Bueno, la verdad es que nos hallamos ante una pregunta bastante difícil de responder. De hecho, si yo supiera la respuesta óptima me deberían nombrar por lo menos Secretario General de la ONU. No obstante, después de toda la exposición anterior a cualquiera se le pueden ocurrir algunas ideas de sentido común.
Para empezar, ya hemos visto que una historia medioambiental en clave entrópica subraya que la depauperación de los recursos naturales trae consigo una pérdida de complejidad, una reducción de la diversidad natural o una "unificación biológica" que es irreversible. Nosotros, los seres humanos, debemos esforzarnos a brazo partido por salvar hasta la última, hasta la que parezca más insignificante, de las especies vegetales y animales, tal vez con la única excepción de los virus y bacterias que provocan enfermedades. La biodiversidad no es una broma ni una moda, es un seguro de vida (nunca mejor dicho) para nuesto planeta y para nosotros mismos. Hasta el más ridículo bichito se puede convertir en pieza clave de un ecosistema o en la clave para encontrar el antídoto contra una enfermedad.
En segundo lugar, a la espera de hallar ese mágico recurso "inagotable" que nos garantice de por vida el suministro energético sin necesidad de mandar tropas a Oriente Medio, debemos perseverar en el aprovechamiento de energías renovables y no contaminantes, como la eólica y la solar. Su precio ha disminuido al mismo tiempo que su rendimiento ha aumentado en los últimos años, aunque parece que nunca van a satisfacer el insaciable apetito de más y más energía que padece nuestra civilización. De todas formas, como ya mencioné antes, el problema real no está tanto en la escasez de energía como en su despilfarro. Ahorrar y repartirla mejor está a nuestro alcance, no necesitamos ningún premio Nobel de Física para esto.
Por otra parte, si la obtención de energía nos resulta importante, no menos nos debe parecer la limpieza de los residuos que se generan en cada ciclo. Afortunadamente, la gente ya está muy sensibilizada acerca de los residuos reciclables y reutilizables, pero a mí me parece mucho más importante que las empresas también acaben sensibilizadas, aunque las citas de Maquiavelo y Adam Smith que aparecen en este artículo nos hagan sospechar que esto haya de conseguirse "por la fuerza". Por fortuna, creo que no es necesario ser muy bruto, bastaría con exigir a las empresas, sobre todo a las más contaminantes, un balance de situación o una cuenta de pérdidas y ganancias en términos energéticos, donde todo el público pueda ver las toneladas de basura ambiental que han generado y una estimación del aumento de entropía (incluida la entropía social) que han provocado, así como la obligación de adjuntar estos datos en toda la publicidad que difundan tales empresas. Qué espectáculo tan maravilloso sería ver a todas esas arrogantes multinacionales, a todas esas empresas que gastan millones de euros en seductora publicidad mientras pagan con un plato de arroz a sus trabajadores del sureste asiático, a todas ésas que vierten su mierda a los ríos, sonrojarse y pedir perdón a la hora de mostrar todas las miserias que nos ocultan, bajo pena de que no les compremos más sus productos. Esto sería mucho más beneficioso para el medio ambiente que el famoso "impuesto ecológico" y, por supuesto, mucho más justo que subvencionar con los impuestos de todos los contribuyentes las pocas medidas que las empresas deciden aplicar voluntariamente.
Una vez finalizada (al menos formalmente) la humillación que representó la esclavitud contra los seres humanos, nos queda acabar con otras injusticias sociales y con las agresiones a nuestro medio ambiente. Pero, como hemos visto en el caso de la esclavitud, no bastan las buenas razones para cambiar una situación injusta, la motivación basada en intereses económicos suele ser mucho más efectiva. Pues bien, convirtamos las razones en intereses...
En esta línea de pensamiento, algunos autores ya promueven la utilización de nuevos parámetros macroeconómicos como el IBES: Índice Daly-Cobb del bienestar económico sustentable. Incluye el producto nacional bruto (PNB) per cápita ajustado por desigualdades en la distribución de los ingresos, la disminución aguda de recursos no renovables por la erosión y urbanización, el costo de la contaminación del agua y del aire, y estimaciones del daño ambiental a largo plazo por causa de cambios mundiales (disminución de la capa de ozono, calentamiento planetario, etc.). Ni el mismísimo presidente Bush se resistiría a firmar el Protocolo de Kioto si sus potenciales votantes conocieran estos datos con toda su crudeza.
Para finalizar, me gustaría dedicar un pequeño espacio al famoso "recurso inagotable" suficientemente energético, de suministro constante y garantizado, poco contaminante y capaz casi de sacarnos a todos de pobres. Hoy en día todas las esperanzas apuntan hacia la energía nuclear de fusión.
La energía que irradia el Sol se debe a reacciones de fusión que se producen en su interior. A las temperaturas y presiones que se producen en nuestra estrella, los núcleos de hidrógeno se combinan en una reacción continua, responsable de la mayor parte de la energía liberada.
Así como la energía de fisión produce residuos peligrosos y de degradación muy lenta, la de fusión, por el contrario, produce desechos que no son radiactivos en su mayoría, y aquellos que sí lo son tienen una vida muy corta. Además, la energía obtenida con este sistema sería muy superior a la que se produce con la fisión. Como ventaja adicional, mientras que el uranio utilizado en las centrales de fisión es escaso y costoso de extraer, además de precisar enriquecimiento en muchos casos, el deuterio, sin embargo, forma parte de las moléculas de hidrógeno del agua. Este sistema se convertiría en una fuente de energía renovable pues, aunque el deuterio existe en proporción muy pequeña en las moléculas de agua, los volúmenes de este líquido en nuestro planeta proporcionaría energía durante miles de años.
La teoría de la fusión nuclear es de simple exposición: uniendo dos moléculas de deuterio (hidrógeno que contiene un neutrón), se produce una molécula de helio y un neutrón. En esta acción se libera una energía extremadamente alta, debido a que la masa resultante es muy inferior a la de las moléculas de deuterio originales. Este proceso simple no es tan fácil de conseguir en la práctica, pues es necesario que las dos moléculas de deuterio se aproximen suficientemente como para unirse ambos núcleos. Hay que tener en cuenta que, según una ley física llamada "repulsión de Coulomb", dos cargas iguales se repelen; como cada uno de los núcleos que se pretenden fusionar tienen igual carga eléctrica positiva, se repelen antes de que lleguen a unirse. La única forma de conseguir la unión es llevándolos a una temperatura de entre 50 y 100 millones de grados centígrados. Por tanto, la energía que es necesaria ejercer para que dos núcleos se unan es tan alta, que se emplea más energía en unirlos que la que se libera por efecto de la propia unión. El único sistema hábil sería utilizando una bomba atómica como fuerza actuante, introduciendo el deuterio en su interior; la enorme temperatura de la explosión uniría los núcleos y liberaría más energía. Este sistema es incontrolable, por lo que no podría ser aprovechable para otros fines que no fueran los de tipo bélico. Actualmente, las investigaciones sobre un sistema controlado de fusión se centran en las botellas magnéticas y la fusión por láser.
De todas formas, aún disponiendo de una fuente de energía inagotable y limpia, el ser humano es tan asno que probablemente ni en estas condiciones sería capaz de detener la destrucción de su propio planeta y la desigualdad social de su propia especie. El tiempo lo dirá.
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