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Vida embarazada y reproevolución. Una teoría global sobre la vida terrestre (IV)

Miguel García Casas
 
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CAPÍTULO 4. ¿QUIÉN EVOLUCIONA?

Lejos de encontrar una respuesta clara, la historia de la evolución es una búsqueda del auténtico sujeto del verbo evolucionar. ¿Son los individuos?, ¿son las poblaciones?, ¿son las especies?, ¿son las estirpes?. Tener una respuesta clara al interrogante indica, a mi parecer y según el estado de la cuestión, más creencia que certeza. Bajo el paradigma holístico el contenido de este capítulo reflexiona al respecto.

Algunas consideraciones sobre evolución

Se cuentan por millares los trabajos científicos que corroboran la existencia de la evolución biológica. Esta propiedad de los seres vivos es hoy en día admitida como una realidad, sin embargo la filogenia o camino que han seguido unas especies para transformarse en otras, es un fenómeno de percepción difícil al que no hemos respondido satisfactoriamente. De hecho, la visión borrosa que tenemos de la filogenia nos impide definir satisfactoriamente la evolución y averiguar la naturaleza de este fenómeno dinámico que se manifiesta a lo largo de millones de generaciones de seres vivos.

Existe un núcleo conceptual del término evolución que en la actualidad sería de aceptación universal. Se trata de un proceso de cambio en los taxones biológicos que se da a lo largo del tiempo, y que permite la aparición de nuevos organismos. Los fósiles más antiguos son los más simples -caso de las bacterias-, mientras que en el tiempo actual encontramos organismos mucho más complejos, uno de los cuales es el hombre. Asociadas a la aparición de nuevos tipos biológicos se van manifestando una serie de extinciones a las que está sometido el conjunto de seres vivos de la Tierra. La evolución no es sólo cambio, sino cambio con complicación [ Nota 59 ] y extinción.

En cuanto al mecanismo evolutivo, estaría integrado por un mensaje genético con capacidad de variación que permitiría la supervivencia de muchos de los taxones y la aparición de nuevos tipos.

Sin embargo, no existe acuerdo sobre cuál es el papel en la evolución de la selección natural, ni del azar, ni de la adaptación, ni sobre si el mecanismo persigue un fin o es un proceso falto de sentido [ Nota 60 ].

La evolución biológica es un proceso ordenado que muestra sincronías en la aparición de los grupos, por ejemplo el llamado big bang cámbrico, una explosión incomparable de diversidad zoológica en un pequeño espacio de tiempo, y también un ritmo de extinciones masivas cuya cadencia está en los 26-30 millones de años [ Nota 61 ].

El reducido conjunto de sintonías entre las diferentes percepciones de la evolución, permite concebir la idea de que la determinación de la naturaleza de la evolución es una cuestión abierta para el siglo próximo, porque frente a lo admitido a nivel "divulgativo", la cantidad de incógnitas "profundas" sobre el proceso es inmensa y la capacidad de responder es actualmente escasa.

¿Quién evoluciona?

Si la evolución existe es porque hay algo que evoluciona. ¿Qué es lo que evoluciona?. El darwinismo pone el acento en que no ha sido posible explicar adecuadamente el concepto de especie [ Nota 62 ], o de otro modo que la especie no nos sirve para explicar la evolución [ Nota 63 ]. La contestación "natural" a quién evoluciona es que son los seres vivos los que evolucionan. Según mi idea la evolución no es una propiedad de ninguna parte de la naturaleza viva, sino una relación que surge y se explica por la aparición de las distintas especies y taxones en general. Cuando un hombre realiza un cambio, por ejemplo recorre una distancia, debe estar al principio y al final del recorrido en dos momentos concretos. Por tanto si una especie cambia evolucionando debe estar al principio y al final, pero parece ser que la especie cuando evoluciona se transforma en otra y por tanto nunca está ella misma al final. Deduzco de esta manera que la especie no evoluciona. Debe hacerlo algo de más categoría que ella. Por generalización del razonamiento es posible asumir que la evolución es una propiedad del macrorganismo formado por todos los seres vivos de la Tierra, que caso de que exista, estaría presente durante toda la evolución.

El verbo evolucionar se encuentra ligado al cambio. Para percibirlo es necesario asumir el tiempo, como parámetro íntimamente ligado al cambio, y la relación entre dos tipos de formas: las anteriores y las posteriores. Ignorar cualquiera de las dos nos niega la percepción del hecho. La evolución en este sentido está fuertemente ligada a objetos diferentes, y la relación entre éstos es realmente la evolución, de tal modo que delatamos la evolución aunque los organismos diferentes comparados no sean siempre los mismos. Es decir la evolución existe entre las bacterias y los peces, pero también entre las células eucariotas y las medusas. La evolución es una relación [ Nota 64 ] expresada en términos relativos, que surge al comparar los valores absolutos de los organismos que se contrastan. Por tanto es necesario tender un nexo entre especies diferentes para comprender la evolución, pero ¿cuál es la naturaleza de dicho nexo?. Así la evolución no es una propiedad del individuo, ni siquiera de un conjunto de individuos iguales. La evolución no es una propiedad de la parte. Matemáticamente diríamos que es el conjunto de seres vivos el que evoluciona; sin embargo, un análisis del lenguaje matemático nos muestra que los conceptos matemáticos son simplificaciones de realidades más complejas. El término conjunto solo agrupa, pero no define. Definir a un hombre como a un conjunto de células sería absolutamente incompleto, en el sentido de que no por juntar un conjunto de células en un recipiente nos aparecería un hombre.

Una propiedad nueva, que surge por el agregado de partes, puede estar manifestando la existencia de un sistema

Estamos pues ante una aparentemente extraña propiedad que les sucede a organismos que, en sí mismos, no la cumplen, ya que un organismo no evoluciona respecto a sí mismo, sino respecto a otro. Sin embargo, este tipo de sucesos que pueden ser explicados por la relación entre múltiples partes no son tan infrecuentes en la naturaleza puesto que, por ejemplo, no existe ninguna célula inteligente, aunque hay acumulaciones de células dotadas de esta propiedad. Tampoco las moléculas de los seres vivos están vivas, aunque su agregado sí lo está. Quién no ha oído alguna vez que el amor es química, pero cojamos a una persona enamorada tratémosla químicamente y descompongámosla almacenando sus diferentes moléculas en frascos diferentes. Luego extraigamos una molécula de ADN y mostrémosla a un amigo diciéndole "ésta es una molécula de ADN enamorada", si nuestro amigo admite los principios holísticos nos mirará con una escéptica cara de poker, si por el contrario es mecanicista argumentará que aunque la ciencia no lo ha descubierto todo, su estado actual es mejor que el que ha tenido nunca y que es posible en un futuro responder dilemas que ahora nos son lejanos, a pesar de que admitirá con normalidad que sí plantean serias dudas principios como el de indeterminación [ Nota 65 ]. En su más íntima esencia los átomos están constituidos de los mismos tipos de subpartículas y partículas y son sus relaciones las que les hacen ganar propiedades que las partes no poseen. Al menos que sepamos si extraemos un protón del núcleo de un átomo de nitrógeno presente en una molécula de amoniaco, y otro situado en cualquier otro núcleo de otro átomo y molécula para considerarlos aisladamente no muestran diferencias. Lo mismo podemos decir de cualquier carga negativa que orbite al núcleo. Al nivel referido no existen diferencias en el interior de las moléculas, sean inorgánicas u orgánicas, sean óxidos u hormonas. Las moléculas no piensan, las moléculas no sienten, no quieren. Las moléculas sólo reaccionan químicamente jugando con cargas positivas y negativas. Son sus agregados los que pueden vivir adquiriendo propiedades negadas a sus partes, adquiriendo incluso sentimientos.

La respuesta, desde el materialismo dialéctico u holismo, parece poder encontrarse en que las propiedades referidas (inteligencia, vida, amor) aparecen en función de la adquisición de un grado mayor de complicación estructural. Así la vida aparece a un nivel de complejidad mayor que el químico, y la inteligencia a un grado de complejidad mayor que el celular [ Nota 66 ]. En correspondencia ¿puede responder la evolución a una propiedad que surge a un determinado nivel de complejidad?.

Si basándonos en la teoría de sistemas admitimos que una propiedad que aparezca nueva a un nivel de complejidad superior puede estar delatando un sistema superior, la evolución puede ser prueba de que los seres vivos en conjunto formamos un macroorganismo, un sistema superior, vivo, que además de las propiedades de sus elementos integrantes, añade una propiedad nueva: la evolución.

Cada ser vivo de una complejidad similar a la nuestra, y por tanto pluricelular, se caracteriza porque mantiene metabolismo y reproducción, propiedades evidentes tanto a nivel unicelular como pluricelular. Sin embargo, la evolución no es una característica que defina a un hombre, o a una mosca, de hecho si pudiésemos parar la evolución ambos tipos de organismos seguirían existiendo por grandes cantidades de tiempo, mientras que si interrumpiéramos el metabolismo o la reproducción rápidamente desaparecerían. La cuestión es saber si la vida sobreviviría en el Universo si paramos la evolución.

Es evidente que la evolución no ha podido ser reproducida en el laboratorio [ Nota 67 ]. Se ha experimentado con bacterias [ Nota 68 ] sometiéndolas a mutaciones y luego se ha probado su supervivencia en diferentes medios de cultivo. Con la interpretación de estos resultados hemos construido la versión ortodoxa del mecanismo genético del cambio evolutivo. Pero si la evolución implica un aumento en la complejidad, jamás dicho aumento se ha conseguido experimentalmente. Las bacterias mutantes han sido bacterias, y los virus mutantes han sido virus. Y en cuanto a las drosophilas, han seguido siendo moscas después de todas las "barbaridades" [ Nota 69 ] a las que se les ha sometido. Nunca se ha cogido un virus, una bacteria o una mosca y se ha transformado en un organismo categorialmente más complejo y viable, principio universal, que a mi entender es necesario para delatar la evolución [ Nota 70 ] y explicar el estado actual del sistema biológico terrestre. Además, como es sabido, las mutaciones observadas por nosotros tanto en el laboratorio, como las surgidas espontáneamente, son, en la inmensa mayoría de los casos, dañinas para el organismo, sobre todo cuando los organismos tienen una cierta complejidad, como en el caso de la mosca. Realmente sorprende tras la experimentación que los seres vivos hayan sufrido a lo largo del proceso evolutivo real tantas mutaciones beneficiosas. Esto lleva a autores como Monod y Dover a presumir que los organismos mantienen un cierto grado de control global interno.

Si cuando nosotros tratamos con los genes en el laboratorio somos tan poco eficaces para obtener mutaciones beneficiosas, ¿cómo es posible que en la naturaleza aparezcan con tanta facilidad [ Nota 71 ]?. Detrás de este tipo de incógnitas subsiste una pregunta heterodoxa: ¿son los genes los únicos responsables de la herencia y del cambio genético?. Nosotros hemos copiado de nuestro lenguaje la explicación al lenguaje de los genes. Por un lado al código lingüístico de los genes lo hemos llamado código genético, a las palabras, las hemos llamado codones y anticodones, a las frases las hemos llamado genes y a los discursos genotipos. Pero nuestro lenguaje no explica nuestra naturaleza, hay algo por encima de él, quizás nosotros mismos que influimos a lo largo de la historia. El lenguaje se integra dentro de un sistema más complejo como es la naturaleza humana, y a través de él se manifiesta nuestro sexo, nuestra cultura, nuestro dolor, nuestro amor, nuestro odio. ¿Sería posible la existencia de algún sistema director de genes y distinto de ellos?.

En sintonía con esta pregunta, el biólogo Sheldrake ha enunciado la teoría de los campos morfogenéticos, por la cual éstos serían estructuras de mayor categoría que los genes e influirían sobre ellos [ Nota 72 ]. La teoría de los campos morfogenéticos nos hace reconsiderar el papel de los genes en la evolución: éstos perderían peso relativo a favor de estos campos de naturaleza superior. Las tendencias multidireccionales [ Nota 73 ], se explicarían con relativa sencillez a partir de estos campos, mientras que no parecen resolverse solamente a partir de razonamientos que utilicen genes exclusivamente.

¿Es un huevo de gallina una gallina?

Bajo los postulados de la selección natural no es admitido que los caracteres adquiridos durante la vida del individuo puedan ser transmitidos a la descendencia. Según el darwinismo la transmisión de mutaciones solamente puede seguir el camino en dirección germen-soma y nunca al revés. Una descripción típica de la aparición de un nuevo carácter sería la siguiente: un óvulo fecundado o un gameto sufre una mutación bajo la influencia del azar que se transmite a la descendencia de dicha célula, la viabilidad de la estirpe del óvulo marcará la supervivencia de su mensaje genético y la futura transmisión a otros individuos. Sin embargo existe una pregunta a mi entender realmente interesante: ¿Es el óvulo mutante un individuo?, o también, ¿es el óvulo de rana una rana?, o por aproximarme más a un dilema típico ¿es el huevo de gallina una gallina?. Y si no fuera un individuo ¿que sería?.

Es indudable que un óvulo está desprovisto de los órganos que posee el individuo adulto y que, en consecuencia, es necesario rendirse a la evidencia de que no es un individuo adulto, por lo cual debemos situarnos en dos posibles alternativas, o es un individuo precursor del individuo adulto o no es un individuo. Lavenham (1991) se refiere concretamente a que en los mamíferos los primeros tejidos que aparecen a partir del óvulo fecundado son los propios de la placenta y las estructuras anejas al embrión que se eliminan en el nacimiento, el embrión propiamente dicho no comienza a aparecer hasta, por ejemplo en los humanos, el decimoquinto día después de la fecundación. Lavenham quiere utilizar este criterio para asegurar que en la fase inicial el embrión humano no es todavía un individuo y que por tanto es ético trabajar con estas "estructuras".

Si nos fijamos, por ejemplo en los vertebrados, podemos observar que se parecen extraordinariamente tanto más cuanto menor es su desarrollo. Se dice que Von Baer, sobre 1820, fue incapaz de saber a que organismos pertenecían los embriones conservados que contenían ciertos frascos, debido a que éstos perdieron sus etiquetas y dada su similitud. Los óvulos de los diversos grupos de vertebrados, estructuralmente, se parecen más entre sí que los embriones jóvenes, y éstos más entre sí que los de mayor edad. Partiendo de parecidos sorprendentes la diferenciación se adquiere conforme van actuando los genes.

Incluso a nivel genético-molecular se ha podido dirigir la diferenciación del óvulo de Drosophila melanogaster a partir de genes homeóticos de ratón y de hombre. Desde luego en estas fases iniciales nos parecemos mucho más de lo que nos gustaría a gusanos e insectos [ Nota 74 ].

Por otro lado cuando se ha hablado del aborto se ha polemizado sobre que un embrión en las primeras etapas no era una persona. La discusión ha sido lo suficientemente "fuerte" como para que al menos podamos admitir la duda de que un organismo en fase inicial sea comparable a un organismo adulto.

Pero si esa fase inicial del organismo no es un individuo, ni tampoco un ser adulto, es porque no alcanza la individualidad o de otro modo pertenece a algo de lo que no es una entidad separada. Es decir, nos encontramos muy posiblemente ante una "tierra de nadie [ Nota 75 ]". Es posible, por tanto que determinadas fases del mecanismo evolutivo no la sufran las especies, ni siquiera los individuos, sino estadíos "tierra de nadie" de los seres vivos (en el sentido de que el cambio se verifica en este estadío mientras que el individuo adulto, producto natural del cambio genético inicial, debe ocuparse de sobrevivir aunque no de cambiar). Por otro lado no hay nada más parecido a la tierra de todos que la tierra de nadie. Quizás estos estadíos biológicos pueden ser el dominio del macroorganismo. El óvulo puede ser parte del macroorganismo y la acción evolutivo-reproductora de este sistema superior puede activarse en este nivel germinal referido.

Por otro lado todo organismo pluricelular está obligado a someterse a las veleidades azarosas del germen si quiere reproducirse, de tal modo el número de células debe restringirse a la unicelularidad (gametos) en cada generación, constituyendo como una especie de cuello de botella por donde no hay más remedio que pasar y en cuya fase van a suceder cambios susceptibles de heredarse. En esta fase la pluricelularidad no interviene, ni sus ventajas derivadas, el organismo se sumerge en sus ancestros unicelulares y sufre las transformaciones sustanciales de la evolución.

Vida y autosuficiencia

¿Sería un ser vivo el macroorganismo constituido por todos los seres vivos de la Tierra?. Deberíamos definir qué es la vida para contestar a esta pregunta. Por desgracia es imposible responder dentro de un cierto grado de exigencia, entre otras cosas porque las fronteras de la naturaleza de la vida se muestran confusas a nuestro intelecto y a nuestra tecnología. A nivel microcósmico la vida, según algunos autores, habría aparecido con la primera molécula que se replicó a sí misma; de este modo la primera vida surgida se encontraría posiblemente en su grado más elemental en los polinucleótidos, quizás unos ARN autocatalíticos que serían capaces de actuar como enzimas sobre la replicación de ellos mismos [ Nota 76 ]. Otros suponen que la vida surge aislándose determinados productos químicos detrás de las membranas celulares. A nivel macrocósmico la mayoría de autores opinan que la vida ya no existe en el espacio que separa dos individuos orgánicos que forman parte de la biocenosis, mientras que otros sugieren que la vida sigue existiendo entre este tipo de organismos, por ejemplo en el espacio que media entre un león y una gacela.

Los hermanos Odum, en su Fundamentals of ecology, consideran al ecosistema como un organismo vivo de categoría superior a los individuos que lo forman, ya que, según ellos, entre sus distintas partes no aumenta lo suficiente la entropía (o de otro modo: el desorden) como para decir que estamos fuera de un ser vivo. Las relaciones entre los distintos componentes del ecosistema tienden a equilibrar las desviaciones con objeto de mantener la viabilidad del conjunto. Incluso James Lovelock, supone en su hipótesis Gaia que el planeta Tierra es un gigantesco ser vivo, dotado de voluntad que se confecciona su propia geología, clima e incluso sus seres vivos. Se basa en que las propiedades físico-químico-biológicas de la Tierra actual son difíciles de explicar a partir del azar.

Al menos podríamos estar de acuerdo en que un individuo, que poseyera metabolismo y reproducción, sería un ser vivo; por contra, se podría poner en duda que un ser tuviera vida si falta alguna de estas propiedades. El metabolismo es una estrategia a base de jugar con enlaces químicos, que permite la autogestión de la materia que así es capaz de autoperpetuarse manteniendo un orden irrenunciable a partir de la gestión de la energía. Por otro lado, la materia orgánica es inestable y comunica esta "debilidad" a la vida. Como respuesta surge la reproducción, mediante la cual se generan nuevas réplicas muy parecidas a las formas vivas preexistentes y que pueden extender la vida en el tiempo.

Si definiéramos un sistema vivo como autosuficiente, y por tanto capaz por sí mismo de mantener metabolismo y reproducción, podríamos asumir que la falta de esa autosuficiencia negaría la vida. El ser vivo sería afirmado en cuanto poseedor de la autosuficiencia y negado en cuanto su falta. Este razonamiento puede poner en duda que los organismos o sistemas que conocemos como seres vivos lo sean mientras que podría apoyar que un macroorganismo formado por todos los seres vivos sí fuera un ser vivo.

Así, por ejemplo, un ratón macho podemos suponer que es un organismo vivo, lo aislamos en un medio adecuado para que metabolice, pero si no le ponemos una hembra al alcance no se reproduce, ese organismo es incapaz de reproducirse sin otro, luego la autosuficiencia reproductora no existe ¿es un ser vivo? sí... a pesar de.... ¿Podríamos reproducirnos los hombres y las mujeres sin que se reprodujeran aquellos organismos que nos pudieran servir como alimentos? No. ¿Es la especie humana un ser vivo?. Sí... a pesar de... La autosuficiencia sólo es posible si los demás seres vivos intervienen; por tanto la única autosuficiencia existente es la de todos. Por tal razón la autosuficiencia de la vida es la negación de la autosuficiencia a nivel particular, pero la existencia de ella a nivel global. El sistema superior formado por todos los seres vivos es globalmente autosuficiente, por tanto mantiene metabolismo y reproducción en su interior. ¿Es un ser vivo?. Mi opinión es que sí, porque además el sistema tiene una propiedad vital -por tanto propia del ser vivo- que sus partes no poseen: la evolución.

Pero no es acaso un organismo unicelular autótrofo, que al menos en teoría se puede mantener vivo a base de luz y sustancias minerales, autosuficiente. Permítanme un juego de ideas en línea con mi teoría de la vida embarazada. ¿Conocen Uds. algún organismo autótrofo de cualquier tipo que sea capaz de deambular según su libre albedrío, alguna alga, o árbol, o helecho?. Los organismos autótrofos no han sido capaces de adquirir movimiento autónomo; por tanto, jamás podrían generar una tecnología, y jamás podrían vencer a la fuerza de la gravedad. Son tan sensibles a dicha fuerza que Newton se percató de su existencia gracias a un manzano, según dicen. Por tanto, escapar a la aniquilación de la estirpe viva de la Tierra no es posible en un mundo exclusivo de vegetales, sino que es necesaria la aparición de animales.

Personalmente no conozco ningún vegetal tecnológico y sí conozco un animal extraordinariamente dotado en este aspecto. Intente poner ojos de hombre del siglo III de nuestra era y admire nuestra tecnología cuando mire su coche, cuando se vista, cuando ponga en marcha la radio, llame por teléfono o utilice el mando a distancia. Hace 50 años un familiar mío le decía a su padre que en América se había inventado una radio "con unos monigotes que se movían", su padre le contestó que no fuera tonto, que cualquier día se iba a creer que "un burro vuela".

Hay otras posibilidades

¿Han surgido las grandes soluciones biológicas justo en el momento en que las crisis han puesto en peligro a los seres vivos? (que enlazaría con el concepto épico de la biología que transpira el darwinismo [ Nota 77 ]) o por el contrario los organismos que han imperado en épocas posteriores han existido y convivido con los imperantes en épocas anteriores (no representando la desaparición de unos y la proliferación de otros, un hecho victorioso frente a los antepasados "biotecnológicamente" obsoletos).

En contra los organismos teóricamente "victoriosos" desde una perspectiva épica pueden ser en realidad taxones oportunistas que se aprovechen de hábitats vacíos debido a la extinción de especies y que incluso pudieran "activarse" llegado el momento diversificándose extraordinariamente para dar origen a multitud de especies, del mismo modo que en un organismo pluricelular los genes homeóticos se activan llegado el momento para que el organismo sufra una transformación.

Al respecto es conocido que los mamíferos coexistieron con dinosaurios durante mucho tiempo y no fueron aniquilados estos últimos por las "hordas victoriosas" mastozoológicas. Por otro lado es absolutamente evidente que la aparición de los seres pluricelulares más complejos para nada ha representado la extinción de los más sencillos del tipo bacteria o virus.

En resumen, es cuestionable que la "victoria" supervivencial explique satisfactoriamente la evolución [ Nota 78 ]. Aunque es innegable que el intercambio de energía entre seres vivos arrastra una conducta agresiva, también lo es que las relaciones simbióticas y cooperantes entre diferentes especies también están ahí albergando incluso niveles en los que la agresividad sigue existiendo. Por ejemplo, los animales que comen frutos contribuyen a la expansión de las semillas -un tordo que come olivas-, pero a cambio matan a las células de la pulpa durante la digestión. Nowak y col. (1995) mediante experimentos informáticos concluyen que es la cooperación, y no la explotación, el factor dominante de la lucha darwinista por la supervivencia.

La vida terrestre puede tener sentido.

Soy consciente de que en este siglo XX hablar de que la naturaleza tiene un sentido no está bien visto, creo que en parte se debe a la vuelta de tortilla que se dio a las concepciones de la naturaleza sostenidas por el concepto de Dios. Sin embargo cada una de las partes de esa naturaleza tiene sentido y en todo caso es posible que sea el desconocimiento del significado del sistema natural [ Nota 79 ] lo que arrastre a deducir la falta de sentido de la naturaleza, aunque ello pueda ser un error. De hecho un individuo de cualquier especie tiene sentido, busca un fin, perpetuarse él y su estirpe, vivir y reproducirse. Las especies sobreviven en la medida de sus posibilidades, igual que los géneros, familias, etc.. Ello lleva a realidades como que el código genético haya existido siempre desde la aparición de la vida en el planeta. Aquel que sostenga la falta de sentido de la naturaleza está apostando a una idea, que no se basa en la realidad observada a niveles inferiores -taxonómicos y bioquímicos- sino que se refiere a un nivel superior, no suficientemente conocido y además minusvalorando las propiedades de sus partes.

La selección natural supone que el azar es motor de cambios; en consonancia, la falta de sentido en la evolución estaría garantizada por la acción del azar. Sin embargo la presencia del azar no garantiza de ninguna manera la falta de sentido en un sistema [ Nota 80 ]. De tal modo la mecánica cuántica asume el azar como esencial en el comportamiento de las partículas del átomo, sin embargo las reacciones químicas son perfectamente determinables. Aunque no sepamos que hará una partícula atómica concreta, por ejemplo determinado electrón, sin embargo sabemos que en determinadas condiciones oxígeno e hidrógeno van a dar agua. El azar puede estar dentro de un sistema, puede intervenir, pero no tiene por qué dirigirlo, y si el azar no dirige, el proceso no tiene por qué estar falto de sentido. Permítaseme un ejemplo mecánico que está dotado de sentido y en el que interviene el azar :

Esta tubería de la forma representada constituye, junto con el líquido y la energía disponible, un sistema hidráulico condicionado por las características globales del diseño y por la energía aplicada en dirección ascendente (fuerza). Dentro del sistema el líquido tenderá a ascender sometido al azar de las turbulentas corrientes ascendentes que se generarán en su interior, de tal modo que seríamos incapaces de predecir una pormenorizada trayectoria de una pequeña esfera que estuviera sumergida en su interior. No obstante sabemos, gracias a que conocemos el sistema y tenemos una visión global de él, que con toda probabilidad al final surgirá por el fin de la tubería (parte superior del dibujo) . El problema es que tener una visión global de la naturaleza, como la tenemos del sistema hidráulico referido, es actualmente imposible [ Nota 81 ].

Bajo el paradigma holístico, la naturaleza -al menos los seres vivos-, parecen adquirir sentido. En el sistema lógico-científico debemos asumir unos principios que en esencia son unas creencias de las que partimos. Si asumimos el materialismo mecanicista, los errores arrastrados en la apreciación de las diversas partes de los mecanismos conducirán nuestras deducciones a considerar, seriamente, la posibilidad de que los seres vivos sean una especie de fuego fatuo, producido en un oscuro y terrorífico pantano en el que muchas especies compiten hasta extinguir a los más inadaptados.

Bajo el principio holístico, los seres vivos pueden estar cooperando y compitiendo con el objeto de sobrevivir la vida. Pero una cuestión es la realidad y otra, completamente diferente, es nuestra capacidad de aproximarnos a ella. Los seres vivos pueden constituir un macroorganismo o no, y aquellos que intentamos discernir el dilema debemos aproximar la razón al objetivo. Sin embargo, la naturaleza es cruel y esquiva.



Sobre el autor


Miguel García Casas nace en 1955 en Valencia, España. Es Doctor en Ciencias Biológicas, Master en Gestión Medioambiental y Catedrático de Biología y Geología de enseñanza secundaria. Es persona de formación interdisciplinar y ha publicado libros y artículos en diferentes campos como la Biología, Filosofía, Pedagogía y Lingüística. Ha investigado, desarrollado y publicado -en edición nacional e internacional- juegos didácticos en soporte informático. En 1997 dos de estos juegos obtuvieron el primer premio internacional Innovalingua en la sede de Expolingua en Madrid. Actualmente mantiene la web Jugar y aprender Ciencias Naturales





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