El llamado "cuerpo", como estructura material que sustenta un espíritu, es algo totalmente trasnochado, pues el papel de la materia es tan sólo de "enlace": parte interrelacionadora entre los distintos seres.

Ahora bien, la cuestión es la definición de la forma, "información" o estructura. Y es que cada estructura puede poseer múltiples variaciones de acuerdo con el punto de vista "desde el que se observe". Por ello, la forma debe ser "considerada" desde una posición especialmente caracterizada, única, desde la posición del mismo ser, desde "sí mismo"; y esto es así porque el ser "establece" el mundo desde sí mismo. Mas para que esa forma o estructura pueda ser definida (conocimiento), a su vez debe ser objeto, es decir, debe interrelacionarse con otros objetos, en suma debe suceder en el mundo cuántico espaciotemporal de los objetos, de la materia.

La materia "enlaza", "interrelaciona", y por ello mismo "parte" el ser, puesto que la materia es "objetiva" (no pertenece a ningún ser en exclusiva, sino que es de todos en conjunto : la "alfombra mágica" de obras nuestras anteriores), sin embargo el ser es subjetivo, sólo es "verdaderamente" para sí mismo. La vida, pues, es un "proceso" que va uniendo, como una cadena, "flashes" objetivos y subjetivos de forma continua.

Los objetivos son los acontecimientos físicos; los subjetivos pertenecen al reino de los seres. El ser "ocupa" esos "flashes" entre los acontecimientos físicos, que son posibles gracias a la discontinuidad de la materia. Entre esos acontecimientos físicos se esconde el ser. Dos de esos acontecimientos físicos sucesivos están separados -discontinuidad- por cantidades, en sus magnitudes físicas, extraordinariamente pequeñas (las que se deducen de la aplicación del principio de incertidumbre cuántica). Entre los mismos, pues, tiene su "vida" el ser.

El ser, por consiguiente, se compone, de igual forma que la propia materia, de "flashes" (aunque subjetivos) discontinuos. Ahora bien, el principio de unión de dichos flashes es la emoción y el sentimiento, aunque estos últimos sólo pueden definirse, por insignificantes o momentáneos que sean, sobre ingentes flashes subjetivos, y por ende (como separadores de los flashes subjetivos) por cantidad enorme de acontecimientos físicos (los innumerables que se originan a nivel atómico y subatómico). El nexo de unión, pues, de esos flashes subjetivos que conforman el ser es la emoción y el sentimiento. Por fugaces que sean. La "forma", en sentido general se refiere a toda aquella estructura que se presenta en un entorno cuántico ( definido, pues, en un entorno espaciotemporal), autorrelacionada por canales físicos. Toda estructura o forma así interrelacionada "presenta" la cualidad autosensitiva (siente el mundo externo, dirigiéndolo hacia un punto que es el "en sí" mismo), a través de un número muy grande de acontecimientos o flashes. La conexión entre los flashes subjetivos es el espacio del ser, y lo constituye la emoción y el sentimiento. La continuidad física la dan las leyes de la naturaleza. Dicha continuidad física de la estructura puede sucumbir por cierto hecho físico, mas el ser está "montado" sobre emociones y sentimientos definidos sobre inconmensurables flashes subjetivos, por lo que un solo flash no le es significativo; si lo es una sucesión grande. ¿Y que significa, entonces, la evolución (circunscrita a la parte biológica o material)? Esa evolución permite evolucionar, la complejidad de las formas, y con ello el desarrollo del mismo ser. Esta última es una propiedad muy importante de la materia, la capacidad de "hacer progresar" (evolucionar) al ser, a parte del papel principal de la misma, básico, de interrelación de los seres.

Pero el ser tiene siempre la característica de la "unicidad", dicho de otra forma, el ser "siempre" está completo, pero a su vez también puede progresar o evolucionar. Mas de ningún modo el ser es la materia, mero sostén de interrelación, y eso sí, de definición de la forma o estructura que permite, a través de sus sucesivos flashes, la expresión de las emociones y los sentimientos que "construyen" el ser. Pero el ser es subjetivo, fuera de la materia, y siempre, por su unicidad, completo.

La desaparición de la forma, por la destrucción de la estructura definida en el espacio-tiempo (materia), deja en "suspenso" la capacidad de evolución del ser, pero el ser sigue siendo el mismo, y completo, aún después de la descomposición de la materia de eso a lo que llamamos cuerpo.

Vemos, pues, que el principio de información-consciencia, enunciado en obras anteriores, queda completamente asentado, puesto que el mismo ser es en su constitución forma (información) y sentimiento-sensación (conciencia cada vez mayor del mundo, y al final hasta de sí mismo). Luego más información (estructura más desarrollada) equivale a una ampliación del campo o sensibilidad a emociones y sentimientos).

El binomio información-sensación es tan básico en el universo por ser la sustancia del ser, y sus propias raíces, por consiguiente, se remonta a los mismos orígenes de la Creación.

El ser, hemos dicho, es un binomio información-sentimiento, y es subjetivo; su no objetividad le hace ser no-material. Lo anterior quiere decir que el ser, subjetivo, no-material, tiene también estructura, forma, aún dentro de su unicidad. Y esto es así, pues la "captación" del entorno precisa de que este "ser" sea "algo" capaz de interpretar (por ello, de alguna manera captar, sentir) dicho entorno, o las "aferencias" que provienen del mismo. El "algo", ser, pues, posee una "estructura interna" capaz de recibir la "información" que proviene de fuera, de lo material, como si significase un "doble" de lo último (el cuerpo material). Algo así como el alma o el ánima definida por Aristóteles en su libro sobre la esencia.

Esa estructura doble del ser subjetivo le hace poder interpretar la "información" del entorno físico, y poder sentirlo. Mas eso no es óbice para que esas sensaciones-sentimientos hayan de provenir, necesariamente, de fuera, o por intermedio "obligado" de la materia (su estructura física). La razón es que hay un mundo interno dentro del ser (vida interna). Ahora bien, el ser se "moldea" desde fuera, se "hace", se construye a sí mismo a partir de la información que le llega de fuera, de su entorno físico. La evolución se escribe desde fuera; la materia es su necesaria apoyatura.

Si las vías externas (el cuerpo material) dejan de funcionar (aislamiento físico, muerte u otra causa), el ser deja de evolucionar y queda ya configurado o construido, mas está pleno de "vida", posee su configuración interna, ya totalmente constituida, capaz de sentimientos internos. La "conexión" o relación que tiene dicho ser con los demás seres en este universo deja de existir, es decir, quedan anuladas las "vías" que hicieron posible su evolución, y con ello su "construcción" o creación queda completada, pero, entonces, se inicia una nueva conexión, la "directa" que va del "centro" de cada ser al de los otros, en un símil literario "de corazón a corazón", entre seres ya enteramente construidos, completos, que "gozan" ya de su propia esencia.

La ley subjetiva de la semejanza.

El espíritu no es material, pero es "cuasi materia"; es una "emanación" de la misma. (Si queremos, una ultrapropiedad de la materia).

Y si el espíritu es una sublimación de la materia, debemos añadir que "orientada", precisamente siempre en la dirección de la materia al espíritu, y no al revés.

Las estructuras biológicas se van haciendo más y más complejas. En todos los casos, el final de toda estructura "material" queda cerrado, "completado", por aquella parte "espiritual", "no-material", la supermateria, que así conforma el ser vivo en su totalidad. Mas, el verdadero ser es eso que existe a partir de la materia, como hemos dicho en un principio.

El "cuerpo material" sin ese verdadero espíritu o "forma", quedaría sin "conexión interna", es decir, sin el "sujeto" de esa materia que se manifiesta como ser o individuo, ¡sin el timonel que gobierne la nave! Ahora bien, esa "complitud" realizada por el ser, cual cúspide de una pirámide, a la fuerza debe poseer las cualidades que se suponen en el ser: el carácter unificador, o de conexión va unido a la propiedad de la "unicidad", y la capacidad de reacción al medio necesita la sensación como "faro" del "comportamiento" del ser vivo.

Pero el ser no es la "pura materia", ya hemos dicho que es una sublimación de ella, y no acaba cuando "sucumbe" aquella. La materia le hace posible, pero enseguida el ser adquiere alas independientes, no obstante, siempre el ser necesita de la materia para su "presencia" o "intercalamiento" en el universo; si esta última "falla" total o parcialmente, la relación del ser con el mundo, aunque dicho ser trate desesperadamente de buscar nuevas vías de influencia o conexión, puede verse seriamente deteriorada.

Hemos dicho que el ser ocupa los "espacios" entre dos estructuras materiales sucesivas, separadas por un intervalo de "incertidumbre cuántica", lo que nos lleva de forma irremediable a la cuestión de la conexión o ilación entre esos "espacios de incertidumbre". Todo parece indicar que el criterio a seguir en esta cuestión debería ser el de las "semejanzas" de un cierto tipo. Y es que dichos espacios anteriores de incertidumbre deben ser compatibles bajo la relación que les una, o al menos admitir un cierto solapamiento entre los mismos. Quizás las estructuras materiales anteriores no estén nítidamente separadas, y sólo lo estén subpartes de las estructuras, de forma que existen también "solapes materiales" que hacen posible los solapes de los "espacios de incertidumbre". De esta forma estaríamos casi en el caso anterior, pues los solapes materiales son posibles por ser subpartes de una misma estructura, lo que indica ya una cierta "compatibilidad" de hecho (la de formar parte de toda una misma estructura). O sea, las conexiones entre los "espacios de incertidumbre material" o espacios "discontinuos" del ser "sucesivos" o "colaterales" están basados en "compatibilidades o "semejanzas".

Así que las posibles influencias de los seres con otras estructuras materiales (que "contienen" otros seres), deben seguir la "vía" de las semejanzas o compatibilidades entre las mismas. Serían "contactos" entre seres (nunca influencia "hacia abajo" de un ser con otra estructura material, ni aún con la propia -su cuerpo).

Por el contrario, esa dirección de arriba debajo de la sublimación de la materia, que actúa en el ser, siempre va en ese sentido. Queremos decir que, aún la "decisión", la "voluntad", lo que hace es "rellenar", "decidir" sobre opciones que le presenta la estructura material al ser; no es el ser el que crea esas opciones -eso es atributo exclusivo de la materia. Aunque, eso sí, es el "movimiento interior" del ser, "su sentimiento", el que "decide", el que marca el rumbo del comportamiento de la criatura. Lo que ocurre es que el abanico de opciones o de posibilidades suele ser muy amplio, tanto que parece, aveces, una creación, algo totalmente nuevo; mas lo cierto es que son siempre "inventos" ya "encontrados" por la "ciega inteligencia" del azar y la necesidad. (La evolución en sentido amplio).

Sin una mayor sensibilidad en nuestros métodos de observación (una técnica mucho más refinada), no llegaremos a diferenciar perfectamente lo que corresponde a la materia y lo que la rebasa, la supramateria, donde está escondido el ser.

Filosóficamente se comprende fácilmente lo que estamos diciendo, pues es completamente imprescindible para explicar el comportamiento de los seres, la misma vida; por ello no sabemos aún en día, bien, lo que es la vida. El problema es de sensibilidad técnica, que pueda acotar perfectamente lo que corresponde a la estricta materia. Y es que la materia divide, diversifica, es corpúsculo, es múltiple (hace crecer la entropía). Por el contrario, el ser unifica, es "la entropía negativa".

La complejidad interna del ser está íntimamente relacionada con la estructura material correspondiente, consecuencia de la labor de unicidad o complitud que realiza el ser sobre todos y cada uno de los componentes (terminales sensitivas físicas) de dicha estructura material, lo que requiere un "control", es decir, un órgano interno del "ser-inmaterial" particular relacionado con cada una de esas terminales sensitivas físicas. Esos órganos internos del ser, por su unicidad, ahora sí, están íntimamente relacionados dentro de la misma "esencia" del ser, algo que no puede existir en la pura materia, al menos en lo que conocemos a nivel científico sobre la misma.

En otras palabras, la mayor complejidad de los seres vivos, consecuencia de la evolución, produce, también, de forma indirecta, pero nítida, la evolución progresiva del ser. Y ese ser complejo se "lleva a la tumba" su complejidad y su "esencia", su ser mismo. Ese ser sigue "viviendo" (para sí mismo), mas se "desconecta" del universo espaciotemporal conocido, a la aparición de lo que llamamos muerte.

La creación del ser.

Hay dos componentes trascendentales en el ser. Primero, las sensaciones y sentimientos (emociones), que son internas (subjetivas). Segundo, la información, que siempre es adquirida desde fuera (la observación, el "símil de la ventana" de anteriores obras). Y hay una "retroacción" continua.

Es el sentimiento básico, la sensación, quien "impulsa" al ser a "ver" fuera ("por la ventana"). Esto es el origen del incremento de la información, del entendimiento, la inteligencia, lo que proporciona a ese ser un mayor desarrollo, haciéndose más complejo; con ello enriquece su propia "estructura" (forma), lo que por la ley información-sensación equivale a un aumento de su "abanico de sensaciones y sentimientos".

El proceso anterior es tan rico que permite la "construcción" de la misma "naturaleza" del ser. Así, el ser completo adquiere "la forma" (información), y con su comportamiento, el acervo de sentimientos y sensaciones que forman la naturaleza final del ser (inmediatamente antes de su óbito).

Por todo lo anterior, puede explicarse la aparente paradoja de que el ser no "comprende" su propio cuerpo (la conexión entre su propia voluntad y los terminales "materiales" de sus sentidos), pero sí lo "siente". El ser "comprende" lo externo (o puede llegar a comprenderlo o explicarlo), pero "no lo siente".

Resultado de lo apuntado es la necesidad de adoptar una condición reflexiva, para que la "mirada hacia lo externo" (comprensión), gracias a esa reflexión, pueda conducir a su interior para así poder llegar a "comprenderse a sí mismo".(La famosa sentencia "conócete a ti mismo). En el límite se llegaría a una "inteligencia que se sienta a sí misma", o un ser que "sienta su propia inteligencia", lo que según el filósofo español Zubiri, ocurre en la criatura humana, a la que llama la inteligencia-sentiente.

El ser en la fase inicial (más ruda o poco sofisticada) siente, es sujeto de la sensación, pero no "sabe" (no tiene ninguna información al respecto) a "qué" asignar esa sensación (menos de sí mismo), en otras palabras, no tiene "conciencia de sí mismo": el ser se "difumina" en una pura sensación. El ser "debe irse haciendo cargo", paulatinamente, de "su naturaleza", de su propio ser.

"Nadie" se hace cargo del ser ("que parece que flota en la nada"), en el primer caso; "alguien" se hace cargo de su propia naturaleza, en el último caso (el que se aproxima a la criatura humana).

La evolución (que incluye la evolución "personal" humana como caso particular) hace posible que el ser se transforme en un "sujeto independiente" del resto del universo (de la misma materia), que se "posea a sí mismo". Lo demás (los no seres), no tiene existencia en sí (no se poseen a sí mismos; pertenecen al sustrato común que, precisamente, coincide con la Nada). La evolución permite que la misma Nada se haga ser (a través de la asunción de su propia naturaleza). Es una verdadera labor de creación. Así se creó el mundo. Así se ha creado el propio Ser Supremo, y por supuesto, nosotros mismos como componentes de su Cuerpo Místico.

Si el ser se "adueña" de sí mismo, ya no es la Nada la que ejerce su poder sobre el ser; ya es el mismo ser el dueño de su destino; ya "la muerte", como hija de la Nada, no tiene poder sobre el ser; éste ha logrado elevarse sobre la materia y es dueño de su propia naturaleza: ¡puede edificar voluntariamente el "castillo" del ser único!...Se ha abierto el camino de la aparición de la luz, del mismo Dios, sobre las tinieblas de la Nada.

El "redescubrimiento" de la eternidad.

Aclaremos, un poco más, lo expresado en los apartados anteriores.

Todo ser "vivo", por supuesto, posee en sí sensibilidad, siente, posee sentimientos, además está dotado de "cierta" inteligencia, dependiendo de su evolución (recordemos, asimismo, el paralelismo entre inteligencia, conciencia-información y "bagaje de sentimientos-sensaciones"). Así que, el ser mientras tiene "vida" en nuestro universo, hace algo así como "suspender la Nada" en sí, o sea, "algo" independiente de la Nada; a su muerte parece como volver a "recaer" en la Nada. En otras palabras, sería como una "fugaz" salida de la Nada, para volver a ella. Sólo en el hombre, por esa especie de "involución" hacia sí mismo, que le hace percibir la "eternidad", el ser puede elevarse por encima de la Nada (la pura materia es una "forma" de la Nada), por encima del tiempo en esa percepción de la eternidad, que supone ya su diferenciación de la Nada por siempre.

La Nada es respecto al hombre como otro ser (u otros seres, si existe pluralidad en la misma), mas completamente indiferenciado, pues es la forma más inferior a ese respecto (caos total, inferior al caos del que partió el universo conocido y que llamábamos "la alfombra mágica" en obras nuestras anteriores, por estar ya "modelada" por la Criatura Suprema), ausente de toda estructura o forma, y por consiguiente, sin el más mínimo sentimiento o sensación.

A partir de la aparición de una mínima información, por azar quizás (aunque habría que hacer un estudio acerca de si el mismo azar está, en cierto sentido, "algo" elaborado), en ese mismo instante nació también su ineludible par, la sensación más básica agrado-desagrado. Desde ahí empezó la pura Nada a "diferenciarse" y a "construirse" la Materia, esa forma de la Nada adornada de leyes extremadamente afinadas y consistentes (en nuestro criterio "la alfombra mágica"). Y es que a esta Materia se le equipara con la Nada en la escala del ser, por su indiferenciación, su particularidad interrelacionadora entre los distintos e innumerables seres, su papel de"sustancia básica" matriz de la "construcción" de todas sus estructuras, en suma, por ser la objetividad pura, el lazo de unión o lenguaje universal entre todos ellos. ¡Es Nada en cuanto a ser!...Otra forma de expresarlo, es decir que todos los seres que aparecen en la materia (seres vivos) están conectados entre sí por mediación de ella, o también, que son un mismo ser múltiple incrustado en la misma, en forma y modo que "casi" de identifica con ella, lo que ocurre "literalmente" a la desaparición de la Vida. (Desaparición de ese ser múltiple y su identificación o disolución en dicha Nada). Únicamente aquellos seres que escaparan de la materia (por ejemplo, la criatura humana), dejarían de identificarse con la misma y podrían "independizarse" de este universo material.

Ahora bien, ese ser que parece elevarse por encima de la materia (el hombre), puede, quizás, no "escapar" sólo... ¿Pudiera llevar consigo a esa otra esfera fuera de nuestro universo, otros seres de una menor complejidad evolutiva, pero unidos al mismo por otros lazos no materiales, no expuestos hasta el momento?...¿Sería el lazo del "amor" el pretendiente a esta posibilidad?...No sería algo disparatado, ni ciertamente exótico, puesto que de forma parecida, por ese influjo de Amor, debemos a Dios el "encumbramiento" de nuestra especie a los niveles que nos han permitido "sentir" y alcanzar la eternidad.

En lo que llamamos cuerpo de cada ser vivo, se aprecia la existencia de multitud de "otras vidas"( células, órganos, etc.), muchas de las cuales (por ejemplo, los parásitos) no tiene como objetivo prioritario "su encuadramiento" a favor de la criatura más evolucionada del conjunto (la persona que habita en ese cuerpo, en el cuerpo humano). La realidad es que cada uno de ellas posee un comportamiento que redunda en provecho propio, otra cosa es que la propia evolución haya hecho posible un cierto paralelismo simbiótico entre las mismas. Por ello, muchas veces el propio bien de cada uno de esos seres de niveles inferiores que cohabitan coincide con el bien del ser más evolucionado que los "sustenta". De todos modos, la "enfermedad" nos recuerda (evidencia en el cáncer) que dichos seres tienen su propio interés... Mas, como ya ha sido repetidamente expuesto, la materia es el "nexo" de unión entre los distintos seres, tanto más si pertenecen a un mismo cuerpo material. Hay, pues, un sustrato básico, "la alfombra mágica", en el que nos "encontramos" todos los seres, y en el cual somos como perturbaciones u ondulaciones de ese único sustrato. Podemos perturbar más o menos ese sustrato, según la "potencia" de nuestro ser... Es como si a todo lo largo de ese sustrato aparecieran multitud de "ojos" (las ventanas), distintos puntos de vista, que son los que poseen cada uno de los seres que lo habitan... No hay un punto de vista único, sino muchos, uno por cada ser... Cada uno "tiramos" de esa "alfombra", intentando llevarla a nuestro terreno, mas no lo lograremos, pues hay muchas manos (cada ser) que tiran en otras distintas direcciones... A decir verdad, sólo hay una dirección común para todos: la de la "inercia" de la Nada que tiende a anular nuestros impulsos creadores individuales, hasta la "extinción" de los mismos... Y en verdad que esta fuerza es poderosa, pues al final de los tiempos logrará su propósito del "nihilismo" total que vuelve a recalar en la pura Nada...

Mas, estamos de enhorabuena. Hay otra fuerza extremadamente poderosa que "tira" en el sentido contrario, y es la que ejerce la Criatura Suprema... Es de ella de donde procede el impulso que alienta nuestro espíritu en pos de esa luz, ese faro que nos acerca a Dios. La prueba es nuestro espíritu humano que nos ha hecho "verdaderos hijos" y verdaderos herederos de nuestro benefactor.

¿Identidad información-sensación?

A continuación emitiremos una hipótesis trascendental, quizás un tanto arriesgada, pero necesaria llegados a este punto. Creemos que es hora de dar este "salto".

"Información y sensación son la misma cosa", al igual que en física la masa es una concentración de energía.

Según Einstein, y en consonancia con la fórmula E=mc2, masa y energía son equivalentes. También aquí información, con todo lo que conlleva (forma, estructura) es igual a sensación interna, subjetiva. Ahora bien, hay ciertas connotaciones. Al igual que la materia, como hemos dicho, es una "forma" de energía "concentrada", la información, para que posea la "propiedad" de la sensación, debe estar "concentrada" en el ser, el individuo, de ahí el "centrar" el mundo sobre sí mismo. Con ello queremos decir que la citada información debe "estar introducida" (definida) en la "forma", en la estructura o complejidad de la parte material del ser (que configura a su vez la "forma" paralela, no material, del propio ser), tal como dijimos al principio de este capítulo. En referencia a todo esto, recordemos la conexión que representa los aspectos materiales-objetivos del estímulo con relación a los aspectos subjetivos del dolor expresados en la ley logarítmica del estímulo-dolor de Weber-Fechner. Aunque hay que hacer la salvedad de que la citada ley sólo se refiere a la "intensidad" de la emoción dolor, una relación, por tanto, comparativa entre lo material (estímulo) y la sensación, de indudable valor en el ámbito de la psicología experimental, pero que no va a la "razón", la "esencia" del origen de las citadas emociones.

Seguidamente acudiremos al símil de la "ventana". El ser "mira" a través de la ventana, y obtiene información (que a veces es "transformada" en leyes o reglas). Esa información al "ser captada" por el ser, le hace "crecer en su naturaleza" ( complejidad) - unas veces, cuando el proceso es lento, reflejada en la misma evolución de los seres; cuando es individual en el propio cerebro- y ello trae consigo un aumento de sensibilidad, traducido en un crecimiento del acervo de sentimientos y emociones.

Por todo ello el ser debe "mirar hacia fuera", por la ventana, para que se produzca ese incremento de "información" sobre el mundo (y a su vez de la naturaleza propia): sólo es posible esa captación del mundo, información, "viendo" el "exterior", nunca hacia sí mismo, pues esa propia información, una vez "digerida" por el ser, se transforma en propia naturaleza, traducida, a su vez, en ampliación de su sensibilidad (poder ce captación de "nuevas" sensaciones).

Vemos, pues, que en el universo la "objetividad" está unida a la información. La inteligencia siempre es de "algo" que "nunca" es el propio ser... Quizás, deberíamos poner como posible excepción al hombre u otras criaturas de complejidad mayor, algo que nunca puede descartarse.

La subjetividad es el campo del ser, es el dominio del sentimiento y la sensación. Y no es sentimiento de "algo", es simplemente "sentimiento", sin precisar del "de", pues con ese único vocablo queda perfectamente completada, y ello es una característica propia del subjetivismo. En el origen de los tiempos, cuando sólo existía la Nada, apareció en algún momento el complementario binario de información más simple (+ y -, o 0 y 1). Entonces, y de modo inmediato, podía ya establecerse, en la "casi" Nada, lo que eran esos binarios y el "resto". Para todo ese "resto" existía la información representada por ese binario fundamental (como exterior al mismo), pero para el "mismo" binario, esa misma información ("observada" por lo exterior) se traducía en el "sentimiento" más básico o primario que existe, el de agrado-desagrado. Quizás, estos mismos sentimiento e información sólo "pertenezcan" a cada uno de los binarios por separado, pues el "resto" sería la Nada. Queremos decir que para el +, el "agrado" sería la "sensación" de su naturaleza, la información la "aparición" (externa, por no ser él) del -. Esa "aparición" en la "imagen" interna sobre el propio +, originaría un sentimiento de desagrado. Y lo mismo ocurriría, al revés, por parte del -.

Observamos, pues, que la aparición del binomio informativo mínimo es consustancial, y no puede "darse por separado", de la inmediata aparición del mínimo binomio de sensación.

También, se entiende desde el punto de vista teológico, la necesidad del "despliegue" divino (creación) del universo como la inmensidad del Saber y la información para "poder" definirse a sí mismo, en su "reflejo", volviendo hacia sí mismo. Esa misma reflexión, en menor escala, es la que hace al hombre ser lo que es, ser completo "adueñado" de su propia naturaleza. Y es que la información es una "captación", nace de un sentir curiosidad, y en este sentido es una necesidad; una "captación del mundo" incorporada así a la propia naturaleza del ser. El punto clave es cuando esa información llega a comprender la "naturaleza propia", entonces el ser al "captarla" se "adueña" de su propia naturaleza, "arrancándosela" a la Nada. El ser humano, pues, logra romper una parte de la Nada para hacerla suya, convirtiéndose de esta forma en otro ser (distinto de la Nada). De igual forma, en una extrapolación gigantesca, la Criatura Suprema, por un mecanismo en cierto modo similar (también como descendiente nuestro, a la vez que Padre, tal como vimos en nuestra obra "El parto de Dios"), es otro Ser totalmente diferente de la Nada.

Mecánica del ser.

Veamos ahora el aspecto "central" del ser, es decir, cómo "centra el mundo" sobre sí.

En esta "representación" debemos imaginarnos al ser dentro de un círculo (ver dibujo).

La circunferencia exterior que le rodea está jalonada por sucesos o acontecimientos físicos, es decir, lo que llamamos la "realidad" (material), y el ser está a la misma distancia (lejanía) respecto a cualquier acontecimiento, corresponda a cualquier Sentido del tiempo instante de lo que llamamos pasado, presente o futuro. Acontecimiento o suceso del Y es que el ser "parece" estar siempre en el presente espaciotiempo. (Colapso en la (lo que conocemos por "el vivo", "el directo", donde realidad de las distintas se "cuece" la acción), "su presente". Es el tiempo el posibilidades cuánticas). "da vueltas" alrededor del ser, acompañado en cada instante por las demás dimensiones (espaciales).

A medida que se pasa desde la circunferencia al centro, donde está "localizado" "esencialmente" el ser, se va perdiendo paulatinamente el "sentido espaciotemporal", la "realidad" a la que estamos acostumbrados. El ser, pues, encerrado en sí mismo (el centro), vive totalmente fuera del espaciotiempo. Entonces, ¿cómo se relaciona el ser con el universo en que vivimos?... Hay una doble corriente. Una, la que va desde la pura materia, los acontecimientos físicos sobre los que se edifica o se va "construyendo" propiamente el ser por "sublimación" (una especie de "expansión" de la materia, o una supramateria) -y es que el ser está "compuesto" de todos estos tipos de acontecimientos acaecidos a lo largo de toda su "vida material", desde que aparece, nace, hasta que muere (se entiende sólo su parte material). Y otra, la que va desde el centro del ser hasta cada uno de estos "sucesos" ( o "conjunciones" con la materia); en cada uno de estos sucesos, el ser por medio de su voluntad procede a "realizar" la reducción" de las distintas posibilidades que aparecen en el "campo cuántico particular" donde está definida su acción. Una de ellas en ese preciso momento en el que se desarrolla la acción, se hace "real", se transforma en suceso, constituyendo la propia acción del ser (a la vez, del "ser vivo" que se observa desde fuera).

Por ello, a todo este proceso global de la "relación del ser con el universo" podríamos catalogarle de supramaterial, o también considerarle "producto de una nueva dimensión (no física) en la materia que incluye la voluntad del ser; esta última sería quien originaría "la reducción del vector de estado" en la expresión y concepto acuñados por Roger Penrose en su obra "La nueva mente del emperador". (Diferimos respecto a este autor, en que lo anterior pueda explicarse por una nueva teoría física de la gravedad cuántica, pues, en nuestro concepto en este punto, precisamente, aparece la "abrupta" conexión entre la última frontera del mundo físico, y otro "radicalmente" distinto en el que reside el verdadero ser, algo así como la conexión cuerpo-mente de la que tanto se ha hablado desde tiempos inmemoriales).

Y, explícitamente, pues, ¿cómo se "comunica" o tiene "relación" el propio ser con el universo material que nos rodea?...

El ser está en el "mundo", gracias a las "sensaciones" (emociones, sentimientos, etc.) que ese mundo produce en él. O sea, se comunica con el mundo porque "nota" a ese mundo por las sensaciones que produce ese mundo en él, gracias a las emociones y sentimientos (por medio de estímulos, etc.). Y "actúa" sobre el mundo "reduciendo" el vector de estado por el procedimiento R (Penrose) gracias a su "voluntad". El sentimiento (en sentido general) "mueve", "impulsa" al ser "a mirar fuera" (al mundo, por la "ventana"). El "mirar fuera" es un proceso de "adquisición de información", y esa información, en su "decantación" en el ser -reflexión-, produce un incremento en el bagaje de sensaciones del ser.... Las sensaciones son, pues, el modo como el "mundo" se hace presente al ser. "El proceso de reducción del vector de estado, R," es el modo como el ser se hace presente en el mundo.

El azar, la necesidad y algo más.

Para Monod la evolución es el resultado del "azar y la necesidad", el más puro reinado de la materia que "expulsa", de esta forma, absolutamente todo lo que no sea la misma (por supuesto, también, el propio ser). Nuestro criterio está en las antípodas de ello, y daremos nuestras razones.

Si el universo fuera totalmente determinista, ni el propio azar tendría su papel, cosa ampliamente rebatida por la realidad de la mutación biológica. En el universo, por consiguiente, existe tanto el determinismo como la indeterminación (azar, incertidumbre, etc.). Esto parecería dar la razón a Monod, mas la cuestión donde se esconde la "trampa" es en el significado del término "necesidad". ¿Necesidad de qué y para qué o para quién? Ahí está el quid de la cuestión. ¡Y es ahí donde se "esconde" el ser!... "Necesidad de adaptación" a las condiciones cambiantes del medio, ¿pero de qué o de quién?... Precisamente de un organismo que actúa "para sí" (el propio individuo o el gen, da lo mismo a nuestros propósitos). El "actuar para sí", en su propio beneficio, representa una forma de "centrar el mundo" sobre ese sujeto (la definición del ser).

Si Monod tiene razón, ¡qué poca "minimización" de esfuerzos ha realizado la naturaleza al crear los "sentimientos", las sensaciones en los seres vivos!... Algo innecesario para Monod, cuyas criaturas son lo más parecido a autómatas, eso sí, altamente elaborados y complejos.

Coincidimos con la opinión más generalizada en los ambientes científicos (por cierto muy influenciada por el pensamiento de Monod), de que los organismos poseen un código genético desde el que despliegan todos sus potenciales en su adaptación al medio, algo por lo demás evidente.

Pero los organismos, al "desplegar" este código genético no "realizan" algo así como una "lectura interna" de ese código en su acción sobre el medio (aún con las complejas retroalimentaciones pertinentes). El ser (el organismo)"interpreta" ese código genético interno no como una "lectura de información" (inteligencia), sino, por el contrario, en una forma no necesariamente consciente -puede realizarse de modo totalmente inconsciente como ocurre en los organismos inferiores -, puesto que se basa en las "sensaciones" (que no tienen nada que ver con la inteligencia) que, como ya sugerimos con anterioridad, producen ese código en el ser. En otras palabras, el "lector" del código genético, para el ser, es la "sensación... Desde el exterior (a lo que está acostumbrado el "observador" científico o investigador) existe un código genético, que cual en un código informático están "escritas" todas las instrucciones a desarrollar. Desde el interior del ser ese código se transforma en un "bagaje de sensaciones"... Por ejemplo, la música objetivamente es en esencia una composición matemática, sin embargo en la audición produce en nosotros distintos sentimientos. Lo mismo sucede con el código de instrucciones grabadas en los genes: produce en el ser distintos sentimientos... ¡El sentimiento, pues, es la traducción en el ser del propio código genético!

Esos sentimientos (la traducción del código genético), por consiguiente, son el móvil del ser, pero en ningún modo son deterministas o "indeterministas" (azar) al estilo de Monod, pues el sentimiento no es totalmente determinista en sí; sólo representa una "tendencia", dentro de las cuales se mueve la "voluntad del ser", expresando su verdadera libertad.

El ser, por lo tanto, está sentado de forma firme en nuestro universo, y su demostración podría estar avalada por el principio antrópico (si damos validez al mismo). La realidad de la existencia de los sentimientos en el interior de nuestros seres, es una prueba evidente de nuestra visión del mundo expresada en este trabajo.

Estructura del ser.

Como se deduce del gráfico anterior de la representación del ser como un círculo, al pasar desde la circunferencia exterior al centro, la estructura del ser aparenta una "cebolla", ya que las distintas capas en ese viaje hacia el centro van poseyendo menos "sentido" de la "realidad material de nuestro universo", es decir, se van abandonando nuestras dimensiones espaciotemporales a medida que las capas se acercan a dicho centro. La capa más externa, que se relaciona con la materia en el proceso de "la reducción del vector de estado, R", con sus sentimientos o sensaciones dimanantes de su estructura material en "conexión" con el código genético, "toca" íntimamente al "campo cuántico del presente" material correspondiente, entonces, las anteriores sensaciones quedan, también, como "empaquetadas" dentro de ese mismo campo, es decir, como si pertenecieran a ese mismo presente. Así que, en cierto modo, en este caso "parecen" fundirse ese presente físico y el Presente del ser, creándose la sensación de un "falso presente" del ser para el mismo ser "que cae en el engaño". Y esto se origina porque el ser siempre está en el Presente, su Presente (un presente absoluto donde tiene su residencia el ser y consustancial con él mismo). En resumen, existen esas emociones que, con las connotaciones anteriores, podríamos decir que pertenecen al presente (físico) donde se desarrolla la acción, donde se produce "la reducción del vector de estado, R".

Pero existen más "capas" interiores en la "estructura íntima" del ser. Por esas estructuras pasan hacia el centro una "sublimación" de esas "sensaciones o emociones del presente". ¿En qué consiste esa "sublimación" o "elevación de las mismas"? Pues esencialmente en el "rescoldo" que queda de las mismas después de quedar "totalmente" desprovistas de toda "huella" del marco espaciotemporal construido por nuestras dimensiones conocidas. Y este "rescoldo" emocional va formando la propia naturaleza del ser. Así, es totalmente natural que el ser "sienta" (su modo de conocimiento que no es inteligencia-información) tanto el pasado, como el presente, como el futuro (físico, que estuvo, está o estará "en contacto" con el ser), puesto que todo ello es el Presente del ser, digamos el mismo ser -puesto que en él no hay "medida" temporal; en él todo simplemente "es", sin más tiempos verbales.

La muerte física (del cuerpo, por supuesto) sólo significa que la "conexión" del ser con la materia desaparece -también las emociones o sensaciones de ese "presente" del óbito -; ello supone la "desaparición" de la capa externa del ser, ya no necesaria, pues el ser ya no necesita de esa "capa frontera" que le "limita" dentro de este mundo espaciotemporal que nos rodea. Desaparece, por consiguiente, el ser de nuestro mundo, y ya no tiene contacto con él, quedando el mismo en toda su "naturaleza", su "pureza", completo (realmente siempre lo estuvo, pues vive en su Presente), aunque ahora con diáfana claridad, fuera ya del "adormecimiento" que le provoca su creencia en el ficticio presente de nuestro universo.

El óbito, por tanto, representa una vuelta hacia sí mismo (al no poseer, entonces, la ventana al mundo exterior por la que mirar "hacia afuera"), un ensimismamiento fructífero al fin, puesto que ya no tiene que "construirse" su propia naturaleza. La relación, a partir de ese momento, con los demás seres se produce exclusivamente por la única vía del "centro al centro", lo que llamamos poéticamente de "corazón a corazón", sin "máscara", ni "coraza" tras la que parapetarse. ¡El ser ya es transparente, resplandeciente!.. ¡Soy lo que ves!

(La relación guarda cierta semejanza con la que en este mundo llamamos los "lazos del amor").

Consciencia e inconsciencia.

Lo "consciente", unido siempre a lo que llamamos el "vivo" de nuestra acción, actúa a modo de "lupa", pues aumenta la "concentración" en aquello que requiere una acción inmediata, sea física, mental, etc. Y lo comparamos con el símil de la lupa, pues su "alcance" o marco sobre el que actúa, seguramente por limitación de capacidad física, es bastante escaso. Una mayor concentración, o fijeza, limita el campo (quizás un campo cuántico) dado el orden de medidas espaciotemporales donde domina la incertidumbre cuántica, por lo que no pueden "simultanearse" (en un mismo colapso de ondas al estilo de Penrose) más elementos (sensaciones, estímulos, informaciones, etc.), por eso el campo de acción de esa "resolución" consciente de posibilidades cuánticas es reducido, también. Entonces ese "lugar" donde "actúa la voluntad", fijando la atención, la parte consciente - que es así como le llamamos -, a la fuerza tiene que ser pequeño, constituyendo el "presente" de nuestra consciencia.

Sin embargo, el inconsciente no tiene esa limitación. El inconsciente, al menos parte de él, pudiera estar constituido por todo el resto de actividad mental (cerebral) que, trabajando al mismo tiempo que la consciencia, no precisa ya de la forma de atención necesaria para que intervenga nuestra voluntad. Y es que al realizar cualquier acción consciente se requiere estar en el pico máximo de atención, y con toda la información disponible, que incluye a las correspondientes emociones de ese instante (como advertencia y preparación previa de nuestro organismo, ya que como en todo lo material se necesita tiempo, éste puede ser acortado sustancialmente gracias a esa preparación previa) , así como las oportunamente recogidas desde la memoria y cualquier otra acumulada en el inconsciente instintivo, etc.

Lo inconsciente, mucho mayor que lo consciente está constituido, también, por todo aquello, incluidas tareas, que el mismo consciente desechó como rutinario al no prestarle más atención, con la ventaja añadida del acortamiento del tiempo de respuesta a cualquier estímulo. Y es que la actividad consciente es muy lenta (recordemos los experimentos relatados en los últimos capítulos de la obra de Penrose "La nueva mente del emperador").

Por lo anterior, es importante saber utilizar la parte consciente para lo que verdaderamente lo necesita. Todo lo demás, es más práctico realizarlo como actividad casi inconsciente, cual si fueran actos reflejos. Si esta última actividad está codificada como información en los genes, esas acciones formarían ya parte del comportamiento instintivo, que sólo transmite a la parte consciente su actuación en forma de sensaciones (dolor, placer, etc.)

Resumiendo, en la acción realizada por la voluntad del ser, siempre hay una cierta libertad, mayor o menor, condicionada más o menos por las emociones, que (en sentido amplio) contienen los mismos instintos.

El campo cuántico correspondiente al "presente del consciente" se "entrelaza", se "correlaciona" con los anteriores y sucesivos campos cuánticos, porque hay muchos "elementos" comunes (células, emociones, etc.) entre unos y otros de esos "presentes" (incapacidad de la "desaparición total" de esos "elementos" cuando se habla de tiempos bastante inferiores al segundo). De esta "correlación" entre los diferentes presentes se adquiere el sentido del "correr" el tiempo: pasado- presente- futuro. Viéndolo desde otro punto de vista, podríamos decir que todos esos "presentes" quedarían incluidos dentro de otro "campo cuántico" global que incluyera todas esas correlaciones, que pudiera tener, también, algo que ver con la propiedad de la "unicidad" de las mentes.

Todos estos conceptos aparecen ciertamente un tanto vagos o difusos, mas la complejidad del ser difícilmente permite mucha mayor claridad. Tengamos en cuenta que físicamente los campos cuánticos de los que estamos hablando (o algo muy parecido con propiedades bastante semejantes) corresponderían a millones de células, moléculas y átomos, cuya formulación matemática es de tal complejidad que ni nuestros más potentes ordenadores podrían acometerla. Eso sin considerar la complejidad de la estructura cerebral, desconocida en la actualidad, pero que debería conocerse previamente con exactitud para dar las oportunas instrucciones a las máquinas que efectuasen los cálculos.

Consciencia e inteligencia.

Haremos, ahora, hincapié en el papel tan fundamental, diríamos básico, que juega el consciente en la inteligencia, en la acción, o más bien, en la acción inteligente.

En nuestra opinión, no hay comportamiento "inteligente" sin la consciencia previa de la criatura o ser actuante. Y no estamos aseverando, ni mucho menos, que la criatura sea consciente de sí mismo, sino que sí es consciente de "algo" (la "conducta irreflexiva" de Sartre) y precisamente de algo "comprendido dentro del campo" en el que se va a desarrollar la acción, expresión de la voluntad de la criatura. Y estamos generalizando esto con carácter absoluto; es más, aún en aquellos comportamientos que pueden calificarse de inconscientes, hubo un "tiempo" (que aclararemos a continuación) en que esos mismos comportamientos fueron conscientes, siempre que ese comportamiento pueda calificarse "inteligente", no puro azar. Una vez asimilado ese tipo de comportamiento en respuesta a determinados estímulos, habiéndose realizado las acciones de forma consciente, "la costumbre" produce, de acuerdo a ciertas leyes, las oportunas "fijaciones" en los cerebros (evolución individual) o las favorables mutaciones genéticas, de forma más o menos indirectas (y no estamos apoyando las tesis de Lamarck, en el sentido de que el comportamiento pasa al código genético; la cuestión es más compleja, pero en este momento no es el fondo de nuestro discurso). Esas "fijaciones" permiten, entonces, un comportamiento casi inconsciente, podríamos llamarle "casi instintivo"; pero el "origen", siempre y en todas las circunstancias, "ha tenido que ver" de forma más o menos acusada con la consciencia.

Y volvemos a recordar que en el "azar y la necesidad" quizás resida todo, pero que el vocablo "necesidad" es tan amplio, tan suficientemente grande, que en ningún modo presupone la evolución "materialista" de Monod.

Es evidente que en las "poblaciones" de los individuos de las distintas especies se van produciendo sucesivas mutaciones de un modo continuo, que van incorporándose al bagaje genético y que en su mayor parte no son positivas para el individuo. Son los cambios continuos del medio, actuando de campo de pruebas, los que van seleccionando los individuos más adaptados a esos cambios, con lo que sus descendientes se verán favorecidos, transmitiendo unas u otras mutaciones, que serán entonces positivas para la especie.

Pero, ¿qué es en realidad esa adaptación? Cada gen se expresa, normalmente a través de un grupo de los mismos (cierta combinación), ante la criatura como tendencias o impulsos (sensaciones). Mas, las mismas no tienen carácter absoluto. El ser puede reaccionar en sentido positivo o no, todo depende de la preponderancia de unos u otros instintos o impulsos en el momento de la "acción", o de la "toma de decisión". En palabras de Penrose, ante la criatura se presentan diversas alternativas (cuánticas), en las que entran toda la información que posee la memoria al respecto, las emociones, estímulos, etc. Y es la "voluntad" de la criatura, o como queramos llamarle, quien de forma inteligente (con más o menos inteligencia, según la capacidad mental de cada ser) y, ¡siempre! Conscientemente, procede a la resolución del vector de estado, R (Penrose), realizándose la acción. (Esta es una versión muy simplificada, puesto que la acción es un proceso complejo, en el que siempre aparecen las oportunas retroalimentaciones o "feedbacks").

Dentro del bagaje de impulsos o tendencias citadas anteriormente, unos tienen relación con las mutaciones que existen en la "carga genética" -producidas al azar. Una determinada mutación puede existir en distintas especies (por ejemplo, por estar las mismas interrelacionadas por ascendiente común, u otras causas), pero no todas ellas "reaccionan" ante un cierto estímulo de la misma forma. Al ser la mutación la misma, la tendencia o impulso que "transmiten" a los distintos individuos de cada una de esas especies debería ser idéntica; el que esto no suceda así en multitud de ocasiones, prueba la distinta disposición de las diferentes especies a explicitar los comportamientos en forma particular, aún cuando la mutación sea la misma. Tal es así que ni siquiera distintos individuos dentro de una misma especie reaccionan igual, algo evidente en el caso de la criatura humana, pero que debe darse en menor grado en las demás especies.

Los instintos, pues, no "guían" ciegamente a las criaturas, al menos con ese carácter absoluto al que nos hemos referido con anterioridad; siempre hay que "resolver" una cierta incertidumbre, aún admitiendo el imperio del azar (mutaciones).

Y no hay forma de evitar esa falta de determinismo; la consecuencia es que, en todos los casos, es necesaria la presencia de "algo" o "alguien" que resuelva esa indeterminación, que se decante por una u otra de las posibilidades que se le presentan; esa única posibilidad "ya decantada" constituirá la "realidad" del suceso, o el acontecimiento que significa el acto (estadísticamente, el comportamiento del individuo o la especie).

Dicha "resolución", siempre que sea más o menos inteligente, debe ser "consciente" (en caso contrario no podría calificarse de comportamiento inteligente, sino producto del azar, algo extraordinario, entonces, dada la inmensidad, en casi todos los casos, de su improbabilidad).

¿Indicios de futuro en la mente?

Y seguimos especulando aún más: una nueva "vuelta de tuerca".

La improbabilidad de la "obtención por parte de la evolución de un órgano tan complejo como el ojo, por más que le pese a los que sin demostración convincente osan aseverarlo (al menos ante mis ojos -valga la redundancia), nos inclina a pensar lo afirmado ya en obras nuestras anteriores, que dentro del bagaje de "impulsos" que participan en "ese campo de decisión anterior", también se incluye el que "pareciendo provenir del futuro" (no vamos a extendernos más sobre lo expuesto repetidas veces en las anteriores obras) inclina al individuo (recibe cierto grado de gratificación) a elegir una posibilidad que, precisamente, junto con otras futuras elecciones de él mismo o de innumerables descendientes suyos, conducirá a la consecución del citado órgano.

Es "el éxito" que confiere o significa esa "consecución" del órgano sobre la descendencia -o, a partir de un determinado descendiente -, lo que se "retrotrae" en el "momento de la decisión actual", a través de esa tendencia o impulso que, quizás, sólo tenga un carácter residual, nunca crucial; más esa tendencia repetida en innumerables individuos hace trastocar el puro azar (al respecto recordemos los campos mórficos de Sheldrake -ver el capítulo de nuevos paradigmas), obteniéndose así resultados que de otra forma serían sumamente improbables, dada la magnitud del tiempo implicado.

Realmente, debería haber producido sonrojo en la mente autocalificada de científica, el haber admitido tantas veces razonamientos tales como "ajustes de las condiciones iniciales altamente improbables" o "resultado de la casualidad por improbable que parezca nuestra presencia en la naturaleza, aduciendo el llamado principio antrópico (más o menos fuerte)".

Es mucho más plausible la explicación anterior, que resuelve el problema de la improbabilidad que se advierte en el azar, aunque para muchos pueda parecer absurdo la retroacción del tiempo, sin que previamente se hayan fijado en la ausencia de paradojas en el planteamiento.

La influencia de la "voluntad" del ser sobre la misma evolución no es baladí, como podría suponerse sin un esfuerzo previo de reflexión. La repetición de un mismo comportamiento por un organismo ante situaciones parecidas, puede "inclinar al azar" por efecto de las mutaciones, en un cierto sentido. Por ejemplo, si hay siempre una referencia a ciertas "localizaciones", no por simple azar, sino por "favorecer" a su especial configuración (lo que gratificaría a su propio ser) esa búsqueda de unas determinadas configuraciones. Otra objeción podría consistir en lo siguiente. Si la naturaleza del ser estuviera compuesta por los "rescoldos" de todas las actuaciones o ejercicio de la voluntad sobre cada uno de los presentes del tiempo físico, la "actuación" en el futuro podría alterar la decisión en el pasado (paradoja). Mas esto no es así porque no se transmite información al (centro del) ser cuando se "actúa" (resolución, R) en un campo "local" del "presente". La información sólo sirve para la resolución, R, de la configuración de ese campo local del presente. Hacia "dentro" sólo "entran" sensaciones- sentimientos (que no transmiten información). Por ello, sólo podrían obtenerse lo que en otros ámbitos se llaman "premoniciones", siempre relacionadas con las sensaciones internas, no con las informaciones.

La "ventana" de nuestras especulaciones, se asimilaría a la información observada en el "campo cuántico" del presente -auxiliada por la memoria física grabada en las neuronas -, información que se "integra" o codifica en la parte material (cerebro) -también se codifica en el cerebro la información del futuro, pero sólo en el futuro, obviamente. Todo ello sería la memoria física que recorre el sentido del tiempo, pasado- presente- futuro. Mas, lo que "llega" al "centro" del ser es solamente la transformación del "código" en emociones. Y como el "centro" del ser es intemporal, allí pueden mezclarse dichas emociones, pertenecientes a cualquier instante del tiempo. El centro del ser tiene "memoria" de esas emociones, pero "lo que llega" al mismo está ya desprovisto de cualquier propiedad espaciotemporal de la materia, es decir, esas emociones "permanecen en otro nivel", cuya característica principal es su desmaterialización. Expresándolo mejor, no es que "exista memoria" de esas emociones, es que las mismas están siempre "presentes" (el único Presente que tiene el verdadero ser) en el ser. Precisamente, es esa amalgama o aglomerado de emociones- sentimientos y actos de voluntad, en paradójica "unicidad", lo que forma la naturaleza del ser. Llegados a este punto, no sería difícil suponer que tal vez una estructura material "afín" pudiera hacer "revivir", o pudiera introducir en el presente "físico" una emoción "acumulada" en la "memoria" del centro, si ésta se "obtuvo" en estructuras que guardaban cierta semejanza, aunque no alcanzamos a ver aún, quizás debido a nuestros balbuceos en el tema, el alcance de dicha semejanza (¿no sería un indicio, tal vez, la compatibilidad sensitiva de los gemelos?).


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Sobre el autor


Alejandro Álvarez ha trabajado como jefe de redacción y como articulista en diversas revistas y publicaciones. Es director de la revista digital "Foro Esencia" y es autor de diversos ensayos.





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