"La victoria del darwinismo ha sido tan completa que es un shock darse cuenta de cuan vacía es realmente la visión darwiniana de la vida". Esta rotunda frase no parece significar solamente la manifestación de una opinión personal. Pertenece a un editorial publicado en Nature y firmado por Henry Gee, uno de sus comentaristas sobre evolución. El motivo de que una revista científica de las más prestigiosas (que se pueden considerar como las mantenedoras de la ortodoxia), haga suyo ese comentario es que las investigaciones más recientes (especialmente en el campo de la embriogénesis) han revelado unos fenómenos que han puesto de manifiesto su absoluta incompatibilidad con la teoría darwinista de la evolución. Las consecuencias de esto son obvias, y las precisa otro editorialista de Nature, Philip Ball, en un comentario sobre la secuenciación del Genoma humano: "Los biólogos van a tener que construír una nueva Biología". Tenemos por delante un duro y largo trabajo científico por realizar, pero también tenemos una tarea previa: depurar la Biología de la, tan arraigada, terminología darwinista, cargada de conceptos y prejuicios deformadores de los fenómenos biológicos.
El término "Teoría" se define en los diccionarios con dos acepciones:
a.- "Conjunto de leyes y reglas sistemáticamente organizadas, que son la base de una ciencia y sirven para relacionar y explicar un determinado orden de fenómenos".
b.- "Conocimiento especulativo considerado con independencia de toda aplicación".
Si tenemos en cuenta que estamos comenzando lo que se ha dado en llamar "El siglo de la Biología", durante el cual las aplicaciones de los nuevos descubrimientos van a ser crecientes, cabe preguntarse a qué categoría pertenece la teoría que constituye la base de la Biología: "La teoría de la evolución". Un trabajo difícil porque, cada vez más, parece significar distintas cosas para distintas disciplinas biológicas.
Se puede asumir, no obstante, que es el neodarwinismo, surgido de la " Teoría Sintética Moderna", la base científica aceptada por la inmensa mayoría de la comunidad científica, pero también difícil de concretar, porque ésta nunca estuvo claramente formulada. Por tanto, para precisar cuales son sus bases teóricas actuales habremos de recurrir a dos textos científicos recientes. El primero, "Cómo evolucionaron los humanos" (Boyd y Silk, 01), nos explica la evolución en éstos términos: (Pág. 75) "Cuando se combinaron las teorías de Wright, Fisher y Haldane con la teoría de Darwin sobre la selección natural, y con estudios modernos de campo de biólogos como Theodosius Dobzhansky, Ernst Mayr y George Gaylord Simpson, surgió una explicación muy poderosa sobre la evolución orgánica. El grueso de esa teoría y la evidencia empírica que la soporta se llama actualmente la Síntesis moderna.
Contínuamente los caracteres que varían están afectados por genes de muchos loci, teniendo cada locus sólo un efecto muy pequeño en el fenotipo.
Para ver cómo funciona la teoría de Wrigth Fisher y Haldane empecemos por un caso irreal pero instructivo. Supongamos un carácter medible, que varía de forma contínua, tal como la altura del pico, y supongamos dos alelos + y - , que operan en un único locus genético para el control del carácter. Asumiremos que el gen de este locus influencia la producción de una hormona que estimula el crecimiento del pico, y que cada alelo conduce a la producción de una cantidad diferente de la hormona del crecimiento. Digamos que cada "dosis" del alelo + incrementa el crecimiento del pico, mientras que cada dosis de - lo reduce. De esta forma los indivíduos ++ tienen los picos mas altos, los indivíduos - - tienen los mas planos, y los + - tienen picos intermedios. Además, supongamos (los resaltados son míos) que la frecuencia del alelo + en la población es 0,5. Ahora usemos la regla de Hardy-Weimberg (ecuación 3) para calcular las frecuencias de diferentes alturas de picos en la población. Un cuarto de la población tendrá picos altos (++) la mitad tendrá picos intermedios (+ -), y el cuarto restante tendrá picos bajos (- -)". Mas adelante, complican el modelo con la intervención de mas loci y con una abundante exposición de gráficos con distintas distribuciones de grosores de picos, lo que hace suponer que los autores están convencidos de que las diferencias de grosor en los picos de los pinzones son un ejemplo de la evolución de los organismos, para finalizar sorprendiéndonos con el siguiente texto: "La variación ambiental influye en la distribución de alturas de pico. De nuevo hay tres loci afectando a la altura de los picos, como se muestra en la figura 3.6. Sin embargo, ahora asumimos que las condiciones ambientales hace (sic) que indivíduos con el mismo genotipo desarrollen picos de diferentes alturas".
Sorprendentemente, el epígrafe bajo el que se sitúa este texto afirma: "La vision de Darwin sobre la selección natural se puede incorporar fácilmente a la visión genética de que la evolución se produce típicamente a partir de cambios en las frecuencias génicas".
Pero, para que existan estas diferencias en las frecuencias génicas es necesaria una fuente de variación, que F.J. Ayala en su libro "La teoría de la evolución"(99), explica así (Pág. 69): "¿Qué procesos pueden explicar la impresionante variación genética que existe en cada especie y la enorme diversidad de especies?. Entre tales procesos ha de haber alguno por medio del cual la composición del ADN de un organismo cambie; es decir, un proceso que produzca nuevos alelos, o variantes genéticas, que puedan entonces incorporarse al acervo genético de la especie. El proceso por el que se originan nuevas variantes hereditarias se conoce con el nombre genético de mutación".
Estas mutaciones, son definidas por el autor como "errores ocasionales" en la replicación del ADN, y "pueden tener un rango de consecuencias desde inapreciable a letal. Sin embargo,en ocasiones una nueva mutación puede incrementar la adaptación del organismo". Y, a continuación, expone en un cuadro (Pág. 76) una serie de mutaciones conocidas y el "carácter" que producen, a saber: en el hombre, Corea de Huntington, ausencia de iris, tumor en la retina, Hemofilia A, acodroplasia y tumor de tejido nervioso. En Drosophila, ojos blancos, cuerpo amarillo y variantes electroforéticas. En maíz, semillas purpúreas o arrugadas...
Estas "fuentes de variación", naturalmente individuales y al azar se complementan mas adelante con ocasionales "mutaciones cromosómicas" como delecciones, inversiones, duplicaciones y translocaciones que, simplemente, "ocurren" en el ADN, y que también son frecuentemente letales.
Sin embargo, en el caso de que una de estas desorganizaciones "incremente la adaptación del organismo", intenvendría la selección natural para hacerla mayoritaria en la población. En concreto, la selección que es el motor de los cambios evolutivos, la
"Selección direccional": "La distribución de fenotipos en una población cambia a veces de forma sistemática en una dirección particular. Los componentes físicos y biológicos del ambiente están cambiando contínuamente, y los cambios pueden ser importantes cuando persisten durante largos períodos de tiempo". Seguidamente, expone dos ejemplos, que ya son verdaderos "clásicos" en los libros de texto, sobre la "evolución" por selección direccional, como la resistencia de los insectos a los pesticidas, que explica textualmente así: "Esto ocurre porque los organismos evolucionan haciéndose resistentes a los pesticidas gracias a la selección direccional"(Pág. 120), y el "melanismo industrial" en la famosa Biston betularia, cuya frecuencia de alas de color oscuro aumentó con el ennegrecimiento de las fachadas y los árboles consecuencia de la contaminación ambiental durante el siglo XIX, al ser menos visibles por los pájaros depredadores. "No obstante a partir de 1960 las leyes inglesas redujeron bastante el uso del carbón en ciertas industrias con el propósito de reducir o eliminar por completo el hollín producido. Como consecuencia se redujo el ennegrecimiento de la vegetación circundante y las polillas moteadas empezaron a aumentar en frecuencia de forma gradual, de manera que en la actualidad han reemplazado de nuevo a las negras en muchas regiones." Es decir, la "evolución" por selección direccional puede ser reversible. De todos modos existe otro tipo de selección que lo que elimina son los fenotipos "extremos": "La selección estabilizadora es muy común. Con frecuencia, los individuos que sobreviven y se reproducen con más éxito son los que presentan los valores fenotípicos intermedios" (es decir, los individuos normales). "Los efectos de la selección estabilizadora interfieren a veces con los de la artificial". Los ejemplos son la selección de gallinas que pongan los huevos más gordos, o las vacas que den más leche, gracias a la selección dirigida por el ganadero: "si ésta se suspende la selección natural toma su curso y provoca el retorno gradual de los caracteres a los valores intermedios originales" (porque eso es lo que "hace" la Naturaleza, exactamente lo contrario de lo que hacen los ganaderos en los que se basó Darwin: poner las cosas en su sitio).
Este tipo de argumentos son los que conforman la base de la teoría que pretende explicar los grandes cambios de organización biológica que se han producido a lo largo de la evolución: las "asunciones" y "suposiciones" sobre la variación de las frecuencias de unos, también supuestos, alelos responsables directos de la variedad fenotípica dentro de una población, los errores de duplicación del ADN como creadores de caracteres "beneficiosos", y la eliminación de las variaciones no adecuadas por la selección natural que, "en muchas ocasiones" favorece a los individuos normales. El hecho de que los insectos resistentes a los pesticidas, los picos más o menos gruesos de los pinzones, o las mariposas que sobreviven a los depredadores ya existían antes de la supuesta actuación de la selección natural, y que sigan siendo los mismos insectos, los mismos pinzones y las mismas mariposas, no parece ser óbice para afirmar que "han evolucionado". Y así, a pesar de la evidente falta de coherencia lógica entre el proceso y el resultado, la fé en la capacidad creadora de la selección natural permite afirmar que: "la selección natural explica por qué los pájaros tienen alas y los peces agallas, y por qué el ojo está específicamente diseñado para ver y la mano para coger", (Ayala, 99), lo que equivale a afirmar que el verdadero responsable de las diferentes características y propiedades de un avión o un automóvil es el señor que elimina los que han salido defectuosos de fábrica. En definitiva, el estado actual de la Teoría de la evolución, la situaría en la segunda acepción del diccionario, es decir, no susceptible de aplicación.
No obstante, a pesar de que la "extremadamente simple, al tiempo que poderosa" (Ayala,99) explicación de la selección natural continúa figurando en los libros de texto y la mayoría de las publicaciones científicas como reponsable último capaz de crear desde los organismos voladores hasta los ecosistemas, desde las "primeras moléculas autorreplicantes" hasta los sistemas bioquímicos, la (efectivamente) simpleza de esta supuesta explicación está llevando a un número creciente de científicos muy cualificados de distintos campos a plantear la necesidad de elaborar una nueva teoría, verdaderamente científica "capaz de relacionar y explicar" los fenómenos biológicos.
El paleontólogo Niles Eldredge, en su libro "Síntesis inacabada"(97) concluye: "... la evolución es probablemente un asunto mas complejo de lo que la teoría sintética nos ha hecho creer". Una complejidad que según Michael J. Behe(99), en su libro "La caja negra de Darwin: El reto de la bioquímica al darwinismo" es incompatible con los "mecanismos" darwinistas de evolución: "Qué tipo de sistema biológico no pudo formarse mediante numerosas y leves modificaciones sucesivas?. Ante todo, un sistema que es irreductiblemente complejo. Con esta expresión me refiero a un solo sistema compuesto por varias piezas armónicas e interactuantes que contribuyen a la función básica, en el cual la eliminación de cualquiera de estas piezas impide al sistema funcionar". Pero problemas como este no entran en los cálculos de la genética de poblaciones: "La cuestión de las verdaderas causas de la morfogénesis y la evolución nunca ha sido resuelta por la teoría evolutiva predominante con su énfasis puesto exclusivamente en los genes"(Wan Ho, 01). Y sin embargo: "Los genes que son obviamente variables dentro de las poblaciones naturales no parecen estar en la base de muchos cambios adaptativos importantes, mientras que los que, aparentemente, constituyen el fundamento de muchos o la mayoría de los cambios adaptativos, aparentemente no son variables dentro de las poblaciones naturales"(McDonald,83). Para resumir estos cuestionamientos recurriremos al genetista evolutivo George Miklos (93):¿Qué predice, pues, esta teoría abarcadora de la evolución?. Dado un puñado de postulados, tales como las mutaciones aleatorias y los coeficientes de selección, predice cambios en frecuencias génicas a través del tiempo. ¿Es esto lo que debe ser una gran teoría de la evolución?
Incluso las matemáticas, base de la "evolución" por cambios de frecuencias génicas dentro de una población, se resisten a darle la razón a la teoría sintética. Hace tiempo (Schutremberger, 67), que los matemáticos han manifestado que no ha habido tiempo suficiente en la historia de la Tierra para que "un ojo" se formara mediante mutaciones individuales y al azar. Si extendemos los cálculos al resto de los sistemas biológicos, la conclusión es obvia.
Ante estos argumentos científicos, resulta sorprendente el mantenimiento, incluso el auge, de la concepción darwiniana de la Naturaleza, y especialmente la consideración de la selección natural como una especie de " Deus ex machina" capaz de generar la enorme complejidad de los fenómenos biológicos, cuando los argumentos y los cálculos para explicarla, incluso basados en unas asunciones y suposiciones sobre una base mendeliana apoyada en caracteres superficiales, ya ampliamente superadas por los datos reales, todo lo que pueden explicar es que unos individuos ya existentes sobrevivan mejor o peor en un ambiente concreto.
Pero esta contradicción entre unos datos del Siglo XXI y una base teórica del Siglo XIX parece haber tocado fondo. A raíz de la publicación del informe sobre la secuenciación (parcial) del Genoma humano, P. Ball(01), editorialista de Nature, considerada una de las revistas científicas mas prestigiosas y de algún modo "guardianes de la ortodoxia", escribió: "La Biología carece de un marco teórico para describir este tipo de situación.../...los biólogos van a tener que construir una nueva biología. Desde que en los años sesenta se descifró el código genético, la biología molecular ha sido una ciencia cualitativa, dedicada a investigar y clasificar las moléculas de la célula como los zoólogos victorianos catalogaban las especies. El genoma humano marca la culminación de ese esfuerzo. Ahora se necesitan modelos y teorías que ayuden a lograr que la inmensa fortuna de datos que se han amasado cobre sentido"(El subrrayado es mío).
La afirmación de que la Biología "carece de marco teórico" puede ser considerada una apreciación personal, si bien sorprendente en un editorial de tan influyente y ortodoxa revista, pero parece que algo está cambiando, porque no es un fenómeno ocasional. Otro prestigioso editorialista de la misma revista, Henry Gee (00), ya había planteado mas explícitamente aún la situación: "La cuestión del origen de las especies debe tener que ver, fundamentalmente, con la evolución de programas embrionarios.../ ...Usted puede buscar a Darwin para una respuesta pero buscará en vano. Darwin estudió leves variaciones en características externas, sugiriendo cómo esas variaciones pueden ser favorecidas por circunstancias externas, y extrapoló el proceso al árbol completo de la vida. Pero, seguramente, hay cuestiones mas profundas para preguntarse que por qué las polillas tienen alas mas negras o mas blancas, o por qué las orquídeas tienen pétalos de esta u otra forma. ¿Por qué las polillas tienen alas y por qué las orquídeas tienen pétalos?.¿Qué creó esas estructuras por primera vez?.
La victoria del Darwinismo ha sido tan completa que es un shock darse cuenta de cuan vacía es realmente la visión Darwiniana de la vida"(El subrrayado es mío).
Aunque quizás ésta se pueda considerar una interpretación discutible, parece que se ha dado "oficialmente" el pistoletazo de salida. Una especie de permiso para plantear alternativas. Y de hecho, la reacción no se ha hecho esperar con afirmaciones del tipo "Era evidente que la teoría darwinista era insuficiente" pero que en el fondo parecen apuntar, no a un verdadero cambio de perspectiva, sino a un mantenimiento del darwinismo por la vía de la "ampliación" (Adami et al., 00) porque dado su carácter de narración de sucesos aleatorios es capaz de asimilar cualquier tipo de fenómeno por contradictorio que sea con la visión tradicional porque, en última instancia, si un indivíduo sobrevive es porque "ha actuado" la selección natural.
Un problema típico de los "conversos" es que creen estar practicando el nuevo credo, pero, en realidad, no pueden desprenderse de los dogmas, tan asumidos, del anterior. El resultado puede ser una especie de "sincretismo" que, si bien es muy enriquecedor en su aspecto cultural, sería muy negativo en el aspecto científico porque puede contribuír al aumento de la confusión. Porque la actitud, aparentemente ecuánime y razonable de "conciliar posturas" es justamente la antítesis de la práctica científica que es, por definición, radical en el sentido de ir a las raíces de los fenómenos estudiados. Por eso, tal vez sea conveniente poner en limpio los datos, depurar lo que son hechos de las interpretaciones y, entre éstas, muy especialmente el vocabulario de la Biología actual que, bajo la consideración de terminología científica, lo que en realidad oculta es un contenido y un significado cargado de prejuicios deformadores de los fenómenos naturales. Porque el problema real no es que el darwinismo sea "una visión vacía de la vida", sino una visión deformada que convierte hechos ocasionales, incluso intrascendentes en fundamentales.
El darwinismo surgió como una metáfora de la visión victoriana del mundo en un período de grandes desigualdades sociales y mundiales consecuencia de la revolución industrial y la expansión colonial británica (Sandín,00). La proyección sobre la Naturaleza de las doctrinas económicas y sociales de Malthus y su "lucha por la vida" y Spencer con "la supervivencia del mas apto", que Darwin reconoce como base de su teoría, es difícilmente cuestionable. Es, en palabras de Bertrand Rusell(35): "Una extensión al mundo animal y vegetal de la economía del laissez faire". En cuanto al carácter científico de la, aparentemente inamovible selección natural, también hace tiempo que se le ha situado en sus justos términos: G. Bernard Shaw, en su magnífico prólogo de "Vuelta a Matusalén" (58), una acerva crítica al darwinismo cargada de sensibilidad y lucidez, escribe sobre el éxito popular de este concepto: "La razón fue, creo yo, que la Selección Circunstancial (como él la denominó) es mas fácil de entender, mas visible y concreta que la evolución lamarckiana.../...Apenas hay en ninguna casa de campo inglesa un peón que no haya llevado una lechigada de gatitos o perritos al balde para ahogarlos a todos menos al que le parece el mas prometedor.../... Ese fue el secreto de la popularidad de Darwin. Nunca dejó perplejo a nadie.../...Pero nunca penetró debajo de los hechos ni se elevó por encima de ellos más de lo que lo pudiera seguir un hombre corriente".
Sin embargo, y tal vez por esa "sencillez" de visualización, la selección natural ha llegado a convertirse en una cuestión de fé, acompañada de conceptos igualmente "evidentes" aunque tampoco tengan nada que ver con la evolución, pero también cargados de significados y valores culturales, pero más concretamente de un determinado sector social, porque, como hemos comprobado, no son compartidos por todos los miembros de la misma cultura. Y este fenómeno es detectable en muchos de los conceptos centrales del darwinismo. Los términos the fittest o selfish, por ejemplo, tienen en la cultura anglosajona un significado y unas connotaciones bastante diferentes de las que tienen en castellano sus inexactas traduciones más apto y egoísta, que son usadas como conceptos científicos. Pero va a resultar difícil desterrar estos términos del vocabulario biológico, ya que no sólo son parte constituyente del entramado conceptual de la "Biología moderna" sino que son permanentemente, incluso crecientemente reforzados por el modelo económico y social del que esta base conceptual nació. Nadie puede negar que en la Naturaleza existe la competencia, y aunque el hipotético "vencedor" en un ritual de apareamiento, o el supuesto "mejor cazador" siga siendo el mismo ciervo o la misma águila, con los mismos genes que determinan el desarrollo embrionario que hace posible su condición de ciervo o águila, es indiscutible que esa condición se adquirió "por competición".
Y por si nuestro entorno laboral o social no fuera suficiente para convencernos de que el progreso (o la simple supervivencia) se consigue por competición, los más prestigiosos científicos darwinistas se encargan de explicar al público las parábolas del libre mercado y la libre competencia en términos biológicos: "En realidad, sólo existe una entidad cuya perspectiva importa en la evolución. En los cuerpos juveniles los genes serán seleccionados por su habilidad en ser más astutos que los cuerpos de sus padres; en los cuerpos de los padres los genes serán seleccionados por su habilidad en superar en astucia a los jóvenes.... los genes son seleccionados por su habilidad en sacar el mejor provecho posible de las palancas de poder que se encuentran a su disposición: deberán explotar sus oportunidades prácticas" (R. Dawwkins, El gen egoísta 1993). Más concretamente: "Por decirlo en pocas palabras, se compite todo el tiempo y con todo el mundo, incluso con los miembros de la misma especie, del mismo sexo y hasta de la misma camada." (J.L. Arsuaga, Olimpiadas diarias de los animales, en el diario El País,1999)
Desde luego, no puede decirse que esta concepción de la vida resulte escandalizante en la actualidad para el ciudadano occidental. Es más, se la puede considerar la argumentación básica del llamado "pensamiento único". Sin embargo, en otras culturas, en otras épocas o para otras sensibilidades puede resultar una visión patológica de la realidad: "Los maestros calumnian a la Naturaleza: La injusticia, dicen, es Ley Natural.... Por Ley Natural, comprueban Richard Herrnstein y Charles Murray, los negros están en los más bajos peldaños de la escala social. Para explicar el éxito de sus negocios, John D. Rockefeller solía decir que la Naturaleza recompensa a los más aptos y castiga a los inútiles; y más de un siglo después, muchos dueños del Mundo siguen creyendo que Charles Darwin escribió sus obras para anunciarles la gloria." (Eduardo Galeano, "Escuela del Mundo al revés" 1998).
Pero la sublimación de la competencia en los argumentos darwinistas ha llegado a ser tal, que se llega a olvidar la evolución: "Según la hipótesis de la Reina Roja de Van Valen, el ambiente cambia constantemente aunque no se modifique el medio físico, porque la competición entre especies hace que todas tengan que "correr todo lo que puedan para estar en el mismo sitio". Ello se debe a que la suma de las eficacias darwinianas de las especies que interaccionan en una misma biota en un momento dado es una cantidad constante; en consecuencia, si la aptitud biológica (la "fitness") de una especie aumenta, todas las demás experimentarán una cierta reducción en su aptitud y tendrán que evolucionar para recuperar su aptitud perdida y no extinguirse. Se pueden encontrar muchos ejemplos en los diferentes órdenes de mamíferos para ilustrar la hipótesis de la Reina Roja. Si una especie de ungulado se hace más rápida todas las demás recibirán mayor presión por parte de los depredadores. Y si un depredador se hace más rápido todos los demás corren el peligro de quedarse sin presas. De esta manera la evolución no se detiene jamás, aunque el medio físico permanezca estable (clima, relieve, etc.)." (Arsuaga, 2001). De lo que cabe deducir que evolucionar es correr más rápido, aunque en palabras de B.Shaw: "... ninguna pulga será tan necia como para predicar que el Hombre, al matar pulgas, aplica un método de Selección Natural que acabará por producir una pulga tan veloz que no habrá hombre capaz de atraparla".
Pero "así es la Naturaleza": "La hipótesis de la Reina Roja de Van Valen traslada al campo de la Biología, como dice Agustí, la maldición de Sartre de que "el infierno son los otros"; sólo que en este caso el infierno serían, más concretamente, los hermanos, es decir, las especies emparentadas que interaccionan en la misma zona ecológica". (Arsuaga, 01)
En este "infierno", cualquier acto de cooperación y solidaridad sólo puede estar guiado por el propio interés. En el caso de ayudar a los individuos emparentedos, el motivo neodarwinista está claro: es la "selección familiar", es decir, "ayudas a mantener tus propios genes", pero entre los individuos no consanguíneos, cuando un individuo arriesga su vida con una llamada de alarma para que otros escapen, o avisa de la existencia de alimento, o escenifica un combate "ritualizado" para evitar daños "el problema es mucho más complejo y plantea un verdadero reto al neodarwinismo, porque la selección familiar no se puede aplicar cuando los contendientes no están muy relacionados genéticamente... Pero John Maynard Smith ha ofrecido una explicación que se basa en la teoría matemática de juegos, desarrollada por Jonh von Neumann y Oskar Morgenstern en los años cuarenta, y que saca al neodarwinismo del aprieto. Un conocido ejemplo es el llamado "dilema del prisionero", creado por el matemático Albert W. Tucker: Dos acusados de haber cometido un robo juntos, son aislados en celdas separadas y obligados a confesar sin que uno sepa lo que hace el otro..." Tras una descripción sobre las penas correspondientes según confiese uno solo o los dos, la conclusión es: "Paradógicamente, si cooperan los dos ladrones (y ninguno confiesa) les va mejor que si los dos confiesan (y no cooperan entre sí)". Posteriormente la metáfora se refuerza con el ejemplo de cómo las compañías petrolíferas subieron los precios, un poco, independientemente (?) y "el beneficio es menor a corto plazo, pero más estable a la larga", (pag. 225) para finalizar con la siguiente conclusión: "La cooperación puede, como se ha visto, resultar rentable aunque los individuos no sean por naturaleza altruístas" (Arsuaga, 2001). Sería demasiado extenso el relato de las alegorías que surgen contínuamente para tapar las grietas de "la" teoría de la evolución: fusiones bancarias, bacterias esclavas, la barba verde, el borracho y el muro... Pero ésta es la lógica "evolución" del darwinismo: comenzó como una parábola y acabará como una recopilación de cuentos populares.
Aunque para personas relacionadas con otras disciplinas puede resultar extraño, estos son argumentos científicos que se pueden encontrar en textos y prestigiosas revistas como fundamento teórico de la biología actual, pero son imprescindibles para mantener, contra las evidencias, el darwinismo como explicación de la Naturaleza y son consideradas explicaciones "científicas". A este respecto, M. Behe (99) ha escrito: " Si se realizara una encuesta entre los científicos del mundo, la gran mayoría respondería que cree en la verdad del darwinismo. Pero los científicos, como todos los demás, basan la mayoría de sus opiniones en lo que dicen otras personas. Entre la gran mayoría de los que aceptan el darwinismo, muchos, (aunque no todos) lo hacen basados en el argumento de autoridad. Y, lamentablemente, la comunidad científica ha desdeñado muchas críticas por miedo a nutrir el arsenal de los creacionistas. Es irónico que se hayan desechado perspicaces críticas científicas de la selección natural en nombre de la protección de la ciencia". Y esta protección de "la ciencia" desde la confortable sensación que seguramente debe producir el sentirse apoyado por la doctrina dominante, permite una descalificación, con todos los tintes de un anatema, de las opiniones no sometidas a los criterios oficiales. Así, el prestigioso filósofo e historiador de "la" biología evolutiva (del darwinismo, para ser exactos) Michael Ruse, en su libro "El misterio de los misterios: ¿Es la evolución una construcción social?" (2001), nos informa de que el libro "Superstición superior, la izquierda académica y sus disputas con la ciencia", escrito por Dane R. Gross y Norman Lewitt, "ofrece una explicación tan simple como categórica. La década de los sesenta fue la época de los hijos de las flores: sexo, drogas, misticismo oriental y, por encima de todo, un profundo aborrecimiento de la ciencia, considerada el motor esencial del complejo militar-industrial.... Los tiempos han cambiado, pero no el pensamiento de aquellos niños, que con el tiempo se han convertido en catedráticos y rectores de las facultades de humanidades y ciencias sociales. Ahora ellos y sus discípulos pueden dar rienda suelta a su oposición a la ciencia, una oposición basada en el prejuicio, el miedo y, sobre todo, en una absoluta ignorancia".
Pero no sólo se desautorizan las críticas en base a la "ignorancia" científica. Las opiniones discrepantes, que en ciencia son la fuente del enriquecedor debate intelectual, les resultan tan inconcebibles que provocan una "puritana" reacción de escándalo aunque provengan de científicos tan cualificados como Pierre Grassé, uno de los más grandes zoólogos europeos: "El citado Pierre Grassé se manifestaba (¡en 1973!) en abierto desacuerdo con los principios seleccionistas y utilitaristas del darwinismo. Grassé afirmaba que las mutaciones al azar por errores de copia del ADN no explicaban la evolución, ya que sólo producían alelos nuevos, y no genes nuevos; además se proclamaba abiertamente lamarckista y afirmaba que la evolución es un fenómeno orientado"(Arsuaga,01).
La palabra lamarckista no necesita más descalificación (ya saben, el cuello de la jirafa), pero éste es el resultado de un fenómeno insólito e inimaginable para cualquier otra disciplina: el enorme vacío sobre el que los biólogos cimentamos nuestra formación. La ausencia de información (cuando no deformación) sobre las ideas y aportaciones de los precursores de nuestra disciplina, no sólo de Lamarck, sino de la escuela evolucionista francesa (véase el artículo de A. Galera en éste monográfico), muchas de cuyas hipótesis, realmente científicas, están siendo reivindicadas por los descubrimientos más recientes. Una ocultación que debe de tener algún motivo, porque no puede ser sólo fruto de la ignorancia . Pero, desde luego, no es por descuido: En 1966, Simpson escribía en Sience: "Deseo insistir ahora en que todos los intentos efectuados para responder a este interrogante antes de 1859 carecen de valor, y en que asumiremos una posición más correcta si ignoramos dichas respuestas por completo".
Y los darwinistas han cumplido perfectamente la orden. Así es como nos cuentan "la Buena Nueva": " Los organismos vivientes han existido sobre la Tierra, sin nunca saber por qué, durante más de tres mil millones de años, antes de que la verdad, al fin, fuese comprendida por uno de ellos. Por un hombre llamado Charles Darwin."(Richard Dawkins: "El gen egoísta").
Si la Nueva Biología quiere recuperar su base científica, tendrá que liberarse de la "visión vacía de la realidad" que ha deformado las interpretaciones de los descubrimientos producidos en los últimos 150 años. Para ello, tal vez sea un buen punto de partida volver a 1871 con la crítica científica al darwinismo expuesta por el que los historiadores darwinistas denominan (seguramente sin ninguna intención oculta), "el zoólogo católico (Strathern, 99) St. George Mivart": "Lo que se puede alegar, se puede sintetizar de ésta manera: que la "selección natural" es incapaz de explicar las etapas incipientes de las estructuras útiles; que no armoniza con la coexistencia de estructuras muy similares de diverso origen; que hay fundamentos para pensar que las diferencias específicas se pueden desarrollar súbita y no gradualmente; que la opinión de que las especies tienen límites definidos, aunque muy diferentes para su variabilidad todavía es sostenible; que ciertas formas fósiles de transición todavía están ausentes, cuando cabría esperar que estuviesen presentes/ ... /que hay muchos fenómenos notables de las formas orgánicas sobre los cuales la "selección natural" no arroja la menor luz". (Mivart, 1871).
1.- Sobre el origen gradual y al azar de la vida.
Casi resulta una obviedad afirmar que el suceso crucial de la evolución de la vida es, precisamente, la aparición de la vida sobre la Tierra. Sin embargo este problema está muy lejos de ser resuelto desde la perspectiva "ortodoxa". El intento de explicar la aparición de lo que entendemos por vida en unas condiciones de altísimas temperaturas en medio de una atmósfera altamente tóxica mediante la aparición gradual e independiente de las especialísimas, numerosas e interdependientes moléculas que conforman el más mínimo fenómeno de la vida, constituye un auténtico quebradero de cabeza, al menos, para los que intentan una explicación racional y basada en datos reales (es decir, existentes).
Pero, quizás sea conveniente comenzar por definir lo que científicamente se considera "vida". Para ello, habremos de referirnos a la visión predominante en la actualidad, a la de los expertos de programas de investigación que mueven ingentes sumas de dinero para la búsqueda de vida en el Universo: el programa SETI: "La mayoría de las definiciones propuestas han enfrentado serias objecciones. No obstante, una definición de trabajo se ha convertido en influyente en la comunidad de los orígenes de la vida: vida es un sistema químico autosostenible capaz de estar sometido a evolución Darwiniana" (Chyba y Phillips, 01).(El subrrayado es mío).
Veamos, pues, cómo tuvo que producirse este "sistema químico".
La aparición gradual (y al azar) de la vida como producto de reacciones químicas espontáneas, implica la aparición de "una" primera molécula. Este honor y esta dura responsabilidad han recaído sobre el ácido ribonucléico que, al parecer, tuvo que llegar a constituir todo un "Mundo ARN" (Gesteland y Atkins, 93). Pero, "...el RNA es una molécula muy compleja, que jamás ha sido sintetizada en el laboratorio sin enzimas". Solución: "Dejemos, pues, a otros dilucidar el orígen del RNA e interesémonos por el mundo RNA y su evolución." (Forterre, 01). Éstos pasos son: La "aparición" de las proteínas (pero no unas cualesquiera). La "evolución" (al azar) del ARN y proteínas para formar un ribosoma (¿) y, finalmente, la entrada en escena del ADN que, dada la dificultad de que el ácido ribonucléico se transforme espontáneamente en desoxirribonucléico porque "es una reacción química muy difícil de realizar. En todos los organismos vivos actuales, esta rección es catalizada por proteínas-enzimas muy perfeccionadas llamadas ribonucleótidos-reductasas", tuvo que ser aportado por un virus, (Forterre,01) cuya oportuna presencia contradice la versión oficial, según la cual los virus son ADN o ARN celulares que han "adquirido" de la célula el gen que codifica la cápsida.
Lo cierto es que, como los mismos partidarios de su aparición gradual y al azar reconocen, la vida necesita de la interacción simultánea de moléculas muy complejas con características muy especiales, que no se explican sólo como resultado de reacciones químicas. Pero que, además, sólo se pueden producir en estado de aislamiento del medio, y la "aparición" de la membrana, incluso si estuviese constituída solamente de fosfolípidos (que no es así), también resulta de muy difícil explicación. Estas moléculas están constituidas por tres partes de orígenes diferentes, para las cuales no se conoce ninguna reacción no enzimática que permita su síntesis. El resultado de la multiplicación de las probabilidades de que todas estas moléculas aparezcan e interactúen al azar sería de unas dimensiones de difícil calificación. Porque el menor sistema realmente vivo (autosostenible) que podamos imaginar es un sistema "irreductiblemente complejo", es decir, "compuesto por varias piezas armónicas e interactuantes que contribuyen a la función básica, en el cual la eliminación de cualquiera de estas piezas impide al sistema funcionar"(Behe, 99).
Estas características las reúnen los primeros organismos vivos de los que tenemos constancia real: las bacterias. (Aquí sería conveniente un inciso para hacer notar que las bacterias no pueden ser consideradas seres vivos según la definición "oficial" de la vida, ya que su supuesta "evolución" no se ajustaría al modelo neodarwinista (sólo tienen un cromosoma)). Lo cierto es que las bacterias aparecieron en la Tierra muy pronto, cuando todavía estaba en formación, y en unas condiciones en que la vida, tal como la conocemos, era imposible. En una atmósfera tóxica, sin oxígeno libre (y, por tanto, sin capa de ozono protectora de las dañinas radiaciones ultravioleta) y sometida a una radiactividad que se ha estimado en cincuenta veces mayor que la actual. Y esa asombrosa capacidad de supervivencia se mantiene en la actualidad: Pueden vivir en las profundidades de la corteza terrestre, en depósitos de petróleo a casi dos kilómetros de profundidad, en fuentes geotermales a 112º C y soportando enormes presiones hidrostáticas. Incluso, pueden vivir en el interior de reactores nucleares soportando radiaciones miles de veces mayores de las que han existido nunca en la Tierra.
Pero, además, los materiales que metabolizan (que utilizan para vivir, y no para "sobrevivir") son de lo más llamativo: desde sulfúrico a hierro, desde sales saturadas hasta titanio (lo que, teniendo en cuenta su escasez en la tierra es una "adaptación" muy voluntariosa). Si a todas estas cualidades o características incompatibles con lo que para nosotros son los procesos vitales, les añadimos el hecho constatado de que la mayor parte de la atmósfera apta para la vida fue una creación ("un producto derivado de la actividad") de las bacterias, podemos llegar a tener la impresión de que tal vez las bacterias no sean el primer estado de vida surgido gradualmente y al azar como resultado de la actuación de la selección natural. De que no han dispuesto de suficiente tiempo para "adquirir" por azar esas capacidades, sino de que tienen esas capacidades, impensables para cualquier otro organismo vivo. De que, tal vez, sean "otra cosa".
Desde luego, las condiciones en que aparecieron las bacterias en la Tierra no constituyen un escenario razonable para una supuesta formación por partes. Y este argumento está dejando de ser, oficialmente, una especulación propia de la ciencia ficción. En Octubre de 2001, Philip Ball escribía en Nature: " El ambiente en la joven Tierra estuvo plagado de explosiones que habrían hecho que una guerra nuclear pareciera un despliegue de fuegos artificiales. Cometas y asteroides gigantescos la golpeaban contínuamente, haciendo hervir gran parte de los océanos y esterilizando el planeta. Pero es evidente que la vida sobrevivió. De hecho, las últimas teorías indican que los primeros microorganismos, lejos de ser frágiles, estaban sólidamente adaptados a entornos extremos/ ... /En cualquier caso, no es fácil hacer aparecer células vivas a partir de un "caldo" de sustancias químicas sencillas, y puede que la Tierra sólo tuviera un breve período de tiempo para que esto pasase. Por eso, algunos investigadores creen que es posible que nuestro planeta necesitara algo de ayuda desde el exterior..." . Pero esta no es una especulación en el vacío. A propósito del descubrimiento de microfósiles de 3.500 millones de años en Apex chert (Australia) (Rasmussen, 00), Henry Gee escribe en Nature (00): "...las cianobacterias de Apex chert eran muy similares a las especies de cianobacterias vivientes hoy, sugiriendo que las cianobacterias evolucionan de un modo extremadamente lento. Esto nos lleva a otro rompecabezas: si las cianobacterias apenas han cambiado en 3.500 millones de años, ¿cómo pueden haber evolucionado tan rápidamente en los 700 millones precedentes?.(Aquí, habría que matizar que no se trata sólo del problema de su "evolución", sino el de su "formación"). Aunque microscópicas, las cianobacterias están constituídas por células y tienen una bioquímica tan sofisticada como cualquier otra forma de vida. ¿Cómo pudieron haber evolucionado de una simple mezcla de productos químicos en tan corto tiempo?.
Estos problemas están conduciendo a los investigadores interesados en el origen de la vida (se supone que no serán sólo unos pocos los "interesados"), a mirar de otra forma una sugerencia considerada usualmente una chifladura: que la vida haya evolucionado en algún lugar del Universo y haya llegado a la Tierra desde el espacio. Ahora están comenzando a comprobar esta idea experimentalmente". Sin embargo, parece que el interés del problema es de menor cuantía porque finaliza el comentario con estas palabras: "El gran problema con la idea fuera-de-la-Tierra es, no obstante, que no resuelve la cuestión del origen de la vida, simplemente cambia el problema de sitio". Una vez más, las viejas interpretaciones se resisten a dar a los datos el significado que tienen. Por ejemplo, el premio Nobel Cristian de Duve,(95) solventa el problema de este modo: "Incluso si aceptamos que la vida llegó a la Tierra desde el espacio exterior, obviamos el problema de cómo se originó. Por tanto, voy a asumir que la vida nació justo donde está actualmente: aquí, en la Tierra." Estos argumentos, muy repetidos por los darwinistas, y que, seguramente, resultarán convincentes para los lectores convencidos de la idea de la vida como un fenómeno único y aleatorio, es una muestra de cómo el uso de los argumentos darwinistas nos ha acostumbrado a los biólogos (incluso a los más brillantes) a mirar "al dedo que señala a la Luna". Porque, efectivamente, la vida tuvo un principio en la Tierra, incluso la Tierra tuvo un principio. Pero es muy diferente el significado de que la vida tuviera un origen aleatorio, improbable y único, y precisamente aquí, de que la vida exista y se propague por el universo. De que posiblemente sea previa a la existencia de la Tierra. Un significado sobre el que volveremos más adelante.
En este contexto, otro problema con muy distinto significado de la interpretación "obligatoria" es el de la aparición de "la primera célula". En 1909 el biólogo ruso Konstantin S. Merezhkovsky propuso que los cloroplastos (entonces llamados "puntos verdes") de las células vegetales procedían de un simbionte de origen externo. Acuñó el término "simbiogénesis", a la que atribuyó el carácter de principal fuerza creativa en la producción de nuevas clases de organismos (Barreno, 99). Estas ideas fueron seguidas hasta los años 20 por algunos biólogos rusos y norteamericanos que fueron menospreciados por sus colegas, y olvidados, hasta que en los años 80 fueron retomadas por Lynn Margullis (aquí cabría introducir dos puntualizaciones: 1ª: Ya está todo dicho. 2ª: Quizá fuese conveniente una revisión histórica que permitiese una atribución más justa de los méritos científicos a sus verdaderos acreedores), en su teoría del origen endosimbionte de la célula, hoy suficientemente demostrado y mayoritariamente aceptado. Pero la aceptación de la teoría endosimbionte no significa que se le atribuya el carácter general de fuerza creadora de Merezhkovsky, sino que se restringe al origen de "la primera" célula. El resultado de esta simbiosis ocasional, sería favorecido por la inevitable selección natural. "Eventualmente, tenemos que comprender que la selección natural opera, no tanto actuando sobre mutaciones al azar, que son a menudo dañinas, sino sobre nuevas clases de indivíduos que evolucionan por simbiogénesis"(Margulis, L. y Sagan, D., 95)
Al parecer, el hecho obvio de que unos seres sobrevivan en un momento determinado y otros no (incluso sólo de que unos organismos sobrevivan) conduce ineludiblemente a la actuación de la selección natural como causa de su presencia en la Tierra, ignorando el verdadero motivo de su aparición, el proceso que los formó. Si no tenemos más remedio que recurrir a las metáforas de nuestra vida cotidiana, este tipo de razonamiento resultaría comparable a atribuír el orígen de un avión supersónico a "porque llega pronto".
El origen endosimbionte de las células eucariotas es un hecho ampliamente admitido y constatado en la actualidad, e incluso los distintos tipos de mitocondrias se atribuyen a distintos orígenes bacterianos. La cuestión subyacente es si todos estos fenómenos responden a distintos sucesos aleatorios ocasionales e individuales, o forman parte de eventos más generales y sistemáticos.
Porque este es otro punto crucial en el contexto del intento de devolver a la Biología su carácter de Ciencia: Una teoría basada en hechos contingentes (al azar, únicos e irrepetibles) no es, en realidad, una teoría, sino una narración histórica, y los sucesos únicos no pueden ser verificados experimentalmente (ni, en palabras de Popper, pueden ser por tanto sujetos al criterio de falsación) por lo que no pertenecen al campo de estudio de la ciencia.
Veamos, pues, unos datos que pueden ser incluídos dentro de estos criterios: Mediante el estudio del ARN ribosómico, W. Ford Doolittle (00), ha transformado el hipotético árbol de la vida basado en, un también hipotético "ultimo antecesor universal común" (LUCA, en sus iniciales inglesas), en una intrincada red que interconexiona arqueobacterias con eubacterias y las dos con eucariotas, y con una base de múltiples raíces, tanto en el origen de arqueobacterias como de eubacterias, que él denomina (necesariamente) "comunidad ancestral común de células primitivas". En cuanto a los genes celulares, los de la célula eucariota son una mezcla de genes de eubacterias y arqueobacterias, que son los que realizan las funciones básicas celulares. Para el resto de los genes de los organismos eucariotas (como pueden ser los que controlan el desarrollo embrionario) y que según él, "se ignora de donde pudieron haber venido", reivindica la necesidad de "la existencia de un cuarto dominio de organismos, extinguido en la actualidad, que transfirió horizontalmente al núcleo de las células eucariotas los genes responsables de éstos caracteres". Una explicación razonable, si tenemos en cuenta que, dada la extremada conservación y especificidad de los genes celulares desde su mismo origen, es poco lógico pensar que los genes que controlan, por ejemplo el desarrollo embrionario, surjan gradualmente como consecuencia de mutaciones al azar en los genes que controlan las funciones básicas celulares. Ahora se trataría de identificar este "cuarto dominio, extinguido en la actualidad".
Vayamos a otros datos contrastables que pueden ofrecernos alguna pista: Radhey Gupta(00), de la Universidad McMaster de Ontario, ha estudiado una gran cantidad de secuencias de ADN de los genomas procariotas y eucariotas secuenciados. Esto le ha permitido identificar numerosas inserciones y delecciones (y aquí, me permito llamar la atención sobre estos hechos, sobre cuyos responsables hablaremos más adelante), "con un alto grado de conservación que, o bien son únicas para grupos de especies, o son compartidas por grupos filéticos de organismos". Estas delecciones e inserciones, que él denomina "firmas", "permitirán estudiar relaciones entre los grupos principales de procariotas y eucariotas". (Una observación obvia, pero que, además, hace pensar que esas "firmas" específicas han tenido que estar implicadas en esas relaciones, es decir, en su evolución).
Pero, esta no es la única información constatable (y sigificativa) que han aportado los estudios de Gupta. El análisis de diferentes genes/proteínas (es decir, y esto es muy significativo, no sólo los genes) que se encuentran en organismos eucariotas, nos informa de que los relacionados con la trasferencia de información provienen de arqueobacterias; los genes/proteínas implicados en las funciones metabólicas, de eubacterias. "Estos resultados muestran que la célula eucariota ancestral no se originó directamente de una arqueobacteria o de una bacteria, sino que es una quimera formada por la fusión e integración de los genomas de ambas/ ... /los otros orgánulos de eucariotas, como mitocondrias y cloroplastos, se adquirieron en acontecimientos endosimbióticos posteriores". El impresionante significado de estos fenómenos queda, sin embargo, oscurecido por la siguiete afirmación: "Las secuencias en diferentes proteínas también indican que la fusión primaria que llevó a la formación de la célula eucariota fue única". ¿Quiere esto decir que, tanto la primera fusión, como los "eventos endosimbióticos posteriores" tuvieron lugar sólo una vez, y precisamente en una sóla estirpe celular?. Parece que ésta es su interpretación, porque, según Gupta, esta endosimbiosis fue un hecho excepcional, y el resto de la evolución tuvo lugar mediante la selección natural. Pero conociendo la increíble capacidad de supervivencia y reproducción de las bacterias, resulta poco creíble que "una" célula eucariota única con su comparativamente lenta reproducción y su fragilidad comparada con la eficacia reproductiva y la práctica inmortalidad de aquellas, tuviera muchas probabilidades de proliferar por competencia en un mundo bacteriano.
Parece existir, incluso entre los científicos cuyas aportaciones son claves para entender los hechos más trascendentales de la evolución, una falta de conexión lógica, (condicionada, sin duda, por el paradigma obligatorio), entre un forzoso origen aleatorio, ocasional y único y los resultados inmediatos de ese hecho "azaroso": La enorme complejidad y sincronía que se encuentra dentro de una célula , en la que cientos de miles de moléculas, cada una con unas propiedades, cuando menos, sorprendentes, interactúan con gran precisión para formar un sistema con una capacidad de integración y procesamiento de datos en relación con el ambiente interno y externo, con los ciclos de división, con autorreparación... resultan inconcebibles para la tecnología mas avanzada. ¿Es lógico, es siquiera racional creer que sucesos aleatorios y "errores" ocasionales hayan podido ensamblar estos "sistemas operativos" que son, precisamente, la antítesis del azar?
2.- Sobre el aumento de complejidad y el muro limitante.
El problema se multiplica exponencialmente cuando se trata de explicar el siguiente "salto" en nivel de complejidad que constituye la aparición de los organismos pluricelulares. Es cierto que, mediante metáforas ingeniosas que, como siempre, olvidan preguntarse por los procesos biológicos reales implicados en su narración, pueden resultar, si no convincentes, al menos divertidas. El brillante S.J. Gould, implicado en su país en una dura batalla dialéctica contra las poderosas fuerzas sociales que subyacen a los movimientos creacionistas, se empeña, como negación del finalismo, en justificar el aumento de complejidad mediante la metáfora del borracho y el muro. Si éste sale de un bar caminando tambaleante, y su trayectoria está limitada por un muro a la izquierda, con el tiempo (suponiendo, naturalmente, que no caiga al primer paso) acabará cayendo, forzosamente, a la calzada. "Toda vez que hay sitio disponible hacia la derecha del muro, es decir, en la dirección de una mayor complejidad, las nuevas especies se adentran ocasionalmente en ese territorio virgen y confieren a la curva de campana de la complejidad de todas las especies un sesgo a la derecha que puede ir acentuándose con el paso del tiempo"(Gould,99). Este es un caso tan típico de explicación darwinista que, seguramente, para muchos biólogos resulte suficiente. A la pregunta de por qué aumenta la complejidad se responde: "Porque hay espacio para que aumente". Los mecanismos responsables de ese aumento, la explicación científica de "por qué", no merecen consideración.
Pero una explicación, esta vez basada en datos, nos la apuntan Aravind y Subramanian (1999), a partir de la comparación de los genomas de Saccharomyces cerevisiae (muy relacionado, por cierto, con el anterior ejemplo), Caernohabditis elegans y Arabidopsis thaliana: "Esas comparaciones evidencian algunas tendencias llamativas en términos de expansiones (es decir, repeticiones) o barajamientos extensivos (es decir, reordenamientos) de dominios específicos que están involucrados en funciones reguladoras y de señalización". En definitiva, ya tenemos algunos datos que relacionan materialmente distintos niveles de complejidad con duplicaciones y cambios de posición de grupos de genes.
Veamos ahora como ellos mismos nos explican la implicación de sus datos en la aparición de los organismos multicelulares: "En el esquema básico del paradigma evolutivo darwiniano, aparece de esta forma: en una colonia surgida de la expansión clonal de una célula individual, la selección familiar ("kin selection") pudo funcionar resultando en una forma diferencial multicelular. Un conjunto de células en una colonia tuvo que diferenciarse y por tanto sacrificar su capacidad reproductora a favor de la de sus clones, si ese comportamiento favoreció un incremento neto en fitness de ese estado en relación a sus copias unicelulares de reproducción individual". Para no resultar reiterativo (más aún), omitiré los comentarios sobre "la fuerza directora", pero son inevitables algunas preguntas sobre unos argumentos aceptables por la ortodoxia, como demuestra el que estén publicados en una revista prestigiosa: ¿Tienen sentido unos genes que, sin ninguna coordinación, produzcan varios tipos de células sin capacidad de reproducción?. ¿Qué ventaja (fitness) puede tener una masa informe con ¿dos?, ¿tres? tipos celulares, de las que sólo un tipo se puede reproducir, sobre organismos unicelulares perfectamente adaptados?.Y finalmente, ¿Qué tipo de genes son los que tienen capacidad para duplicarse y "barajarse"?.
Aquí, puede resultar conveniente interrumpir nuestro recorrido por el "beodo" camino hacia la complejidad y detenernos a rastrear el posible origen de estos peculiares y movedizos genes.
3.- Sobre los elementos móviles y sus derivados.
La creciente información derivada de la secuenciación, mas o menos completa, de los genomas de organismos multicelulares animales y vegetales está poniendo de manifiesto una proporción variable, pero en todos los casos altísima, de secuencias repetidas, elementos móviles y virus endógenos. Estos hechos, han llevado, ineludiblemente, a plantear el significado de su presencia en los genomas. Naturalmente, las interpretaciones que han suscitado mayor interés han sido las relativas a la secuenciación (parcial) del genoma humano. En el informe publicado por el Consorcio Internacional (Nature, 15 de Febrero de 2001), podemos leer: "En el (genoma) humano, las secuencias codificantes comprenden menos del 5% del genoma, mientras que las secuencias repetidas abarcan, al menos, el 50% y probablemente mucho más/ .../Las repeticiones son descritas a menudo como "basura" y desechadas como poco interesantes (se atribuyen a su cualidad de ADN egoísta) . No obstante, actualmente representan una extraordinaria fuente de información sobre procesos biológicos/ ... /Como agentes activos, las repeticiones han remodelado el genoma, causando reordenamientos ectópicos, creando genes enteramente nuevos, modificando y barajando genes existentes y modulando el contenido total de Guanina -Citosina". En cuanto al origen de esas repeticiones: "La mayoría (¿no toda?) de las secuencias repetidas humanas deriva de elementos transponibles. Podemos reconocer sobre el 45% del genoma como perteneciente a esta clase". Y, mucho más interesante aún: "Mucho del restante ADN único debe también ser derivado de copias de antíguos elementos transponibles que han divergido demasiado para ser reconocibles como tales". Es decir, nos encontramos con que la gran mayoría del genoma humano está constituído por repeticiones de bloques de genes y de elementos transponibles, de los cuales los retrotransposones, que se mueven produciendo copias de sí mismos, son los evidentes responsables de dichas repeticiones (los transposones, que cambian de sitio en el genoma directamente, son los responsables de las "inserciones y delecciones"). Si tenemos en cuenta que el origen de los genes responsables de las funciones celulares básicas son de origen bacteriano, ¿de donde han salido estos paquetes de genes con tan extraña tendencia a moverse y a duplicarse?. ¿Tal vez del cuarto dominio que reclamaba Doolittle?. Prosigamos la lectura del informe: En el apartado "Repeticiones derivadas de transposones", nos encontramos con que: "450.000 copias, que constituyen el 8% del total del genoma (ya son el 10%), corresponden a elementos retrovirales (retrovirus-like elements). Unas, llamadas autónomas, tienen las secuencias gag, pol y env (esta última responsable de la codificación de la cápsida viral), es decir, son retrovirus endógenos capaces de reconstruír su cápsida y formar virus completos, y otras, llamadas no autónomas sólo tienen los genes gag y pol".
Veamos, ahora, la interpretación del origen de estos elementos: "Los elementos autónomos (retrotransposones) contienen los genes gag y pol que codifican una proteasa, transcriptasa inversa, RNAasa H e integrasa. Los retrovirus exógenos parecen haber surgido de retrotransposones endógenos, por adquisición de un gen celular env (cápsida)". Es decir, los retrotransposones, extraños paquetes de genes con la capacidad de insertar copias de sí mismos en otros puntos del genoma, parecen haber surgido "espontáneamente" en unos genomas con las secuencias celulares básicas altamente conservadas y, además, han sido capaces de formar virus por "adquisición" de un gen celular env, también surgido en la célula espontáneamente (¿y tal vez al azar?).
Quizás el conocimiento de algunas curiosas características (y capacidades) de las cápsidas víricas, descubiertas recientemente, nos permitan valorar razonablemente la posibilidad de que éstas procedan de genes celulares: El 18 de Octubre de 2001, se publicó en Nature un artículo (Smith, et al.) que por su gran espectacularidad fue portada en la citada revista. Su título: "El motor portal del bacteriófago O 29 puede empaquetar ADN contra una gran fuerza interna". La investigación mediante una (cada vez más necesaria) colaboración entre biólogos moleculares, microbiólogos y físicos consiguió medir, por medio de unas (misteriosas para los biólogos) "pinzas ópticas" la fuerza con que la cápsida del citado fago empaquetaba el ADN en su interior: "El bacteriófago O29 empaqueta su doble cadena de ADN de 6,6 micrómetros de longitud en una cápsida de 45x54 nanómetros, por medio de un complejo portal que hidroliza ATP. Este proceso es remarcable, porque han de ser superadas energías entrópicas, electrostáticas y de plegamiento para empaquetar el ADN hasta un estado de densidad casi cristalina"(El subrrayado es mío). El equivalente, en términos "visualizables", sería objeto de cálculos mas afinados, pero de una forma grosera se aproximaría a introducir 100 sillas de brazo de un aula en la caja del proyector. "Este motor puede trabajar contra fuerzas de 55 piconewtons en media, convirtiéndole en uno de los más potentes motores moleculares reportados hasta la fecha/ .../Nuestros datos sugieren que ésta fuerza debe estar disponible para iniciar la eyección de ADN de la cápsida durante la infección". Al asombro que produce esta información se le pueden añadir serias dudas sobre la procedencia desde los conservados y específicos genes celulares (en este caso bacterianos) de ésta y otras sorprendentes y variadas cápsidas virales. ¿De qué procesos celulares pudieron los elementos móviles "adquirir" (¿también al azar?) estas cápsidas con estas propiedades?
Sin embargo, y volviendo al Informe, el hecho, tan plausible que es casi obvio, de que los virus endógenos son de origen exógeno y que en algún momento de la historia de la vida se han insertado en los genomas, y de que es mas lógico pensar que la progresiva conversión en elementos móviles y secuencias no autónomas (partículas virales "defectivas") haya sido por pérdidas de secuencias, que el camino inverso de "progresivas adquisiciones", no parece encajar en la perspectiva "ortodoxa": En la página 887, y bajo el epígrafe "Transposones como una fuerza creativa", se puede leer: "La fuerza primaria para el origen y expansión de la mayoría de los transposones ha sido la selección para su habilidad para crear progenie,(?) y no una ventaja selectiva para el huésped. No obstante, estas piezas egoístas de ADN han sido responsables de importantes innovaciones en muchos genomas, por ejemplo, aportando elementos reguladores (¿de donde?) e incluso genes nuevos. Veinte genes humanos han sido reconocidos como probablemente derivados de transposones". Es más: "Mucho del restante ADN único debe también haber derivado de antiguas copias de elementos transponibles que han divergido demasiado para ser reconocibles como tales". (Los subrrayados son míos).
Abundantes interpretaciones de este tipo se pueden encontrar en el, por otra parte, magnífico informe. Porque siempre nos encontramos con el mismo problema: Unos nuevos datos con una cantidad asombrosa (y muy significativa) de información, y unas interpretaciones basadas en los viejos conceptos. Pero, sobre todo, desligadas de las informaciones aportadas por otras disciplinas que sugieren una muy diferente interpretación, especialmente si las situamos en su contexto evolutivo. Así, por ejemplo, las "evidencias de transferencia horizontal de genes relativamente frecuentes" es decir, "genes transmitidos por vectores como virus", así como las "más de doscientas secuencias de orígen bacteriano", que les resultan sorprendentes, pueden tener una explicación coherente si Doolittle y Gupta no están equi vocados (y parece que no lo están). En el genoma humano y en todos los genomas animales y vegetales hay muchas más de doscientas secuencias de orígen bacteriano.
La inevitable conclusión que se deriva de un simple cálculo, cuyos resultados pueden parecer heréticos (pero, en este caso, al culpable habría que buscarlo entre los primitivos matemáticos), es la siguiente: Si el 95% del genoma, (considerado inicialmente "no codificante", pero reconsiderado posteriormente, porque su actividad-inactividad puede depender de muchos factores), está constituído por secuencias repetidas (y ya sabemos quienes son los responsables de las repeticiones), elementos móviles, y un creciente número de virus endógenos, (el denominado por algunos "ADN basura"), y en el "genoma codificante" existen abundantes virus endógenos y elementos móviles que participan activamente, "mucho del restante ADN único tiene que haber derivado de antíguas copias de elementos transponibles", y a esto le sumamos los genes responsables de la transmisión de información y los genes que controlan el metabolismo celular, cuyo orígen es bacteriano, el resultado (con muy pocos genes de orígen no identificado por el momento), es que, con muy poco riesgo de error, se puede concluir que serían los virus el "cuarto dominio" invocado por Doolittle que aportó, por transferencia horizontal, los restantes genes de los eucariotas. Lo que, en definitiva, significa (afortunadamente los biólogos no tienen la costumbre de quemar a los herejes) que todo el ADN que no es de orígen bacteriano, es, con toda probabilidad, de origen viral. Y también explicaría las "firmas" de Gupta (y su significado evolutivo), el fenómeno de las "numerosas inserciones y delecciones con un alto grado de conservación en diferentes genes/proteínas que, o bien son únicos para grupos específicos de especies, o son compartidos entre grupos determinados de organismos".
Continuación: Hacia una nueva biología (II)
Sobre el documento
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Este artículo fue publicado en la colección ARBOR CLXXII, 677(Mayo), 167-218 pp.
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