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Nada y Dios. Apuntes para una Teología (I)

Alejandro Alvarez Silva
 
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PRÓLOGO

En este pequeño ensayo pretendemos modestamente establecer unas pautas para la construcción de una teología que pretendemos novedosa, aunque su aparición pueda parecer contracorriente.

Novedad, porque partiendo de textos tan antiguos como relevantes, cual la obra cumbre de Friedrich Nietzsche, "Así habló Zaratustra", acaba negando, tras la exposición de ciertas ideas filosóficas, lo que se afirmaba en la obra de Nietzsche: la muerte de Dios.

Con relación a la oportunidad del ensayo, nos alegra comprobar el cariz más positivo que empieza a abrirse en la opinión pública acerca de estos temas, que ha llegado hasta el mismo frontispicio de la ciencia, prueba de ello es la obra del astrofísico Hubert Reeves, "Malicorne", cuya referencia ocupa el primer capítulo del presente ensayo: "La apertura de la ciencia".

El grueso de las ideas filosóficas que enmarcan o forman la base de esta nueva teología aparece en el capítulo II, que tiene la particularidad de estar escrito en la secuencia justa en que se concibió.

Por último, el capítulo III de la breve obra invita a la colaboración, tanto de las diversas culturas y religiones, como de los filósofos en la completa elaboración de la teología. Es un capítulo que finaliza con ciertos tintes poéticos.

Esperamos que estas escasas palabras del texto sirvan de acicate al lector en la búsqueda de nuevas actitudes, nuevos caminos, nuevos anhelos, en fin en ese gusto por lo inédito, lo sustancialmente misterioso pero atractivo en lo que se esconde lo más genuinamente humano, que fecunda y da sentido a toda nuestra existencia.

INTRODUCCIÓN

"Está sonando el viento. ¡ Extiende tus alas!"

"Existen todavía mil senderos que están sin explorar: mil formas de salud y mil islas de la vida que siguen escondidas. El hombre y la tierra del hombre continúan para mí sin agotar y sin descubrir. ¡ Estad alertas y escuchad, solitarios! Del futuro llegan vientos con un silencioso batir de alas, una buena nueva anda buscando oídos lo bastante sensibles para que perciban. Los que hoy vivís en soledad, apartados de todo, seréis un pueblo en el futuro; de los que os habéis elegido a vosotros mismos ha de surgir un día un pueblo elegido, y de él surgirá el superhombre. En verdad os digo que la tierra será un día un lugar de curación, y que ya hoy la envuelve un nuevo aroma salutífero y una nueva esperanza."

(Friedrich Nietzsche: "Así habló Zaratustra". Discursos de Zaratustra. Primera Parte. Las mil metas y la única meta.)

Creación "a partir" de la Nada significa una metamorfosis hacia una Nada evolucionada. Un simple proceso o transformación va de la Nada al Ser, así que desde este punto de vista aparecen identificados. Por ello son tan incomprensibles para nuestra inteligencia Dios como la propia Nada, consecuencia de esa verdadera identificación "sustancial". La imaginación en su infinitud se introduce en los arrabales de Dios. La simplicidad tan extraordinariamente "básica" de la Nada, de aquella forma, es lo mismo que la infinitud inabarcable de nuestra imaginación.

El misterio de la Creación desde la Nada (la anulación absoluta), se despeja en cierto modo si "el proceso" se aborda el revés: ¡la infinitud de opuestos complementarios (la infinitud de las "formas" de los seres) se "autoanulan" en dirección a su origen, La Nada! Para ello, simplemente se cambian las infinitas perspectivas (subjetivas) de cada ser, por una única (cualquiera desde la que se vean dichos seres como un "conjunto" - es como si dicho "conjunto" pudiera ser desplazado de un "punto a otro" cuando, por el contrario, las múltiples perspectivas significan una "radicación", una fijación de los seres en algo inamovible y único, que corresponde a la "perspectiva subjetiva" de cada uno de los seres, puesto que cualesquiera desplazamientos o movimientos podrían como máximo "conservar" o "reubicar" algún ser pero no todo el conjunto).

La "radicación" de cada ser sobre sí mismo implica la inmovilidad, el fijamiento, su "conservación" , la "invariancia" del mismo sobre cualquier circunstancia espaciotemporal, o sea, su "salida del universo físico". Entonces el ser, por esa perspectiva "subjetiva", ya es "algo" que no puede anularse por un "movimiento" en el universo: ¡se conserva por sí mismo! Por el contrario, en la perspectiva objetiva, sistema de coordenadas (universo), cierto "movimiento" hace posible ese proceso de transformación de los elementos (opuestos complementarios) en la anulación total: la Nada.

Esa Nada, anulación de opuestos complementarios, no es el cero matemático conocido, que a nuestro entendimiento no es germen de nada, sino algo así como un "punto" con "potencialidades infinitas". Y es que dicha Nada se representaría mejor como un infinito menos un infinito, que es una "indeterminación", por lo que una de las "soluciones" es cero (por eso le llamamos Nada), pero que "pudiera" poseer cualquier otro valor. Esa Nada es más bien un "formidable caos", la "indeterminación absoluta". El "proceso de Creación" es una transformación de esa "absoluta indeterminación" en una "infinitud de determinaciones" (cada uno de los infinitos seres).

Así, vemos que son absolutamente "admirables" tanto el cenit de la Creación, Dios, como la arcilla base de la misma, "el caos de la Nada". Ambos encierran en sí: el segundo una "infinita potencialidad"; el primero una "infinita" realidad. Son como una gigantesca dualidad: Potencia (Nada) y acto (Dios).

Ahora bien, ese proceso de Creación está construido sobre la libertad de los seres, el "esfuerzo" de cada uno de ellos en su autocreación y los lazos "amorosos" que sostienen todo el "conjunto". Y ponemos comillas en "conjunto" por sus características "sui géneris", pues todos y cada uno de los elementos se "autosostienen": no puede faltar ninguno (ni su propia "perspectiva subjetiva") para que dicho "conjunto" (Cuerpo Místico) siga siendo tal.

LA "APERTURA" DE LA CIENCIA

(Ideas básicas de Hubert Reeves de su obra: "Malicorne. Reflexiones de un observador de la naturaleza.")

Según Piaget (1960) la "escala de los conocimientos" de Augusto Comte habría de ser reemplazada por la "serpiente de las ciencias" que representa el hecho de que las diversas disciplinas científicas se apoyan unas en otras - la psicología en la bioquímica, que descansa sobre la química, la que a su vez se apoya en la física y ésta en la matemáticas y la lógica- como una serpiente que se muerde la cola, o sea, una especie de cadena cerrada donde cada una de las ciencias es un eslabón.

Este círculo de las ciencias indica los límites del método científico, pues éstas se apoyan unas sobre otras, funcionando como un "medio cerrado". Por eso Reeves se pregunta: ¿Cómo, por tanto, podrían pretender agotar la realidad y hacer inútil cualquier otro enfoque del mundo?

Hubert nos dice, hablando acerca del psicoanálisis, que en vez de comprender cómo nace el pensamiento racional, es mejor preguntarse dónde nace, lo que nos sumerge en las aguas del "inconsciente", donde se encuentra "la fuente común de la lógica y de la poesía..."

Según él, Freud encuentra bajo la conciencia los instintos primordiales de la vida animal (agresividad, sexualidad, etc.) "Lo dicho encuentra su fuente en lo no dicho". Detrás de la actividad humana se entrevé la realidad del deseo, un deseo imposible de saciar y que está inscrito en la raíz de las emociones, en lo más profundo del ser.

En resumen, la aportación fundamental del psicoanálisis es la carga afectiva que va asociada con las operaciones mentales. (Las entidades fundamentales del psiquismo se identifican con elementos activos impregnados de emotividad).

Reeves nos recuerda la frase de Wilhelm Reich: "No tenemos un cuerpo, somos un cuerpo". Por ello nos recuerda la necesidad de "reconciliarnos" con nuestro cuerpo, dada la primacía del cuerpo real.

En su opinión, el inicio de la actividad mental en el niño es la propia "realidad" en su "dimensión de terror". Así nos dice que para Winnicott, el acontecimiento fundamental de nuestra existencia es el "encuentro con la realidad". Ese encuentro de la realidad exterior con la interior se hace en un "territorio medianero entre yo y el mundo". Y en dicha área intermedia la palabra clave es el "juego". Cree que el psicoanálisis nos ha llevado a buscar el origen del pensamiento humano fuera del pensamiento mismo.

La belleza como experiencia del mundo, implica tanto la realidad exterior como a aquel que la percibe, y se cimenta en ese territorio intermedio del psicoanalista.

Para Reeves, el discurso científico hace una utilización "fría" del lenguaje, mientras que el poeta desvía los conceptos de su papel, con lo que aparecen "emociones desconocidas", una nueva experiencia del mundo. "La poesía es un sendero diferente hacia el magna oscuro de la realidad".

Considera Reeves que para obtener una visión global, para abarcar la totalidad de las facetas de un tema, el lenguaje poético es "mucho más eficaz". Nos traslada palabras de Michèle Lalonde: "La realidad no puede ser reflejada por la palabra... [ es] indiferente al Logos".

Para Reeves, el caos así como la nada también escapan a toda inteligibilidad. Cree que la sola racionalidad es insuficiente para transmitirnos la sustancia.

Así mismo reitera las palabras de Wittgenstein: "El universo es el conjunto de lo que ocurre".

Reeves cuenta que el "momento presente" ha planteado serios problemas a los científicos, mas hoy se está en condiciones de apreciar la importancia del "momento", con su imprevisibilidad, con su sustancial libertad.

A ello han contribuido singularmente la teoría del caos, el descubrimiento de la expansión del universo, la informática y el desarrollo de las computadoras ultrarrápidas. Y es que la parcial indeterminación de los acontecimientos es el campo de juego de la naturaleza, donde se crea lo inédito, donde se encuentra la libertad.

Para Reeves hay un concepto fundamental en todo esto: "el horizonte predictivo". Y lo define como: "la duración temporal más allá de la cual, en un contexto dado, no es posible prever nada ni afirmar nada".

Es importante el concepto puesto que en cada ámbito de la ciencia es posible introducir un determinado "horizonte predictivo", a partir del cual se extienden los espacios de libertad, que permiten la elaboración de un conjunto de "posibles". Cuando un posible se convierte en realidad, aparece otro nuevo conjunto de los mismos, como aplicación de las leyes físicas que en ningún modo son del todo "deterministas".

Por todo ello, el universo sería como "la paleta de un pintor imaginativo que se afana continuamente en producir efectos inéditos".

Reeves nos dice que ahora se comprende mejor los roles de la expansión del universo y los horizontes predictivos en el desarrollo de la "complejidad". Las esperanzas de libertad que suponen los horizontes predictivos serían destruidas por los equilibrios que reinan en un mundo estático, mas el enfriamiento cósmico, al engendrar situaciones de desequilibrio, sí pueden conducir a algo nuevo. Y es que la reversibilidad del tiempo de la física es tan solo una aproximación, válida únicamente para períodos cortos.

Reeves sigue diciéndonos que cada "hoy" se compone de acontecimientos nuevos que están marcados por el pasado, pero que no están "determinados" (en su totalidad) por éste.

Para que aparezca una "propiedad emergente" se requiere un elemento crucial cual es un "espacio de libertad", en donde azar y necesidad "puedan encontrarse y fertilizarse".

Vuelve a reescribir las palabras del biólogo Jean Dausset: "La naturaleza no habla; es el ser humano el que habla". (El hombre "otorga una voz a la naturaleza").

En opinión de Reeves, al "inventarse" la estrategia de la inteligencia, la naturaleza ha puesto fuera de servicio la competencia y la lucha por la supervivencia, puesto que "el ser humano puede desobedecer las órdenes genéticas".

Reeves nos dice que la ciencia no es una creencia. Precisamente la enseñanza de las ciencias conlleva inculcar en el alumno el espíritu crítico, marcado por el escepticismo y el rigor.

Así como la ciencia no es una creencia religiosa, Dios tampoco es una hipótesis científica. La ciencia no tiene interés por el problema de los "valores", puesto que carece de juicios morales (bien y mal). En fin, la preocupación de la ciencia es la adquisición de los conocimientos como tales, con indiferencia de su "significado" para nosotros. La religión, por el contrario, es el "terreno de la interpretación de la realidad en relación con nosotros" (situación y comportamiento).

Cada religión posee una "historia santa" que los no creyentes denominan "mitología". Esta historia santa es el marco en el que la vida adquiere su sentido, y del que emergen la sabiduría y moral específicas de cada religión.

Ciertos datos de la ciencia alteran la manera de ver el universo y la situación en el mismo del ser humano. Así surgen unas "visiones del mundo" que son susceptibles de influir tanto en la filosofía como en la "moral" de cada época, con ello en el llamado "espíritu de las leyes".

Según Reeves, otra causa de conflicto entre ciencia y religión, es la confianza excesiva en el "poder del pensamiento conceptual como norma del universo". (Habría una "verdad absoluta" expresable en conceptos claros, nada ambiguos).

La actividad religiosa es una reconstrucción del mundo, como la ciencia y el arte, y ofrece la posibilidad (aún con su variedad) de integrar en un marco coherente todos los acontecimientos de la vida, con lo que se palía en parte la "angustia de la muerte". Al mismo tiempo, es totalmente inepta para describir cómo está hecho el mundo. La "sabiduría" de cada religión (no ciencia, ni filosofía) se refiere a facetas diferentes del misterioso universo (aspectos ocultos de la realidad), y utiliza un lenguaje "simbólico" que le es propio en el que las palabras no son "vectores de información precisa" (ciencia), ni fuentes de emociones (poesía), sino símbolos que vinculan con un mundo desconocido.

Para Reeves, Dios en la actualidad se sitúa en el "nivel de las preguntas y no en el de las certezas", en un "viaje interior en cada uno de nosotros".

Nos dice Reeves que contrariamente al llamado "vacío físico", la nada metafísica "se considera como verdaderamente vacío". No implica tiempo, ni espacio, ni siquiera el previo reino de las leyes de la física. "La nada no es nada..."

Reeves cita a Sartre: "No es el ser quien surge del fondo de la nada, es la nada la que es pensada - en tanto que es pensada- sobre el fondo del ser".

NUESTRA SECUENCIA DE DESARROLLO CONCEPTUAL

Sobre la verdadera sustancia del ser

La "anatomía del ser" nos enseña que su representación es como una especie de círculo en el que el centro está "ocupado" por el ser más íntimo y la circunferencia exterior la "frontera" del ser. Frontera que "pertenece" al ser, pero que no es su "verdadera" naturaleza, puesto que realmente esta frontera o envoltura sigue siendo, aún, espaciotemporal al estar definida por el "presente" de cada "fase" del universo (bipolaridad del ser). Esta bipolaridad nos da la clave para comprender, en cierta manera, cómo se constituye el ser. (Nos referimos al verdadero ser (atemporal) - el situado en el centro del círculo, "fuera del espaciotiempo").

Esa "partícula de la Nada" que es el ser en "sus inicios" empieza su "autoconstrucción", o "autocreación real", "mirando a través de la ventana". (Esta "ventana" es lo más parecido a la "frontera" anterior, circunferencia).

La "captación" del exterior, del universo, información "reciclada", adherida a la "estructura" del individuo, hace posible la "representación" del exterior en la misma estructura del mismo (cerebro, etc.) Pero sabemos que la construcción de nuestro ser más íntimo necesita, a su vez, debido a la bipolaridad del mismo, una "nueva representación" de la representación anterior (reflexión). La primera representación significa una salida hacia el exterior (el mundo) y una "vuelta" hacia el interior para "incorporar" a nuestra estructura esa "información", lo que supone en sí la "representación". De igual forma el ser "atemporal" (del centro del círculo) "sale" de ese centro hacia la representación "impresa" en nuestra estructura (asimilable a nuestro cuerpo material) y debe "volver" después hacia el "centro", con lo que en dicho ser aparece la nueva representación (de la representación anterior). Mas esta nueva representación posee caracteres novedosos, referidos a su carácter atemporal o de fuera del espaciotiempo. Decimos que la primera representación es aún material (como la estructura, la forma, la mente el conocimiento, etc.), puesto que se define, todavía, en el espaciotiempo, al corresponder a puros "acontecimientos" o sucesos, quizás de una "clase distinta" a la pura materia inercial. Desde este punto de vista, las "emociones momentáneas", las que permanecen mientras "actuamos" y que "modifican" esa frontera exterior del ser (la ventana), según la intensidad y cualidad de las mismas y la "información disponible", pueden considerarse en cierto modo aún "materiales". La primera representación, pues, es como una sublimación de la "materia pura" en otra clase de materia (emociones momentáneas, entendimiento, etc.). La segunda representación "sublima" también la anterior, añadiendo una nueva "rotación a la tuerca", transformándola en "algo" ya sin características espaciotemporales, o sea, que estrictamente ya no es materia de ningún tipo (las dimensiones del universo son consustanciales con la materia: no puede existir la última sin las otras, y al revés); ¡es otra "sustancia" muy distinta la que compone la verdadera naturaleza del ser! (Lo que queda después de la pérdida de la "envoltura exterior" - circunferencia -, frontera anterior, con la "muerte" de nuestro cuerpo material).

La "partícula de la Nada", pues, se "autocrea" o se "autoconstruye" "adornándose" más y más de esta "sustancia" (sublimación de la sublimación del mundo). Ese "engrosamiento" paulatino de la naturaleza del ser es la evolución personal y de especie que hace posible el universo, "la impronta del tiempo".

La Creación, la autocreación de los seres, es monopolio exclusivo del tiempo, del proceso, de la vida (que conocemos). Aquella frontera (ventana) que rodea al verdadero ser, es la "envoltura" imprescindible para el crecimiento del ser, para su autocreación. La "materia", pues, es la "matriz del ser"; gracias a ella el ser (la misma Nada) puede "remontarla", superarla, pudiendo escapar de ella: haciéndose a "sí-mismo".

El tiempo marca la "etapa de construcción o creación del ser". (El tiempo que "dura la vida" de cada individuo). A su óbito, el ser de cada individuo queda totalmente "configurado": ¡el ser ya es! (como "siempre" será). La importancia del tiempo como el "medio indispensable" para la Creación queda plenamente justificada.

La "relación" entre los seres, ya sin la "envoltura" externa, sólo puede ser de "corazón a corazón": del ser puro como tal, al otro ser puro ( que, entonces, son exactamente lo que "parecen" -no tienen "parapeto", frontera, envoltura tras la que "esconderse"). El ser ya no "mira" (a través de la ventana, pues no la hay): el ser "ve" (no hay dirección hacia fuera o hacia adentro). El ser "siente" a los otros seres (no hay dirección, ni tiempo en el que "encasillarlos").

Pero el ser lo es cuando "asume su naturaleza", para lo cual debe reconocerse previamente en el exterior; la representación ha de corresponder al reconocimiento del sí-mismo en el exterior. La representación, pues, de esa representación del sí-mismo procedente del exterior constituye la "verdadera naturaleza del ser". Y eso constituye la "asunción del sí-mismo", la aceptación de tal. Es , pues, una representación asumida, que lo es simplemente por el "mecanismo preciso" para ello, que es la "salida" desde el centro a la búsqueda de la representación de uno mismo. Esa búsqueda es en sí mismo, una "asunción" en el siguiente movimiento hacia nuestro interior (sólo "se trae" lo que se "acepta", lo que se "asume").

En el capítulo de las emociones, solamente las que "embargan" al ser en su mayor intimidad del sí-mismo, son las que "entran" en su naturaleza.

Las "cualidades" del ser más íntimo, de acuerdo con la exposición anterior, deben ser: "estructura" sin forma (la forma es pura materia) dentro de su simpleza y unicidad; capacidad "determinada" (prefijada según su naturaleza) para el gozo (captación de "ciertas" sensibilidades); felicidad por la asunción del propio ser (lo único que en realidad ansía el ser); pérdida del sentido del tiempo ("siempre es", sin altibajos; sólo vive en el Presente continuo que no precisa para nada del tiempo, del que es hijo el cansancio o aburrimiento - en un mundo en que hay altibajos, procesos, la impasibilidad equivale a una "muerte) y comunión con el Cuerpo Místico - formando el Ser múltiple de la Criatura Suprema - aunque conservando su "personalidad", su individualidad.

La "estructura" del ser guarda las "semejanzas" de la "estructura material" del individuo, si bien sublimada (sin dimensiones espaciotemporales). Es tan íntima la relación entre ambas estructuras que "se identificarían" sino fuera por la "voluntad del ser" que "reside" en la primera "estructura" y la atemporalidad de la misma que hace acceder al ser a la eternidad (no como duración infinita, sino como intemporalidad).

La "partícula de la Nada"

Continuando con la búsqueda de la posible "sustancia" donde reside el ser (inmaterial), con capacidad de sentir (percibir la sensación), recabamos en el concepto de "la partícula de la Nada", expresión utilizada de forma práctica para establecer el "origen" del ser o ente. Al final, caemos en la cuenta de que la Nada no es esa especie de espacio en el que cada punto (de dimensiones insignificantes, es decir, tendentes a cero) se identificaría con esa partícula de la Nada.

La solución pasa por la asignación a esa partícula de la Nada de una variabilidad extraordinaria; no es, por así decirlo, "constante en sus dimensiones", como podrían ser los puntos del espacio. Y es que la partícula de la Nada no puede definirse desde el exterior, cual ocurre con un punto del espacio, por lo que es "el mismo" para cualquier observador (objetividad pura). "Quien" define la partícula de la Nada, por el contrario, es aquí la "pura subjetividad", el propio ser, el pre-ser o pre-sujeto, para ser exactos. En realidad no hay partícula de la Nada sin sujeto (pre-sujeto) que la defina. Es este último quien "aglutina" o quien "extrae" una "parte de la Nada", configurándose así ésta como partícula de la Nada. Esa subjetividad evidente del pre-ser da la medida de la suma variabilidad de cada partícula de la Nada. Y es esa partícula de la Nada, indisolublemente unida al pre-ser o pre-sujeto, la que posee la "potencia" de sentir (la que puede captar los opuestos complementarios agrado-desagrado). Es, pues, innecesaria la suposición de una especie de "sustancia" (a imagen de la materia-energía y el espaciotiempo) que "formaría el ser" y que tendría en sí la "potencia" del sentimiento. A no ser que identificáramos a esa hipotética sustancia con la Nada, exactamente la partícula de la Nada.

La pura Nada se configura, pues, en sus componentes o partes, como la verdadera esencia del ente o ser , ahora bien, en cuanto "aparece" en ella la subjetividad del pre-ser o pre-sujeto. Y nuevamente, hablando con propiedad, no es la mera Nada (en conjunto, en su forma de caos total, sopa de la suma borrosidad de los opuestos complementarios imaginables, cuyo resultado es la "pura anulación", la Nada) la esencia del ser, sino en concreto la partícula de la Nada (definida como lo hemos hecho anteriormente), que ya si posee la subjetividad del pre-ser o del pre-sujeto. Así que, a la aparición de esas partículas de la Nada es cuando acaece la "incrustación" de los complementarios agrado-desagrado en aquellos, lo que significa la aparición del sujeto y el desarrollo del ser. Por consiguiente, en este sentido la mera Nada (en forma de partículas) posee la "potencia" del sentimiento, desde el mismo instante que la Nada dejó de ser el caos primordial original. Y esto es así porque la Nada en ese caos primigenio era indiferenciada, no tenía forma, ni estructuras, ni cualquier cosa que significara la más mínima "información".

La aparición de la información, que suponía las primeras estructuras (formas), hace posible la aparición paralela de las primeras partículas de la Nada, con su significado de pre-sujetos o pre-seres. Es decir, la información, la aparición de la objetividad (entendimiento, inteligencia, etc.), es paralela y está indisolublemente unida a la aparición de la subjetividad en dichos pre-sujetos o pre-seres. Pero la esencia misma del ser, en su objetividad, en su sensibilidad, no radica en sustancia alguna; es una propiedad primaria que hunde sus raíces en la misma Nada, cuando no había información, ni entendimiento, algo incomprensible para la mente, puesto que la esencia se remonta al "mismo origen", y por ello es anterior al mismo entendimiento: ¡y esa es la esencia misma de nuestro ser, de nuestra vida!

Sólo nos queda decir que después de lo expresado, la Nada en ninguna forma es un ser, debido a su ausencia total de información, que no posibilita subjetividad alguna (imprescindible para que pueda ser considerada ser o sujeto). De esto mismo se deduce que la máxima subjetividad del Ser Supremo configura o hace posible la formidable potencia de su ente: ¡es el sujeto por antonomasia!...Pero, esas extraordinarias cualidades de dicho Ser Supremo ya se hallaban pre-existentes en la Nada del caos original (aunque aotoanuladas entre sí - "sopa" de opuestos complementarios). No obstante, la evolución hacia la subjetividad máxima, a todos los efectos se muestra cual una sorprendente Creación: ¡ la del mismo Dios!

Resumiendo: Nuestro mismo cuerpo es información, estructura, por ello "adornado" de la posibilidad paralela de la aparición de una "subjetividad" que será, andando el tiempo, nosotros mismos.

"Detrás de tus pensamientos y de tus sentimientos, hermano, hay un amo poderoso, un sabio desconocido que se llama sí mismo. Habita tu cuerpo; es tu cuerpo. Hay en tu cuerpo más razón que en tu más profunda sabiduría"

"El propio sí mismo, como creador, se creó el aprecio y el desprecio, el placer y el dolor. El cuerpo como creador, se creó el espíritu como brazo de su voluntad."

(Nietzsche: " Así habló Zaratustra". Discursos de Zaratustra. Primera Parte. Los que desprecian el cuerpo)

Los complementarios agrado-desagrado (en su forma mucho más evolucionada que supone el bagaje de sentimientos posibles de la criatura humana) pueden ya aparecer en nuestro cuerpo, y con ello nuestra pre-individualidad, el germen de nuestro yo... No hay sustancia etérea que configure nuestro espíritu; la Nada, en su aspecto corporal (cuerpo) está "esencialmente" dotada de la posibilidad de sentir (algo que se remonta al mismo caos primordial del principio de todos los tiempos). Y lo que acabamos de decir para el hombre, es del todo semejante para los animales, los seres animados y hasta la misma materia inerte... Si queremos expresarlo en otras palabras: La "vida" (considerada en el sentido más amplio posible) es una propiedad más de la materia (una "propiedad emergente" asociada a la complejidad).

La "composición" del Cuerpo Místico

Hay un paralelismo entre complejidad, el bagaje de sensaciones-sentimientos y el grado de libertad, por lo que por la ley complejidad-conciencia, en sentido general, todos los "elementos" anteriores se incrementan con el tiempo. Ahora bien, el grado de libertad con sus tendencias "a favor" y "en contra" abre un abanico de posibilidades o formas de acción que "influyen" de forma especial sobre la construcción de la naturaleza del ser (porque la "acción" interviene decisivamente en la propia construcción del ser).

Todo lo anterior, especialmente lo último, aconseja cambiar el esquema del Cuerpo Místico propuesto en obras anteriores, puesto que la estructura piramidal no tiene en cuenta el factor añadido significativo reflejado por el grado de libertad. También sería conveniente fijarse en el hecho de que la "economía" de la naturaleza ( la idea de que la naturaleza cuando "produce" algo es por una razón bien fundada) aconseja un paralelismo entre el grado de libertad y las "sensaciones-sentimientos" percibidos en el interior del ser, lo que podría expresarse como: "El ejercicio de una libertad mayor requiere la posesión de una intensidad mayor de la sensación-sentimiento".

La última aseveración encierra en sí el reconocimiento de un cierto componente de "automatismo" en los seres de complejidad inferior, dada la "baja intensidad" de sus sensaciones-sentimientos (por el paralelismo anterior, baja libertad de acción).

Tendríamos que hacer un nuevo esquema o representación de dicho Cuerpo Místico basado en una bidimensionalidad, es decir algo así como una superficie. Una de las dimensiones de dicha superficie sería la complejidad (con sus "magnitudes" paralelas, grado de libertad y bagaje sensaciones-sentimientos), la otra el "movimiento" (la acción) hacia (en pos de ) la Criatura Suprema, que podría ser también de alejamiento, lo que se interpretaría como un "movimiento hacia adentro" - una especie de distancia negativa que produciría un área negativa. La representación general del Cuerpo Místico sería un círculo de radio infinito que "encerraría" dentro a todos los demás seres.

La Criatura Suprema identificada a su vez con el Cuerpo Místico, es la unión o globalización del conjunto de todos los seres.

El movimiento o acción está referido a la Criatura Suprema, por lo que no es equivalente o identificable con el grado de libertad. Mas, ello no debe tomarse con carácter absoluto, pues seguramente el no poseer en el bagaje de sensaciones-sentimientos la "captación" del Ser Supremo (como posible "propiedad emergente" debida al incremento de la complejidad), haría al ser correspondiente "indiferente" a la presencia de dicho Ser Supremo.

En resumen, lo que acabamos de expresar significaría que la "dimensión" complejidad de los seres componentes del Cuerpo Místico debería tener una "magnitud" mínima. Aunque siempre quedaría la posibilidad de que la Criatura Suprema, o ciertos seres con un adecuado "nivel", pudieran "elevar" o "incorporar" a su naturaleza otros seres con dimensiones de complejidad inferiores a la mínima, si hubiese cierta especial configuración (o semejanza) entre la naturaleza de unos y otros seres (los de nivel inferior y superior), o estuviesen unidos entre sí por lazos distintos (otras vías) como podrían ser los del amor. La criatura humana, por ejemplo, (y otras de "nivel" superior) podría "elevar" a esas criaturas de complejidad menor a otro nivel (la posibilidad de la contemplación de Dios por ese "amor" que le "ancla" a la criatura humana). Y podría ser así a semejanza de la misma Criatura Suprema, que realiza una elevación del nivel de nuestra naturaleza humana (por Amor) hasta llegar a confundirnos (hacernos) con la propia Criatura Suprema.

"Soy Zaratustra, el ateo; y cuezo en mi puchero el azar: sólo cuando el azar está ya cocido, lo acepto y lo convierto en mi sustento."

(Nietzsche: "Así habló Zaratustra". Discursos de Zaratustra. Tercera Parte. La virtud que empequeñece.)

El Amor sería la "catapulta" del ser poco complejo (la misma Nada) en una especie de "Noosfera" con el ser humano. A su vez, el Amor "eleva" a los seres anteriores hasta la presencia del mismo Amor, hacia una identificación denominada Cuerpo Místico.

El Amor, pues, es la argamasa del propio Dios; es la potencia que pone "una dirección" en la Nada, que crea al propio Dios.

El esquema anterior del símil de la superficie (círculo) es una simple guía para nuestro entendimiento, además bastante vaga, pero que permite una cierta intuición de algo que nos sobrepasa desde todos los sentidos, puesto que es la pura inteligencia de Dios.

Por consiguiente, haciendo un somero análisis de lo que se ha ido estableciendo hasta ahora, hay como tres niveles en la evolución de los seres, estratificación en referencia a la Criatura Suprema. Uno más elevado que sería el de la propia Criatura Suprema, dotada de su propia dinámica y colocada en la misma cúspide del Cuerpo Místico (como el símil de la cabeza en el cuerpo humano); esta "estructura" no contiene ninguna "parte o inercia de la Nada" (ya es "otra cosa", cual su opuesto). Hay otro nivel, "el más bajo", que es una "forma de la Nada" (la más "apegada" a la Nada), y que necesita de otra estructura, al menos, para poder "salir de ese estadio", "pegándose o uniéndose" de alguna forma a la misma, para la "captación de la vía" que pueda unirle al "cordón umbilical" que conduce a lo más alto del Cuerpo Místico. Por último, el tercer estadio o estrato es el de la criatura humana y similares, que va a caballo entre la Nada y Dios.

"¡Yo os muestro al superhombre! El superhombre es el sentido de la tierra. Que vuestra voluntad diga: ¡Que el superhombre sea el sentido de la tierra!"

Continuación: Nada y Dios. Apuntes para una Teología (y II)



Sobre el autor


Alejandro Álvarez ha trabajado como jefe de redacción y como articulista en diversas revistas y publicaciones. Es director de la revista digital "Foro Esencia" y es autor de diversos ensayos.





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