Humanismo en un mundo complejo: Futuro Singular

¿Existe relación entre la necesidad de diversidad genética y la enfermedad? ¿Cuál será el impacto de los nuevos descubrimientos del cerebro en nuestras vidas? ¿Cómo abordar un mundo de complejidad creciente desde una perspectiva humanista? Estas son algunas de las preguntas que expertos en neurociencia, genómica y big-data trataron de responder en el encuentro “Futuro Singular Bilbao” celebrado en el Palacio Euskalduna el pasado 26 de abril de 2018.

Enfrentados a tecnologías capaces de producir cambios exponenciales en nuestras vidas, las organizaciones sociales dan un paso al frente promoviendo la aplicación de la tecnología al bienestar y empoderamiento de los colectivos más vulnerables. Lo hacen acorde con el estado de desarrollo de la ciencia y la tecnología, pero sobre la base de una aproximación humanista.

Los científicos y expertos en últimas tecnologías estuvieron acompañados por representantes de organizaciones sociales como la Confederación Española de Personas con Discapacidad Física y Orgánica (COCEMFE), la Plataforma Europea de Esclerosis Múltiple (EMSP), y la Plataforma de Organizaciones de Pacientes.

“La revolución tecnológica y científica que estamos viviendo está derribando los pilares conceptuales sobre los que se sustentan la interpretación del ser humano, la enfermedad, el envejecimiento y la discapacidad”. Esta es al menos la visión de las organizaciones sociales que celebraron este encuentro junto con científicos y expertos en tecnologías emergentes, anticipando posibilidades que hasta hace poco se reservaban para las novelas de ficción. Durante el evento, los científicos y líderes sociales compartieron sus propuestas e iniciativas para asegurar que estos cambios se orienten hacia el bienestar y empoderamiento de aquellos que más lo necesitan.

Participaron
Enrique Gómez Aguilera, Gurutz Linazasoro, Ángel Carracedo, Laura Roa, Anxo Queiruga, Pedro Carrascal Tomás Castillo, Ignacio Aizpún, Alejandro García, Héctor Díez, Lola Morón y David Prieto.

Más información: futurosingular.com

 

La muerte de la universidad

Las universidades han sido tradicionalmente templos del saber, centros donde se acumula el valioso conocimiento, almacenado en gigantescas bibliotecas, y especialmente en las mentes de los profesores. Pero este saber ahora se encuentra disperso, replicado, y totalmente accesible por cualquier interesado. Sin duda alguna, las bibliotecas van camino de convertirse en museos, si no lo son ya.

Afortunadamente para ellas, las universidades tienen una segunda misión: la certificación del conocimiento. Pero esta también ha sido desvirtuada. Las diferencias entre los licenciados de una misma promoción son altísimas, y el título o la «venta de títulos» es un negocio, sí, pero con fecha de caducidad.

¿Ejemplos? El ingeniero informático trabaja como diseñador gráfico, el licenciado en bellas artes tiene éxito como blogger, es decir, como periodista, y el licenciado en ciencias de la comunicación monta una empresa de distribución de vino, mientras que el licenciado en económicas es programador en punto net.

Los títulos pierden sentido porque no representan ni significan apenas nada. Se valora, si acaso, la dificultad de haberlos obtenido, la auto-disciplina, la flexibilidad en el trabajo en equipo, la inteligencia, y en definitiva, la capacidad de ofrecer resultados.

¿Que opción les queda a las universidades? Por un lado, incrementar el valor de sus títulos, aumentando gradualmente la exigencia a sus alumnos, recorriendo el camino inverso al de los últimos diez años. No tiene mucho sentido que en un examen aprueben el 100% de los alumnos. Lo esperable debería ser un porcentaje como máximo del 90%. Tanto un 50% de suspensos, o más, como un 100% de aprobados son resultados extraños.

Por otro lado, existe un tercer papel, el de canalizar los intereses de los adolescentes y transformarlos en el desarrollo de una profesión, al mismo tiempo que se forja una personalidad. Esta es la otra gran oportunidad. Las universidades transmiten valores, los cuales se definen no en los idearios, sino en los procesos de selección, formación y valoración del profesorado.

Introspección y extrospección

«Nada vale la ciencia si no se convierte en conciencia» —Carlo Dossi

El campo de la vida interna será el del próximo futuro, y su verdadero desarrollo también vendrá de manos de la ciencia, pero de una ciencia dotada de distintos medios y métodos a los actuales, adornada de una mayor exquisitez y pureza lógica-matemática.

El pensamiento científico tiene su más firme base en la «extrospección», es decir, en el análisis de los fenómenos «externos», entendiéndose por estos aquellos que no pertenecen en sí a los mismos observadores, sino que son exteriores a ellos. Es fácil entender que el observador ideal es el que está situado en la posición más privilegiada de observación, que es la que no influye en la experiencia, que a su vez se ha logrado aislar de toda influencia externa que pudiese desvirtuar la debida contrastación. Salvando las oportunas distancias, en términos judiciales, ésto equivale a que el «jurado» sea imparcial.

La ciencia debe mucho de su extraordinario desarrollo a la «extrospección», hasta el punto de haberse acuñado el calificativo de «ciencias puras» a aquellas que han estado más íntimamente ligadas a la «extrospección» (Matemáticas, Física, Química, etc.). Las que poseen en su constitución una componente más bien pequeña de introversión han ido pasando desde el campo de la ciencia experimental, en un principio muy especulativo, al de las ciencias consagradas, casi «puras», como, por ejemplo, la Bioquímica o la Genética. Para Popper, las ciencias más ligadas al campo introspectivo, tales como la Psicología, tienen caracteres más metafísicos que científicos, cuestión ésta apuntada por más de un autor. Opino que se está incurriendo en una clara injusticia, pues los métodos científicos, según la «lógica de la investigación científica» de Popper, en cuanto al uso de hipótesis y su subsiguiente contrastación intersubjetiva, se dan en todo este campo del conocimiento que denominamos ciencia. Creo, más bien, que la dificultad estriba, no en que el campo de la actuación de la Psicología, por ejemplo, sea subjetivo, sino que la inmersión en la introspección que conlleva su estudio es de una dificultad cualitativa muy superior del del método «extrospectivo» aplicado a las demás ciencias llamadas puras. También, podríamos decir que la aplicación del método estrictamente «extrospectivo» de las ciencias puras a estas otras ciencias, tales como la Psicología, no obtiene los resultados conseguidos en otras ciencias, pero a mi entender ésto solo es consecuencia de las dificultades del campo en que nos movemos. Tal vez los métodos usados, muy eficaces en el campo «extrospectivo», no lo sean tanto en el introspectivo. Hay que aplicar métodos científicos de investigación (definidos por la más pura ortodoxia de Popper en cuanto a hipótesis y contrastaciones) a la introspección, lo cual requiere de nuevos métodos mucho más imaginativos que los que actualmente han sido usados, más propios del campo de la extroversión.

Al llegar aquí hemos de hacer un alto para recalcar la reticencia ante la ciencia en el ámbito de los saberes menos «consagrados». Los pocos resultados prácticos científicos que han sido obtenidos en algunos terrenos de la Parapsicología o de los llamados fenómenos paranormales, han inclinado a muchos estudiosos de estos temas a buscar soluciones en otros mundos separados de la ciencia como el obscurantismo o la magia. Ese no es el camino. La validez de la ciencia está lo suficientemente asentada para no escoger otros caminos caracterizados, precisamente, a lo largo de la Historia, por su incompatibilidad con el progreso humano. El fracaso del método científico aplicado a estos temas, a mi entender, tiene su origen en lo apuntado anteriormente: hay que desarrollar un método científico nuevo, diferente al que se ha estado usando hasta el presente, basado en la «extrospección»; un método útil en el terreno introspectivo, mas, sus resultados no deben ser subjetivos, sino tan objetivos como los obtenidos a partir de la «extrospección».

Nuestra ciencia tiene que pasar del estudio de lo externo a lo interno, a nosotros mismos. Tiene que emitir hipótesis sobre este ámbito, pero dichas hipótesis deben ser contrastadas intersubjetivamente, para que continuemos en el campo de la lógica científica. Se han dado balbuceos en esta dirección, pero las dificultades son inmensas. En mi opinión, es en este milenio que comienza donde se irán desvelando los misterios de este mundo altamente complejo, tal como apuntan las previsiones futuristas. El campo de la vida interna será el del próximo futuro, y su verdadero desarrollo también vendrá de manos de la ciencia, pero de una ciencia dotada de distintos medios y métodos a los actuales, adornada de una mayor exquisitez y pureza lógica-matemática.

Hay algunas creencias antiguas de la Humanidad, asumidas por estratos amplios de la misma, que si se demostrase científicamente su «compatibilidad» con la ciencia, podrían representar un claro avance sobre lo obtenido por la ciencia oficial hasta el presente. Ciertas creencias de orden religioso, teológico y místico parecen estar cada día más cerca (asintóticamente) de la propia ciencia. Y es que la compatibilidad y armonía entre ciencia y creencias representaría para la vida humana un salto cualitativo fabuloso.