En este texto se trata el asunto de los distintos niveles de consciencia en función de los distintos estados mentales, como son el sueño o la vigilia.
Es habitual relacionar distintos estados mentales con distintos niveles de consciencia, entendida en este caso la consciencia como "darse cuenta de".
Por ejemplo, frecuentemente se asocia el estado de vigilia con un nivel de consciencia relativamente alto, mientras que un estado de euforia, de depresión, una borrachera, la ligera somnolencia o el dormir profundamente se asocian con niveles de consciencia inferiores.
Es difícil referirse a la consciencia sin tener en cuenta el objeto hecho consciente. Para hacerlo más fácil puede ser útil la siguiente metáfora: imaginemos que disponemos de un filtro de luz que permite que podamos ver una misma imagen, ya sea nítidamente y con un gran contraste, o por el contrario de forma borrosa y desenfocada. Un alto nivel de consciencia es análogo a poseer esta visión nítida, independientemente de cual sea la imagen que estemos observando. Por ello, al tratar la consciencia, es recomendable que el lector piense no sólo en una "consciencia pura" (o subjetividad pura) sino también en ejemplos de aquello susceptible de ser el objeto consciente (ser consciente de estar vivo, de necesitar algo, de ser algo, de no serlo, de acertar, de equivocarse, etc.)
En este texto entenderemos la consciencia como la capacidad de "darse cuenta de", independientemente de "que" se trate. Es decir, no despreciaremos el objeto consciente onírico por el hecho de no pertenecer al presunto "mundo real" convencional, sino que únicamente nos fijaremos en algo parecido a la intensidad de la percepción.
Utilizando la analogía anterior, se puede decir que intentaremos observar si el "filtro" que utilizamos es un filtro nítido o borroso, independientemente de que la imagen que estamos observando sea una fotografía (análoga al sueño, por no-real) o una perspectiva de los objetos que se encuentran justo enfrente nuestro.
Existen al menos dos indicios de que la popular consideración según la cual el sueño corresponde con un nivel de consciencia inferior a la vigilia, es algo precipitada:
- Muchos hemos experimentado que ante un compromiso fijado a cierta hora, somos capaces de despertarnos, sin ayuda externa, y con bastante precisión, en el momento deseado. Parece como si el sub-consciente (presuntamente menos-consciente) supiera de alguna forma el tiempo que ha transcurrido desde la última vez que consultamos el reloj. Darse cuenta del tiempo transcurrido con precisión es una buena señal de consciencia mostrada por este "sub"-consciente.
- Por otra parte, es también totalmente habitual despertarnos recordando el sueño que acabamos de tener. Y sin embargo, acto seguido, observar cómo este sueño se difumina, y en la mayoría de los casos, llega a borrarse completamente de la memoria consciente, que es incapaz de recordar lo que hasta hace sólo un momento se vivía intensamente.
No parece descaminado entender el yo como la entidad sensible que experimenta situaciones, ya sea en el "mundo real" o en el "mundo onírico". Desde este planteamiento:
- El yo, en estado dormido, al menos en algunos casos, parece capaz de medir bastante bien el tiempo sin ayuda de relojes.
- El yo, en estado despierto, recuerda con mucha dificultad lo sucedido anteriormente, en el estado dormido.
Siguiendo el simple criterio de identificar "consciente" con "capaz de darse cuenta de", nos encontramos con que el estado de dormido no es menos consciente que el de vigilia, es mas, pudiera darse el caso de ocurrir justo al contrario.
Dormidos no olvidamos lo ocurrido en el día y prueba de ello es la muy frecuente situación de soñar con sucesos ocurridos en las horas anteriores.
Por otra parte, el sudor y la angustia de las pesadillas, así como el disfrute de los sueños placenteros nos indica que dormidos experimentamos los sucesos de una forma especialmente intensa.
Todo esto parece indicar que, al contrario de lo que la gente piensa, al menos en unos cuantos casos, cuando dormimos somos mas conscientes de lo que ocurre (en nuestro sueño) y de lo que ha ocurrido (en el día de hoy), que en estado de vigilia.
Según esta interpretación, en el momento de despertarnos, lo que ocurre es que entramos en un nivel de consciencia inferior, por eso olvidamos casi inmediatamente el sueño que acabamos de tener. Los pocos recuerdos que podamos mantener del sueño, ya sean agradables o desagradables, nos parecen importantísimos, ya que nos evocan este estado de consciencia más elevado que ni siquiera sabemos que hemos perdido.
Da exactamente igual de qué trate el sueño que hemos tenido. Emocionados, tratamos de explicarlo a los demás, quienes normalmente serán incapaces de captar el fondo de lo que intentamos explicar y se aburrirán con nuestras descripciones.
Otro enfoque del problema puede destacar la separación entre una y otra consciencia (vigilia y sueño), en una suerte de esquizofrenia institucionalizada. Es decir, podemos entender que dormido hay una entidad sensible, una consciencia, y despierto hay otra distinta. Dos entidades espirituales en una misma materia. Y que esta separación entre ambas sea la que explique el olvido de los sueños.
Aún con este punto de vista, a pesar de tratarse de dos entidades distintas, las podemos comparar y llegar a la conclusión de que el nivel consciente del sueño no tiene nada que envidiar al nivel consciente de vigilia.
No olvidemos la gran desventaja con la que cuenta el estado dormido: la dificultad para transmitir la experiencia a otros. Sin duda, cuanto más cierto sea que el estado de vigilia sea menos consciente que el estado dormido, menos capaces seremos de descubrir (en vigilia) que la vigilia posee menos consciencia que el sueño. Debemos reconocer también las dificultades en sentido contrario. Aunque una persona recuerda habitualmente tanto lo ocurrido durante el día como algo ocurrido hace decenas de años que creía olvidado, ya que sueña con ello, es problemático -y de mal gusto- que sea otra persona la que moleste a quien duerme tratando de transmitirle información.
El análisis racional y la comunicación humana se producen en vigilia, y en este estado no es común recordar los sueños o se hace con dificultad, así que es realmente costoso no minusvalorar el estado consciente del sueño analizado desde la lejanía del consciente despierto, precisamente, debido a que el despierto es un estado menos capaz de hacer este tipo de cosas.
En cambio, dormidos, debido a este nivel mas elevado de consciencia, podemos recordar, aunque distorsionados -y "distorsionados", según los criterios del estado despierto, obviamente- los sucesos ocurridos en el día, de una forma mas intensa.
Dicho de una forma casi humorística, lo que planteo es que ahora, despiertos, mientras leemos este artículo, es posible que no quedemos convencidos de lo que aquí se dice y que pensemos que en este momento somos más conscientes que cuando dormimos. En cambio, por la noche, soñando, nos daremos cuenta de que no es así, sino que soñando somos mucho más conscientes, y vivimos los acontecimientos (soñados) más intensamente. Sin embargo, despertaremos y al hacerlo, olvidaremos nuestro sueño y nuestra consciencia superior, y pensaremos de nuevo, erróneamente, que despiertos somos más conscientes de lo que lo somos soñando.
Es mas, es muy probable que dormidos, experimentando este estado de consciencia mas intensa, recordemos lo transcurrido en el día como un conjunto de tonterías absurdas, como una borrachera, como una niñez. La forma en que interpretamos los sucesos reales durante el sueño (fuente del psicoanálisis y de otras corrientes psicológicas) sería una forma privilegiada de interpretar la realidad, mediante lo que para nosotros son complejos argumentos que nuestra mente consciente despierta sólo entiende con gran dificultad, pero que al llegar la noche entiende de nuevo claramente.