ISSN: 1579-0223
 
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Nada y Dios. Apuntes para una Teología (y II)

Alejandro Alvarez Silva
 
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"El hombre es una cuerda tendida entre el animal y el superhombre, una cuerda tendida sobre un abismo."

..."La grandeza del hombre radica en que es un puente y no una meta"....

... "Yo amo a quien quiere vivir para conocer y quiere conocer para que alguna vez aparezca el superhombre; y, de este modo, quiere su propio ocaso"...

..."Ha llegado la hora de que el hombre se trace su propia meta."

"Quiero enseñar a los hombres el sentido de su existencia, que no es otro que el superhombre, el rayo que surge de ese oscuro nubarrón al que llamamos hombre."

(Nietzsche: "Así habló Zaratustra". Discurso preliminar de Zaratustra.)

La característica principal de este estadio es, pues, su labor de interconexión entre la Nada y Dios (esos dos "mundos" llamados a grosso modo: materia y Espíritu). Y es que las criaturas que habitan ese estadio se mueven entre los dos "polos" anteriores. La "naturaleza" de las mismas (una vez "desarrollada" completamente al final de sus vidas) se "coloca" en "subniveles" muy variables dentro del Cuerpo Místico, pero con la particularidad de que "todas ellas" están conectadas, por sí mismas, a través de aquel "cordón umbilical" al primer estadio de la Criatura Suprema.

La evolución quebrada

Es preciso no pensar en "temporal" sobre el tema metafísico que nos preocupa. Hay que desterrar de una vez por todas estos planteamientos. Y es que todo da vueltas alrededor de la cuestión del azar. No es que "por azar" acaezca algo y "seguidamente ya se produce" el proceso subsiguiente que origina tal o cual efecto. De esta forma queda construida una especie de cadena que, con los planteamientos acerca de la "intrusión" del futuro en el presente y el pasado, crea un círculo vicioso (la paradoja del huevo y la gallina).

Lo que sucede ciertamente es que "acontece algo por azar", pero ese algo es ya "toda la historia", toda la película. La "historia" o "secuencia" de acontecimientos "puede acaecer o no". Si es no, nada sucede: la Nada permanece en su estado caótico y desordenado. Pero si se produce el cambio (por azar) no "sólo es de algo", de un suceso puntual: ¡lo es de la secuencia completa, de todo el fenómeno!... Y el fenómeno comprende, también, la influencia del futuro (la Criatura Suprema) sobre el inicio... Y es así, porque todas las "secuencias" del proceso o la "historia" son insustituibles y únicas en sí como los eslabones de una cadena, en donde la falta de uno solo de ellos la hace desaparecer, "evanescerse". ¡El cambio en la Nada caótica produjo de inmediato eso tan infinitamente intrincado y maravilloso que es Dios!.. ¿Qué es, pues, la historia evolutiva que observamos?.. ¡Es simplemente nuestra "visión" del "proceso" de la historia!: ¡La visión de un ser temporal!.. Si no estuviéramos montados a caballo de la dimensión tiempo, sólo observaríamos un magnífico Cuerpo Místico en el que cada ser ocuparía su lugar definido por su estado evolutivo (complejidad), junto al grado de "voluntad" (y esfuerzo) en referencia a la cima de dicho Cuerpo Místico (Dios).

El error de apreciación que se observa en alguna de nuestras obras anteriores habría que achacarlo a la preponderancia que dimos a la pura evolución, en esa suerte de camino o progresión hacia la complejidad. Ese espejismo fue el resultado de nuestro estudio sobre la fase o estrato inferior del Cuerpo Místico, el de los niveles (complejidad estructural) inferiores al del ser humano. Y es que en este estadio la preponderancia de la evolución es de una nitidez casi absoluta. Mas, este hilo conductor queda resquebrajado claramente al llegar a la criatura humana, donde el Norte de la Criatura Suprema aparece en todo su esplendor: ¡El hombre ya no puede ser indiferente a su llamada, debe elegir entre esa visión celestial y él mismo, la Nada que habita en nuestro propio interior y que extiende sus tentáculos sobre todo lo que nos rodea! La evolución, entonces, "rompe" su clara línea hacia la complejidad, puesto que nacen otras "vías" que la "distraen": ¡es simplemente la aparición de otra fase u otro tipo de "estructura" en el Cuerpo Místico!.. De cualquier forma, la "argamasa" de todo el Cuerpo Místico de "arriba abajo", de "lado a lado", sigue siendo el Amor.

Dijimos que el estadio más elevado era el de la "sustancia divina", producto exquisito del alambique de los dos estadios anteriores. La Nada quedó atrás, entre los posos exprimidos al máximo. ¡El Cuerpo Místico "rezuma" Amor y se sublima en el cenit, sublime cima en el orden de criaturas que comprende!

De la Nada salió Dios; se creó Dios sin más. Sólo hubo dos etapas: la Nada caótica e indiferenciada y el Dios infinito, uno y múltiple, el Supremo orden. Una da lugar al Otro (a esto se ha denominado siempre su Creación): Pudo haberse creado o no, pero su formidable presencia indica la primera posibilidad: ¡una vez que sucedió, el resultado es la magnificencia observada!.. ¿Hijo del azar tal vez?.. Quizás, pero de un azar supremo, que abarca en "bloque" la totalidad del tiempo.

El ser no es hijo de la materia. Es más bien hijo de la Nada, puesto que la materia es la "decantación objetiva de la Nada", y el "espíritu" del ser es la decantación de la Nada en pura subjetividad, interioridad, que "produce" el sentimiento. De la Nada, pues, procede información (materia) y sentimiento (representación), que son los verdaderos modeladores del ser.

Simplificando mucho, y "como frase lapidaria", digamos que estaríamos ante un "materialismo sin materia", seres "construidos" simplemente de pura Nada. (Ahora bien, sabemos que esa Nada es un "caldo" de la más abigarrada secuencia de opuestos complementarios, germen de todo lo que se pueda imaginar en una "forma de estructura" caótica que supone la más completa anulación).

En la Nada caótica "no hay tiempo". En "su transformación", Dios, tampoco; en su Cuerpo Místico, pues, el tiempo no ha lugar. Por consiguiente, esta última está constituida por seres con una "naturaleza plena", es decir, completamente configurada (fuera ya de la vida conocida que es dominio del tiempo).

El "instante" que separa la Nada de Dios, lo constituye la dimensión temporal completa, pues en él debe "agotarse" el tiempo. Ese "instante" para Dios, es la casi eternidad que apreciamos los seres vivos componentes de la larga historia de la evolución (o evoluciones).

¡La primera "imagen" es el caos más absoluto; la segunda el formidable orden del Cuerpo Místico, la Nada "sumamente organizada" que es el propio Dios! Es como si sólo hubiesen dos "cuasiestados": La Nada caótica y el Supremo orden. El "instante" del Azar excelso que los separa, es el dominio de todo el proceso, el movimiento, la evolución con sus seres como "hijos todos ellos del tiempo".

La apariencia es de un baile entre una Nada caótica y una organizada. Las maravillas de la segunda son el simple resultado de una "dirección única" implantada en la primera, que de esta forma rebela los tesoros que en realidad encerraba. Un símil material podría ser el mismo láser, cuya formidable fuerza radica en el "acompasamiento" de sus ondas con la consiguiente potenciación máxima, todo lo contrario que acontece en la composición de ondas totalmente desfasadas con la anulación resultante, que puede llegar a ser total.

Así que detrás, o en el interior de todo ser vivo no anida otro tipo de materia o sustancia distinta de la del cuerpo. No existe tal; no se encuentra nada: ¡el único que encuentra, mejor, "siente", es dicho ser vivo!.. Es "algo que se lleva" pero que no se ve, y menos desde el exterior (observador extraño) ¡No hay "sustancia", su lugar lo ocupa la sensación y el sentimiento! La materia es puro dominio del tiempo; este último es consustancial con ella. Fuera del tiempo (muerte del ser vivo) sólo puede conservarse, pues, "lo otro", lo no material.. ¡El alambique material decanta su bien más precioso, la naturaleza del ser!.. que es, pues, una amalgama de sensaciones y sentimientos, desprovistas ya de toda "alusión temporal".

El alambique material, por consiguiente, destila el ser a partir de la materia prima Nada. El resultado es una Nada "orientada", que es un ser surgido, si puede expresarse así, por "autocreación".

"Amad al prójimo como a vosotros mismos; tenéis que amaros a vosotros mismos;"

(Nietzsche: "Así habló Zaratustra". Discursos de Zaratustra. Tercera Parte. La virtud que empequeñece.)

Básicamente, el mismo Dios "surge" (se crea) de forma similar.

La Nada original (caótica), en el tiempo se transforma en objetividad (materia) y subjetividad (sentimiento). "Después del tiempo", la materia, sustancial con aquel, se extingue como el mismo; sólo queda la Nada orientada, sesgada, que es el ser, el puro sentimiento.

Si analizamos más en profundidad los estadios más bajo (3º) y el intermedio (2º), en principio parecen tener la misma estructura, en el sentido de que la naturaleza del ser se "constituye" a lo largo de las "elecciones" entre esa lucha de intereses que representan las distintas tendencias (o instintos) que operan en el interior de cada ser vivo; las distintas "elecciones" "construyen" la naturaleza del ser. Así que, sólo es el tipo de tendencias que "tiran" del ser las que definen esos 2º y 3º estadios. Nos explicaremos.

En el tercer estadio, el más básico, son los puros instintos, en la acepción más común, los que imperan en el ser vivo. Estos instintos tienen como denominador común el que "velan" por la conservación de la vida (física) del individuo. Hay distintas elecciones y tendencias, pero todas inciden positivamente y casi exclusivamente en la conservación de dicho individuo (al menos de los genes propios -recordemos en este punto la polémica del "gen egoísta").

El segundo estadio, el intermedio, se caracteriza por la aparición de un segundo factor. Además de los consabidos instintos anteriores, aparece una nueva tendencia cuyo enfoque no es ya la "conservación del individuo", pues, simplemente es ajena a ello: ¡son las alas que remontan el espíritu del ser vivo, elevándole sobre su condición animal!.. Pero, por ello, puede ser su triunfo o su desgracia. Triunfo, por la posibilidad de alcanzar nuevas metas que superen su nivel (en pos del Ser Supremo), y desgracia ante el posible fracaso en dicha misión (la "necesidad" está dentro, y el "corazón está inquieto mientras no se sacia esta sed").

Es preciso cierto "entendimiento" (información-complejidad) para llegar a alcanzar, a sentir, la llamada de la "divina luz". Es necesario, pues, un período (tercer estadio) de "transformación" de esa Nada (sus partículas constituyentes), hasta el logro del nivel necesario mínimo. A partir del mismo, se abre el dominio del segundo estadio, el de la criatura humana (y similares), el de la indefinición suma, el del debate esencial entre el ser y la Nada.

Con este estadio aparece la "orientación de la Nada". Esta última se "estira", cada vez con más fuerza, en dirección al polo norte divino del Ser Supremo. La complejidad-individualidad progresiva, con sus crecientes grados de libertad, puede elegir orientarla con más o menos fuerza en el sentido anterior. Pero esa orientación hacia el polo norte divino sólo se hace "consciente" a partir del hombre, por eso la "libertad en su pos" sólo puede ser "autoasumida" en ese nivel, en un proceso de "reflexión". En niveles inferiores ese impulso u orientación es "inconsciente" (al menos para cada ser individual); es por ello por lo que la criatura humana debe "colaborar" con el Ser Supremo "empujando" a esos seres inferiores a ocupar el "puesto" que les corresponde en el Cuerpo Místico completo. La vía es la potenciación de la argamasa de dicho Cuerpo: el Amor.

El Amor hacia abajo (los niveles inferiores) es automáticamente correspondido de abajo a arriba; eso supone la aparición de una fuerza de cohesión extraordinaria que une entre sí las diversas "piezas" del puzzle Cuerpo Místico. Así, dicho Amor de arriba abajo en cada nivel es similar al que proviene de la misma cúspide (Dios) hacia nosotros mismos. El "desamor" se refleja, así mismo por sus efectos de abajo a arriba. ("Aquello que hacéis sobre mis criaturas me lo hacéis a mí")

"Los tentáculos de Dios, pues, se extienden hasta el mismo origen, pero sólo es a partir del hombre en que se ven reforzados (o no) por la voluntad consciente de otras criaturas". En este sentido el hombre es colaborador de Dios: ¡sus verdaderos hijos! (También el mismo Dios, a su vez, es heredero del hombre -Ver el "Parto de Dios", obra del autor).

"Crear: he ahí lo que alivia el dolor y aligera la vida; pero para llegar a crear es preciso atravesar crisis muy dolorosas y sufrir numerosas transformaciones".

"Para que el creador pueda convertirse en el niño que vuelve a nacer, ha de querer ser también la parturienta y sufrir sus dolores. En verdad os digo que yo he tenido que abrirme paso a través de cien almas, de cien cunas, de cien dolores de parto".

(Nietzsche: "Así habló Zaratustra". Discursos de Zaratustra. Segunda Parte. En las islas afortunadas).

Y es que existe un continuo "trasiego" en todos los sentidos, de abajo a arriba y de arriba abajo. También en cada nivel. ¿Y trasiego de qué?.. De muchos sentimientos y emociones, pero fundamentalmente Amor: ¡El Amor es la esencia de la vida!.. Amor hacia sí mismo; Amor hacia los demás. ¡El Amor sustenta al ser!

Por Amor la Nada "se orienta". Por Amor la Nada se hace ser. La Nada amorosa es Ser. El ser sin Amor desciende a la Nada. El ser en el tiempo es la vida. El Amor en el tiempo es sentir. "El Amor es el ser". "La vida es sentir". El Amor sin tiempo (eterno) es el propio ser.

¡ Alimenta el Amor, crearás vida!

La Nada y los opuestos complementarios

Para nuestros propósitos sustituiremos los conceptos "necesario y suficiente" por "potencia y probabilidad". "Potencia" sería la capacidad para "poder ser" algo. Y la "probabilidad" propuesta son las "condiciones favorables" para que ese "algo" suceda. Pues bien, los opuestos complementarios son un índice de que la Nada tiene la potencia en sí (con la ayuda del "azar") para dirigirse hacia el Ser. La "probabilidad" la proporciona el Ser Supremo en ese "efecto de retroalimentación" (acción del futuro sobre el pasado), expuesto frecuentemente en obras anteriores.

Otra cuestión importante, que exponemos en este momento para que "no quede en el tintero", se refiere a aquellas fases del "antes del tiempo" y el "después del tiempo". Ambos son conceptos extraños muy ajenos a nosotros (criaturas del tiempo) y a la misma vida. A nuestros ojos son una especie de intuición referida a los límites en ambos "extremos del mismo tiempo". Y es que, en dicha intuición, el "antes del tiempo" nos parece "casi inexistente", en la línea donde la Nada y el mismo Ser Supremo se confunden (lo mismo ocurre con el "después del tiempo": ¡el universo y el Ser Supremo parecen confundirse!).

El tiempo, para nosotros, lo llena todo, lo es todo. Ni nuestra propia inteligencia puede pensar de forma distinta. Ahora bien, eso no impide que puedan "existir o existan" esas posibilidades del "antes y el después" del tiempo. Al referirnos al Ser Supremo y a la misma Nada todas aquellas barreras "caen", puesto que sus "dimensiones" son desconocidas, y con ello desaparece el mismo límite de la dimensión tiempo.

La imagen final en cuanto a la Nada y la Criatura Suprema, volvemos a insistir, parece la imagen clásica del Tao, donde Caos y Dios se confunden en aquellos "momentos originales". La interrelación entre Nada y Dios del origen es tan sustancial que los "tentáculos" de ambos parecen confundirse. Ya en el mismo "origen" la "actuación" de Dios es clave, en esa especie de "autocreación", sin embargo, del mismo modo sin esa Nada "previa", "arcilla a modelar", ni el mismo Dios hubiera aparecido. (En este sentido esa Nada es como el mismo progenitor, Padre, del propio Dios).

Y llamamos "potencia" de la Nada a la capacidad de que "pueda existir" en su seno, por principio, los opuestos complementarios, que son en sí la base "necesaria" para todo el desarrollo posterior de los seres, la vida y el mismo Ser Supremo.

Complementarios son "elementos" que juntos forman "algo". Ese "algo" es la Nada (el cero absoluto) en los opuestos complementarios, que además poseen la particularidad de que cada uno de ellos es el opuesto del otro, lo que significa una total identidad entre ellos, excepto en el signo. En principio, dichos opuestos complementarios abarcarían todo lo imaginable e inimaginable (todo en la máxima extensión del término), así que hasta la misma Criatura Suprema. Ahora bien, su "improbabilidad es enorme", por ello es ahí donde se adivina el "poder" de Dios (esa es la particularidad de la "actuación" de todos los seres, el llamado "efecto retroactivo" del futuro sobre el pasado), en ese "efecto de dirección" en la probabilidad, en la "dirección unilateral" de la misma evolución (general) en pos del norte de la Criatura Suprema.

Y es que los opuestos complementarios que aparecen (¿por azar?) se "entremezclan" para crear los diversos seres. En dicho proceso, a parte de ese hipotético azar, tiene mucho que ver ese "tirón" del Ser Supremo.

La Nada es el cero absoluto, que es a la vez la "sopa infinita" de opuestos complementarios. Podríamos decir que la evolución dirigida desde el Ser Supremo encuentra la forma de "retorcer" los opuestos para que no sean "tan opuestos", en el sentido de que no conduzcan obligatoriamente a la anulación inicial (el cero absoluto), sino a los diversos seres, lo cual es posible por el "cambio de referencias": se pasa de una visión única (externa - observador) a múltiples visiones (las de cada que ser que "radica" el mundo sobre sí). Lo opuesto se "alambica" en el ser; el ser, pues, es un "compuesto de opuestos" cuya "unicidad" la hace posible el ser, y ésta es su propia característica y definición.

La misma esencia del ser, por consiguiente, es su bipolaridad (composición de opuestos, entre los que se dibuja el ser). Por esencia, el ser es la fórmula necesaria para que los opuestos, de otra forma la misma Nada, sean ya "algo", el ser. No hay que buscar, pues, en el hombre una profunda paradoja en su esencia (debate existencialista entre el ser y la Nada); es sólo consecuencia de la "composición" de la "sustancia" de todos los seres.

La Nada del caos original o primordial "se confunde" con los orígenes del mismo Dios. Pero ese "cambio o salto" (¿por azar?) de la Nada al tiempo (o algo similar) produce un "estiramiento" de esa Nada desde el caos intemporal a toda la "escala del tiempo". Es como si "partículas de la Nada" se depositaran sobre los "puntos" de la escala del tiempo. Cada "punto" indicaría el nacimiento o la aparición a la vida o en el universo de un ser determinado, que "nace" (igual que Dios) de la propia Nada (eso sí, "trasladada" en el tiempo a ese preciso instante). Así que cada ser, a una escala finita, reproduce lo mismo que el ser más grande de todos ellos: la Criatura Suprema. Esta última es "sustancia del infinito", por lo que su origen está en ese infinito inicial del tiempo (desde nuestra "posición", lo que le hace a nuestros ojos "eterna") que se confunde con la Nada de su caos primordial, y "acaba" en otro infinito del tiempo (en el cual se ha acabado el tiempo -el "después del tiempo"). A escala finita todo ser tiene, también, un nacimiento a partir de esa "partícula de la Nada", posee una duración limitada (finita) y acaba (muere físicamente) en esa especie de "salto" fuera del tiempo que representa la muerte de dicho ser.

Todo lo físico (la materia conocida y la posible "no conocida") posee o está encuadrado en ciertas coordenadas que se reducen a un sistema con una cierta referencia única para todos los "elementos" que lo conforman. Es la propia definición de la "objetividad de la llamada realidad". Ahora bien, la subjetividad que anida en la interioridad de cada ser, en modo alguno es única para todos ellos; todo lo contrario, cada uno de ellos tiene su propia subjetividad, su propio sistema de referencia (es lo que queremos significar con la expresión "centrar el mundo", que no es más que un propio y único "punto de vista", diferente para cada ser, aunque estuvieran todos estos seres situados dentro de las mismas coordenadas espaciotemporales).

Aquella multitud de referencias distintas produce el "milagro" de la superación de la "oposición de los complementarios", de forma que su unión (unicidad) no sea equivalente a la Nada, sino todo lo contrario a ella: el ser. Un ser "compuesto" por complementarios opuestos a los complementarios de otro ser, puede tener con el último una "relación" que no se "autodestruye" (lo que ocurriría si dichos seres estuvieran definidos sobre un mismo "sistema de referencia" - objetividad). Esa relación se establece desde lo más "íntimo" de cada ser, y esa relación tiene un nombre: Amor. Ese tipo de argamasa universal, el Amor, es capaz de entretejer entre todos los seres una malla o un tejido al que llamamos Cuerpo Místico (de Dios), y que significa la "imposición" (no desde fuera, como parece implicar la palabra, sino desde el interior de cada ser) de "cierto orden", "polaridad", en dicho tejido: la Nada caótica se ha transformado en una "cierta nada orientada", que ya no es la Nada sino el Ser. Esta nada orientada (el Ser) ya no es, por supuesto, aquella nulidad absoluta (la infinidad de opuestos complementarios "autoanulados"), sino la infinitud del "infinitésimo" transformado en "infinito" de todas las maravillas inimaginables que es en sí el Cuerpo Místico de Dios, ya no "autoanulados entre sí".

El misterio de todo el proceso radica en nuestra incomprensión del Ser y hasta de la misma Nada. Y es que nuestra inteligencia, nuestro entendimiento, es de un orden inferior a estas categorías: Ser y Nada. Así que nuestro entendimiento es incapaz de abarcar (quizás sólo puede intuirlos) conceptos como Ser, Nada o eternidad. (Tal vez por ello en algunas religiones la Nada es considerada al nivel del mismo Dios, puesto que aparece como una fuerza superior a nosotros mismos, al escapar del poder de nuestra mente).

De cualquier forma, ya dijimos que la Nada aparece adornada, además, con los "tentáculos de Dios". No es extraño, pues, que no podamos "entender" en todo su significado esa Nada: ¡sería tal vez llegar a comprender al mismo Dios!

Conviene, antes de finalizar este apartado, aclarar algún aspecto de Dios que apareció en una de nuestras obras anteriores: "El parto de Dios". Uno de dichos aspectos tiene relación con la visión que tienen los seres humanos de esa "convergencia" entre el "final del universo" (eternidad) y el mismo Dios, que junto a la posible sucesión continua de ciclos de universo en los que creación y destrucción son una constante, hacen la ilusión de un Dios que muere y vuelve a renacer de sus cenizas (teología hindú) cual ave fénix. Esa ilusión se desvanece ante la impasibilidad del Ser: ¡Dios es el que es!

El debate del hombre: Nada y Dios

Si tanto asombro nos causa uno como el otro de ambos "polos", después de todo no sería tan mala nuestra posición, a caballo de uno y otro. Ahora bien, a parte de ese asombro, sí hay una diferencia sustancial entre ambos: la "individualidad".

El ser lucha por "abrir" una perspectiva propia; amplía esa brecha frente al mundo. Y para ello, su esfuerzo, "dolor de parto", le hace "merecer" la naturaleza de su ser.

La ampliación, la "apertura" de la naturaleza del ser hacia el polo "Dios", produce en él un sentimiento de "agrado" mayor, felicidad. Ese sentimiento de felicidad se incrementa en la "aproximación" a Dios, por eso es tan importante para el ser esta "lucha" por alcanzar niveles de "apertura" superiores.

Como ya expresamos en apartados anteriores, el "quiebro en la evolución" significa un "cambio sustancial" en la "forma" o la "estructura" del "crecimiento lineal" de la ley complejidad - sensación a partir del nivel de complejidad del ser humano. Dicha ley, por consiguiente, necesita de una rectificación que viene aconsejada por un efecto de retroalimentación o "retroacción". Esa retroacción significa la aparición de un cierto "dilema" entre sentimientos con "tendencias internas" (aunque "diversos" para cada ser) y otros con tendencias "externas" que, por primera vez, ejercen un "tirón" hacia algo fuera de la propia naturaleza del ser. El "esfuerzo" con relación a esa nueva tendencia "origina" una sensación de agrado, felicidad, respecto a un nuevo sentimiento que "conecta" con el "polo" Dios. La "acción" continuada en esa dirección (comportamiento favorable), por ese efecto de retroacción (lo que también se da en el caso general), hace aumentar (hasta cierto límite) la complejidad en el sentido de un afianzamiento en la naturaleza del ser de la tendencia hacia el Ser Supremo. De aquella forma, la naturaleza del ser se va transformando en "mayor receptora" de esa sensación-sentimiento, felicidad, percibida en su "comunión" con dicho Ser.

Así que, entonces, a partir del nivel humano, parece abrirse una "dicotomía" en la misma complejidad: por un lado, complejidad alrededor de la propia naturaleza del ser (evolución "animal" del hombre), y por otro, complejidad "en torno" al Ser Supremo (evolución "más espiritual" del mismo). Pero la naturaleza más sublime del ser humano (como hijo de Dios) acompaña a esta última tendencia, así que la evolución de la complejidad en un sentido distinto, realmente produce un retroceso en la verdadera naturaleza del hombre (en esas características humanas). Y es que, a partir del ser humano todo "aumento" de complejidad "obligatoriamente" debe pasar por esa nueva vía abierta ("acercamiento" al Ser Supremo, sobre la base de que la evolución hacia Dios del hombre - Dios como "hijo nuestro"- indica una clara "evolución" en este sentido).

O sea, habrían dos tendencias o atractores: uno sobre sí mismo (sentimiento "egoísta" animal), y otro en pos de Dios. El hombre es libre (igual que todo ser sobre las distintas "tendencias" o instintos) para "elegir" uno u otro, pero la primera opción supone una "disminución de complejidad" (capacidad para sentimientos cada vez más "excelsos"), es decir, un retroceso en su evolución "como hombre" (la evolución del hombre es ya más "mental" que biológica).

Las "tendencias" (instintos) en el animal son "neutras" en sentido individual; tan sólo son importantes para la especie. Nos referimos a las "acciones" o toma de decisiones respecto a las mismas. Mas, en el hombre no hay "neutralidad" individual, al hacer su aparición por primera vez tanto atractores "externos como internos".

A decir verdad, lo último requiere de cierto análisis, ya que puede juzgarse como "atractores externos" aquellos instintos o "tendencias del futuro" (en lo que tanto hemos ido haciendo hincapié con anterioridad) que, por cierto, aparecen en cualquier ser, con indiferencia de su grado de complejidad.

Diríamos mejor que lo que origina ese "quiebro" en la evolución no es tanto la aparición de atractores externos e internos, sino el que esos atractores externos sean "entendidos" en relación con conceptos en los que priva fundamentalmente la "eternidad", como principal atributo del polo "Criatura Suprema".

El acontecimiento es el mismo que el general de la retroacción del futuro; la diferencia estriba en el "grado de complejidad" capaz de hacer entender, "sentir", la eternidad y la inmortalidad como "catapulta" para acceder, intuir o empezar a comprender y amar a la Criatura Suprema. Ese "conocimiento" es un hecho singular para el ser en el que tiene lugar (el ser humano). A partir de ahí, ese "encuentro de Dios", el hombre no puede ser indiferente, y ello se le presenta como una necesaria elección, no entre dos posibilidades "equiparables", sino, por el contrario, con matices tan diferentes que una de ellas es considerada de un nivel muy superior (la que se le aplica el calificativo de espiritual) a la otra. Desde ese momento, se identifica como humano aquello que va "paralelo" a esa vía. La otra opción se intuye conduce a una regresión en nuestro linaje, acercándonos a nuestros antecesores, el lugar de donde partimos, que en el límite correspondería con la misma Nada, lo que supone un indudable retroceso en nuestra "individualidad".

Aquellas serían a grandes rasgos las dos tendencias, que realmente se diferencian "tan solo" en una "creencia" (por ello una "querencia"); mas "creer es poder": una transformación.

"El querer os hará libres: ésa es la verdadera doctrina sobre la voluntad y la libertad y la libertad que os enseña Zaratustra".

(Nietzsche: "Así habló Zaratustra". Discursos de Zaratustra. Segunda Parte. En las islas afortunadas.)

"Yo os enseño que el querer hace libres, pues querer es crear. Y sólo habéis de aprender para crear".

(Nietzsche: "Así habló Zaratustra". Discursos de Zaratustra. Tercera Parte. Las viejas y las nuevas tablas.)

Parece como si en la Nada se produjese una "inmersión" de las individualidades hasta su desaparición. El camino hacia el otro polo, es el camino hacia una redoblada individualidad; en el límite la Suprema individualidad sería Dios. Así que esos seres "integrados" en el Cuerpo Místico, cuanto más cercanos al polo Dios, más "individualidad" tendrían; es decir, la "unicidad del Cuerpo Místico" es una "comunión" de seres, de individualidades, no una anulación de las mismas. La "unicidad" se entendería como una unión de "elementos fuertemente entrelazados por el Amor", que sería la poderosa argamasa (nos recuerda, en un símil material, a los "gluones" de dentro del núcleo atómico); o sea, unicidad dentro de la multiplicidad. No "inmersión" dentro de la Criatura Suprema, sino "elementos constituyentes" o "indisociables" (he ahí la unicidad) del propio Cuerpo Místico al que llamamos Dios.

Dios no sería el Ser Supremo "separado" (aunque infinitamente superior) de todos los demás, sino que Dios es un superconcepto formado por el conjunto indisoluble de todos los seres, eso sí, "sesgado" en pos del crecimiento de la individualidad. Esa individualidad se "siente" desde dentro de cada ser, pero a la vez cada ser se siente único, siente aquella unicidad respecto a los demás seres. La argamasa, Amor, es sentida con diferente "potencia" por cada ser, en función de su naturaleza (grado de individualidad). Mayor individualidad, mayor "cohesión". La individualidad de la Criatura Suprema es tan fuerte que siente a los demás seres como Sí mismo, en una especie de identificación con su propio Cuerpo ( Místico). Por consiguiente, cada "partícula de Dios" (cada componente de la Nada) es el mismo Dios (contemplada desde la Criatura Suprema), pero a su vez tiene "vida propia", su propia individualidad representada por su subjetividad: ¡Yo soy yo (multiplicidad), pero formo parte del mismo Dios (unicidad)!

Ahora si puede percibirse esa mal llamada "inmersión" de la individualidad del ser en Dios como perdiéndose en Él... Pero, es una mala interpretación de lo que sucede con el propio Dios como Ser "individual". La "unicidad" del Cuerpo Místico exige que en el Ser Dios se identifiquen (no se parezcan o se acerquen, sino que se igualen hasta la identificación) el "sentimiento de pertenencia" a su individualidad subjetiva, con el mismo sentimiento (identificación) del "conjunto Dios" (representado por la totalidad del Cuerpo Místico). Esa "identificación" puede entonces considerarse (de modo impropio) como una pérdida de la propia individualidad, para "adoptar" la individualidad de Dios, "su" individualidad, apareciendo así como única, cuando es una superposición de dos idénticas, de imposible diferenciación. Claro está, que si queremos ver una "diferenciación" entre las mismas, juzgando esta diferenciación como índice de "conservación de individualidad", la propia identificación significará diferenciación nula, o sea, bajo esas premisas, "equivaldría a una pérdida de la propia individualidad".

Por consiguiente, si por alguna especie de éxtasis llegamos a identificarnos con Dios, no hemos perdido nuestra individualidad (lo que parecen creer muchos místicos). Lo que realmente sucede es que ¡nos hemos hecho Dios! (Al menos en esos instantes - identificación). Que es casi lo contrario de la aseveración de aquellos místicos, puesto que, en realidad: ¡nos hemos apoderado (identificación) de Dios! ¡Y es que nos hemos transformado en el mismo Dios! (Y que sepamos, Dios no pierde su personalidad, su individualidad).

LA NUEVA TEOLOGÍA: ¡LA POTENCIA DE LA REALIDAD!

Aportación de los (grandes) filósofos

19 "Pero más vale estar loco de felicidad que loco de dolor; vale más bailar torpemente que andar cojeando. Aprended de esta sabiduría mía: hasta lo peor de las cosas tiene dos lados buenos."

(Nietzsche: "Así habló Zaratustra". Discursos de Zaratustra. Cuarta Parte. El hombre superior.)

La "ciencia de la sabiduría" por excelencia, ¡cuantas veces fue campo de batalla de las ideas! Como en todo, siempre existen los dos inevitables enfoques: el enriquecedor y el contradictorio. ¿Es que por ventura esa sabiduría ha de ser, por el contrario, una fuente de conflictos?

Aquellos grandes filósofos son como pilares en la épica de la Humanidad... ¡Cuánto ingenio y poderío perdidos vanamente!.. ¡Hay que recuperar a nuestros filósofos!

¿Por qué buscar la confrontación? ¿Por qué no la concordia?

Cada "gran hombre" ha establecido su pedestal en tarimas pétreas que, contrariamente al deseo de sus críticos, se han mantenido a lo largo del tiempo... El consenso general acerca de la gran talla de un prohombre, debería al menos hacernos reflexionar sobre "sus logros", su "obra principal".

La historia de la filosofía esta salpicada de hitos imprescindibles en la evolución del pensamiento humano. Deberíamos, pues, acudir una vez más a ellos.

¿No habéis percibido que en realidad las ideas divergentes, o más criticables de cualquier pensador aparecen en las "fronteras del conocimiento", más allá del "horizonte predictivo" (para usar esa expresión actual)?

Una teoría filosófica (como cualquier otro tipo de teoría) empieza a ser dudosa cuando entra en el terreno de la "especulación" del filósofo, en ese terreno frontera (horizonte predictivo) caracterizado por la "falta de información". Pero esto mismo ocurre con la misma ciencia: en el interior de ese "espacio" limitado por su horizonte predictivo "es cierta", fuera no.

¿Por qué no nos esforzamos en entresacar toda esa formidable sabiduría de los (grandes) filósofos para usarla como "catapulta" hacia el futuro?.. Podría criticársenos por el hecho de que esa "extracción" de sabiduría, por el mero hecho de su extracción está ya sesgada. Al fin y al cabo es el procedimiento que desde antiguo se ha utilizado para "justificar cualquier ideología"... La novedad ahora estriba en utilizar un procedimiento más aséptico, cual es el citado, el de los horizontes predictivos.

Es evidente que todo enunciado que se refiera a situaciones que entran de lleno en niveles tecnológicos a los que no se había llegado en épocas pretéritas, estará fuera del horizonte predictivo y por ello debe ser rechazado. Esto último puede aplicarse a aquellos que aún actuales o contemporáneos, están enmarcados en áreas distintas a las propuestas originalmente, donde si gozaban de un amplio consenso. Por desgracia esto último es mucho más usual de lo que parece, si no fijémonos en la cantidad de especulaciones vertidas por científicos fuera de los campos en que realmente son autoridad (y como abuso, las declaraciones de muchos premios Nobel fuera del ámbito de sus respectivas especialidades). Simplemente, son enunciados emitidos en espacios más allá de su horizonte predictivo, por lo que no deben gozar de ninguna credibilidad.

Mas, muchos de los grandes logros, la sabiduría de la que hablamos, tan cercana a lo que llamamos realidad (que comprende tanto a la ciencia como al campo artístico o el poético), por suerte, al estar referidos sustancialmente a la propia naturaleza, interioridad del ser o esos aspectos subjetivos del hombre, son muchas veces atemporales, por lo que suelen tener vigencia casi en cualquier época. Es a ellos a los que debe dirigirse nuestra mirada, sobre todo en el tema que nos ocupa que no es otro que la búsqueda de una nueva teología "renovada", para lo cual no es preciso dejar obsoleta o caduca la anterior... Es, quizás, la socorrida expresión de la teología de los "nuevos tiempos". Pero, sorprendentemente, hasta ello nos conduce en gran parte a una "reedición" de la anterior. Es, simplemente, un retoque de la anterior debida fundamentalmente al aporte, la sabiduría, de nuestros "maestros filósofos".

Y es que la lección que nos dan los genios de la filosofía es muy clara: el pensamiento es realmente filosófico cuando busca y abarca lo universal del diálogo. Las "discusiones" son básicamente medios de comunicarse entre sí los filósofos, y con el Logos como sistema total de significados. La apertura propuesta hacia los otros es en sí acceso al Logos: el devenir del espíritu elevándose hacia la unión.

La filosofía enseña que toda unidad parcial deshumaniza. Según Hegel, lo verdadero es el Todo. La verdadera unidad debe ser unidad Total, y así lo proponen grandes filósofos como Hegel, Husserl o Bergson, a la vez racionalistas, románticos y filósofos de la historia. (Las tres grandes corrientes filosóficas del siglo XIX, como dimensiones del hombre: razón, corazón y libertad). Para Hegel el racionalismo alcanza su apogeo cuando guarda en sí las dimensiones no racionales de romanticismo e historia. Husserl, a su vez, invita a la subjetividad a entrar en la esfera universal de los significados.

La filosofía muestra la insuficiencia de las distintas actividades del hombre; la cojera de las distintas visiones del mundo recaladas en un solo aspecto de nuestra condición como el utilitarismo, el psicologismo, el sociologismo, etc. En fin, invita a meditar sobre la tragedia humana: ese desgarramiento del ser que aspira a la unión.

La corriente existencialista, tan mayoritaria en el siglo anterior, hace prevalecer, como producto de la crisis o la angustia, la existencia sobre la esencia. Su profundo análisis de la existencia hace avanzar considerablemente el sentido de la libertad humana.

Por el contrario, la esencia es el maná del que beben filósofos como el español Zubiri y el alemán Schopenhauer.

Actualidad de culturas y religiones: ¡Invitación global!

"En cada pueblo hay una tabla de valores. Pero daros cuenta de que es la tabla de sus superaciones; fijaos que es la tabla de su voluntad de poder."

(Nietzsche: "Así habló Zaratustra". Discursos de Zaratustra. Primera Parte. Las mil metas y la única meta.)

Actualidad porque son imprescindibles sus bagajes en la construcción de la "nueva" teología. Al igual que en filosofía, es urgente limar las divergencias para construir una "unidad" con base en la diversidad.

Una esperanza: No hay nada más contrario que los opuestos complementarios, y sin embargo a partir de los mismos se construye el ser. Esto nos demuestra que a partir de la diversidad puede construirse un "cuerpo" único, una doctrina única, una metafísica. Eso sí, hemos de acostumbrarnos a la ausencia de descalificaciones, para lo cual es preciso la familiarización con lo otro, para así comprender su parte positiva, lo enriquecedor de la diversidad. La diversidad biológica es un bien recientemente reconocido por la comunidad científica; hasta ya hoy día hay una conciencia general al respecto. Pero, de igual modo, las distintas culturas, las diversas idiosincrasias son el tesoro más valioso que guarda la Humanidad entera. Y dentro de las culturas, ocupan un poderoso lugar las distintas religiones que las sustentan.

Si se analizan de forma simbólica, alegórica, dichas culturas religiosas y las enfocamos desde el impacto, o lo que significan en los sentimientos más íntimos de sus respectivos fieles, todas ellas guardan similitudes y rasgos muy significativos. Es ahí donde hay que buscar el "engranaje" entre todas ellas, donde son compatibles en la finalidad de la construcción de un "cuerpo" común. Y es ahí donde quisiéramos situar nuestra teología.

Llegados a este punto es hora de ofrecer nuestra ¡invitación global! A todos vosotros, creyentes y no creyentes, porque al fin y al cabo todos creemos en nuestras convicciones, y hasta las de un ateo pueden tener cabida en un "sistema único", amplio, en el que "quepan".

¡Manos a la obra!; ésta es vuestra propia obra. Os invocamos a esta magna tarea; magna en cuanto a su significado, no tanto en su sistemática, sino en remoción de trabas, de contradicciones, en la necesaria inmolación si es preciso (el ocaso de Nietzsche) para dar paso a un nuevo espíritu, como ave fénix renaciendo de sus cenizas.

No busquéis enemigos; después de este aldabonazo, ya no lo son. ¡Sois camaradas en una gran empresa! No hay lugar a la indiferencia, más camino que el que te une. ¡Yo moví mis velas hace tiempo y se llenan del "viento que sopla"!.. Y su fuerza no se aplaca con el tiempo: ¡es ya un huracán! Aún así mi navío espera al tuyo, pues enorme es la escuadra necesaria para surcar las misteriosas aguas del formidable océano abierto ante nuestros ojos... Nuestro norte es claro, y la fuerza, la querencia, la "voluntad de querer"... ¡Todos estamos invitados a caminar en esa dirección única!.. El camino une, resultado de nuestro deseo, nuestra voluntad. El viaje en pos de la misma meta es un camino hacia la semejanza, la similitud, la unidad.

El futuro sólo trae amigos, mejor, iguales. ¡Enemigos e indiferentes quedaros atrás!

¿Propiedades emergentes?

El astrofísico Reeves nos dice que para que aparezca una "propiedad emergente" se requiere un "espacio de libertad donde azar y necesidad puedan encontrarse y fertilizarse".

A primera vista, a esta "admirable" frase no habría nada que objetar, puesto que "lo bueno si breve dos veces bueno"; breve sí, pero ¿bueno?.. La intención es clara, puesto que el fin que persigue es la "reintroducción" de la libertad en la vida; nuestra objeción estriba más en la forma en la que "pretende" esa justificación. Poéticamente no queda mal eso de "encontrarse y fertilizarse", mas no deja de ser una figura retórica, mejor que justifique a Monod ese pretendido mecanismo a través del cual "actúan" azar y necesidad. Que sepamos, en le evolución de Monod no es preciso ese "espacio de libertad", puesto que se trataría simplemente de una cuestión de azar, con una "modelación" posterior a cargo del ambiente.

Por otro lado, en realidad nos agrada la introducción de ese "espacio de libertad" en la evolución aún cuando, claro está, nuestra visión es radicalmente distinta. Para nosotros es la teoría del caos, los estados irreversibles, junto al útil concepto de horizonte predictivo, y a nivel submicroscópico la incertidumbre cuántica quienes fundamentalmente introducen ese espacio de libertad. Mas la importancia del tema radica, más que en el espacio de libertad mismo (al menos a su mismo nivel), en la cuestión de ¿qué o quién "ocupa" ese espacio de libertad?, puesto que si de nuevo (siguiendo a Monod) es el azar quien hace su aparición, la evolución seguiría siendo "ciega": ¿Dónde estaría, entonces, la creatividad?.. Y aquí entra de lleno nuestra teoría, nuestro alegato a favor del ser: ¡Es él quien ocupa ese espacio! Gracias a esa libertad y la propia "acción" del ser, apareció la creatividad.

Capítulo aparte representaría la cuestión de las llamadas "propiedades emergentes". No dudamos que puedan existir las mismas, a menos como "aparentes", mas en el caso general, en nuestra opinión, no son más que producto de la "amplificación suficiente" de ciertos efectos que aún existiendo con anterioridad, no alcanzaban el nivel o umbral necesario para ser percibidos.

Ahora bien, no creemos que estemos en el mismo caso anterior. La propiedad emergente de la que estamos hablando no es, ni más ni menos, que la "vida" respecto a la materia que la sustenta. Nuestra opinión es que no existe tal propiedad emergente, sino que la materia "por sí" ya posee la citada propiedad (la vida). Aunque todo depende de la definición de vida que adoptemos, sobre todo si la limitamos a ciertos "efectos visibles o perceptibles" (por la criatura humana que somos nosotros, por supuesto).

Nosotros aseveramos que la materia, toda la materia, es la "residencia" del ser, así que desde este punto de vista, la vida "anida" en la materia desde siempre,... y en toda materia. Y es que hay un sin fin de seres "dentro" de esa materia, ya que toda "estructura o forma" de la misma "centrada sobre sí misma" es un ser, o sea, una vida en el más amplio sentido.

No hay emergencia de ninguna propiedad, simplemente "emerge ilusoriamente para nuestra percepción", puesto que nuestros órganos o capacidades poseen ciertos umbrales precisos para su funcionamiento.

No es nueva la actitud de Reeves, queremos decir del científico en general, al tener que reconocer un hecho evidente cuando hasta entonces era negado. La ciencia ha utilizado este recurso en multitud de ocasiones. La fórmula sería la utilización de nuevas palabras, o nuevas formas de aplicar los conceptos, para no reconocer de forma clara los errores cometidos al dar por hecho o respaldar teorías o axiomas que en ningún modo eran seguros, pero que eran adoptados como "estado de opinión general" o "visión del mundo conveniente a la época", algo que diciéndolo con claridad, en realidad nunca tuvieron una aceptación unánime. Siempre, aquí y allá, se alzaron voces las más de las veces acalladas por la desacreditación y el olvido.

En todo tiempo hubo poetas que se alzaron contra aquel materialismo que negaba como caduca la visión de ese hálito, ese espíritu que anidaba por doquier...

En todo momento hubo creyentes que defendieron con su corazón esa fe que chocaba con los himalayas de la "razón", que se cernían aquí y allá sin solución de continuidad...

En todo tiempo y lugar, en fin, había pensadores y hasta mismos hombres de ciencia (etólogos, psicoanalistas, etc.) que contra la opinión mayoritaria defendían espacios y ámbitos en los que creatividad y libertad eran condicionamientos indispensables para sus teorías...

Como siempre la "realidad", en definitiva "los hechos" han dado al traste con aquellas formidables creaciones del materialismo (como las del eminente Bertrand Russell, etc.), por cierto, tan faltas de vida y espontaneidad...

La realidad supera con mucho a la ciencia y, quizás, hasta el mismo entendimiento humano. Viene a colación la circunstancia de que el consciente, totalmente imprescindible en la elaboración de nuestra ciencia, es ni tan siquiera la pequeña parte visible del iceberg que supone el inconsciente.

Y nos congratulamos de todo ello. Por fin empezamos a hacer justicia a todo aquello que había quedado de lado ante la arrolladora irrupción de la ciencia, como vanguardia del indudable progreso técnico.

¡Estáis de enhorabuena poetas y soñadores, pues vuestra actividad vuelve a ser de este mundo!.. ¡Creyentes, no os pierda ahora vuestra vanidad pues la modestia sigue siendo una virtud!

¡Nosotros, que tanto hemos luchado por ti, por fin reímos íntimamente y hasta estentóreamente, igual que Zaratustra el ateo! ¡Ven a ocupar ya tu pedestal, espíritu!

¡Dios no ha muerto!

"¿Podríais, acaso, crear un Dios? Entonces, ¡no me habléis de dioses! ¡Al superhombre sí que podéis crearlo! Quizá no podréis crearlo vosotros, pero podríais convertiros en padres y ascendientes del superhombre. ¡Que esa sea vuestra mejor creación!"

(Nietzsche: "Así hablóZaratustra". Discursos de Zaratustra. Segunda Parte. En las islas afortunadas.)

¡Qué valentía se necesita para matar a Dios!...¡aún cuando ello suponga nuestro propio ocaso!

Tal fue el dilema del propio Friedrich Nietzsche en su encrucijada vital. Mas, como su propio superhombre, supo elevarse de su desgracia, cargar sobre sus espaldas esa profundidad del abismo y levantar sobre ellas al propio hombre en una lucha desesperada, tras mil y una derrotas, pero con la firme esperanza del logro final para ennoblecer a ese hombre, contra viento y marea, aunque sólo fuese como ascendiente del héroe capaz de superar al mismo hombre hasta transformarse en un dios "terrenal", es decir, sujeto a la variable tiempo de la vida (aunque eterno "desde el tiempo"). Y es que Nietzsche percibía, intuía, cómo ese "alumbramiento" futuro de alguna forma ennoblecería al propio hombre (el hombre superior capaz de la proeza) "iluminándole" desde el futuro... De algún modo, el filósofo adivinaba que ese superhombre, al hacerse "eterno", tendría la capacidad de "irradiar sus dones" al universo todo; quien sabe si por ello "fue posible la "Creación".

Es tal el paralelismo entre la intuición de Nietzsche y la teoría desarrollada en nuestras obras que no deja de asombrarnos, aún cuando las vías usadas en uno y otro caso sean totalmente dispares... ¿coincidencia o trasfondo críptico?..

Nos gustaría la segunda posibilidad, aunque en honor a la verdad las similitudes sólo llegan hasta ahí, puesto que la famosa aseveración "¡Dios ha muerto!" está en completa contradicción con lo que propugnamos.

El ocaso, la tragedia de Nietzsche, precisamente radicaba en esa "necesidad": ¡Dios ha muerto! Añadiríamos que si no ha muerto habría que matarle, pues es el único modo que encontraba el filósofo para dar "rienda suelta" al hombre. El ennoblecimiento de sus hermanos (el hombre) precisaba de la muerte de Dios (al menos a los ojos de dicho hombre). Lo cierto es que para Dios la actitud de ese hombre, por su insignificancia, le era indiferente. Y para el hombre ese Dios, por su inaccesibilidad, le era superfluo. Esa era al menos la posición de Nietzsche. El revulsivo, la forma de hacer reaccionar al hombre en busca de su dignidad y su nobleza, era enterrar a Dios, para que aquel pudiera ejercer con "plena libertad" (ya sin trabas ideológicas o religiosas) su voluntad de poder.

Nietzsche tenía un firme convencimiento en las fuerzas del hombre (superior) o sus descendientes para "parir" el superhombre, aunque ello les supusiera un profundo dolor de parto" (hasta el punto que les llevaría al "ocaso"). Las fuerzas del hombre, es obvio, son limitadas y el universo precisa un creador ilimitado, prácticamente eterno, por ello Nietzsche, también precisaba del ocaso del hombre, para que de sus cenizas pudiera surgir la fuerza inimaginable (para el entendimiento humano) del héroe que le superaría en todos los sentidos: el superhombre. Como dijimos, un dios "terreno", es decir, con todas las potencias de Dios, pero nacido de la tierra (lo temporal), del mismo hombre.

Pues bien, ¡Dios no ha muerto!.. No es precisa su muerte. En la época del filósofo alemán "la visión de la vida" no permitía otras especulaciones, otras opciones que las que le condujeron a la necesidad de ese óbito. Y ello suponía una esperanza.

Mas, en todo el desarrollo de la teoría presente no es precisa la muerte de Dios (por supuesto, contando con la indiferencia del propio protagonista). Es más, todo conduce felizmente a lo contrario. No sólo Dios no ha muerto, sino que nunca estuvo más vivo, porque ese dios al que Nietzsche llamó el superhombre, es nuestro propio Dios. Es el único Dios imaginable en nuestros presupuestos. Aquel antiguo Dios que nos enseñaron en la escuela, que las religiones tradicionales propugnaban, es ese superhombre del que habla Nietzsche. Dios Padre e Hijo a la vez. Algo posible sólo en el marco de nuestros razonamientos. ¡Por eso nos enamora la lírica de Nietzsche!.. ¡Ha encontrado al Dios que buscábamos, y que era el mismo que conocíamos!.. Ahora bien, supuestos conceptos que habíamos establecido sin verdadera apoyatura lógica, quedan removidos, pero el problema no va a más... No hay paradoja que no pueda ser resuelta.

¡El amanecer de tu día ha llegado! ¡Imagino danzando tus huesos, entre muecas de risa estentórea, removiendo el helor de tu tumba!

¡Tú: el ateo Nietzsche - Zaratustra!

¿Algo ajeno (Dios): No, ¡tú mismo! La nobleza de un linaje

"¿Quieres retirarte a la soledad hermano? ¿Quieres buscar el camino que te conduce a ti mismo? Aguarda un momento y escúchame. Dice el rebaño: "Quien busca se pierde con facilidad. Quien se aísla incurre en culpa". Y tu has formado parte del rebaño durante mucho tiempo. La voz del rebaño seguirá resonando en ti. Y cuando digas: "Ya no tengo la misma conciencia que vosotros", tus palabras tendrán un dejo de lamento y amargura. Fíjate que esa amargura tuya será también un eco de la conciencia única; y que en tu tribulación continuará brillando el último resplandor de dicha conciencia. Pero si deseas recorrer el camino de tu tribulación que te conduce a ti mismo, muéstrame el derecho y la fuerza que te asisten para acometer semejante empresa. ¿Eres una fuerza y un nuevo derecho?, ¿un movimiento inicial?, ¿una rueda que gira por sí misma?; ¿eres capaz de hacer que las estrellas den vueltas en torno a ti?

(Nietzsche: "Así habló Zaratustra". Discursos de Zaratustra. Primera Parte. El camino del hombre creador.)

...No es malo ser rebaño. ¡No!, no el buen rebaño. Y entre tanto, ¡cuánto tiempo te espera camarada!.. ¡Tan pocos y tan lejanos!.. ¡Vela por guardar la preciosa llama, pues, no sea que al final no podáis siquiera reconoceros!.. El viento sopla sí, pero ¡qué pocos despliegan sus alas!.. ¡No importa!.. Tu barco que sabe el camino, no se amedentra ante borrascas vociferantes, ni cantos de sirena... Allá van de un lado a otro un sin fin de goletas llenando el océano: un zigzag errante, pastoso y nutrido... ¡Tú si sabes el camino!.. A lo lejos, como un simple punto, otro barco prosigue su rumbo, ¡tu rumbo!.. Al final del horizonte, allá en el confín del tiempo se adivina una incipiente flota: sois vosotros, ¡el buen rebaño!

Hoy estás en soledad, hermano. Has vuelto hacia adentro tus anhelos... Tu foco potente no emite. Hay que descender delicadamente, "entre algodones", a esa "profundidad"... Mas, allí, ¡ay!, el fogonazo de tu presencia lo llena todo... Mientras, hermano, se paciente. ¡Cuida mucho de tu llama, no se te apague!.. Tu linaje viene de arriba, del futuro... Tu nobleza es tu descendencia: ¡Hijo de tus hijos! Y tú hijo de la tierra.. ,¡por ello no ajeno!, ¡tu misma sangre!: ¡tu mismo!.. Esa línea va directa desde allí arriba hasta ti, hasta tu igual: tu hermano. ¡Ese es el rebaño bueno!.. Aquí y allá existís... Vuestro dolor de parto engendró el Ser; de ahí viene vuestra nobleza. La nobleza de un linaje.

Él, el Ser, bajó al abismo, lo profundo de tu ser, delicadamente, "entre algodones", y te encontró. ¡Os encontrasteis! Un tremendo fogonazo disolvió en uno lo que parecía múltiple... ¿Ajeno, pues? No, ¡tu mismo!..

La infinita Potencia, la infinita Facultad se substanció en ti, ¡lo no ajeno!, ¡tú! Tu, hermano, saltaste por encima de miríadas de estrellas y universos y le alcanzaste. No hay límite en tu nobleza, en tu linaje... ¡Qué importa que ahora seas pequeño, y te arrastres por la tierra!.. Tu interior precisa muy poco espacio, ¡infinito en tus adentros!.. ¡No ves que el mundo da vueltas alrededor de ti!

La fuerza co-creadora. ¡Arrinconemos el mal!

"Todavía seguimos peleando, día a día, con ese gigante que es el azar, y hasta ahora toda la humanidad ha estado regida por el sinsentido y el absurdo. ¡Que vuestro espíritu y vuestra virtud, hermanos, sirvan al sentido de la tierra! ¡Renovad el valor de todas las cosas! ¡Para eso habéis de luchar y para eso hbéis de crear!"

(Nietzsche: "Así habló Zaratustra". Discursos de Zaratustra. Primera Parte. La virtud dadivosa.)

¡Amanece, hermano!.. Hubo un mundo por descubrir. El hombre luchó por su supervivencia, al igual que sus compañeros de fatiga, ahora sus mascotas... ¡Has conquistado el mundo!.. ¡Ahora que es tuyo, humanidad, que no sea tu tumba!.. Ese mundo se mueve, se transforma, y tú tienes mucho que ver, pues es tu morada...

El mundo no se creó un buen día para siempre. El mundo es sostenido, se crea a cada momento y, ¿quién lo crea?.. ¡Ahí estás tú!.. ¡Y tú, hombre, no eres indiferente a él! Ya conoces que tú y él tenéis el mismo destino. La inteligencia vino a tu cerebro. ¡Eres la cúspide del consciente entendimiento de ese universo, y éste no puede perderse, pues te arrastraría consigo!.. Y tu puedes crear, ¡necesitas crear!.. ¡Es ya una responsabilidad!.. Y en esa labor, de siempre, no estás solo... ¡Una vez más, tú y Dios volvéis a encontraros!.. ¡Eres la fuerza co-creadora!.. Y lo sabes hoy... Nunca ya disfrutarás del privilegio de la inocencia de tus antiguos camaradas vivientes... Te han aparecido alas, y vuelas ya más alto que los pájaros... Andas allá arriba, donde sólo habitaba el Ser, y como Él te toca crear... Y como Él, ante la formidable misión, tan sólo te queda un camino... ¡Asciende!, ¡asciende!.. ¡Te abre camino tu Dios!.. ¡No hay tiempo a mirar atrás! ¡Prosigue!.. Tanto y tanto ascenderás que, ¿dónde quedó el mal?.. ¡Lo hubo algún tiempo, es cierto!.. Pero qué importa ya eso, ¡hay tanto que crear!.. Además, mis anhelos tan sólo ansían ya a mi Señor... ¿Dónde quedó el mal?.. ¡Tú y yo lo arrinconamos, hermano!.. Fue ya hace mucho tiempo... ¿Quién lo sabe hoy?.. Por cierto, ¿y quién lo quiere?.. ¿Sirvió para algo?.. ¡Nuestro oficio ya es crear!.. Nuestro único sustento, el Amor... El Paraíso es una gran labor, ¡crece y crece!, ¡no cansa!.. Lo sabemos porque ocupa todo nuestro tiempo... Lo sentimos porque nuestro corazón ríe más y más, y ¡no se cansa!

"¡Presta atención, oh hombre! ¿Qué dice la profunda medianoche? "¡Yo dormía, yo dormía! He despertado de un profundo sueño: El mundo es profundo, Y más profundo de lo que creía el día. Profundo es su dolor, El placer es más profundo que el dolor: El dolor dice: ¡Pasa! ¡Pero todo placer quiere eternidad! ¡Quiere profunda, profunda eternidad!"

(Nietzsche: "Así habló Zaratustra". Discursos de Zaratustra. Cuarta Parte. La canción del noctámbulo.)

Primera parte: Nada y Dios. Apuntes para una Teología (I)



Sobre el autor


Alejandro Álvarez ha trabajado como jefe de redacción y como articulista en diversas revistas y publicaciones. Es director de la revista digital "Foro Esencia" y es autor de diversos ensayos.





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