La obra nunca deja a un lado los planteamientos científicos; es más, pretende desde esa base "construir" el Ser. Ahora bien, reclamamos, casi precisamos, una ampliación del horizonte de la ciencia (nuestra crítica va en esa dirección), para que pueda sernos útil en la ardua tarea de alcanzar el Ser.
El Ser rebasa esa misma ciencia, por eso debemos introducirnos en la filosofía si queremos llegar a comprenderlo, o al menos intuirlo. Y es preciso tensar al máximo nuestra intuición para poder progresar en este mundo tan desconocido, aunque eso sí, presentido. Habría que decir aquí que la intuición no es una "vía falsa", anticuada o poco fiable, en la investigación de estos hechos. Nosotros reivindicamos, de nuevo, el papel de esa intuición. Es más, creemos que todo descubrimiento realmente importante y significativo de la Humanidad, a los que no es ajena la creatividad, siempre ha provenido de la intuición, y añadimos la calificación de "la verdadera intuición", que no es más que "aquella distensión de la inteligencia en pos de una superación del mismo conocimiento, en una búsqueda que utiliza las fibras más intuitivas de nuestra sensibilidad".
También, volvemos a proponer (ya lo hicimos en obras anteriores) la vía subjetiva, la interioridad (a la que la intuición no le es muy ajena), en el descubrimiento, afianzamiento y desarrollo de ese Ser.
Al fin y al cabo, a parte de una búsqueda y sustitución de unos objetos por otros en este mundo nuestro, en nuestra vida, una búsqueda inacabable que sustancialmente en el orden ontológico no conduce a mucho, sólo queda el camino que va en dirección de nosotros mismos, hacia nuestro interior, lo cual nos produce una íntima satisfacción: verdaderamente nos hace felices.
Y siguiendo las premisas anteriores, los capítulos de la presente obra comienzan con un somero estudio de psicología y ciencia en lo que se refiere exclusivamente al tema, con el fin de una puesta en situación, o mejor, como referencia para lo que se quiere expresar a continuación. Se advierte un cierto tono de protesta y crítica ante la ciencia ortodoxa, que tiene la intención de servir de revulsivo para la rotura de las perspectivas cicateras, incapaces de superar las barreras que nos impiden la ampliación del horizonte preciso para abarcar todo el significado del Ser. Esa ampliación de horizontes se adivina en las nuevas perspectivas que suponen los paradigmas emergentes.
El estudio de la emoción, desde un clásico como Sartre, nos sirve de introducción al papel que intuimos de la misma en la formación del Ser.
A continuación, el fondo de nuestros planteamientos acerca del Ser, ya esbozados en su mayor parte en obras anteriores, aparece dentro del capítulo "El agregado sensación-información".
Una corroboración del papel de la emoción y el sentimiento en las demás criaturas vivientes, a imagen del ser humano, como constituyentes básicos del ser vivo, ocupa el siguiente capítulo.
Por último, se apuntan de forma muy ligera unas vías clásicas para llegar al conocimiento de nuestro propio ser, que no son otras que la meditación, y en su excelencia: la mística. Por supuesto, cada uno es su camino, su propia vía, pues el universo "da vueltas" ¡alrededor de ti!