https://sentience-research.org/ REDcientifica - Una explicación para la conciencia - Guillermo Brand Deisler



ISSN: 1579-0223
 
Sentience Research
REDcientífica
· Misión de REDcientífica
· Contacto
· Condiciones de publicación
· Consultar todos los documentos
· Consultar todos los autores
· Acceso usuarios registrados
· English version


PORTADAS
40  41  42  43  44  45  46  47  48  49  50  51  52  53 

BOLETINES
40  41  42  43  44  45  46  47  48  49  50  51  52  53 

TEMAS



ENLACES

Una explicación para la conciencia

Guillermo Brand Deisler
 
ImprimirEnviar



La Conciencia ha constituido un reducto inexpugnable para la Razón humana desde que ambas emergieran producto de la evolución. El presente trabajo está orientado a entregar una explicación coherente acerca del cómo y porqué a través de su evolución el ser humano accedió a la inédita dimensión que surge como consecuencia de situar parte de la acción del Individuo en escenarios donde se rompen las leyes de tiempo – espacio que desde siempre han condicionado todo aquello que sucede en el mundo material donde está situado el cuerpo del Individuo. Este singular quiebre, y la forma en que ha tenido lugar, ha posibilitado que cobre vida el Ser Conciente.

Ha sido necesario referirse a variados tópicos para acceder a armar el rompecabezas al que metafóricamente se puede aludir como una ayuda para hacer más fácil la compresión del tema, por las muchas similitudes que pueden establecerse en la forma como se ha estructurado este trabajo y el tomar piezas dispersas, que están ahí, a la mano, que guardan relación cada una de ellas con el conjunto, relación que se estrecha entre piezas contiguas, por el límite que comparten. En dicho límite compartido, lo que es de una pieza también lo es de la otra, sin embargo no es necesario recurrir a una exhaustiva comparación para saber con certeza que son contiguas; con algunos indicios basta para decidir el tomar una pieza y situarla junto a otra para verificar si tiene lugar el calce adecuado. Reconociendo la ayuda que puede brindar para armar un rompecabezas el contar con una previa visión de conjunto a partir de la cual se destacan algunas particularidades que facilitan su posterior armado, es que resulta conveniente hacer mención en esta introducción a algunos puntos importantes atingentes al tema de la Conciencia.

La vida está indisolublemente atada a la materia. Tanto el cuerpo del Individuo que porta la vida como el medio en el que éste se encuentra, están conformados por materia, esa ubicua representación de la energía que sólo adquiere sentido en aquel indefinible punto de la vara del tiempo que conocemos como Presente. Múltiples características hermanan a todos los seres vivos, para quienes -tras el desconocido propósito de la vida- estar vivos “ahora, en este presente”, no representa mas que una singularidad en el real desafío que enfrentan: continuar con vida en sucesivos y próximos presentes, en un medio que se caracteriza por un continuo cambio. Los seres vivos con cerebro cuentan con una representación mental de su medio material relevante para cada instante de su existencia, representación –o correlato- que es generado a partir de la información que perciben del medio material a través de sus sentidos. Dicho correlato mental es componente fundamental de lo que se definirá como la Realidad del Individuo. A su vez, el actor principal en dicha representación mental del medio, es la representación mental corporal, esto es, el correlato mental de un cuerpo que es permanentemente monitoreado por el cerebro.

El Ser Conciente es una muy particular entidad que habita tan solo en el ser humano, en su cerebro, y que se configura y emerge a la par del aprendizaje y dominio del lenguaje durante los primeros años de vida. Esto es posible gracias a la potencia del lenguaje humano, la que permite generar escenarios mentales de su medio relevante que formando parte de la Realidad del Individuo no necesariamente corresponden a correlatos de aquello que está presente en el medio material relevante en el que se encuentra situado el Individuo. Para los restantes seres vivos con cerebro, la representación mental de su medio relevante siempre es la de su medio material relevante. En tal sentido, la Realidad del Individuo de estos últimos está literalmente atada al medio material y a la forma como éste va variando instante a instante.

El que el ser humano consiga abarcar en su representación mental del medio a segmentos de éste que no cuentan con su recíproco en el medio material donde está situado su cuerpo, implica que en esas muy particulares zonas no se está sujeto a las leyes que rigen a la materia, lo que a primera vista tiene implícito un aparente contrasentido, dado que la representación mental del medio es el fruto de un proceso evolutivo gestado para y por un individuo que ha permanecido indisolublemente atado a su muy material cuerpo, en un muy material medio. Una forma de resolver este dilema pasa por asumir que paralelamente a la evolución que ha través de su historia ha registrado el ser humano, se ha ido gestando una nueva entidad, capaz de desplazarse por estos inmateriales escenarios –condición necesaria para justificar la representación mental de aquellos segmentos del medio que no cuentan con su recíproco en el medio material- y a su vez capaz de coexistir sin pugna aparente con la representación mental corporal.

En los escenarios mentales generados a través de la acción del lenguaje humano se torna posible otorgarle al tiempo y al espacio una maleabilidad que no es permitida en el mundo en el que habita el cuerpo material del Individuo portador de la vida. La experiencia de vida que aporta el lenguaje humano, cuando su empleo excede al “aquí, ahora”, precisa de un “alguien” que vaya viviendo la experiencia. Indudablemente al correlato mental del cuerpo material, cuerpo que está atado al presente y al medio material, no le es dado vivir dicha experiencia, lo que exige de la participación de un “tercero en escena”. Surge así una entidad, en extremo subyugada al componente gregario afectivo que caracteriza al ser humano, capaz de trasladarse por los inmateriales y atemporales escenarios generados por la acción del lenguaje.

La “Realidad del Individuo”

Lo que perciben del mundo que les rodea los seres vivos con cerebro a través de sus sentidos, en el instante que están viviendo, les permite generar un correlato mental de dicho segmento del mundo. Este correlato forma parte de una estructura mental mayor, que será definida como la “Realidad del Individuo”, que constituye una particular representación mental del Individuo en interacción con el medio, actualizada momento a momento. Antes de profundizar acerca de este concepto, es conveniente revisar algunos aspectos relacionados con el cerebro.

Un cerebro capaz de proyectar el futuro haciendo uso del pasado

El cerebro almacena experiencia de vida, en lo que se conoce como "memorias". El proceso de adquirir memoria consiste básicamente en la modulación de las sinapsis, los contactos entre neuronas, que conducen a asociaciones entre neuronas; la información que contienen viene definida por relaciones entre ellas. Cuando una neurona es excitada y activada, colabora en la excitación y eventual activación de aquellas con las que se encuentra conectada. Una experiencia que se está viviendo, se incorpora a través de nuevas conexiones a la red preestablecida, o redes, que activa. Lo nuevo evoca a lo antiguo y por asociación y consolidación se convierte en parte del mismo sustrato de memoria.

Con dicho mecanismo se posibilita relacionar temporal y espacialmente un "antes" con un "después". En una experiencia posterior, al percibir el Individuo a través de sus sentidos algunos segmentos del medio que le inducen a evocar determinadas experiencias de vida, dispone de la información contenida en dichas memorias para proyectar de mejor forma aquello que está por suceder. Sin lugar a dudas lo evocado representa una valiosa ayuda para enfrentar el futuro. A través de lo evocado se accede a experiencias de vida cuyo desenlace contiene información que alude a potenciales estados futuros del medio, cuerpo incluido en dicho medio. Esta capacidad del cerebro para ir incorporando experiencia de vida, no hace sino extender la gama de alternativas de acción de los seres vivos con cerebro en relación a los que no lo poseen, dado que para estos últimos sus acciones son una respuesta pre programada frente a específicos estímulos, estando dicho programa incorporado en su genética. En todo caso, el relacionar temporal y espacialmente un “antes” con un “después” no es un recurso exclusivo de los seres vivos con cerebro. La semilla de un árbol no necesita contar con una bola de cristal para llevar a cabo la acción de germinar a partir de específicas condiciones que se dan en el medio. Para situar lo anterior en su real contexto, no hay que olvidar que la humilde semilla también cuenta con mecanismos que cumplen la función equivalente a la capacidad para percibir y evocar, y a partir de ello llevar a cabo acciones “como si” contara con una conveniente representación no sólo de su medio relevante sino también de un eventual futuro, lo que en definitiva por ejemplo le induce a la descrita acción de germinar luego de que en el medio en el que se encuentra se dan determinadas condiciones de humedad, temperatura, radiación, etc. En este caso, y hasta donde se conoce, la experiencia de vida con que cuenta la semilla está limitada a aquella que ha heredado en su genética.

En un momento cualquiera durante la vigilia se dispone de un vasto conjunto de memorias activas, asociadas a múltiples experiencias de vida relacionadas con aquello que se percibe del medio. La información contenida como experiencia de vida, que posibilita relacionar un antes con un después, no es sino una auténtica puerta hacia el futuro, un atisbar desde el presente a un eventual escenario posterior. A esta característica, que se realiza con, por, y para el Individuo, se le llamará “Proyección a Futuro”.

La importancia que tiene para los seres vivos el contar con herramientas para bosquejar potenciales estados futuros del medio no es menor, toda vez que si bien la vida opera en el presente, único “lugar” donde existe la materia, es manifiesto que el desafío que enfrenta es prosperar sobre una sucesión de presentes que se caracterizan por su continuo cambio. Todo ser que se encuentra hoy con vida es la indiscutible manifestación de un ininterrumpido éxito de supervivencia, por millones de años, generación tras generación, sin embargo este histórico éxito no garantiza que se estará vivo mañana. La descripción de las funciones del cerebro, en lo referente a la información que almacena y procesa, estaría trunca para los efectos de aquello que trata este trabajo, si no se incluye un componente siempre presente en toda experiencia de vida y que excede la mera participación del conjunto de elementos que en un instante cualquiera están presentes en el medio externo al cuerpo del Individuo, y que son susceptibles de ser percibidos. Este es el componente emocional que acompaña en todo momento al vivir, fundamental pilar sobre el que se construye el significado que en definitiva se le asigna a lo percibido, sin el cual la Realidad del Individuo no adquiere sentido.

El cerebro con que se cuenta al momento de nacer está creado por los genes. Incluso el mismo hecho de ser una herramienta diseñada para ser modificada por la experiencia está escrito en los genes. El significado que se le otorga a la experiencia de vida se adquiere y almacena en el cerebro conforme a procesos y estructuras cerebrales dispuestos en un programa genético, que es el que permite que a través de la experiencia de vida se establezcan nuevas condicionantes para el accionar de los seres vivos con cerebro, que sin estar presentes en su genética, respetan sus patrones. Así por ejemplo, el perro que salta y mueve la cola cuando ve tomar la correa con la que su dueño acostumbra a sacarlo a pasear, no precisa contar con un programa de acción en su programa genético que incluyera a la correa en cuestión; sus experiencias de vida relacionadas con dicho evento, posibilitan que para él adquiera un particular significado la correa en cuestión. Presente, pasado (tanto aquel que ha sido heredado a través de la genética como el que se ha ido adquiriendo por medio de experiencia de vida) y futuro (como estados posibles del medio, medio donde el actor principal es el Individuo) coexisten funcionalmente en el cerebro en el presente que se está viviendo. El cerebro discrimina adecuadamente lo evocado de lo percibido, necesaria diferenciación entre la representación mental del medio material -de aquello que está “ahí, ahora”- y la experiencia de vida almacenada en el cerebro que pertenece al pasado y que sirve de soporte para una conveniente interpretación de lo que se percibe y para llevar a cabo una adecuada Proyección a Futuro. El análisis racional que se haga acerca de lo percibido en un instante cualquiera apuntando a describir a través de palabras el particular estado del medio, es a todas luces una deslucida metáfora del correlato mental que genera lo percibido, el que se integra a la Realidad del Individuo con un determinado significado. “Vivir la experiencia” es irreproductible por medio de palabras.

Selección y actualización de la información que se percibe; la Actualización del Presente

Es evidente que es limitada tanto la capacidad de percepción como la de procesamiento de la información disponible en el medio, limitación que es enfrentada por los seres vivos con cerebro por medio de un mecanismo conocido como la Atención, el que posibilita seleccionar específicos segmentos del medio de los cuales obtener un más acabado grado de información a través de la percepción. Fijar la atención en un particular segmento del medio implica prestar menos atención a otros segmentos. Obtener mejor información de lo que está sucediendo a una docena de metros de distancia puede ser valorado como más relevante que disponer de un más acabado detalle de lo que sucede a un metro de distancia del Individuo. El cerebro, operando instante a instante, dispone hacia que/donde orientar la atención. A su vez, aquello que fue percibido un momento atrás, y que ahora no está siendo percibido por dirigir la atención a otro segmento del medio, no necesariamente pierde vigencia en la representación mental del medio; el cerebro cuenta con la capacidad de “sostener escenarios” previamente percibidos, e incluso actualizarlos. El siguiente ejemplo ilustra lo anterior. Si hace unos segundos un perro enfrentó a una persona, la que en estos momentos se encuentra corriendo y tras de ella corre el perro tratando de alcanzarla sin que esta última lo esté percibiendo, de alguna forma en el cerebro de la persona se representa aquello que está sucediendo a sus espaldas, donde está situado el perro. No está corriendo por nada; su Realidad del Individuo incluye un muy real perro que está corriendo tras ella, y no precisa estar percibiéndolo si un momento atrás lo hizo para que esté incorporado en la representación mental de su medio relevante. Por supuesto, en dicha representación el perro está situado en este momento en un distinto lugar a aquel en el que se encontraba cuando dejó de percibirlo. Es decir, hay una dinámica asociada a la proyección del segmento del medio del cual forma parte el perro, en el presente que está viviendo la persona. Evidentemente, en muchos aspectos es elevada la incertidumbre implícita en la proyección de un segmento del medio que se encuentra a las espaldas y que no está siendo percibido, proyección en la que participa un perro que a su vez es dirigido por su propio programa de acción. Esta proyección de la evolución en el tiempo de aquellos segmentos del medio que habiendo sido percibidos momentos antes no lo están siendo en el presente, se definirá como Actualización del Presente. Por supuesto, la Actualización del Presente forma parte, al igual que aquello que se está percibiendo en el momento que se está viviendo, de la Realidad del Individuo, un auténtico diagrama mental del medio, con significado.

Es evidente que el mecanismo de Actualización del Presente de la persona que está huyendo en ningún caso es certero en cuanto a estimar la exacta velocidad del perro, su ferocidad, e infinidad de otros detalles que pudieren ser importantes en ese momento conforme a las específicas condiciones que se estén dando en el medio. Un no despreciable nivel de incertidumbre caracteriza a la Actualización del Presente, actualización que es permanente a través del tiempo, es decir, instante a instante va evolucionando la incierta representación mental de particulares segmentos relevantes del medio en el cual de alguna forma destaca en el cerebro la interacción del cuerpo con el “elemento perro”. Por supuesto que la representación mental no se limita a una suerte de fotografía borrosa de lo que está sucediendo a espaldas de la persona que va huyendo, localizada en una zona específica del cerebro; centros neuronales funcionalmente diferenciados, participan activamente a través de la química del cerebro para sostener y actualizar esta representación, cuyo contenido excede la mera forma material del entorno; si el día anterior la persona fue mordida por el perro en cuestión, sin duda que los componentes anexos a la representación mental del medio material y que participan en forma integrada, como un todo, establecerán un programa de acción, en evolución instante a instante, distinto al que se generará si no cuenta con la traumática experiencia previa. Hay que destacar que el que no se conozcan a cabalidad los mecanismos a través de los cuales se realiza esta Actualización del Presente no invalida su existencia. En el ejemplo descrito, el “elemento perro” no sobresale por un conjunto de características susceptibles de racionalizar, sino por el particular significado que adquiere la Realidad del Individuo como consecuencia de la participación de dicho perro en el medio en que tiene lugar el episodio, en el presente que se está viviendo, y en el, como se mencionara, juega un rol sustantivo la experiencia de vida, al igual que el estado corporal; de este último se cuenta con una representación mental permanentemente actualizada. Conforme a lo que se perciba, eventualmente se pueden presentar infinidad de escenarios mentales distintos como representación del medio con significado, esto es, de la Realidad del Individuo. Así por ejemplo, si la persona percibió que el perro está atado a una corta y sólida cadena, y cuenta con una adecuada experiencia de vida, bastará con que dé un brinco para ponerse a salvo.

La experiencia de vida, tanto la heredada como la adquirida, es un referente fundamental para otorgarle significado a la Realidad del Individuo y por ende para proyectar las acciones a realizar, conjuntamente con la representación mental del estado corporal, cuyo rol es incuestionable y no podría ser de otra manera toda vez que en definitiva es el cuerpo el sostenedor de la vida, el actor principal en la obra que representa la vida. Si la condición del estado corporal de la persona es tal que le impide efectuar el brinco necesario para eludir al perro, un muy distinto significado adquirirá su Realidad del Individuo, emergiendo alternativas de acción distintas a la del brinco. Así como no es posible sustituir, con el afán de replicar, por medio de un largo discurso descriptivo la observación que puede hacerse por unos instantes de una puesta de sol, definir en su real dimensión el “significado de lo percibido” escapa por completo al dominio del lenguaje humano. En todo caso, lo que interesa destacar es la existencia de los diversos mecanismos que, operando a través de la química del cerebro consiguen generar lo que se ha definido como la “Realidad del Individuo”.

Conforme se ha visto, el significado de lo percibido conduce a representaciones mentales que exceden ampliamente a aquellos eventos y elementos que están presentes en el medio material y que son percibidos. Dos ojos, una nariz y una boca, son componentes de cualquier rostro humano, sin embargo el significado al que se accede como consecuencia de percibir el rostro de un hijo dista mucho del que se consigue al observar el rostro del vecino. Más aún, el mismo rostro observado en distintos momentos conduce a disímiles significados, esto es, cada uno, a una distinta Realidad del Individuo. Hay que agregar a lo anterior que no existe un medio donde sólo este presente un rostro, ni dos instantes con que se cuente con similar representación del estado corporal, el que está en permanente variación, estado que según ya vimos también afecta la estructuración de las acciones que se proyectan, induciendo a una siempre distinta Realidad del Individuo. A su vez, no se cuentan con herramientas que permitan saber cómo valorar el cuánto y de que forma va variando la Proyección a Futuro que se realiza en todo momento en el cerebro, y qué tan extensos son los escenarios –configuraciones neuronales en definitiva- asociados a dichas proyecciones, pero, sin duda que infinidad de potenciales escenarios futuros pueblan permanentemente el cerebro, involucrando distintos horizontes de tiempo, estados potenciales del medio y eventuales acciones a realizar. Al despertarse en la mañana una persona no precisa racionalmente programar una a una la infinidad de acciones que llevará a cabo para muy diversos fines y que en definitiva por ejemplo lo conducen a su oficina; simplemente se viste y va al trabajo, sin decirse “debo vestirme pues saldré a la calle, debo adelantar el pie para dar el próximo paso, debo abrir la puerta para ir al trabajo pues todo ello me conducirá a la oficina, hacia donde debo ir pues allí trabajo, para recibir un sueldo que me permita vivir”, etc. Millones de acciones que han sido dispuestas por el cerebro ha ejec utado en dicho intervalo de tiempo, ajenas a lo que se conoce como “acciones conscientes”, dejándose conducir por las expectativas asociadas a lo que se ha denominado Proyección a Futuro. El estudiante que se dirige a clases a la facultad no precisa tener presente a nivel consciente que ese día asiste a la cátedra para rendir satisfactoriamente un examen al final del semestre, y que posterior a este habrán otros semestres, para luego de unos años de esfuerzo obtener un título, lo que en su oportunidad constituyó en apariencias el agente motivador que le llevó a matricularse en la carrera; en la Proyección a Futuro de alguna forma está representada tanto la obtención del título como el paso siguiente que debe dar al caminar para dirigirse a la facultad.

Según se observa la capacidad del cerebro para almacenar y procesar información es sorprendente. Una persona al saludar en la mañana a un amigo al cual no veía desde hace un mes se percata con facilidad que se cortó el bigote que lucía hasta la última vez que lo vio. La representación mental que del rostro de su amigo tiene en su cerebro hasta antes de saludarlo, es la de cómo lucía hace un mes, y al percibirlo hoy, algo no calza con dicho patrón de representación, lo que llama su atención. Se dispone de una latente versión de lo último percibido para infinidad de eventos y elementos del medio que forma parte de la experiencia de vida, susceptibles de ser evocados. Los tiempos y escenarios asociados a la Proyección de Futuro tienen que ver con tiempos y escenarios que han constituido previamente experiencia de vida. Sin ser la Proyección a Futuro, como tal, experiencia de vida, se formula a partir de esta, de ella se nutre. Cuando un predador percibe a una potencial presa, sus expectativas de acción evidentemente no surgen de la nada. La Proyección a Futuro intenta ser la mejor estimación que el Individuo puede generar, haciendo uso de su experiencia de vida, para formular un siempre nuevo conjunto de acciones susceptibles de ejecutar en variados horizontes de tiempo, las que se formulan bajo las específicas condiciones existentes en el medio en el instante que está viviendo. El director de esta obra es el Individuo, y el actor principal que representará la función, sin cuya participación no existe obra alguna, es el cuerpo. El resultado del permanente monitoreo del estado corporal y la experiencia de vida tanto restringen como condicionan la obra que se representa. Hay un aspecto importante a destacar en relación a la Proyección a Futuro, y se refiere a que la dinámica del medio exige una total plasticidad de las tareas que se llevan a cabo; un segundo antes de enfrentar al perro del ejemplo, es decir, cuando la persona que está siendo perseguida aun no sabía de su presencia en su entorno relevante, su Proyección a Futuro era muy distinta a aquella que está presente en su cerebro un segundo después de comenzar a correr. La Proyección a Futuro se gesta en la siempre dinámica Realidad del Individuo.

La Actualización del Presente y la Proyección a Futuro tienen en común que en ambas el proceso cerebral que las genera opera a partir de lo que se evoca en función de lo percibido. Se diferencian en algo que resulta fundamental para el ser vivo, esto es, en que para la primera la proyección realizada forma parte de un segmento del medio del presente que se está viviendo, es decir, constituye experiencia de vida, en tanto que la Proyección a Futuro dice relación con un eventual futuro a vivir, por ende no necesariamente llegará a constituir experiencia de vida. Y, evidentemente, el cerebro sabe distinguir una de otra y otorgarle sólo a la experiencia de vida la calidad de referente para valorar futuras acciones. Como se ha mencionado, la Actualización del Presente se lleva a cabo sobre determinados segmentos del medio que no están siendo percibidos pero que sí lo fueron con anterioridad. No hay forma de cuantificar en qué proporción participan en la Realidad del Individuo por una parte lo que está siendo percibido y por otra la Actualización del Presente, sin embargo todo indica que es razonable asignarle a la Actualización del Presente el empleo de una muy importante cantidad de recursos cerebrales, necesarios para generar la particular dinámica al segmento del medio que no está siendo percibido y que forma parte de la Realidad del Individuo.

El mayor distintivo de los seres humanos en relación a las restantes criaturas con vida, es la trilogía Lenguaje Razón Consciencia, siendo las dos últimas consecuencia de la primera. Cuando se hace uso del lenguaje, según se verá más adelante, eventualmente se generan escenarios mentales infinitamente extensos, maleables, inmateriales y atemporales, que forman parte de la Realidad del Individuo, aportados a ésta como Actualización del Presente. Por supuesto el asunto es bastante más complejo que lo descrito, y antes de profundizar acerca de ello es conveniente dirigir previamente la atención a un tema que según se verá, guarda íntima relación con la Teoría de la Mente, pues constituye uno de los precursores de ella.

La interacción entre seres vivos, fundamento del lenguaje.

La capacidad que cada forma de vida tiene para alterar el estado de su medio relevante y eventualmente afectar al medio relevante de otros Individuos, genera una interacción entre seres vivos que le otorga una particular dinámica al medio, estableciéndose lazos de dependencia entre diversas formas de vida. El éxito reproductivo de una especie vegetal puede depender de las herramientas con que cuente para atraer a un insecto que cumpla la función de polinizarla. Formas, colores, dimensiones, olores, expresiones corporales, sonidos, patrones reproductivos y alimenticios, etc., han ido evolucionando condicionados por la interacción entre Individuos. Notables son por ejemplo los patrones de color, forma y comportamiento que emplean insectos, aves, reptiles, etc., que les posibilitan un conveniente “pasar desapercibido” o ser percibidos y valorados de una forma en particular frente a otras especies o ante individuos de la misma especie. Hay infinidad de ejemplos, observables en las más diversas formas de vida, a través de los cuales queda en evidencia la importancia de lo que se definirá como el “Cómo me ven”.

Entre Individuos de la misma especie el “Como me ven” adquiere una especial connotación, toda vez que asociados a gestos, posturas, sonidos, etc., se generan lecturas cuyo significado guarda un elevado y conveniente grado de coherencia con el mensaje que en apariencia se busca transmitir, constituyendo un muy práctico y en ocasiones extenso lenguaje. Tras el gruñir mostrando los colmillos de un lobo que enfrenta a otro, se evidencia un “no te atrevas, asústate”. En la danza que acompaña al cortejo de una colorida ave macho está el mensaje “elígeme, mi genética es la mejor”. En estos casos, para que la acción resulte efectiva, evidentemente se precisa no sólo que el actor influya sobre el receptor, sino que lo haga con determinadas consecuencias.

El lenguaje, una herramienta en la interacción.

Los monos verdes de Africa oriental, que habitan en grupos de 10 a 30 Individuos, emiten fuertes gritos de alarma si avistan a un predador, chillan sonidos específicos si salen al encuentro de otros grupos, lanzan gruñidos de amenaza cuando se pelean con individuos de su propio grupo y gruñen sin estruendo durante las relaciones sociales relajadas. En lo que se refiere a la alarma por predador, conforme al tipo de predador es la llamada sonora que emiten, distinguiéndose tres en particular: para leopardo, para águilas y para serpientes. La alarma que avisa del vuelo del águila, les induce a mirar hacia arriba o a correr hacia los matorrales. Al escuchar la alarma de serpientes, se yerguen sobre sus patas traseras y observan el herbaje, en tanto que la alarma de leopardo provoca que los monos trepen a los árboles. Para un mono verde cuya atención esta dirigida a tomar el fruto de un arbusto al momento en que escucha a sus espaldas el alerta por águila, la representación mental de lo que constituye el entorno aéreo que se encuentra tras de sí y por ende que está fuera de su campo visual, forma parte de una Actualización del Presente, entorno que, con el llamado de alerta, adquiere una mayor relevancia, incluyéndose en esta incierta panorámica, gracias al llamado de alerta, a un águila. Como se ha mencionado previamente, la dinámica de la vida exige contar con la capacidad para readecuar de un momento a otro las acciones que están siendo llevadas a cabo en función del significado que se le asigne al estado del medio relevante en el presente que se vive, por lo que con la llamada de alerta pasarán a un segundo plano las tareas asociadas a la acción de coger el fruto que previamente ocupaban un destacado sitial en el marco de las expectativas del mono verde.

El predador, que no ha sido sino indirectamente percibido a través del lenguaje, puede estar a diez o a una treintena de metros de su cabeza, dirigiéndose directamente hacia él, o hacia otro de sus congéneres. Frente a dicha incertidumbre, la acción del mono puede estar dirigida a levantar la cabeza para, haciendo uso de sus sentidos, contar con una más acotada representación del segmento del medio que en el presente que está viviendo ha adquirido importancia, para luego correr hacia los matorrales conforme a los patrones de acción que se generen como consecuencia de lo que perciba. No obstante la evidentemente difusa representación del conjunto "águila en el aire" con que cuenta hasta antes de levantar la cabeza y ver al predador, el aporte a sus expectativas de supervivencia que obtiene el mono verde gracias a la señal de alerta escuchada es significativo, y en tal sentido el uso del lenguaje reporta una elevada utilidad. Ello, por supuesto, en la medida en que el emisor consiga inducir en el receptor del lenguaje una adecuada trascripción de aquello que resulta ser relevante para ambos. El mono que dio la voz de alerta literalmente le transfirió a sus congéneres un segmento de su medio relevante en el cual se encuentra un águila. Incompleta e inexacta transferencia de lo que sus ojos veían, incierta, pero potencialmente efectiva para los restantes miembros de su grupo, los que consiguen generar con el llamado de alerta una representación mental del medio acorde con el suceso “águila en el aire”.

Según se observa, el lenguaje, al momento de hacer uso de él, forma parte del medio, pues es allí donde se ejecuta la acción del lenguaje, la que se incorpora como experiencia de vida tanto para el receptor como para el emisor; la palabra, al igual que cualquier otro elemento del medio, a través de la evocación a que da lugar participa en la estructuración de la Realidad del Individuo. El ejemplo descrito deja en evidencia la transferencia que se produce del “elemento águila en el aire” entre el mono que dio la señal de alerta y aquellos que escucharon dicha señal; en la práctica hay un auténtico“ponerse en el lugar de” generado a partir de la pseudo percepción del elemento “águila en el aire”que propicia el lenguaje. La capacidad para “ponerse en el lugar de” constituye uno de los pilares de la Teoría de la Mente, capacidad que está notoriamente desarrollada en los seres humanos. En la acción del lenguaje humano, como en toda acción, hay tareas a cumplir, y asociadas a ellas, expectativas. Para acceder a las expectativas se llevan a cabo acciones secuenciales, palabra a palabra, que eventualmente se acompañan de gestos, entonaciones, posturas, etc., que colaboran activamente en la diagramación de aquello que en definitiva se va transmitiendo al receptor del lenguaje. Cada paso del predador que corre tras una presa potencial constituye una tarea, y tras esas secuenciales tareas está la tarea de alimentarse; de igual forma, cada palabra que emplean los humanos es en sí una tarea, que a su vez forma parte de otra, que la comprende. Así como no es posible conocer la exacta ubicación espacial en la que se hallará el predador una docena de pasos a futuro, con las palabras que emplean los humanos sucede igual cosa; es decir, a partir de las particulares condiciones del medio, en el presente que se está viviendo, se seleccionan las palabras que se emplean. No se cuenta con un discurso pre establecido palabra a palabra cuando se habla, pero sí con expectativas específicas para cada instante, expectativas que están asociadas a los más variados horizontes de tiempo. El análisis racional que puede hacerse para conocer las motivaciones y finalidades del lenguaje que se emplea, es, en general muy sesgado; tal vez el desconocido propósito que llevó a conversar a una persona con un amigo hace unas horas sea el mejorar su autoestima, aun cuando de un análisis superficial de la conversación le pudiera parecer a los participantes que tan solo uno le estaba poniendo al tanto al otro del aumento de sueldo del que fue objeto el mes pasado.

Se ha visto que en la Proyección a Futuro, acciones que un segundo antes se justificaban pueden perder validez en el presente que se vive. La valoración del estado del medio, medio que continuamente está variando, reestructura la vía a través de la cual llegar al cumplimiento de las tareas, pudiendo éstas alterarse o incluso suspenderse. Un inesperado cambio en la expresión facial de quien escucha o una frase que su interlocutor le diga, puede conducir al primero a un cambio en la estrategia que subyace en su discurso e inducirle a nuevas y tal vez radicalmente distintas expectativas y acciones.

Entre animales de la misma especie hay infinidad de gestos, posturas, sonidos, etc., que constituyen lenguaje. Bien puede afirmarse que los seres vivos con cerebro están inmersos en medios exuberantes de lenguaje. La singular herramienta que constituye el lenguaje humano tiene su génesis en condicionantes que han estado presente desde los albores de la vida sobre el planeta, apuntando todos ellos hacia un fin que los hermana: la supervivencia. En algún momento de la historia humana, en todo caso muy recientemente, se dieron las condiciones que permitieron que los humanos llegaran a disponer de un vasto lenguaje.

Algunas particularidades del lenguaje humano

Los chimpancés, hermanados con los humanos en algo más del 98 por ciento de la genética que ambos portan, disponen de alrededor de dos docenas de fonemas en su lenguaje verbal; cada uno de estos fonemas tiene un determinado significado. Los humanos, con similar número de fonemas construyen infinidad de palabras, y es a partir de esta capacidad que comienza a configurarse la potencia del lenguaje humano. Disponer de tan amplio lenguaje permite eventualmente darle un nombre a cada elemento del medio, como por ejemplo sucede con “piedra”, “mesa”, etc., Adicionalmente, el empleo de adjetivos y verbos le asignan características y acción al sustantivo, en una suerte de resumido boceto de lo que pudiera ser la representación del objeto como parte de la representación del medio, en la Realidad del Individuo.

Para los humanos, la palabra “mesa” por ejemplo, está asociada en la mente de un adulto a experiencias de vida de muy variado tipo, experiencias de vida que han estado asociadas a su vez con una gran diversidad de estados emocionales como consecuencia de la particular participación que le cupo a la palabra “mesa” al momento en que formó parte de una experiencia de vida, ya sea que en dichas experiencias de vida la “mesa” participó como el objeto material que la distingue o como palabra, formando en este último caso parte de un discurso. La Realidad del Individuo que se genera como consecuencia del empleo de la palabra “mesa”, en la frase “ mesa de operaciones”, es sin duda radicalmente distinta a la que emerge fruto de la frase “mesa del banquete”. Es decir, cuando se escucha dicha palabra, ésta tiene la posibilidad de afectar en muy variado grado la Realidad del Individuo en el presente que esta viviendo el receptor de dicha palabra, a partir de lo que potencialmente pudiere llevarlo a evocar, adquiriendo en definitiva la palabra “mesa” una particular participación en dicho presente, en función de las condiciones que se estén dando en el medio, en el momento que se está viviendo. Esta característica del lenguaje humano le otorga un grado de neutralidad a la palabra que no se aprecia exista en ningún otro tipo de lenguaje animal. Para los monos verdes, la señal de alerta por águila no presenta ambigüedad alguna. Apunta hacia un muy específico fin; a representar peligro en el aire dada la presencia de un águila. ¿Cuántas palabras tendría que emplear una pareja de humanos para conseguir un efecto similar al que logran los monos verde con tan solo una palabra?. Tal vez un par de docenas, lo que implica que en una situación de peligro inminente quizás la persona tarde demasiado tiempo en conseguir transferirle al receptor del lenguaje el mensaje apropiado. El mono verde que escucha la señal de alerta, con sólo una palabra consigue generar una representación mental ad hoc de un segmento del medio asociado a peligro por águila, de un águila que no está percibiendo y que a contar de ese momento se incorpora en su cerebro como una muy material águila presente en su medio relevante. Por supuesto, visto desde esta perspectiva resulta evidente que los humanos han debido pagar un costo por acceder al extenso lenguaje que se caracteriza, por la neutralidad de la palabra, sin embargo el beneficio que a la par se ha conseguido como resultado de la mencionada neutralidad, bien lo justifica.

¿Por qué es importante destacar la neutralidad de la palabra que caracteriza al lenguaje humano ? Si bien a primera vista pudiera parecer que no reviste mayor relevancia la distinción realizada, no es sino gracias a la referida neutralidad de la palabra que en definitiva se torna posible el que se puedan generar muy diferenciados escenarios mentales conforme al significado de lo percibido que adquiera la Realidad del Individuo con la palabra específica empleada (o conjunto de ellas). Esto, según se verá más adelante, en definitiva torna posible que los humanos accedan, por medio del uso del lenguaje, a hacer mención a eventos o elementos que no están presentes en el medio material, expandiendo con ello la representación mental del medio al permitir con ello crear Actualizaciones del Presente, y por ende experiencias de vida, para las cuales no existe un correlato material que las sustente, lo que constituye la más radical diferencia con los restantes lenguajes, y a la postre, la piedra angular sobre la que se edifica la conciencia humana. La neutralidad de la palabra humana le otorga su independencia, requisito fundamental para conseguir dejar de hacer referencia a aquello que sucede en el “ahora, aquí“ en el medio material. Al romperse el vínculo “una palabra – una acotada representación de un segmento del medio material”, se posibilita que a través del lenguaje humano se generen inéditos escenarios mentales para representar en el presente que se vive un segmento del medio que no corresponde a un correlato del medio material. Sin embargo, para que ello tenga lugar, es preciso que converjan otros factores no menos importantes que el mencionado, y para hacer referencia a ellos es necesario revisar cómo va aprendiendo el ser humanos el lenguaje durante la niñez.

Aprendiendo el lenguaje humano

Los niños muestran un elevado interés por aprender palabras y un extraordinario ritmo de aprendizaje. Entre los dos y cuatro años aprenden del orden de una palabra por cada hora que están despiertos, pudiendo llegar a dominar varios miles a los cuatro años. Inicialmente, el niño no interpreta los sonidos; sólo los escucha, retiene, y los relaciona con los restantes componentes presentes en su medio. Los diversos escenarios que comparten en común sus experiencias de vida en las cuales ha intervenido por ejemplo la palabra “pelota” con el objeto redondo hacia el cual su madre le induce a dirigir su atención, le permiten fortalecer la asociación de la palabra con el objeto, discriminando posteriormente de entre la multiplicidad de otros elementos que pudieran estar formando parte del presente que está viviendo al momento en que escucha la palabra “pelota”, al “elemento pelota” que su madre tiene en sus manos. No menos cierto es que un perro aprende a través de un similar mecanismo a relacionar la palabra con el objeto; claro está que él jamás aprenderá a decir la palabra, lo que constituye una limitación sustantiva –no la única, por cierto- para acceder en definitiva al uso de la Razón. Una observación no menor, cuya importancia quedará de manifiesto más adelante por las implicancias que tiene, dice relación con que en la etapa inicial el niño aprende el significado de la palabra bastante antes de que sea capaz de hacer uso de ella en forma adecuada por medio del lenguaje propio. Cuando el niño ya asocia una palabra con el respectivo objeto y escucha por ejemplo a su madre decir la palabra “pelota” en ausencia del objeto, el “elemento pelota” se incorpora en su representación mental del medio, y se mantiene una Actualización del Presente en la cual está la pelota, cual si permaneciera materialmente en algún segmento de su medio material luego de escuchada la palabra. Esto por supuesto no hace la diferencia entre los humanos y los restantes seres vivos con cerebro, pues en lo fundamental responde a un proceso mental similar al que tiene lugar en el cerebro de los monos verdes cuando escuchan una señal de alerta, y, sin duda que con el debido entrenamiento un perro también generará una Actualización del Presente en la que estará incorporada una pelota cuando escuche que su amo hace uso de esa palabra en ausencia de la muy material pelota. Para el niño de dos años que está junto a su madre y que ya es capaz de hacer uso de una palabra que ya conoce, como la mencionada palabra “pelota”, sin que la pelota esté siendo percibida por él, accede a dicha palabra como consecuencia de una tarea a realizar asociada con el elemento pelota, tarea que forma parte de su Proyección a Futuro. Tal vez su mente asoció la sonrisa de su madre y los movimientos que realiza, la hora, pues después de almuerzo su madre acostumbra a jugar con el, y algunos otras acontecimientos que se están desarrollando en ese momento, con “jugar con la pelota”. Aquí, como ya se mencionara, se manifiesta una diferencia importante en relación a la capacidad que pudiera tener un perro, el que no es capaz de hacer uso de las palabras que se le han enseñado a distinguir, limitándose su lenguaje al propio de todos los perros, lo que por supuesto no le impide que bajo determinadas condiciones de su realidad del Individuo y Proyección del Futuro, corra hacia el lugar donde su dueño acostumbra a guardar la pelota para invitarle a jugar realizando movimientos y ladridos que así lo evidencian, lo que por cierto constituye lenguaje.

Los escenarios atemporales e inmateriales que provee el lenguaje humano

Si se cuenta con una sucesión de una decena de fotografías de un objeto que cae, tomadas a intervalos de una centésima de segundo, luego de analizarlas cuidadosamente no resultará difícil proyectar lo que pudiera ser la undécima fotografía. La dinámica tiempo-espacio del medio material, es decir, el cómo evoluciona espacialmente a través del tiempo la materia, responde a estrictas leyes físicas. La trayectoria, velocidad y aceleración del objeto, obtenida del set de fotografías, permite generar una muy buena aproximación de lo que pudiera ser la undécima foto. En la práctica, no se precisa de un análisis racional como el descrito, ni de un set de fotografías preliminares para disponer en el cerebro de una conveniente proyección de la dinámica del medio en que se encuentra un ser vivo con cerebro, medio que está sujeto a las leyes mencionadas. Esta capacidad de proyectar, relativa a sucesos que acaecen en el medio material, es atributo de todos los seres vivos, y no parece estar desarrollada en los humanos en un grado tal que por si sola establezca una diferencia destacable. Mas aún, los humanos nacen notablemente inmaduros en relación a muchos animales en lo concerniente al manejo de las relaciones tiempo/espacio, y no es sino a través de experiencia de vida que van configurando patrones adecuados, que posteriormente los emplean tanto para la Actualización del Presente como para la Proyección a Futuro. Hay que destacar que considerables segmentos del medio que no está siendo percibido poseen una dinámica tiempo-espacio que no registran cambios que resultan relevantes para el Individuo. Así por ejemplo, la velocidad a la que se desplaza un león que está situado a unos cientos de kilómetros de una persona con seguridad no tiene mayor relevancia para el. A su vez, muchos de los componentes del medio, tanto aquellos que están siendo percibidos como los que forman parte de la Actualización del Presente, tienen una dinámica tiempo-espacio que no es valorada como relevante en el momento que se está viviendo. El mecanismo de Actualización del Presente establece que la silla que se ubica un par de metros tras de una persona que está en su oficina continuará en el mismo sitio algunos minutos después de que la ha percibido por medio de su vista, adquiriendo relevancia su interacción con ella cuando por ejemplo deba retroceder un par de pasos sin volver hacia atrás la cabeza; entonces, se potencia la activación de memorias relativas a un actualizado escenario a partir de aquel que fuera percibido minutos atrás, momento en el que la silla estuvo a su vista. Previo a esta potenciación, la representación mental del segmento del medio en el que está situada la silla, incluía a dicho elemento, sin embargo su participación jugaba un rol mas bien secundario en la proyección de sus acciones. Si una persona se encuentra en una habitación leyendo un libro y su mujer hace lo propio en silencio a unos metros de distancia, fuera de su campo visual, no le llamará la atención si su mujer le habla. Sin embargo, si se sabe solo en dicha habitación, leyendo desde hace un par de horas, y de pronto escucha que su mujer le habla como si estuviera a unos metros de distancia, se sobresaltará. Su Actualización del Presente no la incluía en el lugar desde donde provino el sonido de su voz, y su sobresalto constituirá un llamado de atención al mecanismo de proyección que opera en la Actualización del Presente, el que ha evidenciado una falla; no puede haber surgido de la nada su mujer, ello no es permitido en el mundo material. La maravillosa capacidad de proyección del estado del medio y el delicado manejo del tiempo-espacio que efectúa el cerebro se torna manifiesta si se revisa lo que sucede cuando por ejemplo se transita por una concurrida avenida. Se elude a las personas que caminan en sentido opuesto, sin esfuerzo aparente. En el cerebro del caminante, se dispone de una permanentemente actualizada Proyección a Futuro de la trayectoria de quienes caminan en sentido contrario, adquiriendo por supuesto una mayor relevancia la proyección de la trayectoria de quienes se encuentran más cercanos a la línea en que se proyecta la trayectoria del caminante, y a menor distancia de el. Al cruzar una calle, sin interrumpir la conversación que sostiene con quien va caminando, con volver la cabeza y observar unos instantes hacia el sentido de donde vienen los vehículos adquiere la información necesaria para proyectar el estado en que se irán encontrando éstos en los siguientes segundos, a la vez que proyecta una potencial trayectoria de su propio recorrido, y vuelve a mirar a su interlocutor, seguro de que la proyección del segmento relevante del medio en cuestión, y que involucra a los vehículos en la calle que esta cruzando, es la adecuada. Sin duda, es extraordinaria la capacidad del cerebro para organizar, seleccionar, establecer prioridades y generar información acorde a patrones de tiempo-espacio válidos para el medio material, tanto para la Proyección a Futuro como para la Actualización del Presente. Y no puede ser de otra forma, dado que la vida está en juego en ello, instante a instante.

Si un niño, estando en su habitación escucha la palabra “perro” conociendo ya su significado, incorpora a un perro en la representación mental de su medio relevante, que no es percibido por sus sentidos más que indirectamente, a través del lenguaje en el momento que escucha la palabra. Conforme a la edad del niño, no le llamará la atención si de pronto escucha ladrar a su espalda al perro, aunque previamente no lo hubiera percibido directamente. Al escuchar la palabra, en su representación mental del medio material se incorporó lo que para él resulta ser un muy material perro. Tan solo posteriormente, y con un bagaje de experiencia de vida adecuado, llega a discriminar que no todas las palabras que escucha, conocidas por él, representan eventos o elementos materiales que forman parte del medio material relevante en el que se encuentra en el presente que esta viviendo. Lo anterior no reviste ninguna novedad; es conocido por los especialistas que el mundo infantil se ve profusamente poblado como consecuencia de las palabras que escucha y cuyo significado ya conoce, y que durante cierta etapa los infantes son incapaces de discriminar la realidad (mundo material) de la fantasía (mundos inmateriales). En esta etapa, cuando escuchan una palabra cuyo significado conocen y que denota a un elemento material, incorporan dicho elemento en su representación mental del medio relevante, asociándole una dinámica tiempo-espacio y un significado conforme les reseña su experiencia de vida asociada a dicho elemento. Así, las palabras “silla”, “pelota”, “abuelita”, no sólo representan muy diferentes elementos presentes en su medio al momento en que escucha la palabra, sino que el niño aprende a asignarles una muy distinta dinámica témporo espacial en su Actualización del Presente. Por supuesto, en dichos escenarios el actor principal es el Individuo, que es mucho más que un cuerpo material en interacción con el medio material. La palabra “abuelita”, cuando es escuchada por el niño, le induce no sólo a la evocación del muy material “elemento abuelita”; asociada a su abuela hay una carga inmaterial, accesoria al cuerpo material de su abuela, que el niño ha ido adquiriendo en su experiencia de vida, relacionada a mucho más que al simple conjunto de ojos, piernas, cabeza, etc., que conforman el cuerpo de su abuela. El niño localiza en su representación mental del medio, al elemento “abuelita” que emerge al escuchar dicha palabra. Los escenarios donde la ubica están circunscritos a aquellos que le entrega su experiencia de vida por la vía de la evocación, todo ello valorado conforme a las particulares condiciones en que se encuentra en el momento en que escucha la palabra. Incierto y vago escenario en muchos sentidos, en particular en lo que dice relación con la Actualización del Presente del “elemento abuelita”. ¿dónde la ubica? ¿cómo va evolucionando a través del tiempo el “elemento abuelita” en la particular representación mental donde tiene cabida su abuela?. Como fuere que opere, lo cierto es que el cerebro humano cuenta con la capacidad de sostener simultáneamente infinidad de componentes que no están siendo percibidos directamente por haber ingresado a la Realidad del Individuo a través del lenguaje y formar parte de la Actualización del Presente. Para el niño, las expectativas de acción en su Proyección a Futuro que se generen en su cerebro como resultado de escuchar una palabra, pueden inducirle a la tarea de jugar con su abuelita, y tal vez mueva su cabeza intentando verla, para así establecer de mejor forma una estrategia de acción que conduzca al cumplimiento de la tarea pendiente, esto es, jugar. A partir del momento en que escucha la palabra, y en tanto no se produzcan eventos que refuercen el significado asociado a la panorámica mental de ese segmento del escenario donde ha ubicado a su abuelita, irá perdiendo relevancia el “elemento abuelita”. Paulatinamente el niño valida que algunos segmentos de la Actualización del Presente que han sido generadas por medio del lenguaje que escucha no son asequibles a una percepción posterior a través de sus sentidos, lo que en caso alguno le resta validez a estos nuevos escenarios que se encuentran disociados del mundo material, solo que, son escenarios que se caracterizan por una particular dinámica. Como se dijera anteriormente, desde el momento en que nace el niño, a través de su experiencia de vida va consolidando un cada vez más adecuado manejo del tiempo-espacio asociado tanto a la Actualización del Presente como a la Proyección a Futuro; lo que demora en caer un objeto, el lugar y el momento en que debe estar su mano para atrapar la pelota que le arrojan, etc., responde a leyes físicas que gobiernan la materia, que paulatinamente son validadas. A su vez, en aparente contraposición con lo anterior, su experiencia de vida en el lenguaje le impondrá dar cabida a eventos que no respetan estas leyes.

La expansión, gracias al lenguaje, de los escenarios que conforman la Actualización del Presente y la Proyección a Futuro y sus consecuencias

A diferencia del lenguaje no humano, el que siempre está referido a algo que guarda directa relación con aquello que está acaeciendo en el medio material o que está por suceder, los adultos emplean palabras y frases con el niño que no necesariamente están asociadas con sucesos que tienen cabida en el medio material. Esto evidentemente trae como consecuencia que para el niño la Actualización del Presente sufre una suerte de expansión con el aporte de la palabra, al poblarse ésta con elementos y relaciones entre elementos que no están presentes, ni lo estarán, en el medio material. Sin esta particularidad, que se gesta por medio del lenguaje que el niño escucha, no sería posible acceder a uno de los efectos más significativo que caracteriza al lenguaje humano, que se refiere a que se torna posible que la Actualización del Presente posea una nueva dinámica, dada por el quiebre de las leyes que gobiernan el mundo material. Con el lenguaje que emplean con el niño y que alude a elementos o eventos no susceptibles de ser percibidos por el menor por no formar parte del medio material, se induce a que el niño traspase las fronteras del medio material, toda vez que para el niño que escucha palabras cuyo significado ya conoce, en ausencia en el medio material de los elementos asociados a las palabras, se plantea la exigencia de sostener escenarios, en su Actualización del Presente, sin contar con mecanismos perceptuales que le permitan disminuir la incertidumbre asociada con dicha proyección.

El Individuo, poco a poco internaliza como factible una Actualización del Presente asociada a relatos del tipo: “Caperucita roja despertó, se vistió, salió de su casa, caminó por el bosque, y se la comió el lobo”. En un caso como este, en el cual el relato tardó escasos segundos, la dinámica de su Actualización del Presente del “elemento caperucita roja” y de los eventos asociados con el cuento que escuchó, no guarda relación alguna con la dinámica tiempo- espacio que opera en el mundo material y que el menor ha ido internalizando por medio de su experiencia de vida. A través del relato, en cualquier momento, caperucita roja puede trasladarse a cualquier parte, a sola voluntad del relator, y le puede suceder cualquier cosa. Si la mente del niño se remitiera en exclusiva a su experiencia de vida asociada a eventos que suceden en el mundo material, entonces caperucita roja tardaría un tiempo en vestirse, en caminar hacia el bosque, etc. Es imprescindible la participación del lenguaje de terceros para que el niño acceda al dominio de la particular dinámica de la Actualización del Presente que tiene lugar en relatos como el descrito. El relator le impone readecuar permanentemente los parámetros tiempo- espacio en su Actualización del Presente. A su vez, la experiencia de vida que va adquiriendo con el lenguaje que escucha y que no está referido a elementos y eventos presentes en el medio material, le induce a incorporar similar plasticidad en la generación de su Proyección a Futuro. Esta particularidad que emerge como consecuencia de las especiales características del lenguaje humano, le permite por su parte al niño generar con el lenguaje que emplea escenarios de acción en el presente que está viviendo que admiten una infinita adecuación témporo espacial; ello, no obstante que todo está ahí, en el presente que está viviendo, un presente en el cual le es posible proyectar tareas y buscar llevarlas a cabo en la acción del lenguaje, en segmentos de su medio relevante expandido más allá del medio material, donde son factibles relaciones de tiempo-espacio infinitamente maleables en comparación a las que le están permitido emplear para la Actualización del Presente y Proyección a Futuro de su representación mental del medio material relevante.

Son infinitamente extensos los escenarios mentales, que se incorporan como experiencia de vida, factibles de construir con el empleo del lenguaje, gracias a este auténtico quiebre de la relación tiempo-espacio que históricamente ha condicionado en todos los seres vivos la estructuración tanto de la Actualización del Presente como de la Proyección a Futuro. Requisito fundamental para ello, disponer en el cerebro de una arquitectura pre establecida por la genética capaz de realizar dichos procesos a través del lenguaje y de contar con quienes, a través del lenguaje que emplean con el niño, se refieran a elementos o eventos no presentes en el medio material induciendo en la mente del niño la generación de escenarios inmateriales y atemporales.

En la estructuración de las acciones que llevan a cabo los seres vivos que cuentan con cerebro existen condicionantes que escapan al ámbito de lo meramente material, aunque empleen al cuerpo y al medio material como instrumentos para dar cumplimiento a las tareas. La necesidad de ser acogido, valorado, querido, constituyen evidentemente inmateriales requerimientos para el ser humano, que están incorporados como condicionantes de un sinnúmero de las acciones que éste realiza. Tras las referidas necesidades, en definitiva está presente el satisfacer requerimientos que de una u otra forma se relacionan con el cuerpo, el soporte de la vida, y, por supuesto, con el desconocido “propósito” de la vida. A través de la interacción, por ejemplo por medio de la sonrisa que su madre le prodiga al niño, se posibilita que éste acceda a un necesario alimento: el afecto. Entre las muchas condicionantes que en lo inmediato no apuntan a satisfacer necesidades materiales, y que participan en la gestación de las acciones de los seres humanos, el peso de su naturaleza gregaria afectiva pareciera constituir el núcleo central de muchas de ellas. En una significativa proporción de las acciones que realizan los humanos es posible reconocer como agente motivador al afecto.

Compartiendo los escenarios generados por el lenguaje. La Coherencia Afectiva del Lenguaje

El lenguaje humano sólo se aprende en la interacción con terceros; se nace con la capacidad para aprender lenguaje, la genética así lo posibilita, pero no se llega a este mundo dominando un idioma. A su vez, el condicionante afectivo humano posibilita que haya quienes se lo enseñen al niño.

Para que el lenguaje constituya una herramienta es necesario “compartir escenarios” generados por su intermedio, entre quien habla y quien escucha, esto es, que se establezca un cierto grado de coherencia entre las expectativas asociadas al empleo del lenguaje por parte de quien habla y los escenarios que este lenguaje genera en el oyente, como quedó de manifiesto ocurre en el caso del empleo de las señales de alarma en los monos verdes. Esta necesaria sintonía recibe el nombre de Coherencia Afectiva del Lenguaje. Cuando le hablan a una persona y escucha con atención, genera escenarios mentales, que no siendo idénticos a los que están representados en la mente de quien le habla, tienen mucho de semejante. Esto por supuesto también se da cuando una persona lee atentamente un libro. Es, sin duda en muchos aspectos, un auténtico “ver lo que quieren mostrarle”. Habría que agregar a lo anterior que el que inicialmente el niño sea capaz de entender muchas más palabras de las que puede hacer uso para expresarse lo enfrenta a una situación muy particular; esto es, a “poder ver lo que quieren mostrarle y no poder mostrar lo que quisiera”.

El aprendizaje del lenguaje en el niño progresa desde cero Coherencia Afectiva del Lenguaje al escuchar por primera vez una palabra, hasta la suficiente como para permitir un fluido tránsito por “mundos ajenos”, para posteriormente, haciendo uso del lenguaje, convertirse él en generador de mundos inmateriales. Cuando se domina adecuadamente el lenguaje, el “seguir” una conversación implica un “compartir” escenarios, muchas veces en ausencia de elementos materiales que operen como referencia común para el que habla y para el que escucha, no obstante que para llegar a acceder a esto, las palabras que inicialmente el niño aprende sólo se refieren a elementos concretos que están presentes en el medio material. En los dominios del lenguaje, cuando le hablan a una persona, ésta es literalmente conducida a percibir –a través de las palabras que escucha- y por ende a realizar representaciones mentales de un medio que se gesta a partir de las expectativas de quien le habla. Es decir, cuando le hablan, quien lo hace se convierte en un auténtico “generador de medios” a través de los cuales transita el oyente, cual si fuera guiado por senderos siempre nuevos. Por cierto, en su esencia esta característica es propia del lenguaje de todos los seres vivos, la diferencia fundamental con los restantes lenguajes estriba en que los escenarios por donde los humanos pueden desplazarse exceden a aquel que constituye la representación mental del medio material, gracias a la expansión de la Actualización del Presente que se obtiene con el uso del lenguaje humano, como consecuencia de la neutralidad de la palabra. Los restantes seres vivos recogen del medio material, a través de lo que perciben, los estímulos para generar lenguaje, en tanto que los humanos pueden extraer de los medios generados por la propia acción del lenguaje el equivalente a los estímulos perceptivos a través de los cuales generan nuevos escenarios. En tal sentido, puede hablarse con propiedad de que el lenguaje humano es auto generativo. El “ir viendo lo que quieren mostrarme”, tiene a todas luces implícito un “veo lo que los otros ven”, un “ver a través de los ojos de terceros”, lo que en la práctica en muchos aspectos equivale a un “ponerse en el lugar de”. Por supuesto, ningún humano puede sentir lo que siente otro, así como nadie puede ver a través de otros ojos que no sean los propios, sin embargo, en el acotar los escenarios generados por el lenguaje que se percibe hay un auténtico y necesario “ponerse en el lugar de”. El llamado de alerta de los monos verdes cumple con lo anterior, sin embargo se presenta una diferencia importante al momento de compararlo con el lenguaje humano: el llamado de alerta de los monos verdes hace referencia a algo que está sucediendo en el mundo material, y que por ende es susceptible de ser percibido a través de los sentidos de quien escucha dicho llamado, lo que posibilita que ambos monos verdes, el emisor y el receptor, cuenten con similar referencia, el muy material entorno aéreo, para incorporarlo en su Realidad del Individuo, en cambio con el lenguaje humano se pueden generar escenarios ajenos al “aquí, ahora”, que no son susceptibles de ser percibidos a través de los sentidos. Con ello, se deja de contar con un referente común para nada despreciable, como es el medio material, cuna y soporte de la vida. Gracias al lenguaje, la capacidad de “ponerse en el lugar de”, se ha desarrollado en el ser humano en un grado que no es posible encontrar en otro tipo de criatura. Los humanos construyen gracias al lenguaje un medio no material anexo al medio material. Tardará años el niño en valorar adecuadamente qué, de aquello a lo que hace mención el lenguaje que escucha, e incluso el que emplea, es lo que en efecto forma parte del medio material y qué no. El niño al comienzo simplemente incorpora a su representación mental del medio material a la figura de un viejito pascuero, una abuelita, un lobo, etc., por medio de un proceso que exige la participación de terceros, quienes a través de la generación de escenarios atemporales e inmateriales promovidos por la acción del lenguaje al que accede el niño, validan la existencia de dichos medios. Lo anterior da cuenta del grado en que se depende de terceros en la temprana edad para la construcción de aquella parte de la Realidad del Individuo que se genera con la intervención del lenguaje, y que dice relación con mundos inmateriales y atemporales.

Se vio anteriormente que en general la Actualización del Presente está asociada a una elevada incertidumbre. En el ser humano, la incertidumbre aumenta en grado notable con la neutralidad de la palabra, incertidumbre que es marcadamente superior a la que se puede apreciar está asociada al lenguaje de las restantes criaturas. Este grado adicional de incertidumbre tiene también consecuencias positivas, pues da lugar a la generación mental de infinidad de distintos escenarios potenciales, jugando un rol sustantivo en la delimitación de dichos escenarios la Coherencia Afectiva del Lenguaje, que condiciona el “ver lo que otro pretende que yo vea” cuando se es el receptor de lenguaje. Con toda la incertidumbre que para un mono verde implica la representación mental del medio que se genera al escuchar el llamado de alerta, dicha representación está acotada al entorno material, con las particulares leyes que gobiernan el mundo de la materia, en cambio para el humano, gracias a la propiedad auto generativa de su lenguaje, no hay barreras de tiempo y espacio para la representación mental del particular medio que genera con el lenguaje. Por cierto, la propiedad auto generativa del lenguaje no pasa más que por incorporar los escenarios generados por la acción del lenguaje a la representación mental del medio, medio que se ve infinitamente expandido gracias al lenguaje, al accederse a la atemporalidad e inmaterialidad que caracteriza a su empleo. En la acción del lenguaje la atención se centra en quien está haciendo uso de él, y el grado de libertad para generar escenarios, en función de las palabras empleadas, está fuertemente supeditado a las expectativas de quien habla. Sin embargo no puede dejar de observarse que a su vez las expectativas de quien está haciendo uso del lenguaje incorporan como un elemento fundamental de su medio relevante a quien escucha; ningún padre le da una perorata a su hijo de un año y no precisa racionalizar acerca de la capacidad con la que cuenta el menor para emplear un lenguaje acorde con la edad del niño.

Cuando, conociendo el significado de las palabras, el niño escucha el anteriormente citado: “caperucita roja caminó por el bosque hasta que se obscureció....” todo un universo de mundos atemporales e inmateriales se van incorporando a su Actualización del Presente. Para el mecanismo cerebral del niño, caperucita roja está ahí, en su medio, ajena a la percepción que le otorga sus sentidos, pero muy presente. Para el niño, dicho medio, donde se sitúa caperucita, es compartido con el relator, quien se convierte en un conductor o guía, a través de los escenarios que genera el relato. En dichos mundos, habita también un hombre bueno, que es el leñador, que trabaja de sol a sol, y que rescata a caperucita. El narrador le asigna atributos a la entidad “leñador”, atributos que exceden lo meramente corporal, y que están integrados al escenario mental que el niño configura de los particulares segmentos de su medio en los que va teniendo lugar el dinámico desarrollo del cuento, en el que participa la figura del leñador, como una Entidad con específicos atributos.

Se ha mencionado que los humanos aprenden en los primeros años, gracias al lenguaje que adquieren a través de quienes hacen uso de él en su presencia, a generar Actualizaciones del Presente que rompen el marco de tiempo- espacio que gobierna a la materia. De igual forma sucede con la Proyección a Futuro en el uso del lenguaje. El niño aprende que se torna factible el proyectar y llevar a cabo acciones que no tienen cabida en el mundo material. Cuando así sucede, el fruto del lenguaje no es susceptible de ser percibido a través de los sentidos- que no sea a través de la palabra empleada- sosteniéndose en la mente como una Actualización del Presente los escenarios generados, para los cuales no necesariamente rigen las leyes que gobiernan el mundo material. Roto el lazo con un histórico compromiso existente entre el ser vivo y su medio material, los humanos acceden a estructurar Actualizaciones del Presente y Proyecciones a Futuro en las cuales el tiempo y el espacio aparentemente son gobernados a voluntad en los escenarios factibles de construir por medio del uso del lenguaje, generándose una inédita dimensión.

Enfrentando un dilema

Hay un tema no menor sobre el cual hasta el momento no se ha hecho referencia, sin cuya incorporación al análisis queda trunco el rompecabezas que se pretende armar para acceder a una coherente explicación de la particular naturaleza humana, y que se refiere a que, como se ha mencionado anteriormente, la representación mental del estado corporal cuenta con una permanente actualización, incorporada por cierto en la Realidad del Individuo, por lo que no admite una Actualización del Presente en el sentido como se ha definido a esta última, dado que sólo es susceptible de una Actualización del Presente aquello que no está siendo percibido, pero que sí lo fuera anteriormente. Bajo estas condiciones, es decir, con un cuerpo literalmente anclado al medio material, toda experiencia de vida está supeditada al “aquí, ahora, este cuerpo”, en circunstancia de que es evidente que de alguna forma los humanos logran lo que pareciera ser un desplazamiento a través de los inmateriales y atemporales medios generados por el lenguaje, adquiriendo experiencia de vida en esas auténticas travesías. La generación de escenarios por medio del lenguaje, donde el Individuo participa como actor sin que intervenga su cuerpo en la acción, medios en los cuales pueden haber abuelitas, lobos, alegrías, miedos, penas, dolores, etc., necesariamente exige de un “alguien” que viva la experiencia, capaz de desplazarse en lo inmaterial y atemporal. ¿Suerte de desdoblamiento del Individuo?. De ser así, sería una inédita fragmentación; la individualidad ha estado histórica e indisolublemente atada al actor fundamental, a aquel que opera en el medio material, al cuerpo material, por los cientos de millones de años a través de los cuales la acción de todos los seres vivos se ha circunscrito a un cuerpo material en interacción con un medio material. ¿cómo resolver este aparente dilema, sin renunciar a la individualidad? Como en todo rompecabezas, el desafío está en armarlo, no en crear nuevas piezas, por lo que la respuesta ha de hallarse en alguna característica propia de los seres humanos que aún no ha sido considerada.

Resolviendo el dilema; el nacimiento de una nueva entidad

Al ir aprendiendo el lenguaje, cuando la palabra empleada involucra la participación activa del niño sin que ello signifique la intervención de su cuerpo en la acción, indudablemente hay un “alguien” que se desplaza en los escenarios generados por el lenguaje. Por supuesto, ese “alguien” no posee un cuerpo material; no es factible que un cuerpo material se desplace a través de la inmaterialidad y atemporalidad que se genera con el lenguaje humano. Es obvia la presencia de una abuelita –virtual en todo caso por no existir un correlato material que la sustente- en la mente del niño cuando escucha el cuento respectivo, sin embargo no resulta evidente en forma inmediata la necesaria presencia de un pseudo niño en la mente del individuo al escuchar el cuento. Sin embargo se torna necesario considerar la existencia de dicha figura, suerte de representante del Individuo, toda vez que el relato genera experiencia de vida en este último.

En los mundos que inicialmente se generan en la mente del niño por la acción del lenguaje que va aprendiendo de terceros, estos últimos incorporan una particular figura, a la entidad “niño”, al “hijo”, al que le han asignado un nombre, como pudiera ser por ejemplo el de “Pablito”, figura construida por medio de la acción del lenguaje de terceros, quienes definen al “niño”, “Pablito”” “hijo”, entidad que paulatinamente se va consolidando en la mente del niño, empleándose para los efectos de dicha consolidación similar mecanismo al que opera cuando se consolida en su mente por ejemplo el objeto “pelota”, a través de su experiencia de vida con dicho objeto, o cuando se consolida la representación mental de su abuelita con sus particulares características. En un proceso en el cual inicialmente el Individuo genera una entidad que participa como una más en los escenarios creados por el lenguaje, paulatinamente el Individuo va adquiriendo un sentido de pertenencia sobre dicha entidad, en particular por el grado en que le afecta en forma directa aquello que los demás ven y hacen con dicha entidad y ven y hacen con el cuerpo del Individuo.

Es decir, no es necesario renunciar a la individualidad, pues surge el niño que ven en él, como el actor que se moviliza en la acción del lenguaje. No es el Individuo; el Individuo está indisolublemente atado al cuerpo material, al “aquí, ahora” en lo que a ejecución de acciones se refiere. Hay que recalcar que esta entidad que emerge, “Pablito”, se gesta en el aprendizaje del lenguaje, e incluso inicialmente el niño se refiere a si mismo como quien hace mención a un tercero; “Pablito” juega”, dice el niño para expresar que él está jugando; “Pablito” duele dedo”, para informar que le duele un dedo. La individualidad, sello distintivo primigenio de todo ser vivo, presente durante cientos de millones de años, no se ve menoscabada al hacer uso de una entidad como “Pablito”.

En el aprendizaje del lenguaje y en el empleo del lenguaje por parte de terceros, el niño inicialmente ha sido fundamentalmente un espectador, que se ha ido impregnando con los calificativos que los adultos expresan acerca del niño, calificativos que exceden el ámbito de su cuerpo material; el niño es bueno, es gracioso, es obediente, etc. Estas características son de “Pablito”, del hijo, del niño, valoradas por supuesto con el particular significado que adquieren en la Realidad del Individuo que se genera en la mente del niño. El Individuo valida como parte de su medio la imagen que de “Pablito” construye a partir de los calificativos y la acción de terceros. El Individuo no precisa sufrir de modificación alguna con la incorporación de esta nueva figura, es decir, no se pasan a llevar los millones de años de evolución que hay tras el ser humano en lo referente a la biunívoca relación “un cuerpo material- un individuo”. En su génesis, esta Entidad emerge como un tercero en escena, como pudiera ser la figura del leñador en el cuento de Caperucita Roja, e inicialmente, al igual que la entidad “abuelita” del cuento referido, sólo esporádicamente participa en la Realidad del Individuo del niño; con posterioridad llega a estar permanentemente presente en la Realidad del Individuo. Esta entidad, que comienza a cobrar vida como un “niño”, “hijo”, “Pablito”, poco a poco va adquiriendo mayor relevancia, como un activo participante en la representación del medio relevante del Individuo durante la niñez, medio que, con el dominio del lenguaje y su particular potencia, abarca escenarios que no requieren cumplir con las exigencias de tiempo-espacio que opera en el medio material, y que se incorporan a la Realidad del Individuo a través de la Actualización del Presente. Esta última característica asociada al lenguaje humano es la que le otorga al Individuo la posibilidad de realizar, a través de la entidad “Pablito”, un aparente desplazamiento por los inmateriales y atemporales mundos que con el lenguaje humano es! posible generar, viviendo el Individuo la experiencia, siempre sólo como observador, a través de las acciones que en dichos mundos lleva a cabo la entidad generada, esto es, Pablito. Sin embargo, se da la particularidad de que recibe premios y castigos afectivos y corporales conforme a cómo sea percibida y valorada por sus semejantes la entidad “Pablito”, lo que en definitiva va estableciendo un vínculo entre la acción de “Pablito” y la relación del Individuo con sus semejantes, es decir, no le resulta indiferente lo que haga dicha entidad. Durante la niñez, al ir estructurándose la entidad “Pablito” y adquiriendo relevancia para el Individuo, lo que tiene lugar básicamente a través de la ejercitación del lenguaje, cobra importancia para el Individuo el “como ven a Pablito”, en grado superlativo, por el lazo que los une y los involucra. Los humanos han llegado a disponer de un “Pablito” gracias al empleo de un lenguaje cuyo aprendizaje precisa de que exista una fuerte dependencia afectiva, por lo que no ha de llamar la atención que, una vez se ha accedido como especie a estos nuevos horizontes que son provistos por el lenguaje, se refuerce la dependencia afectiva, adquiriendo “Pablito” un rol protagónico para el Individuo.

Conforme a lo que se ha ido exponiendo, sutiles diferencias diferencian en extremo a los humanos de los restantes seres vivos. Para estos últimos, su lenguaje está limitado a hacer referencia sólo a aquello que está acaeciendo en el medio material, a representar una parte de él, y por ende permanecen atados a las relaciones tiempo-espacio que caracterizan a la materia, en el presente que se vive. La extensión del lenguaje humano, el que a partir de algo más de un par de docenas de fonemas consigue a través de éstos crear miles de palabras, posibilita asignarle una palabra a un particular elemento, y además caracterizarlo, expandiendo con ello el campo de aplicación de la palabra gracias a lo que se ha llamado la “neutralidad” de la palabra, conforme al particular estado del medio que exista en el que se emplee. Esta diferencia abre la puerta para acceder a lo que los humanos han definido como “lo abstracto”. Es importante destacar que no es sino a través de la asociación que se produce entre “Pablito” y el Individuo, gestada gracias a la participación de terceros en el aprendizaje del lenguaje por parte del niño, que se consigue que para el Individuo adquiera particular relevancia la acción de “Pablito”. De no producirse esta asociación, la experiencia de vida del Individuo a través del uso del lenguaje tendría similar limitación a la que se observa se da en los restantes animales con cerebro; esto es, estaría anclada a aquello que sucede en el medio material en el presente que se está viviendo. El dominio de la capacidad de “ponerse en el lugar de” al que se accede como consecuencia de la permanente ejercitación que el Individuo realiza a través de la Entidad “Pablito”, le permite al Individuo, por momentos, llevar a cabo una suerte de “personificación” de otras entidades. Se evidencia lo anterior cuando por ejemplo se ve una película; entonces, un particular “Pablito” personifica convenientemente a uno a más actores, haciendo suyas algunas de sus características y acciones, accediendo el Individuo a estados emocionales como consecuencia del rol que el actor va desempeñando en el film. Es posible emocionarse hasta las lágrimas al contemplar algunas escenas, o llenarse de odio al ver que el malvado castiga a una mujer indefensa, cual si “Pablito” adhiriera, hiciera suyo, algunos rasgos y vivencias de los actores. Si le resultara conveniente al Individuo, puede abandonar en la mitad de la obra uno de los papeles, y continuar con los otros que está representando. Cuando se observa al campeón nacional jugando un partido importante, literalmente “Pablito” se apropia de él, y no duda en abandonarlo si el campeón pierde el partido; en su afán por romper el lazo de identidad con el perdedor, que subyace en la mencionada apropiación del personaje, incluso le resulta conveniente criticarle, útil forma de romper el vínculo generado con el, ahora, perdedor, cual si se quisiera evitar con ello ser valorado negativamente por el desenlace del partido.

La importancia que desde siempre ha tenido para los seres vivos el “cómo me ven” se ha visto potenciada con la evolución del lenguaje humano, y un aparente costo que se debido pagar por la incorporación de la figura de “Pablito” ha sido el sustancial aumento de la dependencia al “cómo me ven”, dependencia adquirida a través del permanente ejercicio “cómo veo que ven a “Pablito” que realiza el Individuo. Esto último, sin duda constituye una inédita asociación que ata al Individuo a la percepción de cómo es valorado por sus semejantes a través de una entidad como “Pablito”. La dependencia afectiva del ser humano encuentra en el estructurar a una entidad que se forja a partir de la interacción con terceros, no un sustituto del Individuo, pero sí una representación del Individuo en interacción afectiva, lo que en definitiva potencia la humana dependencia al afecto. No es posible definir en su real dimensión por medio de palabras el vínculo que se establece entre “Pablito” y el Individuo, sin embargo, resulta evidente que el Individuo se desplaza corporalmente con las limitaciones propias que impone el mundo material, y moviliza a “Pablito” a través de los mundos inmateriales que va generando el lenguaje, en el presente que vive, libre de limitaciones de tiempo y espacio.

Para el Individuo, la incorporación de la Entidad “Pablito” a su representación mental del medio, posibilita que se refiera por medio del lenguaje a dicha entidad, emergiendo un “Yo”, el Ser Conciente.

COMENTARIOS

Para muchos efectos Pablito puede ser considerado como una suerte de marioneta que se encuentra integrada en la Realidad del Individuo como una entidad, tal como tantas otras entidades que están en un momento dado participando en la Realidad del Individuo, poseyendo la particularidad de ser el vehículo por medio del cual al Individuo se le abre la puerta para acceder a experiencias de vida en escenarios no materiales y atemporales a través de la acción del lenguaje. Este tipo de experiencias de vida, que no encuentran cabida en el mundo material, tienen lugar en escenarios que provee la Actualización del Presente, que es aquella parte de la Realidad del Individuo que sostiene y actualiza escenarios previamente percibidos, en este caso en particular, percibidos a través de la acción del lenguaje. El monitoreo permanente de la actuación de la marioneta lo realiza el Individuo, cual director de la obra que está siendo representada en el presente que se vive, y como buen director, en todo momento está evaluando cómo es valorada dicha actuación por el público presente y por los restantes actores, a quienes en definitiva Pablito se debe, como consecuencia de la elevada dependencia afectiva que caracteriza al ser humano. Aquello que está sucediendo en la obra en la que participa Pablito da lugar a lo que se definirá como la Realidad del Individuo Conciente. La Atención, un recurso escaso, privilegia resaltar algunos aspectos de aquello que se está representando en desmedro de la calidad de información que se obtiene de otros, tal como en la práctica le sucede al director de una obra de teatro, quien por prestarle por un momento atención a la calidad de la iluminación deja de percibir la expresión del rostro de aquel actor a quien un momento antes contemplaba. Conforme a lo descrito, el Ser Consciente es Pablito.

La experiencia de vida de Pablito no se limita a lo atemporal e inmaterial. La permanente interacción con el medio material del cuerpo material asociado a la entidad Pablito constituye experiencia de vida que se incorpora en la biografía de Pablito. Así como el niño cuenta con una biografía mental de su madre, con el conjunto de acciones en las que ha participado Pablito el Individuo genera una conveniente biografía que le asigna y atribuye a éste. La pregunta “¿qué hiciste ayer en la tarde Pablito?” que su madre le hace al niño, conduce a que el Individuo movilice a Pablito – lo que en definitiva corresponde a activaciones de asociaciones neuronales como consecuencia de las particulares condiciones en las que se desenvuelven las acciones a partir de la pregunta formulada por su madre- para incluir en la Actualización del Presente al “ayer en la tarde” vivido por la entidad Pablito, escenario desde donde se rescatan las actividades que, valoradas por el Individuo, resultan ser relevantes. El potencialmente extenso panorama que se gesta en la mente frente a la pregunta en cuestión en definitiva es acotado por la Coherencia Afectiva del Lenguaje. Si por ejemplo Pablito en la tarde de ayer, trasgrediendo las normas impuestas por su madre hurgó en la despensa y no resistiendo la tentación se comió parte importante de las golosinas que su madre tenía reservadas para la navidad, y la pregunta es realizada un momento después de que su madre abre la despensa, de las innumerables experiencias de vida del niño acaecidas en el día anterior destacará en particular lo relativo al suceso vivido en los momentos en que tuvo acceso a la despensa. La lectura por medio de la razón de una experiencia vivida, constituye nueva experiencia de vida, y no se caracteriza precisamente por constituir una fiel representación de lo vivido; es mas bien una conveniente representación de lo vivido. ¿Y qué es la “razón”?. Como tantos términos que se emplean sin contar con un referente que perteneciendo a la Realidad del Individuo Consciente esté asociado a plena certidumbre (como por ejemplo en general sucede con la ecuación 1+1 = 2 en el ámbito del actuar consciente, y con un sonido que se acaba de escuchar, el que es valorado por el Individuo, en el inconsciente, como cierto, independientemente del significado que se le otorgue ) resulta válida una redefinición conforme a lo que se ha visto hasta el momento. Para lo anterior es necesario previamente hacer mención a que existe una inseparable hermandad en la trilogía Lenguaje/Razón/Conciencia. En ella, el lenguaje es el instrumento, la razón es el instrumento en acción y la conciencia (el Ser Conciente) es el sujeto involucrado en la acción.

Es el programa de acción del Individuo el que dispone la acción de Pablito cuando se hace uso del lenguaje propio. El lenguaje empleado por terceros induce el desplazamiento de Pablito por los escenarios que el Individuo incorpora como parte de la Realidad del Individuo a partir de lo que escucha o lee. Así como el programa de acción del Individuo dispondrá correr cuando un perro furioso se dirige hacia la persona, apuntando con ello a acceder a escenarios materiales más favorables, similar mecanismo actúa frente a los peligros que se detectan en los escenarios inmateriales y atemporales donde le es dado habitar a Pablito. La dinámica que provee la acción del lenguaje para la generación de escenarios, infinitamente más maleable que los escenarios que forman parte del mundo material, es empleada por el Individuo para rescatar entre la infinidad de escenarios factibles de construir, aquel que le resulte más favorable. En todo caso, de la misma forma como constituiría un atentado contra la supervivencia el cerrar los ojos y taparse los oídos para no ver ni oír al perro furioso mencionado, hay muchos escenarios poco favorables a los que se accede a través de la acción del lenguaje y que deben ser enfrentados por el Individuo.

La elevada dependencia afectiva del ser humano actual, condicionante que impone que las acciones de Pablito estén dirigidas a ser querido, valorado, estimado, reconocido, etc. ha ido evolucionando a la par de la singular forma cómo lo ha hecho el “cómo me ven”. El “cómo me ven” al disponer el Individuo de la entidad Pablito se transforma en un “como veo a Pablito, quien necesita ser exitoso en lo afectivo” en aquel segmento del teatro de operaciones que el Individuo asume es compartido por sus semejantes Lo que para el Individuo constituye experiencia de vida de Pablito, está dado por aquello que el programa de acción del Individuo valora como la acción de una entidad que es susceptible de ser percibida por sus semejantes. Por lo anterior, y a diferencia de lo que sucede con las restantes criaturas con cerebro, la Realidad del Individuo Conciente convive con la desnudez que propicia el “percibirse observado”, que se genera como consecuencia de la capacidad del Individuo de “observar” la acción de Pablito.

El ámbito de acción del Ser Conciente expande infinitamente los escenarios a los que el Individuo puede optar en ausencia del empleo del lenguaje para la configuración de la Realidad del Individuo, por lo que no ha de llamar la atención que el Individuo le asigne a la entidad Pablito un rol fundamental, sin cuya participación el Individuo es incapaz de acceder al empleo de la razón. La capacidad de razonar es atribuida por el Individuo a la acción de Pablito, de un Pablito que según se ha visto emerge con posterioridad al nacimiento del ser humano, fruto del aprendizaje del lenguaje durante los primeros años de vida.

Ancestrales condicionantes de territorio, dominio, estatus, etc., presentes de una u otra forma en todo tipo de vida, en el particular caso del ser humano en forma alguna han perdido su vigencia, y se manifiestan abiertamente o en forma encubierta en toda acción que se lleva a cabo, acciones que a su vez pretenden conjugar satisfactoriamente los requerimientos que impone el severo condicionamiento afectivo que caracteriza a los humanos.

La trilogía lenguaje, razón, conciencia, como herramienta, resulta ser en extremo poderosa por permitir el quiebre espacio/tiempo que ha mantenido atada a todas las criaturas con vida al “aquí, ahora, este cuerpo”, quiebre que sólo se consigue con la participación de una entidad capaz de desplazarse por lo inmaterial y atemporal. Como contrapartida, la razón resulta ser torpe para traducir adecuadamente la Realidad del Individuo, o al menos aquello que tras ella en apariencia hay, esto es, certeza de realidad. (la que, al decir del discurso humano, se traduce como la búsqueda de la Verdad, de lo cierto). Para los seres vivos con cerebro la Realidad del Individuo constituye la más certera traducción de la realidad a la que pueden optar, y de ello da fe nada menos que el éxito –o fracaso- de la supervivencia. Los incuestionablemente extensos límites de la razón para configurar escenarios inmateriales y atemporales encuentran una infranqueable barrera al momento de querer traducir a través de palabras el mundo interior con que cada ser humano cuenta en cada momento de su existencia. Esta limitación se explica tanto por el sesgo que provee la limitada capacidad de las palabras para conseguir por su intermedio representar escenarios cuya amplitud potencial resulta ser infinitamente superior al extracto implícito que en definitiva tiene lugar con la palabra una vez que opera la Coherencia Afectiva del Lenguaje, como por las limitaciones y condicionamientos que impone la experiencia de vida –lo que es desconocido en su real dimensión por la razón- que induce a privilegiar la acción, y específicas acciones, a partir de destacados pero restringidos segmentos de la Realidad del Individuo. La razón, como herramienta, juega a favor del Individuo, por lo que vastas zonas de la Realidad del Individuo resultan ser inaccesibles para el Ser Conciente, y por ende no llegan a generar experiencia de vida, por constituir un peligro potencial el aventurar acciones de lenguaje que pudieran conducir a dichas zonas. En lo referente a que el Individuo acota convenientemente el rango de acción del lenguaje, es razonable asumir que así como ningún ser vivo se expondría al peligro inminente que como tal es valorado por su Realidad del Individuo (un ratón no camina hacia las fauces del gato al que está mirando), la acción del Ser Conciente emerge como resultado de una previa valoración de lo que pudieran ser escenarios favorables y peligrosos, por lo que no tiene sentido esperar que por medio de la razón el ser humano consiga aventurarse a explorar zonas que el Individuo valora como peligrosas de no mediar un recompensa potencial que lo justifique.

Sobre la permanente búsqueda de la Verdad que caracteriza al ser humano, tarea que el Individuo acomete por la vía de la acción del Ser Conciente, resulta de interés observar que la Verdad en el ámbito de acción del Ser Conciente adquiere especial connotación si es reconocida como tal por otros seres humanos. Tal vez uno de los mayores logros conseguido por la humanidad en este aspecto, en términos de que apunta a una verdad compartida, esté representado por el Método Científico, por medio del cual se consigue asegurar, bajo parámetros de validación racionales, que la verdad que de él emana, es universal. En todo caso, el restringido campo de aplicación del Método Científico en relación al extenso universo de realidad en el que habita el ser humano no constituye más que un magro alimento para un ser que vive condicionado en grado extremo por sus semejantes, y que no encuentra en el expresarse a través de la razón un instrumento que consiga conjugar adecuadamente su naturaleza gregaria afectiva.

Según se observa, cada cual en lo suyo –si cupiera hacer la distinción entre uno y otro- el Ser Conciente con su capacidad para exceder las limitaciones impuestas por el “aquí, ahora, este cuerpo” y el Individuo, incapaz de acceder sin la figura de un Pablito a la atemporalidad e inmaterialidad de las que provee el lenguaje, sin ser precisamente complementarios, conforman una unidad inédita en la historia de la evolución.

Inseguridad bañada de torpeza o torpeza propia de las limitaciones de un Individuo que no termina por interiorizar como suya la obra que genera con la acción del lenguaje, lo cierto es que sin llegar a ser súbdito el Individuo de la Razón, le asigna a ésta un rol que aparentemente excede su potencial, según se desprende al observar el grado en el cual los humanos condicionan su existencia, en el día a día, a compromisos generados a través de la acción del lenguaje, que pueden literalmente “atar” el futuro de una persona –estudio de una carrera universitaria por ejemplo y su posterior ejercicio- cual si las condicionantes que en su oportunidad condujeron a la decisión de matricularse en dicha carrera fueran inmutables en el tiempo. En tal sentido los humanos resultan ser esclavos del lenguaje, por los compromisos que por su intermedio genera, los que por formar parte de la biografía del Ser Consciente deben ser respetado para que Pablito pueda a su vez optar a ser respetado y valorado en su extenso entorno afectivo. La inconsecuencia entre el discurso de una persona y su acción, es castigada por la comunidad humana por la vía de desacreditar posteriores discursos de quien es inconsecuente. Según se ha visto, la Proyección a Futuro que está presente en un momento específico en el cerebro de un predador que persigue a una potencial presa en caso alguno resulta ser una exacta réplica de lo que en definitiva será la experiencia de vida con la que contará el predador una vez que haya concluido exitosamente la cacería. Momento a momento durante la persecución se van alterando las particulares condiciones del medio material en el que tiene lugar el juego de la supervivencia, y lo que fuera proyectado como una potencial acción exitosa un segundo antes, no necesariamente constituirá un segundo después la mejor alternativa de acción. Se requiere de una continua readecuación de la Proyección a Futuro, conforme a las particulares condiciones que se estén dando en el presente que se vive. En el empleo del lenguaje opera idéntico mecanismo; el Individuo valora como acciones viables el empleo de particulares palabras, emergiendo Proyecciones a Futuro que en caso alguno se corresponden en su totalidad con la experiencia de vida que en definitiva generará la acción del particular lenguaje que se emplee. Instante a instante la Realidad del Individuo se impone para dar como resultado la proyección y ejecución de acciones. Esto es, al hablar, los humanos no cuentan con un discurso pre establecido; instante a instante la Realidad del Individuo readecua el programa de acción a ejecutar, conforme a las expectativas que provea la Proyección a Futuro, lo que por supuesto está relacionado por las condiciones imperantes en el medio.

Cabe observar que la dependencia afectiva del ser humano ha llevado a que el ser humano le otorgue a la Realidad del Individuo Conciente un carácter de representación de la realidad que por cierto no tiene; el extenso escenario de la Realidad del Individuo, el que abarca la Realidad del Individuo Consciente, dispone de mucha más información que este último, lo que en definitiva le otorga precariedad al grado de certidumbre a través del cual transita la existencia del Ser Conciente. La búsqueda de la “verdad” ha sido y seguirá siendo en el ser humano el reflejo de la diferencia entre el nivel de certidumbre al que opta la Realidad del Individuo y la Realidad del Individuo Conciente.

Todo aquello en lo que se involucra el Ser Consciente forma parte de la Realidad del Individuo, sin embargo el Individuo no piensa por si solo, (el Individuo no es más ni menos que el resultado, en tiempo real, de un complejo proceso cerebral capaz de relacionar y procesar información conforme a patrones pre establecidos, adquiridos tanto a través la evolución como por intermedio de la experiencia de vida) no razona, así como tampoco lo hace un gato o un chimpancé.



Otros documentos del mismo autor




© Copyright 2008 Guillermo Brand Deisler.
© Copyright 2008 REDcientífica.
Todos los derechos reservados.


[Evaluar este artículo]








              Misión de REDcientífica              Condiciones de publicación              E-mail de contacto



  Bookmark and Share