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Cultura y Civilización

Héctor De La Torre
 
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Cultura y naturaleza son términos que se contraponen, especialmente a partir de la visión de la cultura como herencia no biológica, sino como una herencia aprendida socialmente.

La cultura, cuyo objetivo debería ser la consecución de la felicidad, y que muestra la permanente incapacidad del hombre para conseguirla, está sometida a la tensión continua que le impone la natural agresividad exponente de la pulsión de muerte.


Cuando, frente a nuestros televisores, presenciamos los encontronazos de los aviones contra las torres gemelas de Nueva York, en muchos surgió la pregunta, es el fin de nuestra civilización, de nuestra cultura. Todo parecía ser apocalíptico. ¡Cómo el país más poderoso y con mejor defensa del planeta era vulnerado con tanta facilidad! Si eso le sucede a los estadounidenses. ¡Qué nos queda al resto!

Inmediatamente surgieron las especulaciones ¿Quién se atrevería a atentar contra la civilización y la cultura actual? La respuesta apuntaba a otra cultura o civilización. Ya no estaban los comunistas, ya no cabrían los nazis, y, de hecho, en las declaraciones frente a la prensa, el presidente estadounidense G. W. Bush, llegó a decir que la civilización estaba en riesgo. Pero más allá de los miedos naturales que produjeron esos ataques vale la pena reflexionar sobre nuestros conceptos de civilización y de cultura.

Estos dos conceptos son manejados en diversos ámbitos con diferentes significados. En general la civilización la entendemos como el progreso y más aún como el progreso tecnológico. Un hombre que siembra con una yunta de bueyes es menos civilizado que aquel que utiliza un tractor "John Deer". Por esto es entendible que el presidente del país más poderoso económica y tecnológicamente sienta que la civilización esté en peligro.

La cultura , de manera general se entiende como el conjunto de manifestaciones de un pueblo, o como ese pueblo se ve a si mismo. Pero también se entiende la cultura como el conjunto se grandes obras humanas. Por esto se identifica a un hombre culto como aquel que sabe mucho de arte o de historia.

Las primeras reflexiones sobre la civilización y la cultura de manera clara las encontramos en los pensadores griegos y posteriormente con pensadores latinos. De hecho el término civilización tiene su origen en el término latino civilitas que era la acción del ciudadano, es decir, del miembro de la ciudad, el que tenía la ciudadanía.

El concepto civitas traducido como ciudad, era más que una simple referencia territorial o arquitectónica, para ello usaban el término urbs, urbe, urbanidad. Para los romanos imperiales, cualquier asentamiento donde hubiese una persona civilizada, es decir, quien tenía la ciudadanía, quedaba comprendida por la civitas. Así, ser civilizado era una especie de identidad, o de identificación con Roma y con su cultura.

Actualmente, y de una manera no precisa, el término civilización se usa para designar el conjunto de instituciones y organizaciones que intervienen en la problemática derivada de la convivencia social. Desde esta perspectiva, la civilización se identifica más con las conquistas materiales y la organización social, mientras que el término cultura, en este contexto, se refiere a los empeños que rebasan este ámbito y, más que limitarse a la solución de los conflictos derivados de la sociabilidad, tienden a intensificar la existencia de una determinada sociedad. En este sentido, la cultura se expresa en el arte, la ciencia, la religión, la filosofía o la literatura, y se manifiesta también en las instituciones orientadas a tales fines: escuelas, cines, teatros, bibliotecas, etc., mientras que el término civilización designa un grupo amplio de culturas determinado, sobre todo, por una consideración de tipo histórico y geográfico, así podemos hablar de la civilización romana como la civilización del mediterráneo, o la civilización china, las civilizaciones precolombinas, o la civilización occidental.

Lo opuesto a la civilización es la barbarie, es decir, las actitudes o manifestaciones que no se identifican con los componentes de la civilización. También utilizamos el término de barbarie para lo irracional o lo violento. Los avionazos del 11 de septiembre son claros ejemplos de barbarie para esta visión de la civilización, aun cuando bombardear un pueblo completamente indefenso como el afgano no se considere manifestación salvaje o bárbara, sino un acto de justicia civilizada.


Dificultad de la definición

Uno de los problemas teóricos que surgieron en el estudio de las civilizaciones fue su relación con la noción de cultura.

Dada la posible ambigüedad de estos términos, pronto surgieron tesis opuestas. Así, mientras para algunos estas nociones son sinónimas, como en el caso de Edward Burnett Tylor, para otros, como Max Weber, son conceptos opuestos. Según Weber la civilización es un proceso más restringido, basado en la ciencia, la tecnología y las instituciones sociales, que forma parte del proceso más amplio de la cultura, entendida más bien como el marco espiritual de la civilización. De tal suerte que si oponemos los términos de cultura y civilización podrá decirse que Estados Unidos es una nación más civilizada que la nación afgana, pero no podrá decirse que un estadounidense por el simple hecho de ser estadounidense, sea más culto que un miembro del talibán.

También Oswald Spengler opone cultura a civilización, y considera la cultura como "la conciencia personal de toda una nación", mientras que entiende la civilización como el perfeccionamiento y, a su vez, el ocaso de una cultura. En este sentido, para Spengler, defensor de una concepción organicista de las civilizaciones que nacen, crecen y mueren, como un organismo vivo, una civilización es el fin, el agotamiento y el destino inevitable de una cultura de manera que, para él, el término civilización incluye un juicio de valor que induce a pensar en el contenido de este término como algo caduco, incapaz ya de ser creador; como un modelo agotado que se manifiesta solamente en obras intrascendentes. También el sociólogo P.A. Sorokin hace una distinción semejante entre auténtica cultura y mera civilización.

Con estas postura si podemos decir que el gran despliegue tecnológico que vivimos es síntoma inequívoco de la caída o transformación de la cultura occidental.

Posiblemente lo único bueno y claro que dejaron los escombros del World Trade Center, sea que presenciemos también el nacimiento de una nueva civilización y una nueva cultura.

La primer definición de cultura como tal que conocemos es la de Edward Burnett Tylor, quien sostuvo que la cultura es "toda esa compleja totalidad que incluye el conocimiento, las creencias, el arte, la moral, el derecho, las costumbres, hábitos y capacidades cualesquiera adquiridos por el hombre como miembro de una sociedad". De tal manera, la cultura se referirá a todos los conocimientos, capacidades, hábitos y técnicas adquiridos o heredados socialmente, es decir, no heredados biológicamente. Esta definición, más bien descriptiva, hecha desde la perspectiva de una teoría evolucionista, considera cultura todo aquello que es producido en sociedad, y tiende a considerar la cultura como un todo continuo.

Sapir, después de repasar distintos significados del término la define como "el conjunto socialmente heredado de prácticas y creencias que determinan el tejido de nuestra vida", y pone en estrecha relación la cultura con el lenguaje. También Malinowski considera la cultura como "herencia social", y M. Herskovits señala que "la cultura es el elemento aprendido del comportamiento del ser humano", por educación, imitación y acondicionamiento. Para A. R. Radcliffe-Brown, por ejemplo, la cultura es un conjunto de normas, y para Ruth Benedict está formada por "patrones de conducta" que sobrepasan al individuo, aunque no son simples ideales, sino que existen realmente en las formas de actuar y de pensar. P.B. Horton la define como "conjunto de pautas aprendidas de acción, sentimiento y pensamiento compartidas por los miembros de determinada sociedad", o bien como "todo lo que se aprende y se comparte socialmente", es decir, es la "herencia social".

Ante las dificultades para encontrar unas pautas de evolución idénticas para todas las sociedades, Franz Boas adoptó el punto de vista del relativismo cultural y rechazó toda comparación entre culturas que tuviera como parámetro los términos de superioridad o inferioridad cultural. Algunos autores insisten en la caracterización de la cultura como fruto del aprendizaje y, por tanto, señalan su diferencia con la herencia biológica. Así, John Bonner la define como la transferencia de información por medios conductuales, especialmente por el proceso de enseñar y aprender, que contrasta con la transmisión de la información genética que pasa de una generación a otra por la herencia directa de los genes. La información transmitida culturalmente se acumula en forma de conocimientos y tradiciones, pero el énfasis de la definición estriba en la forma de transmisión de la información, más que en su resultado.


Las dos dimensiones de la cultura

La diversidad de definiciones sobre la cultura no es más que una clara manifestación de su dificultad temática, pero, a pesar de ello, todos de alguna manera la entendemos como parte de lo que somos, individual y socialmente. Las coincidencias de elementos apuntan a decir que la cultura será un conjunto de pautas de conducta adquiridas y transmitidas mediante símbolos, utensilios, artefactos, instituciones, pero sobre todo tradiciones, que marcan la pauta de una valorización de todo lo que rodea al hombre. Cabe resaltar esta última idea. La cultura tiene un gran dimensión normativa con sus determinados valores. Es decir que la cultura y la ética van de la mano. No pretendemos afirmar que la ética sea un producto cultural, pero si es claro que la cultura es un parámetro de valorización de todo lo humano. Una persona de determinada cultura considera algo malo y eso mismo puede ser considerado bueno en otra distinta. No defendemos el relativismo moral, pero podemos hablar de una ética cultural que se fundamenta en un conjunto de valores, que promueve y defiende, independientemente a que esos valores obedezcan a valores de una ética objetiva y universal.

Si esos valores no se respetan por la misma cultura que los promueve estamos frente a una crisis cultural. Sin embargo, podemos decir que hay valores universales que coinciden independientemente de las diferentes culturas, dichos valores son metaculturales, porque rebasan el ámbito particular de un pueblo. Esto implica que podemos distinguir en un mismo individuo distintas dimensiones culturales; es decir, en un sujeto podemos identificar elementos propios de su cultura como su lenguaje, su comida o el vestido. La globalización amén de las bondades innegables que implica, atenta directamente con esta dimensión del la cultura porque promueve una estandarización. Por otro lado, podemos hablar de una cultura universal en la que se manifiesten los valores universales y verdaderos beneficios para el hombre, aun cuando la cultura individual o regional vaya en contra de estos valores. Que los aztecas sacrificasen a doncellas por sus dioses era una gran promoción de la propia cultura, pero sin duda era una manifestación inhumana. En la obra clásica de Sófocles, Antígona, hay una oposición de valores: los valores de la cultura regional y los valores de la cultura universal, por los que el personaje principal Antigona, da la vida...

Actualmente se habla de ciertas manifestaciones que, teniendo su origen en la ilegalidad y en la inmoralidad de una misma cultura, se consideran como culturales, así encontramos manifestaciones como el narcotráfico o el aborto, y se escucha hablar de la cultura del narcotráfico y la cultura del aborto. En ambos ejemplos no podrá decirse que sean, en ninguna de las dos dimensiones (la de la propia cultura y la universal) manifestaciones culturales, porque son corrupciones de los mismos valores que fundan la cultura en la que se dan estos casos. Lo que presenciamos es el dominio de lo económico sobre todo lo cultural, no manifestaciones de cultura porque la misma cultura las reprueba.

La llamada cultura de masas es aquella que es promovida por los medios masivos de información como la prensa escrita, la radio, la televisión e internet.

Sin duda son medios que promueven cultura en todas sus dimensiones particular y universal, pero en su uso y abuso, son mas bien promotores de cierta visión que obedece a intereses comerciales. Más que promover valores universales promueven adeptos, consumidores, fans, inchas o votantes. Y así, generan masas humanas anodinas y anónimas. El problema no es el medio sino el uso del medio.


Naturaleza y cultura

En la evolución del significado del término cultura se va abriendo paso su contraposición a la naturaleza. Cultura y naturaleza aparecen así como términos que se contraponen, especialmente a partir de la visión de la cultura como herencia no biológica, sino como una herencia aprendida socialmente. Pero esta contraposición admite diversos grados e, incluso, varios juicios. La historia del progreso humano, y las distintas manifestaciones culturales no son más que manifestaciones de cómo el hombre va dominando la naturaleza. Este dominio, por la misma diversidad cultural, puede ser despótico o político, es decir, puede dominarse la naturaleza sin dañarla o puede dominarse destruyéndola. La actual sociedad de consumo es una oposición entre cultura y naturaleza despótica. Por lo mismo se puede considerar como una nueva cultura universal la ecología.

La oposición es clara y podemos identificar tres dimensiones de esta oposición: Primero, entendiendo la cultura como el conocimiento tecnológico, y como tal, pretendiendo triunfar sobre la naturaleza. Segundo, entendiendo a la cultura como todas las manifestaciones no instintivas. Y tercero, en el sentido de entender la cultura como una realidad objetiva que tiene su existencia en una dimensión distinta a la meramente natural o físico-natural, e incluso fuera de la dimensión meramente psicológica o mental.

El primer sentido de esta oposición aparece ya en el mito de Prometeo y es retomado por Platón en el diálogo del Protágoras, y se refiere a la distinción entre una cultura del producir técnico y una cultura de la acción práctica, social y política, es decir, una cultura de la convivencia que debe defender al hombre de su afán excesivo de alteración de la naturaleza. La filosofía práctica de Platón y Aristóteles pone énfasis en el primado de la acción y la convivencia sobre la producción. Todavía en el s. XVIII Kant seguía tendiendo un puente entre naturaleza y definió la cultura como "la producción en un ser racional de la capacidad de escoger sus propios fines" en el sentido de otorgar "fines superiores a los que puede proporcionar la naturaleza misma", también la considera como "fin último de la naturaleza con vistas a la especie humana", en una concepción teleológica de la naturaleza. Sin embargo, a medida que avanza la edad moderna y se acrecienta la industrialización, se empezará, en la práctica, a dar prioridad a la producción, y se acrecentará el afán de dominio de la naturaleza. En este sentido, la cultura se opondrá a la naturaleza como el dominador se opone a lo que quiere dominar. Esta es la base de la reflexión que emprende Rousseau al considerar que las técnicas y las ciencias, lejos de aumentar la moralidad y la felicidad humana, conducen a la hipocresía y la infelicidad. Según Rousseau todos los ejemplos históricos prueban que la fuerza y la virtud de un pueblo están en razón inversa a su grado de refinamiento o de civilización.

El segundo sentido de la oposición entre naturaleza y cultura lo representa Freud, para quien la cultura es una forma represiva que se opone a las tendencias instintivas de la naturaleza. El pesimismo de Freud sobre la cultura lo lleva a otra oposición: la de la pulsión de vida (Eros), y la de la pulsión de muerte (Thanatos). Este instinto de muerte, que se exterioriza a través de la agresividad, que para Freud es una disposición instintiva primitiva y autónoma del ser humano, adquiere en la obra de Freud un papel cada vez más relevante. Esta oposición entre la libido y la pulsión de muerte condiciona la misma cultura y señalan su extrema fragilidad.

La cultura, cuyo objetivo debería ser la consecución de la felicidad, y que muestra la permanente incapacidad del hombre para conseguirla, está sometida a la tensión continua que le impone la natural agresividad exponente de la pulsión de muerte. Es preciso que los hombres repriman esta agresividad y que sublimen sus instintos. Pero esta forma de represión aparece en la cultura como origen de un sentimiento de malestar y de culpabilidad. En este sentido, la cultura se mueve siempre dentro de este círculo vicioso: victoria de la pulsión de vida sobre los instintos agresivos, que se toman su revancha con un exceso de represión o con un nuevo desbordamiento de la agresividad. Dentro de esta caracterización de la cultura Freud acentúa su crítica a la religión, a la que califica como un "delirio colectivo" que mantiene a la humanidad en un mundo infantilizado.

También Lévi-Strauss señala esta oposición entre naturaleza y cultura, en la que los mitos actúan como mediadores. Los mitos tienen, según él, un origen psicológico y son fruto de la tendencia de la mente a polarizar la experiencia describiéndola en series de opuestos, en una especie de clasificación binaria, y aparecen como intentos de conciliación de dichas oposiciones. En su evolución los mitos cambian aspectos superficiales, pero su estructura permanece. Justamente, una de las polaridades más características descritas por Lévi-Strauss es la que enfrenta a la naturaleza con la cultura, que se manifiesta a través de los mitos relativos a lo crudo y lo cocido.

Por otra parte, Marx también subraya, en cierto sentido, la oposición entre naturaleza y cultura, ya que considera que determinadas partes de las pautas de comportamiento cultural forman parte de la superestructura ideológica, y justamente el aspecto más ideológico (en el sentido de falsa conciencia) de la cultura se da cuando ésta se quiere presentar como un producto natural ya que, entonces, bajo la coartada de su supuesta naturalidad se quiere imponer una determinada concepción del mundo generada por la clase dominante para proseguir su supremacía. Para Marx la cultura es una segunda naturaleza, ya que el ser humano, más que tener una naturaleza humana es un ser social que produce sus propias condiciones de vida. Pero estas condiciones son las que determinan esta segunda naturaleza que, en este sentido, pues, no es natural, sino social. De la fusión entre las concepciones de Marx y las de Freud surge el freudomarxismo representado por autores como Erich Fromm, Wilhelm Reich o Herbert Marcuse. En el caso de este último filósofo, a esta concepción de la cultura se añaden aspectos críticos surgidos de la reflexión de Heidegger: su concepción de la técnica y su concepción de una "voluntad de la voluntad" que impera en la civilización actual que "niega todo fin en sí y sólo admite los fines como medios".

Para Marcuse, la cultura debe entenderse como la reflexión sobre la evolución previa y sobre las alternativas, a partir de las cuales la civilización occidental se revela como un camino erróneo. De esta manera, para Marcuse, la cultura se convierte en crítica de la cultura. También Habermas se inscribe ,en parte, en esta tradición y señala que el peligro de nuestra cultura es que el interés -que domina el conocimiento y la acción- por el creciente dominio de la naturaleza acabe con todos los demás fines. Por otra parte, también ciertas tendencias contemporáneas de tipo ecologista señalan los límites del dominio sobre la naturaleza y alertan sobre una separación excesiva del hombre respecto de su medio natural que podría concluir con la destrucción total de la vida sobre el planeta.

El tercer sentido de la oposición entre naturaleza y cultura, entendiendo por ésta una realidad objetiva que tiene su existencia en una dimensión distinta a la meramente natural o físico-natural, y distinta también de la mera dimensión psicológica, está representada fundamentalmente por la concepción de la cultura como un continuo, defendida por algunos evolucionistas culturales como Leslie White, y por Popper. En cierto modo, esta noción de cultura, entendida como una entidad con realidad objetiva independiente, ya aparece implícitamente en la filosofía de la historia de Renan quien, afirma que "la Historia está llena de sincronismos extraños que hacen que, sin haberse comunicado entre ellas, fracciones de la especie humana muy alejadas unas de otras, lleguen al mismo tiempo a ideas y soluciones casi idénticas.

Popper formuló su teoría de los tres mundos, de manera que denomina: Mundo 1 al conjunto de estados y de cosas existentes o mundo de las cosas materiales o estados físicos; Mundo 2 a los estados de la mente privados e individuales, es decir, el mundo subjetivo de las mentes, de los estados mentales o estados de conciencia y Mundo 3 al conocimiento objetivo o conjunto de los datos e informaciones almacenados en libros, películas, discos magnéticos, etc., que constituyen el fundamento de la objetividad, así como el mundo de estructuras objetivas producidas por las mentes de las criaturas vivientes, que una vez producidas y almacenadas (en el lenguaje mismo, por ejemplo), tiene una existencia propia.

De cualquier manera, todas estas ideas sobre la cultura y su oposición sobre la naturaleza, hay llevado a un replanteamiento, podemos decir, a una nueva cultura que es la cultura ecológica, donde la cultura no sea opuesta a la naturaleza sino mas bien su continuadora.


A modo de conclusión

Podemos con lo dicho anteriormente, concluir que hombre culto no es necesariamente el que conoce mucho de pintura o de música clásica. Sin duda eso ayuda porque conoce manifestaciones humanas de carácter universal, pero más bien es aquel que, con sus propios elementos culturales puede distinguir que debe conservar de la propia cultura y que debe rechazar, que debe adoptar de culturas ajenas y que debe impedir que germine en él ni en su entorno.

Pero sobre todo, un hombre culto es el que sabrá identificar lo verdaderamente valioso de cualquier manifestación humana, sabrá asombrarse y promover esos valores, incluso en contra de la misma civilización.



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