Ramón y Cajal escribió en 1899 que el tamaño y disposición de las células nerviosas, así como de sus expansiones, no parece referirse de un modo bien evidente con determinada modalidad funcional (1). Como explica Hawkins (2), basándose en un trabajo de Mountcastle de 1978, la estructura de la corteza cerebral es uniforme en todas las regiones, y en todas ellas se ejecutan las mismas operaciones; según Hawkins, el algoritmo cortical básico es el mismo: mover patrones (de trenes de potenciales de acción).
A simple vista es posible distinguir, por ejemplo, el color rojo de una flor del timbre de una flauta travesera, a pesar de que no hay motivo para pensar que la corteza cerebral dispone de un grupo de neuronas predispuestas genéticamente a especializarse por su estructura precisamente en la específica representación abstracta de una flauta travesera. Grosso modo: el "instrumento" es el mismo, la corteza cerebral, lo que varía es la música que se toca, la configuración definitiva de las redes neurales morfofuncionales efectivas en cada instante.
Gracias a que el algoritmo cortical básico es el mismo, el cerebro se adapta a la cambiante realidad conforme cambia su propia estructura morfofuncional isomórfica con esa realidad, abstrayéndola con objetividad. Como la subjetividad consiste en aquéllo que ocupa la mente en un momento dado, estas especulaciones invitan a buscar el correlato de la conciencia subjetiva no en la neurona, sino en lo que secuencias de conjuntos integrales de neuronas, efectivos como un todo, van configurando al conectarse unas neuronas con otras a cada instante que transcurre; invitan a buscar el correlato no en la neurona, sino en la información consciente y abstracta que se está generando e integrando en el cerebro durante el proceso de asociación e integración de la actividad nerviosa.
El dolor es perceptible subjetivamente de manera vívida, intensa y personal, a pesar de ser información abstracta transmitida entre neuronas. No es algo inconcebible, pues abstracto no significa irreal, o indetectable. Lo abstracto no es concreto, pero es efectivo como abstracto.
Según Crick (3), la conciencia es una propiedad emergente del cerebro. Se quiere sobreentender que Crick se refirió no a la conciencia como propiedad del tejido nervioso en general, sino a la experiencia consciente subjetiva en particular, la experiencia consciente como sujeto con entidad única. La propiedad de la subjetividad en principio emerge al integrarse cierta información abstracta, y, recíprocamente, al emerger la conciencia subjetiva, cierta información abstracta se integra en ese todo con entidad única a simple vista.
Cuando la subjetividad emerge, el sujeto no percibe una cambiante imagen mental integral, continua en el tiempo y unificada en un todo que es el proceso de la experiencia consciente subjetiva, sino que el sujeto se identifica con esa percepción subjetiva. El sujeto, el observador subjetivo, es el propio proceso de percepción consciente subjetiva.
El sujeto consciente es un objeto real, pero abstracto; no es un objeto concreto dotado de subjetividad. Por ejemplo: si la percepción subjetiva consiste en la información abstracta sobre una manzana, el sujeto se identificará con ese trasunto abstracto de una manzana, con esa información que abstrae a la manzana. Según Schrödinger (4), sujeto y objeto son una sola cosa (uno de los corolarios más interesantes en neurociencia).
La conciencia es una propiedad del tejido nervioso (al menos) consistente en que la información transmitida es consciente. Las neuronas no son conscientes, lo consciente es la información que transmiten.
No hay conciencia, sino seres conscientes. Las neuronas no secretan conciencia, sino neurotransmisores.
La información transmitida por las neuronas es consciente, dado que la neurona, por el específico acoplamiento entre respuesta y estímulo, tiende a responder a su estímulo de manera isomórfica y compatible, y tiende a no responder a su no-estímulo (para más detalles a este respecto, ver "Mente y biofísica", artículo "en prensa" que será publicado en breve en uno de los próximos números de "Revista de Neurología").
Para que tenga lugar la experiencia consciente subjetiva hay que ser consciente de algo, pues, como ha dicho Zeki (5),no hay razón para separar de la conciencia la adquisición de conocimiento visual. Es decir: sin objeto no hay sujeto.
Según las ideas actuales de algunos neurocientíficos, como Roth (6), en el momento en que se activan las áreas corticales de asociación es posible establecer una correlación con la percepción consciente subjetiva. Ésto probablemente tiene que ver con la vigencia de la telencefalización, no con que otras partes del cerebro no estén formando parte, junto con las áras corticales de asociación, del correlato de la experiencia consciente subjetiva.
Independientemente de cuál sea el mecanismo de emergencia de la propiedad de la subjetividad, en el cerebro hay neuronas y redes neurales, y las investigaciones neurocientíficas tienden a ubicar en estas estructuras el correlato de la experiencia consciente subjetiva.
La conciencia subjetiva se integra al emerger y emerge al integrarse. Los mecanismos de integración neuronal, que son parte del correlato de la conciencia subjetiva, han interesado a los investigadores desde hace décadas, al ser accesibles a la investigación científica. En el sistema nervioso, al converger la actividad sináptica de dos neuronas en una tercera, la tercera integra la actividad de las dos precedentes. Así mismo, la existencia de interneuronas entre dos neuronas integra la actividad de estas dos neuronas (y de paso dota de coherencia a su actividad).
A partir de sus clásicas investigaciones, Sherrington infirió que la integración de la información visual tenía que ver con la concurrencia temporal de la información sensorial visual, la sincronía de la actividad neuronal en la vía visual. Es concebible: si muchas neuronas, parecidas entre sí, y correlacionadas por sus interacciones, hacen lo mismo a la vez en un mismo sitio, el resultado puede sumarse y dar un conjunto integrado en un todo con entidad única a ciertos efectos a determinada escala, por ejemplo, al efecto de poder considerar con un error despreciable que se activan a la vez y en un mismo sitio a determinada escala, constituyendo un todo.
El que las piezas, las neuronas, que son el correlato del todo llamado subjetividad, estén sincronizadas no es suficiente para explicar la emergencia de la subjetividad, pues no toda actividad sincronizada emerge como conciencia subjetiva. Por ejemplo: en un momento dado puede no estar teniendo lugar la percepción consciente subjetiva de la información visual que esté siendo procesada en el cerebro, y, sin embargo, el procesamiento de esa información visual subconsciente estará requiriendo su sincronización, dado que la vía visual incluye la coherencia y la sincronización de su actividad entre las características de su funcionamiento. Entonces, si no toda actividad neuronal sincronizada emerge como conciencia subjetiva, ¿qué tiene de peculiar la sincronización en el caso de la subjetividad? Es posible que existan ya algunos conatos de respuesta para esta pregunta (referidas al caso particular de la percepción subjetiva de la información sensorial visual): la integración de la actividad correlativa con la conciencia subjetiva podría tener que ver con una activación sincronizada mediante una oscilación a 40 Hz, el "ritmo gamma", descrito por Wolf Singer. Según Singer (7), la sincronización de emisiones de señales procedentes de neuronas espacialmente distintas activándose sincrónicamente a 40 Hz correspondería a las distintas características del objeto (movimiento, color, forma, etc.) que uno afirma percibir integradas en la forma de ese objeto único en un momento dado. Las oscilaciones a 40 Hz podrían sincronizar conjuntos de neuronas que por su especificidad espaciotemporal en un momento dado estuvieran especializadas en los distintos componentes perceptibles de una escena visual, y constituir, tal vez, un correlato directo de la percepción consciente subjetiva de lo que se ve.
Según Edelman (8), se produce un ir y venir de señales entre mapas corticales paralelos interconectados y sincronizados por fibras recíprocas, una interacción sistemática específica y peculiar entre ciertas neuronas, que las sincroniza. Para Edelman, la reentrada es este componente fundamental de la integración vinculado a la vívida experiencia consciente subjetiva. Zeki (5) ha hecho una detallada descripción de la reentrada. Por su parte, Eurich (9) ha hecho una descripción de algunos de los posibles mecanismo neuronales implicados en la sincronización, siendo destacable su simplicidad. De acuerdo con Edelman (8), la reentrada constituye un mecanismo fundamental de la integración neuronal al asegurar la correlación espaciotemporal de las descargas neuronales. La reentrada sería entonces un "truco de sincronización" a los que se refiere Damasio (10), una forma peculiar de correlacionarse la actividad neuronal, posible quizá por una reentrada entre mapas corticales mediante una oscilación a "ritmo gamma" como ha sido postulado por Singer y Crick.
Según Damasio (10), la simultaneidad relativa de actividad en distintos lugares probablemente conecta partes de la mente separadas entre sí. Según Damasio (10), quizá la integración mental tenga que ver con la acción concertada de sistemas a gran escala mediante conjuntos sincronizados de actividad neuronal en regiones separadas del cerebro, un truco de sincronización. Para Damasio, ésto no sería una explicación de la ligazón de las piezas de la conciencia, sino una sugerencia de que la sincronización es una piezas del mecanismo, no el mecanismo. Por tanto, la descripción del correlato de la conciencia no es la descripción del mecanismo de emergencia de la conciencia subjetiva, de la misma forma que la descripción de la evolución de las especies a partir de las diferencias entre fósiles sucesivos, que permite conocer la existencia del fenómeno evolutivo, no es una descripción directa de ese mecanismo de la evolución que permitirá intuir cómo transcurre el fenómeno evolutivo. Hace falta conocer el mecanismo de selección natural para intuir cómo tiene lugar el proceso evolutivo, y así tener suficiente certeza acerca de lo que se sabe indirectamente (que las especies de algún modo evolucionan) a falta de pruebas directas (la evolución no se percibe a simple vista). De igual manera, hace falta conocer el mecanismo de emergencia de la conciencia subjetiva para intuir cómo tiene lugar el proceso de la experiencia consciente subjetiva.
Al ser la experiencia consciente subjetiva un proceso, no interesa indagar la causa de la conciencia, sino el mecanismo de emergencia. En una secuencia de neuronas, A-B-C, A no es la causa de la actividad de C, sino el correlato. Por su parte, la secuencia A-B-C no es una demostración de la causa de la actividad de C, y por extensión tampoco una demostración de la causa de la subjetividad en el caso de que A-B-C (integrado en un todo) fuera el correlato de la subjetividad; A-B-C es sólo una demostración de C a partir de A, siendo A y C correlatos. La demostración será verdadera si lo es cada paso.
Más que la causa de la emergencia de la conciencia subjetiva, interesa el mecanismo de emergencia por el que A-B-C constituye un todo a escala macroscópica al asociarse e integrarse A, B y C, las piezas a que se reduce el todo a escala microscópica. ¿Cómo es que hay una acción concertada en sistemas precisamente a esa "gran" escala citada por Damasio en la que A, B y C son identificables como un todo, [A-B-C], con un error despreciable; mediante qué mecanismo se llega a esa "gran" escala? Por lo visto, la descripción del correlato por sí solo no permitirá concluir cuál es este mecanismo, algo que requerirá un ejercicio extra de intuición, que se deja para el próximo artículo de esta serie, en el que se especulará acerca de cuál es el mecanismo de emergencia de la conciencia subjetiva, y se ofrecerá, por tanto, una solución al "eterno" problema mente-cerebro.
Bibliografía:
1. Ramón y Cajal S. Manual de Histología normal. Valencia: Pascual Aguilar; 1889. p. 620.
2. Hawkins J, Blakeslee S. Sobre la inteligencia. Madrid: Espasa Calpe; 2005. p. 65-81.
3. Searle J R. Dos biólogos y un físico en busca del alma. Mundo científico 1996; 170: 654-69.
4. Schrödinger E. Mente y materia. Barcelona: Tusquets; 1985. p. 51.
5. Zeki S. La imagen visual en la mente y en el cerebro. Investigación y ciencia 1992; 11: 27-35.
6. Roth G. Bases nerviosas de la conciencia. Mente y cerebro 2002; 1: 12-21.
7. Fischbach G D: Mente y cerebro. Investigación y ciencia 1992; 11: 6-15.
8. Edelman G M, Tononi G. El universo de la conciencia. Barcelona: Crítica; 2002. p. 62-63.
9. Eurich C W. Sincronización neuronal. Mente y cerebro 2003; 4: 90-91.
10. Damasio A R. El error de Descartes. Barcelona: Crítica; 2001. p. 97.