ISSN: 1579-0223
 
Sentience Research
REDcientífica
· Misión de REDcientífica
· Contacto
· Condiciones de publicación
· Consultar todos los documentos
· Consultar todos los autores
· Acceso usuarios registrados
· English version


PORTADAS
40  41  42  43  44  45  46  47  48  49  50  51  52  53 

BOLETINES
40  41  42  43  44  45  46  47  48  49  50  51  52  53 

TEMAS



ENLACES

¿Qué es Real? Lo subjetivo y lo objetivo[1]
Una aproximación reflexiva hacia la experiencia mística

Manuel de la Herrán Gascón[2]
http://redcientifica.com/autores...
 
ImprimirEnviar

El criterio popular presupone la existencia del hecho objetivo y sólido como generador de la dudosa experiencia subjetiva, cuando el proceso es el inverso y las cualidades las opuestas. La experiencia subjetiva (veo un árbol) nos provoca la creación de una hipótesis (ahí hay un árbol). La experiencia subjetiva es real, no hay duda de ella. En cambio la hipótesis objetiva es fruto de una combinación de imaginación y percepción, susceptible de error, y siempre sujeta a revisión. La existencia de la percepción es una certeza. La existencia del hecho percibido es una hipótesis.

Como caso particular de lo anterior, la existencia del yo es un hecho subjetivo cierto, del que no hay duda. Sin embargo su conceptualización como algo externo o mediante su relación con el resto de objetos del Universo produce una descripción del yo que por objetiva es susceptible de error. Es decir, cuando uno se observa a sí mismo, no cuando uno establece y pone prueba hipótesis objetivas acerca de la naturaleza de uno mismo como si se tratara de un objeto externo, sino, simplemente, cuando uno se observa a sí mismo, obtiene una certeza de su observación.

Pero la certeza subjetiva apenas puede explicarse con palabras. No hace referencia a la naturaleza de conceptos, o a su relación entre sí. Lo que obtenemos mediante la experiencia subjetiva es una certeza existencial, en la que se demuestra tautológicamente la existencia de la subjetividad. La subjetividad demuestra la existencia de "yo", pero el "yo" que la experiencia sensible demuestra está desprovisto de todos los atributos salvo su propia capacidad sensible.

Sin quitar importancia al método científico basado en la creación y puesta a prueba de hipótesis objetivas, probablemente indispensables para la supervivencia del yo, en este texto se destaca la consciencia de la existencia de la propia experiencia subjetiva en sí misma. Esta reflexión permite reconocer lo que comunmente se llaman "hechos objetivos" como meras hipótesis.


 

Nota: Este artículo está contenido dentro del libro Arena Sensible de Manuel de la Herrán Gascón, publicado en Abril de 2005 bajo licencia Creative Commons, y editado por REDcientífica. Pulse aquí para consultar más información sobre el libro.


Resumen

En este trabajo doy mi opinión acerca de la respuesta a la pregunta "¿Qué es real?". El texto es principalmente fruto de mis limitadas reflexiones intelectuales y sólo en una pequeña parte, producto de mi aún más limitada experiencia subjetiva con lo Real. Concluyo que para cada uno de nosotros, sólo es real nuestra subjetividad, percepción, sensibilidad, y discuto la hipótesis de que si profundizamos en ella, podremos llegar a ver cómo la subjetividad de cada uno está unida con las subjetividades de los demás como brotes de una misma cosa. Esa misma cosa la podemos nombrar: Uno, Tao, Amor, Dios o Ser.

También relaciono el desarrollo de la propia subjetividad (o consciencia) con el problema de poner a prueba la autenticidad de la subjetividad ajena, aventurando que la hipótesis de una unión o conexión subyacente entre subjetividades es un camino prometedor para solucionar el problema del Test de Turing, es decir, para ser capaces de distinguir entre robots y humanos o bien para concluir que los robots son o pueden llegar a ser tan subjetivos como los humanos.


Lo subjetivo es real, y lo objetivo imaginario

Es curiosa la popular asociación entre objetivo con real y subjetivo con imaginario. Se habla de "hechos objetivos" y de "experiencias subjetivas". Parece como si los hechos, objetivos, fueran reales, sólidos, probados; y en cambio las experiencias, subjetivas, sujetas a duda, cuando no imaginarias o distorsionadas.

El criterio popular, de igual forma, parte de la existencia del hecho objetivo como generador de la experiencia subjetiva. Por ejemplo: ahí hay un árbol (hecho objetivo) y por eso, yo, que miro en esa dirección, veo un árbol (experiencia subjetiva).

Parece lógico. Si veo un árbol, será porque existe un árbol que ver. El árbol existe, es sólido, objetivo, y en cambio mi humilde percepción es defectuosa, subjetiva, sujeta a duda.

Las cualidades de los términos Objetivo y Subjetivo son contrarias a lo que la gente cree

En mi opinión, el proceso es el inverso y las cualidades las opuestas: la experiencia subjetiva (veo un árbol) nos provoca la creación de una hipótesis: (ahí hay un árbol).

El hecho subjetivo no necesita de prueba. El hecho subjetivo es parte del propio "yo". En realidad, el hecho subjetivo es el propio yo, es la propia subjetividad. La propia existencia solipsista no requiere de demostración.

El hecho objetivo, por el contrario, es realmente difícil de probar o demostrar completamente, sin ningún tipo de dudas. De hecho es realmente difícil llegar a acuerdos completos sobre cosa alguna. Aunque sí llegamos a aproximaciones de consensos sumamente útiles. Sin llegar a la verdad, tenemos certezas o explicaciones más posibles, que son el fundamento del conocimiento científico.

Resumiendo, no tiene sentido poner en duda que yo veo un árbol, aunque sí hay ciertas dudas acerca de si ahí hay un árbol. Expresado de otra forma: Yo veo un árbol, vete a saber si ahí hay un árbol, yo sólo se que veo un árbol [ Nota 3 ].

¿Por qué el criterio popular asocia objetivo con real y subjetivo con imaginario? El origen de esta confusión de términos lo podemos encontrar en la naturaleza social del hombre y en la aplicación de la inteligencia como herramienta de supervivencia.

Según el criterio popular, hablar de "hechos objetivos" no es hablar de "hechos ciertos", sino hablar de "hechos reconocidos por todos". Más correctamente, habría que hablar de "hechos reconocidos por casi todos", ya que es muy difícil encontrar una sola cosa en la que todo el mundo esté de acuerdo. El hecho de que exista una "realidad" (objetiva) externa, reconocida por casi todos, es fundamental para la propia supervivencia, independientemente de hasta que punto dicha interpretación de la "realidad" externa sea realmente verdadera.

Cuanto más intensos a la vez que limitados vínculos sociales tengamos, tanto más fácil es atribuir certeza a hipótesis falsas acerca del mundo en el que vivimos. Por otra parte, tanto una breve desconexión social, como el contacto con personas de culturas muy diferentes a la propia, nos abre los ojos a errores en nuestra interpretación del mundo. Existen miles de ejemplos de esto, y casi todos empiezan por "todo el mundo": "todo el mundo elige con quien casarse"; "todo el mundo tiene al menos tanto dinero para ocio"...

¿Por qué el criterio popular no asocia subjetivo con Real? Porque sistemáticamente se ignora la existencia del hecho subjetivo, al menos el de los demás y frecuentemente, el propio. Cuando se pone en duda el supuesto hecho subjetivo, implícitamente se está poniendo en duda, no el hecho subjetivo, sino el presunto hecho objetivo que ese hecho subjetivo presupone. Y frecuentemente se ignora el hecho subjetivo.

Por ejemplo, si alguien cree que hemos robado algo (hecho subjetivo), es común centrar el interés en el hipotético hecho objetivo que esto manifiesta, e intentar "demostrar" (argumentar) que somos inocentes de tal cargo (hecho objetivo). Pero para hacerlo deberemos convencer a un jurado de nuestra inocencia (hecho subjetivo). Unos y otros buscamos el hecho objetivo presuponiendo su existencia y sin poder acercarnos a él más que desde la subjetividad.

Pero también podríamos centrar nuestra atención en el hecho subjetivo, es decir, en nosotros mismos. Podemos centrar la atención en la propia percepción de nuestra inocencia. En la paz interior que ésta produce. Argumentando nuestra inocencia y sin dejar de defendernos. Pero simultáneamente, sin permitir que el resultado del juicio nos afecte. Es decir, cuando esto, en última instancia, nos resulte indiferente; cuando experimentemos indiferencia por los siempre dudosos hechos objetivos y nos centremos en la subjetividad, pero sin dejar de actuar coherentemente en el mundo objetivo, paradójicamente seremos capaces de transmitir a la subjetividad ajena nuestra inocencia de una forma mucho más profunda que con "hechos" y "pruebas".

Otro ejemplo de situación en la que se ignora el hecho subjetivo es una discusión. Cuando dos personas comparten opiniones opuestas, y se crea un malestar, y hasta un sentimiento de desesperación en la incomprensión, esto es resultado del intento de convertir en subjetivo para el otro nuestra propia subjetividad, pero yendo de una a otra por un camino lleno de trampas: el camino de las palabras, el camino de los hechos objetivos. Si dos personas discuten y se produce una tensión desagradable, estas dos personas están hablando de cosas distintas.


Los mundos de Karl Popper

En su libro En busca de un mundo mejor, en el primero de sus artículos (El conocimiento y la configuración de la realidad) [ POP94 ], Popper habla de tres mundos. El mundo 1, el material; el mundo 2, el de la experiencia, y el mundo 3, el de los productos de la mente humana [ Nota 4 ].

Como comenta Popper, parece evidente que el mundo 1 es el creador del mundo 2. Sin duda el mundo 1 es el más "sólido", por su naturaleza material. Pero en mi opinión no es el más real.

En mi opinión, aunque todo parece indicar que el mundo 1 provoca la creación del mundo 2, es el mundo 2 el lugar desde el cual podemos permitirnos suponer la existencia del mundo 1. Es decir, nuestra percepción, sensibilidad, subjetividad, yo, ego, o como queramos llamarlo, es lo que nos permite suponer la existencia del mundo material. Esta suposición acerca de la existencia del mundo material es útil para la supervivencia -del yo-, pero nos puede alejar de la propia subjetividad, nos puede alejar de la auténtica realidad, pudiendo llevarnos al extremo de creer a ciegas en el hipotético mundo material consensuado y olvidarnos totalmente de nosotros mismos.

Frecuentemente es mucho más fácil reconocer la falta de realidad auténtica de los objetos del mundo 3: el de los productos de la mente humana, aunque no falta quien, por el contrario, les asigna aún mas realidad que a los objetos físicos. El dinero no es un objeto material, es un concepto con muy diversos soportes materiales. El dinero tiene valor porque el resto de personas está dispuesto a cambiarlo por cosas. Pero los billetes no se pueden comer [ Nota 5 ].

Asignar realidad a los objetos materiales del mundo 1 está más que justificado por la cantidad de veces que nos chocamos con la materia. Pero a pesar de ser reales tanto el concepto "dinero" del mundo 3 como el papel que con el que este dinero está representado, y que es parte del mundo 1, el auténtico mundo real es el mundo 2, el de la subjetividad; en el ejemplo, el mundo de las sensaciones que nos produce el dinero o su falta de él. Esta idea no está tan extendida, y puede ser debido a que la omnipresencia de la subjetividad la convierte en invisible. Probablemente, las sensaciones recibidas cuando nos chocamos con los sentimientos son tan fuertes que no nos permiten reflexionar sobre ellas.

Para cada uno de nosotros, el (mundo) Único Real es la subjetividad, la experiencia sensible, la experiencia subjetiva. No podemos ponerla en duda, no implica una relación con otra cosa. Es. Si yo siento frío, no puedo poner en duda el hecho de que yo siento frío. Otra cosa distinta es que cuando yo sienta frío, la temperatura ambiente corresponda con aquella que comúnmente se considera fría. Si yo veo una vaca no puedo asegurar que eso sea una vaca, lo que es seguro es que a mi, en este momento, me parece una vaca [ Nota 6 ].

Personalmente puedo reconocer que tal vez exista una realidad objetiva: por ahora no tengo forma de saber si esto es cierto o no. Pero no puedo asumir que existan "puntos de vista objetivos". Todos los puntos de vista son subjetivos. Todas las afirmaciones se dan en un contexto y cualquier creencia puede ser puesta en duda (paradójicamente, inlcuso esta misma afirmación). La única realidad sin duda es: "yo siento", y es indudable, pero sólo para mí.

Perder el "yo" parece que sería la única forma de llegar a la hipotética objetividad. Parece un juego de palabras (y lo es) pero si consiguiera "observar sin tener un punto de vista", captaría hechos objetivos. Observando sin un "yo", es decir, sin un punto de vista, los propios hechos objetivos se observarían a sí mismos sin ningún tipo de distorsión.

Ahora bien ¿Ha conseguido alguien alguna vez "observar sin tener un punto de vista"? Si lo hizo, él no estaba. Si nos lo cuenta, nos lo cuenta quien no lo hizo, pues no lo hizo nadie. Olvidando estos trabalenguas, pensemos en algo más cercano: observar una realidad tratando de minimizar nuestro punto de vista, evitando opiniones y prejucios, evitando los propios intereses y evitando juzgar al otro. Esto es más parecido a observar sin tener un punto de vista.


Tantos universos como subjetividades

Hay una metáfora que puede ayudarnos a entender el concepto de la subjetividad. Imaginemos que existe no uno sino multitud de universos (podríamos llamarlos mundos, para tratar de ser mas exactos [ Nota 7 ]), todos idénticos y conteniendo cada uno de ellos todos los objetos del universo, existiendo una copia de estos universos por cada subjetividad (una copia por cada observador). Si yo rompo un jarrón en mi universo, el jarrón se rompe en todos los universos simultánemante. Si yo recibo una carta, la recibo en todos los universos. Mi persona física está copiada en todos los universos, pero yo sólo estoy en uno de ellos. Hay un universo que es excepcional, que para mí es diferente de todos los demás: es el universo en el que estoy yo. Y no sólo esto: me encuentro solo en mi universo, y no conozco ninguna forma de saltar a otro universo, de ver las cosas como las ve otra persona, de convertirme o fusionarme con otra subjetividad. Esta idea ilustra el hecho de que, aun existiendo una supuesta realidad objetiva común para todos, existen tantas realidades subjetivas como observadores.

La anterior metáfora de los multi-versos destaca las grandes diferencias entre la subjetividad y la materia, y puede ser útil para entender la existencia de una multiplicidad de subjetividades separadas unas de otras, y su relación con lo material. Pero no es suficiente como explicación de la realidad, ya que faltan algunos elementos. Unos y otros "universos" poseen la misma estructura material, pero la subjetividad no interacciona directamente con la materia. Podríamos identificar otras capas que podemos llamar: "sentimientos", "personalidad", "mente", "cerebro" y "cuerpo". Algunas de estas capas que rodean a la subjetividad sí son diferentes en cada uno de los universos. Un buen ejemplo son los sueños. Cuando una persona sueña, su subjetividad tiene unos sentimientos y vive unas experiencias (subjetivas) que no existen en ninguno de los otros universos.


Analogías de la subjetividad

El sentido en el que empleamos ciertas expresiones puede servir para ilustrar la idea de la subjetividad. Por ejemplo, es llamativa la diferencia que existe entre "confiar en alguien" y "confiar en uno mismo" aunque ambas expresiones conjuguen el mismo verbo.

Podemos encontrar una analogía interesante de la subjetividad reflexionando sobre la relatividad del movimiento. Es frecuente haber experimentado la extraña sensación que se obtiene cuando, después de estar un rato detenido en una vía de tren, dentro de un vagón, y dando la casualidad de que existe otro tren y vagón también detenido en la vía contigua muy próximo a nosotros, de forma que incluso podemos ver a los pasajeros del tren que debe circular en el sentido contrario al nuestro, y expresamos "por fín nos movemos" cuando observamos el movimiento de nuestro vagón respecto del vagón de la otra vía, pero posteriormente nos damos cuenta de que es el otro vagón el que está en movimiento, y nosotros seguimos detenidos.

En cuanto al concepto de relatividad del movimiento podemos identificar inicialmente tres etapas históricas:


    a) El Sol gira alrededor de la Tierra
    b) La Tierra gira alrededor del Sol
    c) El movimiento entre ambos es relativo

No es lógico detenerse en este punto, sino llegar a:


    d) El movimiento entre ambos es relativo, pero si incluimos más elementos en el sistema tiene más sentido decir que es la Tierra la que gira alrededor del Sol.
    e) El movimiento entre ambos es relativo; si incluimos más elementos en el sistema tiene más sentido decir que es la Tierra la que gira alrededor del Sol. De todas formas, yo veo que el Sol sale por Oriente y se pone en Occidente.

Es decir, tratar el propio punto de referencia como uno más es adecuado, pero no debemos olvidar que no es un punto de referencia cualquiera: es el propio. [ Nota 8 ]


Cuando el árbol soy yo mismo

"Yo" es un filtro a través del cual se produce todo. Entre otras cosas, "yo" es un filtro a través del cual se produce todo el conocimiento científico. Y es bastante razonable tener serias dudas acerca de que es "yo".

En matemáticas abundan las situaciones en las cuales la recursividad (la auto-referencia) provoca inconsistencias que generan la necesidad de un cambio de paradigma, de una nueva forma de ver las cosas, más elevada que la anterior.

Este es un precedente que nos advierte de las posibles situaciones extrañas que podemos encontrar al aplicar la recursividad en otros contextos.

Volviendo al tema de la percepción y la subjetividad, y aplicando la recursividad, observamos que se produce una curiosa situación cuando el hecho (subjetivo u objetivo) es la propia subjetividad, el propio "yo".

Es decir, mi propia subjetividad se puede analizar desde un aspecto objetivo o subjetivo. Antes hablábamos de:

  • Veo un árbol (Hecho subjetivo)
  • Ahí hay un árbol (Hecho objetivo)

    y concluíamos que el hecho subjetivo no estaba sujeto a duda, y en cambio el hecho objetivo si. Cuando el hecho es el propio yo, nos queda la siguiente situación extraña:

  • Yo existo (Hecho subjetivo)
  • Yo existo (Hecho objetivo)

    La idea puede entenderse mejor si declaramos:

  • Yo creo que existo (Hecho subjetivo)
  • La gente cree que yo existo (Hecho objetivo)

    El hecho subjetivo sigue sin estar sujeto a duda: si yo creo (cualquier cosa), sin duda, yo creo que existo. La propia subjetividad existe, esto es, de la misma forma que las percepciones de la subjetividad no se ponen en duda, la propia subjetividad tampoco.

    Por otra parte, en cuanto al hecho objetivo, vuelve a suceder lo mismo y aquí es donde nos encontramos con el gran problema, paradoja o necesidad de cambio de paradigma. El hecho objetivo sigue sin ser probado, sigue sujeto a duda. Es decir, yo existo, pero ¿Quién soy yo?


    ¿Quién soy yo?

    Si pensamos en el "yo" como en un concepto objetivo, el origen de esta duda es el mismo que el origen de la duda de la existencia objetiva de cualquier objeto que conocemos a partir de su percepción subjetiva. La percepción está sujeta a error, los defectos en la vista, oído, etc hacen que las personas perciban de forma diferente.

    De todas formas, las coincidencias entre las descripciones de lo que nos rodea son tantas que parece que podríamos estar razonablemente seguros de que estamos describiendo es una misma "realidad". Independientemente de que sea o no una auténtica realidad, la descripción de la "realidad exterior" según el criterio común es fundamental desde el punto de vista de la supervivencia del individuo, y esto hace que en la práctica la consideremos como realidad auténtica. Sin embargo, aunque se trate de una "misma realidad", esto no quiere decir que la realidad percibida, aún siendo consensuada, sea Real. La realidad percibida es percepción, no es realidad, aún en el caso de que "todos" percibamos lo mismo.

    La "realidad exterior" convencional no es Real (con mayúscula). Es decir, las descripciones de lo que nos rodea por parte de cada subjetividad convergen, más o menos, hacia una presunta realidad común uniforme, al menos en muchos aspectos. Esto nos permite, en algunos casos, hablar de las "mismas cosas" y entendernos, independientemente de si aquello de lo que hablamos es real.

    El hecho de que hablemos de las mismas cosas no quiere decir que sean reales. Por ejemplo, cientos de personas viendo una película de cine pueden molestar a sus compañeros de butaca hablando de lo que ven, y realizando comentarios sobre la película, los personajes y sus motivaciones. A pesar de coincidir en sus percepciones, esta "realidad exterior" de la que hablan no la podemos considerar Real. De igual forma, en esta figura, a "todos" nos parece que los círculos se mueven, pero sabemos que no lo hacen.

    Tan importante se considera el consenso en cuanto a la realidad exterior, que existen personas (científicos) dedicadas a establecer descripciones y explicaciones coherentes de este "exterior", experimentando, demostrando y divulgando, estableciendo teorías que puedan convencer tanto a los hechos como a las personas. Primero se pone a prueba la teoría enfrentándola a los hechos materiales mediante una estructura lógica matemática. Con esto queda "demostrada" la teoría, y el siguiente paso es enfrentarla al criterio de los seres humanos, "divulgarla" y convencer. Frecuentemente las personas son mucho más difíciles de "convencer" que los "hechos" materiales y los teoremas previos.

    Sin duda el método es útil y cada vez que se aplica todo parece confirmar una y otra vez que la realidad (material) que nos rodea es una (o al menos se comporta como tal) y que todas las diferencias en su interpretación son debidas a incoherencias de los observadores, es decir, de nosotros mismos, y no de la "realidad exterior". Esto funciona bien con cosas materiales, con cosas ajenas a uno mismo, pero no con uno mismo. Cuanto más nos acercamos a lo más íntimo de uno mismo, desde el cuerpo, el cerebro y la mente, pasando por la personalidad psicológica y los sentimientos hasta el yo subjetivo, tanto menos útil es el método científico, y en cambio más util es la atención consciente y serena sobre uno mismo.

    Suponer que uno mismo es un objeto externo observable y medible científicamente, es ignorar la cualidad esencial de la auto-observación. Digamos que hay dos formas de auto-observarse, una es entendiendo el yo como un hecho objetivo y otra es entendiendo el yo como un hecho subjetivo. Nuestra costumbre objetivista, totalmente razonable, útil e inteligente, nos puede hacer olvidar la radicalmente distinta y poderosa cualidad de la subjetividad. No es necesario poner en duda la subjetividad como ocurre con lo objetivo. La subjetividad siempre es verdadera.

    Dicho de otra forma: auto-observarse suponiendo que uno mismo es algo ajeno a uno mismo es una forma un tanto extraña de auto-observarse.

    Al igual que las personas perciben objetos y colores de forma diferente, la auto-percepción es muy susceptible de error. Por ejemplo, uno cree ser de una forma cuando los demás le observan de otra. Una persona puede engañarse a si misma acerca de sus defectos o virtudes. Por tanto, una persona puede engañarse a si misma en cuanto a la propia naturaleza de si misma. De igual forma, es realmente complicado acertar a la hora de establecer juicios sobre los otros. A la ciencia le resulta complicado establecer si alguien es egoísta, compasivo o celoso. El hecho subjetivo del yo nos indica que el yo existe. Pero no nos habla de cómo es ese yo. Nuestra percepción de ese yo puede ser totalmente incorrecta. Si simplemente analizamos el yo buscando un hecho objetivo, no podremos salir nunca de esta falta de seguridad acerca de la auténtica naturaleza del yo. Pero como el yo auténtico no es susceptible de duda, el yo psicológico, el yo como personalidad no es el auténtico yo.

    ¿Cómo reconocer el auténtico yo subjetivo? Para conseguirlo es necesario desprenderse del "yo objetivo" para poder observarlo y dejar sólo el "yo subjetivo". Efectivamente, todo esto es algo muy confuso. Por decirlo de otra forma: el yo (auténtico) es el yo subjetivo. Pero el yo subjetivo es algo muy extraño, y no incluye la propia personalidad, aunque se encuentre cercano a ella. Cuando los místicos, o quienes interpretan sus palabras, intentan transmitir sus métodos para centrar la atención en el yo subjetivo (o en la conciencia, o en Dios), hablan de "reducir el yo a su mínima expresión" o de "ampliar el yo hasta abarcar todo lo existente". A pesar de la contradicción entre ambas ideas, indican la misma cosa. Podremos saber quienes somos -subjetivamente- cuando dejemos de serlo -objetivamente-. Podremos saber quienes somos cuando deshojemos el "yo" de todos sus atributos salvo la propia experiencia subjetiva. Al hacerlo, todas las subjetividades se convierten en Uno. En brotes de una misma cosa. En ese punto no se pueden establecer diferencias entre "yo" y "todo", experimentando algo que podemos llamar Unidad, Tao, Amor o Dios.

    El decir que todas las subjetividades son en definitiva Una es sin duda una conclusión precipitada para este texto, basado en argumentos intelectuales. Lo íntimo de las sensaciones como el placer y el dolor son un buen argumento en contra. Si los demás no sienten lo mismo que siento yo ¿cómo se puede argumentar que en última instancia unos y otros somos lo mismo? Sin embargo, podemos encontrar un nivel de "yo" aún más profundo que el nivel de sentimientos específicos, que es el nivel de "yo" de la propia existencia (de algo, por ejemplo, la existencia de unos sentimientos concretos). Tautológicamente, todas las entidades sensibles tenemos en común nuestra sensibilidad. Desde este planteamiento, todo el universo es sensibilidad, subjetividad pura, y cada uno de nosotros participa en ella en cierta forma con su propia sensibilidad.

    Cuando digo "todo el universo es sensibilidad, subjetividad pura" me refiero al universo Real, es decir, al universo de las subjetividades, al único real, al único existente. No sabemos nada de la materia. Hablamos de ella, pero es algo totalmente ajeno a nosotros. Nosotros sólo sabemos de subjetividad, de sentimientos, de sensaciones. Este es nuestro universo, y para nosotros, el único.

    El sol, que es espíritu, se separa en rayos al topar con las ventanas, que son cuerpos.
    Cuando contemplas el disco solar, es uno, pero quien sólo pueda percibir sus cuerpos cae en la duda.
    La pluralidad se haya en el espíritu animal; el espíritu humano es una sola esencia.
    Dado que Dios difundió su luz sobre la humanidad, los seres humanos son esencialmente uno.
    En realidad, Su luz nunca se ha separado de ella.

    Jalal al-Din Rumi. (Masnavi II, 186-189).

    Por otra parte, si bien es cierto que quienes dicen experimentar la subjetividad en grado profundo afirman sentir la integración con todo lo existente, tal vez este sentimiento se encuentre circunscrito al propio cerebro y represente únicamente la integración de las múltiples personalidades existentes en la mente, es decir, la fusión del consciente con el inconsciente (por simplificar, se supondrán sólo estas dos), tal como argumenta Timothy Ferris [ FERnd ] en El firmamento de la mente, y no la fusión con el resto de subjetividades de otras personas, en otros cuerpos.

    De todas formas, en una misma mente y cerebro podría existir más de una subjetividad (al menos consciente e inconsciente) y parece lógico que el fusionar distintas subjetividades en un mismo cerebro sea un paso previo antes de pasar a la fusión con las de otros cerebros. El hecho de que la experiencia mística suponga la integración de consciente e inconsciente no implica que la experiencia sea sólo eso.


    La subjetividad y el problema de la Inteligencia Artificial (o Test de Turing)

    Se acerca el día en el que la tecnología pueda crear robots o simulaciones de seres humanos capaces de engañar a nuestros sentidos. Pero no hace falta que ese día llegue, para que podamos experimentar el conflicto que esto puede suponer.

    Como proponía Turing, podemos jugar a lo siguiente. Muchos de nosotros estamos acostumbrados a navegar por Internet, enviar correos electrónicos y conversar con personas a las que a veces no hemos visto nunca físicamente. Tal vez alguna de las personas con las que creemos estar hablando sea realmente un software que gracias a que posee una cierta inteligencia creada artificialmente por un grupo de programadores, es capaz de responder a nuestras preguntas y mantener con nosotros algo parecido a una conversación.

    En el juego original en el que se inspiró Turing, se trataba de descubrir si lo que había al otro lado de la línea era hombre o mujer, asi como de intentar que el otro no descubriera el propio sexo. En el caso que nos ocupa, aparentemente se trata de descubrir si lo que hay al otro lado es Hombre o Máquina, y de crear programas de computadora (máquinas) capaces de engañar acerca de su propia naturaleza. Pero a continuación veremos que no es simplemente eso.

    Aparentemente se trata de descubrir si lo que hay al otro lado es Hombre o Máquina, pero a continuación veremos que no es simplemente eso

    Es posible que la entidad que se comunica con nosotros a través de la red de computadoras, y de la cual no sabemos si es hombre -o mujer-, o en cambio, una inteligencia artificial, tenga un problema, nos pida ayuda, apele a nuestra misericordia o a nuestra ética para que hagamos algo por él, ella o ello. Podemos pensar que en este caso, para poder tomar una decisión, lo que nos interesa es ser capaces de distinguir entre personas y máquinas, pero esto sería presuponer que las máquinas no poseen una subjetividad y que por tanto no son susceptibles de tener intereses y de sufrir por su falta de realización.

    Lo que en realidad necesitamos es un mecanismo para saber si la entidad con la que nos estamos comunicando posee una subjetividad, ya sea hombre, mujer, animal, máquina, planta o bacteria. Pero no sólo esto, también deberíamos intentar descubrir si lo que nosotros creemos que la entidad está experimentando coincide con lo que realmente está experimentando. Es decir, una cosa es que una entidad tenga una subjetividad, y otra cosa es que teniendo esa subjetividad, esté sufriendo la falta de satisfacción de sus necesidades de la forma en la que dice y nosotros entendemos que se está produciendo. Pudiera ser que la entidad mintiera o que se expresara en un lenguaje que nosotros no pudiéramos entender.

    Suponer que todas las subjetividades son, en última instancia, "Uno", es una hipótesis de trabajo muy útil para resolver el problema de poner a prueba la subjetividad ajena, por ejemplo, para descubrir si una máquina es susceptible de tener intereses y/o sufrir por ellos, y por tanto es susceptible de tener derechos y de que estos sean vulnerados, esto es, saber si es susceptible de entrar en nuestro universo moral; para que seamos capaces de decidir si moralmente debemos o no respetar los derechos de una maquina que afirma tener sentimientos y que pide que no la desconectemos.

    No podemos estar seguros de la subjetividad de un ordenador por la misma razón por la cual no podemos estar seguros de la subjetividad de cualquier cosa objetiva, ajena a nosotros mismos, ya sea una máquina, una bacteria, un gato o un amigo. La única forma de estar seguros de la subjetividad de algo ajeno es ser ese algo, que por tanto deja de ser ajeno. Por esta razón, la presunción de una posible fusión de subjetividades no es sólo una hipótesis prometedora para solucionar el problema del Test de Turing. Es una hipótesis necesaria: si las subjetividades no se funden de alguna forma, no será posible tener una certeza acerca de la existencia o no de la subjetividad ajena.

    Es posible que el desarrollo de la propia subjetividad, que también podemos llamar "desarrollo de la propia consciencia" sea el camino por el que podamos llegar a la fusión con el resto de subjetividades o en alguna suerte de conexión intensa de algún tipo sustancialmente diferente a lo que habitualmente conocemos, que finalmente nos permita reconocer la subjetividad ajena.

    La actitud de servicio a los demás, o la empatía con sus estados de ánimo, especialmente entre familiares, pueden ser manifestaciones de una capacidad, aunque sea mínima, de una fusión de subjetividades, preludio de un nuevo hombre integrado al que la evolución nos lleva.


    La subjetividad y la muerte

    Tus atributos físicos, al igual que tu cuerpo, sólo te los han prestado. No te enamores de ellos porque son impermanentes y tan sólo duran un momento. En cambio, tu espíritu es eterno: tu cuerpo vive en esta Tierra como si fuera una lámpara, pero su luz procede de la eterna Fuente en lo alto.

    Jalal al-Din Rumi. (Masnavi IV, 1840-1842).

    Si una persona perdiera la funcionalidad de alguna de sus células, incluso de una célula neuronal (algo que de hecho ocurre constantemente), se podría considerar que es la misma persona, que no ha cambiado; no existirían diferencias apreciables. Si perdiera unos cuantos millones de células el asunto empezaría a ser distinto, y si perdiera todas sus células desaparecería como tal persona.

    Si alguien analizara mis células y las copiara de alguna forma, podría construir con estas copias una persona idéntica a mí, pero no sería yo. Yo estoy aquí, el está ahí. Esto indica que yo no soy mis células. Tal vez y probablemente, mi yo se genere a partir de mis células, pero yo no soy mis células.

    No somos nuestras células

    Una cosa es realizar una copia de un ser humano. Otra cosa muy diferente es realizar una copia de mí. Si alguien replicara a un ser humano que no soy yo, es decir, construyera algo parecido a un gemelo, yo no podría distinguirlo del original, -asi como algunas veces he confundido a unos amigos gemelos-. Pero si alguien realizara una copia de mí, por supuesto que sería capaz de distinguir el original de la copia: el original soy yo (y una buena copia debería afirmar lo mismo, como ilustran multitud de realtos de Ciencia-ficción).

    ¿Cuando las células mueren, muere la subjetividad que éstas han creado? Presuponiendo que la materia crea la subjetividad, parece lógico o al menos probable que sea así. ¿Cuando las células cambian, cambia la subjetividad que éstas crean? Esto también parece lógico. Si identificamos subjetividad con "personalidad", evidentemente, ambas afirmaciones son ciertas. Ya que nuestras células nacen y mueren, y se regeneran constantemente, nuestra subjetividad (y nuestra "personalidad") también cambiaría constantemente.

    No somos nuestra personalidad

    Lo anterior parece lógico, pero se ha cometido conscientemente una confusión en el empleo de los términos. La subjetividad no es la personalidad. Una "personalidad" podría almacenarse y reproducirse de alguna forma mediante soportes informáticos. Probablemente ya se puede o se podrá algún día reproducir hasta el grado de detalle deseado una personalidad cualquiera, como la mía, en un computador. Pero no sería yo (aunque, como en el caso anterior, el computador afirmaría ser). No sería el auténtico yo subjetivo (el mío). En conclusión, ni la muerte del cuerpo ni la muerte de la personalidad son la muerte del yo. El yo muere o podría morir en el caso de que desapareciera la subjetividad sensible. Y la subjetividad nada tiene que ver con el resto de cosas conocidas. El yo sensible varía porque varía aquello que se siente o percibe. Pero la subjetividad auténtica no tiene personalidad, y no se fundamenta en aquello que siente, sino en sentir, en el propio hecho de existir, y por tanto son idénticas la mía, la tuya o la de más allá. La personalidad perece, los sentimientos cambian, pero la subjetividad es.

    La siguiente figura trata de ilustrar la exposición anterior. Sin tratar de hacer un análisis exhaustivo, podemos identificar un cuerpo, yo material o yo físico, compuesto por nuestros átomos, células etc. Este yo físico cambia constantemente (en el tiempo). Un yo físico determinado se definiría como una configuración espacio-temporal de la materia de entre las muchas posibles. En una analogía informática, serían "los datos", y podría identificarse un yo material (nivel léxico) descrito por elementos y un yo funcional (nivel sintáctico) descrito por elementos y sus relaciones o estructura. En una analogía literaria se trataría del texto y de su estructura gramatical.

    Existe también un yo psicológico que es nuestra personalidad o nuestra mente. El yo psicológico al igual que el cuerpo, cambia constantemente y puede o podría ser replicado, sin que la réplica fuera el auténtico yo. Para replicar un yo psicológico no es necesario replicar el yo material, es decir, no hace falta usar células naturales o biológicas (nivel léxico), y ni siquiera hace falta que las células artificiales estén organizadas en la misma estructura que en el cuerpo origen (nivel sintáctico) para poder replicar una personalidad. Un yo psicológico se define como un conjunto de reglas que configuran un sistema de comportamiento, de los muchos posibles. En una analogía informática, sería un algoritmo o proceso de cálculo, de los muchos posibles que se pueden representar con esos tipos de datos (nivel semántico). Los métodos Bottom-Up de Inteligencia Artificial (como las redes neuronales) tratan de crear un yo psicológico artificial intentando replicar lo más fielmente posible el yo físico natural. Los métodos Top-Down de Inteligencia Artificial (como los sistemas expertos) también tratan de crear un yo psicológico artificial pero no tienen en cuenta el yo físico natural y tratan de imitar directamente el yo psicológico natural. En la analogía literaria se trataría del significado literal del texto.

    Existe un yo sensible que se define como el conjunto de sensaciones sentidas del conjunto de las posibles. Una analogía informática de yo sensible, sería el algoritmo en ejecución (nivel ejecutivo). La replicación del yo físico produciría a su vez una copia del yo psicológico, quien presumiblemente tendría las mismas sensaciones que el yo sensible (se ignora para este análisis el hecho de la necesidad de replicar el entorno, es decir, el hecho de que dos objetos, o bien no ocupan la misma posición en el espacio, o bien no la ocupan en el tiempo). Tanto los dos programas en ejecución, como dos seres humanos vivos, siendo uno copia de otro, tendrían similares cuerpos (datos, instrucciones), personalidades (algoritmos subyacentes a esos datos e instrucciones) y sentimientos ("ejecuciones" o "corridas" y sus resultados). En la analogía literaria se trataría del significado profundo del texto, del tema, el mensaje, el fondo.

    El yo subjetivo sería el quién receptor de toda la gama de sensibilidades que forman el yo sensible producidas por el yo psicológico gracias al yo físico. El hecho de sentir algo determinado se encontraría a nivel de yo sensible. El quien siente ese algo sería el yo subjetivo. En las analogías, el yo subjetivo sería, o bien el algoritmo, o bien el texto, como conceptos. Si el algoritmo tiene un nombre (de programa) y el texto tiene un título, el yo subjetivo del algoritmo y de la novela serían aquello a lo que su nombre o título hacen referencia.

    Para ajustar mejor la analogía, no pensemos en un algoritmo o un libro estático, que no cambian en el tiempo, sino en algo en lo que alguien está trabajando, y que se modifica día a día. Supongamos que el autor (del algoritmo o del libro), ejecuta (corre) o lee su algoritmo o libro diariamente, y modifica su estructura, su significado literal y hasta su misión o tema principal. El programador o escritor puede tanto añadir como eliminar partes de su algoritmo o libro sin que el algoritmo o libro como conceptos desaparezcan. Pero no sólo eso. Incluso pudiera ser que por problemas técnicos, se borrara completamente toda la información, se borrara el disco donde está almacenado el algoritmo o se borrara el soporte del libro. Aunque se perdiera temporalmente su disponibilidad, el algoritmo o libro como idea, como concepto, seguiría existiendo, y no sería tan costoso volverlo a recomponer como a simple vista pudiera parecer, ya que seguiría existiendo como concepto en la mente de su creador.

    El siguiente gráfico representa la jerarquía anterior con algo más de detalle. El cuerpo material contiene el cerebro material, y forman el yo físico. La personalidad (interior) y el comportamiento (exterior) forman el yo psicológico. Los sentimientos son manifestados mediante nuestra emotividad.

    Cerebro, Personalidad y Sentimientos son aspectos internos de nosotros mismos, mientras que Cuerpo, Comportamiento y Emotividad son externos y nos permiten comunicarnos con otras personas.


    Tratando de identificar el yo subjetivo

    Me resulta muy fácil poner ejemplos de "yo objetivo", y muy difícil poner ejemplos de "yo subjetivo". Las personas que me rodean son hechos objetivos (a no ser que "yo" tuviera un nivel profundo de consciencia que me permitiera fusionarme con ellos en cierta medida). La percepción que las personas que me rodean tienen de mí, esto es, la percepción de mi "yo" que ellos me transmiten y yo también percibo, es también un hecho objetivo. De forma similar, cuando veo mi imagen reflejada por un espejo (antes era reflejada por una persona), observo algo ajeno a mi, observo un hecho objetivo; observo lo que una persona o un espejo dicen de mi, pero no me observo a mi mismo.

    Cuando reflexiono sobre mí mismo como si de un objeto ajeno se tratara, también estoy tratando con un hecho objetivo. Por ejemplo, imaginemos que escribo un diario de mi vida, y luego lo leo como si analizara la vida de otro. Algo muy parecido hacemos frecuentemente cuando pensamos acerca de nosotros mismos, en lo que hacemos y en nuestra vida, aunque sin papel y sin bolígrafo, sólo con la memoria de nuestro cerebro.

    Personalmente me encuentro muy lejos de una experiencia subjetiva auténtica y como decía en los primeros párrafos, este texto es fruto de mis reflexiones intelectuales y sólo lo podrá ser de mi experiencia subjetiva con lo Real en tanto a su omnipresencia, pero sin duda de una forma inconsciente, infantil e ignorante por mi parte. Por otra parte, aquellos que dicen haber experimentado esta subjetividad auténtica coinciden en que se trata de algo inefable, imposible de describir o transmitir de forma alguna; algo que sólo puede entender quien lo experimenta, y sin embargo, dada su importancia, tratan de describirlo y transmitirlo a los demás, admitiendo la paradoja que esto supone.

    Teniendo en cuenta estas tremendas limitaciones, o más bien, ignorándolas por completo, que para el caso viene a ser lo mismo, a continuación cito varios ejemplos de situaciones que, en mi opinión, o bien permiten experimentar al menos en cierto grado la consciencia de la propia subjetividad, o bien ofrecen a quienes las experimentan algo análogo a la consciencia de la experiencia subjetiva que puede ayudar a imaginar de qué se trata. Quiero destacar que no hay nada tan paradójico como un recetario para experimentar la subjetividad, cuando precisamente por su propia definición la subjetividad es aquello que todos experimentamos contínuamente. Se trata, no de experimentar la subjetividad (eso ya lo hacemos sin ningún esfuerzo), sino de darnos cuenta de ello [ Nota 9 ].

    • Cuando tras varias horas de trabajo intelectual intenso con el ordenador, de pronto, la pantalla se apaga -con o sin perdida de datos- y uno se descubre mirando fijamente y lleno de interés un rectángulo negro e indiferente.
    • Cuando uno observa en la televisión como se hunde un edificio con miles de seres humanos atrapados en él, consciente de que podría encontrarse en una de aquellas ventanas, y de que todo su proyecto vital, e incluso todos sus planes para las próximas cuatro horas están supeditados a una ahora dudosa convicción en la seguridad y en la permanencia física.
    • Cuando se evita por cuestión de décimas de segundo un terrible accidente de circulación.
    • Cuando se encienden las luces de la sala de cine, al finalizar una película.
    • En el recuerdo del fallecimiento de un ser querido.
    • Cuando tras meses o años de gran esfuerzo en una tarea determinada, el resultado es evaluado y el tribunal o la entidad responsable de su juicio determina con ridícula solemnidad que el objeto de análisis es considerado satisfactorio y digno de su eminente aprobación.
    • En cualquier acto aparentemente insignificante. Por ejemplo, en algo que hacemos todos a diario: cuando abro una puerta, prestando toda la atención al hacerlo. Sintiendo cómo soy yo quien abre la puerta, no la puerta quien es abierta pasivamente por mí, ni es el contexto lo que nos obliga a estar aquí los dos juntos. Sin prisa, la puerta me espera, y yo no me abalanzo, no optimizo los segundos ni los movimientos musculares necesarios para la operación. Tampoco hago movimientos inútiles. Simplemente lo hago. Ni siquiera me importa si la puerta se abrirá o no ante mis movimientos. Ignorando todo lo demás, olvidando pasado y futuro, abro la puerta con naturalidad, sin prisa, casi acariciando el picaporte, transmitiéndole mi humanidad.


    Lo subjetivo y lo presente

    Lo subjetivo es presente. Lo objetivo es pasado y futuro. Una forma muy basta de experimentar consciencia de la subjetividad, y que es análoga a "matar moscas a cañonazos" (las moscas me perdonen por la desafortunada expresión), podría ser, para quien pueda hacerlo, olvidar pasado y futuro, viviendo en un "ahora" cuya duración sea la menor posible: por ejemplo, mejor un segundo que dos; mejor un día que un año. Si sólo recordáramos lo que hemos hecho en los últimos diez minutos y sólo fuéramos capaces de prever los siguientes diez, viviríamos una realidad más subjetiva que si lo hiciéramos en una "ventana temporal" de diez años.

    Sin embargo, esta forma de subjetividad es poco práctica: no facilita la supervivencia, no aprovecha la memoria como aprendizaje de lo pasado, ni la inteligencia para prever el futuro. Para colmo, esta forma bruta de subjetividad se puede conseguir sufriendo el efecto de ciertas enfermedades y drogas, y su atractivo es por lo general, engañoso, peligroso y nada recomendable.

    La forma adecuada de experimentar la consciencia de la subjetividad viviendo el presente, tal vez consista, no en olvidar el pasado e ignorar el futuro, sino en desconectarlos de la consciencia de la realidad; en tachar en ellos la etiqueta de "real". Se trataría de ser conscientes de presente, pasado y futuro, pero asignando realidad únicamente al presente. Algo parecido parece que ocurre al soñar, ya que en los sueños la experiencia subjetiva soñada presente es real, pero el resto se difumina en una niebla de incoherencia: no se pierde el recuerdo y la experiencia de lo soñado pasado, ni la capacidad de prever mediante la lógica el futuro, pero se mantiene la atención consciente en el presente.


    ¿Cómo desarrollar el yo subjetivo?

    El texto que sigue a continuación, asi como algunos de los argumentos que han aparecido en este artículo están basados o inspirados, al menos en parte, en interpretaciones de algunos textos y relatos sobre sufismo. Quiero destacar la rica aportación que he obtenido de estas referencias, aclarando que, evidentemente, este texto no pretende reflejar directamente los fundamentos de la tradición sufí. El lector interesado en la tradición mística sufí encontrará una referencia directa en el artículo ¿Qué es el sufismo? del Dr. Javad Nurbakhsh [ NUR02 ].

    El siguiente gráfico intenta mostrar las distintas fases por las que se puede pasar en el caso de desarrollar un ser completo (subjetivo y objetivo, o interior y exterior). En él se refleja tanto la importancia de identificar y desarrollar lo que es uno mismo (en esencia), como de identificar y desarrollar lo que no es uno mismo (que por no ser esencial, no deja de ser necesario).

    En el estado incial o habitual, la atención se encuentra dispersa, fuera del yo subjetivo. La persona cree erróneamente que el concepto que tiene de sí mismo es algo interno y real, cuando en cambio se trata fundamentalmente de algo externo. La persona se olvida del auténtico yo. El yo objetivo no es controlable por el yo subjetivo y esto hace que la persona se comporte como varias diferentes en distintos momentos. Unas veces reacciona de una forma, otras de otra y en el fondo no sabe porqué. Aunque esté socializada; es decir, aunque controle mediante la razón la manifestación de sus sentimientos, o lo que es lo mismo, aunque controle sus actos, no tiene ningún autocontrol sobre su estado de ánimo, sobre sus pensamientos o sobre sus sentimientos.

    Desconectando los estímulos externos, por ejemplo mediante la meditación puede llegarse a vaciar el yo objetivo dejando únicamente el yo subjetivo o auténtico. Este estado es difícil de conseguir y de mantener. Por sí mismo no aporta nada especial, pero permite sentir la conexión subyacente de todas las subjetividades en Una. El "yo" desaparece, o lo que es lo mismo, se extiende por todo el Universo.

    La liberación de las ataduras del yo objetivo permite que el yo subjetivo pueda desarrollarse y fortalecerse. La semilla de Dios plantada en uno crece y se desarrolla.

    El desarrollo interno produce una acción externa, de forma que se toman de nuevo actitudes, roles, o figuras de "yo objetivo" en el mundo exterior a uno mismo, pero esta vez, sustentadas y controladas por el yo subjetivo. El estado interior de la persona es estable, es firme. La felicidad no se ve alterada por los sucesos externos. Sin embargo, no se vive ajeno al resto sino integrado con todo en actitud de amor.


    Notas



    [1] Herrán Gascón, M. de la (2002). ¿Qué es Real? Lo subjetivo y lo objetivo. Instituto de Investigación sobre la Evolución Humana, A.C. [ Volver ]



    [2] Director de la publicación REDcientífica.com [ Volver ]



    [3] Podría afinar más y decir "yo sólo sé que creo que veo un árbol". Precediendo a la declaración de todas las actividades subjetivas como son: "siento", "pienso", "veo", "escucho", "percibo", "soy consciente", etc. podríamos poner un "creo que": Creo que siento, creo que pienso. Y podríamos construir con cualquiera de ellas analogías equivalentes al "pienso luego existo", ya sea con o sin el "creo que": siento luego existo, veo luego existo, creo que siento luego existo, creo que veo luego existo, .

    Es muy interesante añadir el creo también en la segunda parte de la expresión: "Creo que pienso, luego existo", obteniendo: "Creo que pienso, luego creo que existo" También lo podemos hacer con "siento", equivalente al resto pero más significativa:

    "Creo que siento, luego creo que existo"

    De igual forma que no se puede rebatir el "siento" con el "creo que siento", no se puede rebatir el "existo" con el "creo que existo". No es posible creer que se siente, sin sentir. No es posible creer que se existe sin existir. E incluso, no es posible simular que se suma uno mas uno, sin sumar uno mas uno. Aunque existen muchas expresiones equivalentes, para mí, la mejor expresión de la única certeza es:

    "Siento, luego existo" [ Volver ]



    [4] No todos los objetos del mundo 3 tienen las mismas propiedades esenciales. Popper indica que hay objetos del mundo 3, como "par", "impar" o "divisible entre dos", que de alguna forma ha existido siempre, sin que sea necesario que alguien piense en ellos, y por tanto no es muy apropiado llamarlos "productos de la mente humana". [ Volver ]



    [5] Popper comenta que se denomina materialistas o fisicalistas a los filósofos que sólo consideran real el mundo 1, e inmaterialistas a los que sólo consideran real el mundo 2, y entre estos últimos destaca a Ernst Mach y al obispo Berkeley. Entiendo que según esta clasificación, este trabajo puede considerarse de un autor inmaterialista siempre que esto suponga, no una negación absoluta de la realidad del mundo material, sino una afirmación de la absoluta realidad del mundo subjetivo que hace que, a su lado, la realidad del mundo material pierda importancia. [ Volver ]



    [6] En el articulo Ciencia-ficción, vida e inteligencia artificial, llego a la conclusión de que "todo es real", de que "todos los niveles de realidad son reales, pero para cada uno el suyo", es decir, para cada uno de nosotros sólo es real el nivel de realidad de la subjetividad, cada uno de la suya. Esta es la razón por la cual los sueños parecen -y en realidad son- tan reales como la realidad "normal". No se trata de que lo que sueño esté sucediendo en un sentido objetivo, sino de que yo siento que sucede en un sentido subjetivo y ese mundo 2 es el único real. Esto explica la fantástica introducción al artículo, donde dice: "todo lo que imaginamos posee una existencia tan auténtica como la de todo lo que nos rodea". Lo subjetivo posee tanta o mayor solidez y realidad como lo objetivo. [ Volver ]



    [7] No parece muy correcto hablar de más de un Universo, cuando el origen de la palabra hace referencia a todo lo existente. Si el universo es todo en uno, no puede haber varios universos. La contradicción puede resolverse acuñando un nuevo término, aunque esto tiene algunos inconvenientes. En cualquier caso, yo prefiero emplear contradicciones cuando éstas facilitan la transmisión de las ideas. Esto ocurre con gran frecuencia. Algunos ejemplos son: "Que la ética no te impida hacer lo que está bien"; "El médico que sólo medicina sabe, ni medicina sabe"; "La espontaneidad no se improvisa"; "El racionalista que sólo es racionalista, no es ni siquiera racionalista".

    Curiosamente, este texto es susceptible de una profunda confusión entre el significado de los términos "objetivo" y "subjetivo". Esto es sorprendente, máxime cuando se hace referencia a ellos continuamente. La razón de esto es que aquí se discuten las propiedades de aquello a lo que la gente hace referencia cuando habla de subjetivo y objetivo, y se argumenta que estas propiedades son contrarias e incluso opuestas a lo que la gente cree, con lo cual, se podrían intercambiar los términos. En el texto se propone asociar "subjetivo" (interior) con "real" (cierto). En cambio, si quisiéramos mantener la popular asociación entre "real" y "objetivo", a la experiencia interior o experiencia consciente habría que llamarla entonces "experiencia objetiva". Evidentemente, lo importante no es llamar a la experiencia interior (a la experiencia consciente), "objetiva" o "subjetiva", sino saber de qué se trata, determinar sus propiedades y ser capaces de desarrollarla. [ Volver ]



    [8] Los informáticos encontramos otra analogía de esta idea en el tratamiento del tiempo como variable informática (los no informáticos pueden ignorar esta nota). En una fase inicial es común tratar el tiempo como un tipo de dato especial, debido a sus inusuales propiedades. Por ejemplo, una variable temporal siempre incrementa su valor, y lo hace a un ritmo constante. Además, los datos asociados a una variable temporal que representen sucesos del pasado son inmutables. De hecho, todos los datos, sean del tipo que sean, pueden ser vinculados a valores temporales. ¿Acaso de esto se concluye que todos los datos referidos al pasado son inmutables? Más adelante uno cae en la cuenta de que se consiguen ciertas ventajas tratando el tiempo como una variable más, a pesar de sus curiosas características, que de todas formas son susceptibles de unas cuantas excepciones. En una siguiente fase se combinan las ventajas de ambos enfoques, reconociendo que, al fin y al cabo, aunque el tiempo pueda considerarse como una magnitud más, y de esto se puedan obtener algunas ventajas, el tiempo posee atributos realmente especiales, y de esto se pueden obtener otras. [ Volver ]



    [9] A menudo me surge la duda: "¿Con qué derecho me atrevo a discutir analogías de la experiencia subjetiva sin tener ni la más remota idea de aquello de lo que estoy hablando?", como su complementaria "¿Bajo que criterio dejar de hacerlo?" y su síntesis "¿Cómo reconocer a una autoridad en la materia?". La situación es desesperante y cómica, al menos como para echarse a reír de uno mismo, y para no tener que cargar con el sentimiento en solitario, hacerlo también de toda la historia de la filosofía como fieles acompañantes en discordia.

    Existen ejemplos que pueden utilizarse como precedentes a favor de la expresión libre de metáforas. Por lo que conozco, en todas las culturas se considera el hecho de dormir como una metáfora de la muerte, y no conozco a nadie a quien se le haya reprochado el uso de la metáfora del sueño para tratar de entender lo qué es la muerte. Sin embargo, ¿hay alguna forma de saber si esta metáfora es acertada? ¿Podemos usar esta metáfora como precedente que justifique el uso de otras análogas? Depende: ¿Bajo que criterio la primera es válida? ¿Bajo que criterio son análogas? Respondamos al menos a lo primero: bajo el criterio de que "a nadie le ha reprochado su uso". Sin embargo, ¿Bajo que criterio, el criterio de que "a nadie se le haya reprochado el uso de" es un criterio válido? En este momento no se me ocurre ningún ejemplo de metáfora popular no afortunada, tal vez debido a que las no afortunadas no se hacen populares. ¿El criterio democrático de la opinión de la mayoría, tan común en la ciencia, es aplicable en este caso?

    Siempre nos faltará un último sistema de referencia. Una vez más, aquí estamos tratando de hablar de lo que no se puede hablar y este dilema es un ejemplo de que todos los sistemas de referencia son arbitrarios. No se pueden justificar plenamente, ya que para demostrar algo, necesitamos de un sistema de referencia. Todos los sistemas de creencias, sistemas políticos o métodos científicos, son indemostrables. Debido a esto, a mi, personalmente, siempre me ha parecido un despropósito limitar la expresión del conocimiento a la figura de la "autoridad en la materia", pero lamentablemente ésta y las anteriores reflexiones, también se desprenden de sistemas de referencia indemostrables.

    Afortunadamente, existen situaciones en las que no son necesarios sistemas de referencia, y digamos, es posible encontrar una certeza ajena a sistemas de creencias, sistemas políticos y métodos científicos. Se trata de, en un día de verano, y soleado, pasear por un camino no demasiado sucio, tal vez por la orilla del mar, tal vez por el borde de una carretera poco transitada, a ser posible y si es pronto, con un buen helado; y si es ya tarde, con una cerveza, o en cualquier caso, sin nada de esto, pero acompañado, eso sí, con el aroma de las plantas que asoman su verdor por las inhóspitas rendijas que quedan entre las piedras o el asfalto. [ Volver ]


    Bibliografía utilizada



    [POP94] Popper, Karl R. (1994). "El conocimiento y la configuración de la realidad" en En busca de un mundo mejor. Ediciones Paidós Ibérica, S.A. Barcelona. [ Volver ]



    [FERnd] Ferris, Timothy (19??). El firmamento de la mente. [ Volver ]



    [NUR02] Nurbakhsh, Javad (2002). En la taberna. Ediciones Nur. [ Volver ]



    [ALA02] Conferencia ALA en Madrid (2002). "Las bases filosóficas del movimiento por los derechos de los animales. Más allá del especismo". Jueves 9 de mayo, en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma. http://www.liberacionanimal.org/. Ver Por qué derechos para los animales [ Volver ]


    Otras referencias relacionadas





    Sobre el documento


    Durante algunos años me ha interesado la posible subjetividad de las máquinas, y he estado dando vueltas a la idea acerca de si es posible crear auténtica "vida artificial", pero solo hasta asistir a la conferencia de ALA (y al consultar sus documentos) empecé a definir el asunto en estos términos: "¿Tienen o no tienen una subjetividad las máquinas?". En la conferencia se hablaba de la posible subjetividad de los animales, defendiendo su existencia utilizando las mismas evidencias que habitualmente empleamos para justificar la existencia de la subjetividad humana.

    Llama la atención cómo, al menos hoy en día, la subjetividad de otros humanos nadie la pone en duda (o casi), por otra parte, (casi) nadie cree en la subjetividad de las máquinas y en cuanto a los animales, las opiniones se encuentran divididas. Es importante destacar que hay animales cuya estructura y comportamiento son relativamente tan sencillos que nos recuerdan a máquinas, y por otra parte, hay animales cuya estructura y comportamiento son relativamente tan complejos que nos recuerdan a seres humanos. En aquella época, el equipo editorial que ahora hacemos REDcientífica, enviamos un boletín que llamabamos "REDhumana" con este contenido:


    Boletín REDhumana.com - Derechos de los animales

    Nos gusta creer que la ciencia es la noble búsqueda del conocimiento objetivo, y avanza siempre en servicio de la verdad, pero lo cierto es que los científicos encarnan los prejuicios de la época que les ha tocado vivir y, en su caso, el fanatismo intelectual entraña un especial peligro, ya que se pueden transmitir hechos falsos como dogmas del conocimiento que, a su vez, se convierten el el pilar sobre el que se elevan las fronteras morales. Por desgracia, la historia nos ha enseñado que, cuando se unen arrogancia y cultura, el resultado suele ser nefasto para los proscritos del universo moral de una cultura.

    Desde tiempos de Aristóteles, padre filosófico del conocimiento científico en Occidente, la ciencia ha estado al servicio de la moralidad. El filósofo griego calificó a los hombres como los seres más perfectos de la creación, seguidos de los elefantes, los delfines y las mujeres, por este orden. Tendrían que pasar dos milenios para que a un hombre se le negara el derecho de pegar a su esposa.

    "Algún día los hombres verán el asesinato de un animal como hoy contemplamos el asesinato de un hombre" (Leonardo da Vinci)

    "La cuestión no es ¿pueden hablar? sino ¿pueden sufrir? (Jeremy Bentham)

    "No existe una ética para los humanos. No existe una ética para los animales. Sólo existe la ética" (liberacionanimal.org)

    NEXT OF KIN (PRIMOS HERMANOS). LO QUE ME HAN ENSEÑADO LOS CHIMPANCÉS ACERCA DE LA CONDICIÓN HUMANA
    Roger Fouts

    Los chimpancés son capaces de entender el lenguaje oral y de comunicarse entre sí y con los seres humanos a través de lenguaje de signos (lenguaje de los sordos). Además, tal como describe Roger Fouts, piensan y actúan de un modo tan similar al de los humanos, que resulta fácil ver en ellos a unos parientes cercanos, tán próximos como si se tratara de primos hermanos.

    ARCHIVOS DE LA ALTERNATIVA PARA LA LIBERACIÓN ANIMAL
    Oscar Horta - liberacionanimal.org

    La discriminación ética según la especie se intentar justificar habitualmente apelando a la superioridad de ciertas posibilidades intelectuales humanas sobre las animales. Pero lo cierto es que un gran número de seres humanos carecen de tales capacidades. No va a existir característica alguna que nos sitúe a cada uno de los seres humanos por encima del resto de los animales. Ya sea la inteligencia, el lenguaje, la autoconciencia... siempre habrá algún humano privado de ella.

    Poner de relieve esta cuestión no supone un insulto a los seres humanos privados de estas características, al contrario, quien discrimina por razón de la racionalidad a otro animal, lo hace también al ser humano menos inteligente. La única actitud coherente es la de respeto por unos y otros.

    En el rechazo de la experimentación con animales, las razones éticas se suman a las prácticas, ya que estos experimentos no ofrecen en ningún caso la confianza que habitualmente se les atribuye. El ácido acetilsalicílico provoca defectos de nacimiento en ratas, ratones, perros o cobayas, y la muerte en gatos, pero no en humanos. En cambio, el opreno usado como tratamiento contra la artritis mató a 61 pacientes y causó más de 3.500 casos de reacciones adversas graves, aunque había sido testado en monos y otros animales, que no mostraron problemas.

    "Según nuestros conocimientos actuales, no se pueden comprobar ni el efecto probable de los medicamentos, ni su eficacia, ni su inocuidad en los humanos mediante la experimentación en animales." (Pr. Herbert Hensel, farmacólogo)

    Líneas para la investigación biomédica
    Por qué contra la vivisección
    Por qué derechos para los animales
    Qué es la vivisección


    La imposibilidad lógica de conocer la subjetividad ajena, por una parte, y por otra, la posible aportación que pudiera suponer este asunto, tal vez algún día y con el esfuerzo de muchos investigadores, en el cambio de "cultura" necesario para evitar el sufrimiento de animales (¡y de humanos!), me convencieron de que era interesante intentar buscar una solución al problema de la falta de certeza acerca de la subjetividad ajena, y hacerlo aunque para ello hubiera que transgredir la lógica habitual, el principio de identidad yo=yo, el método científico y otros sólidos cimientos de nuestra cultura, pero sin dejar de mostrar sentido común y una cierta coherencia, reservando estas ausencias para otras ocasiones festivas más señaladas.

    Me alegra mucho ver cómo Miguel García Vives, mucho antes que yo, ha desarrollado profundamente estas y otras ideas con el fundamento filosófico del que yo mismo carezco. Unas veces unidos en espíritu o mediante rentables alianzas, otras enfrentados o antagónicos en el método o en la forma; en cualquier caso, es el deseo de todos los investigadores minimizar el sufrimiento de todas las subjetividades.





    Sobre el autor


    Manuel de la Herrán nació en Bilbao en 1971. Es ingeniero informático y ha trabajado en varias empresas desarrollando tecnología en Internet y dirigiendo sus departamentos técnicos (Okté, Cocotero, EnLaPrensa). Ha escrito un libro en forma de ensayo, así como numerosos artículos sobre Evolución, Computación Evolutiva, Algoritmos Genéticos, Inteligencia Artificial, Datamining y Datawarehouse, OLAP y Bases de Datos Multidimensionales, Bases de datos Oracle y Programación en Internet. Ha sido profesor de la Universidad de Deusto y ha participado en la creación de proyectos como IIEH, Gaia (finalista iBest 2000), y REDcientífica (Premio Nacional Sociedad de la Información).





    Documentos relacionados




    © Copyright 2002-2004 Manuel de la Herrán Gascón.
    © Copyright 2002-2004 REDcientífica.
    Todos los derechos reservados.


    [Evaluar este artículo]








  •               Misión de REDcientífica              Condiciones de publicación              E-mail de contacto



      Bookmark and Share