"Los peligros de la libertad son siempre preferibles a las seguridades de la servidumbre". Thomas Jefferson
Hay problemas, como sugiere Umberto Eco, que deben resolverse demostrando que no tienen solución. Eco dice que la función del intelectual es atreverse a decir este tipo de verdades aunque puedan llevar a resultados emotivamente insoportables. En el mismo sentido, Juan José Linz, en su libro sobre la quiebra de las democracias, sostiene que una de las responsabilidades del político es decir qué situaciones son irresolubles o cuáles tienen muy difícil solución.
Nada de todo eso parece estar sucediendo en la cuestión del terrorismo. No son muchas aún las voces -ni entre los intelectuales ni, aún menos, entre los políticos- que se atrevan a afirmar que el terrorismo es un problema sin solución obvia. De esta forma, nos vemos abocados a una bien poco esperanzadora guerra-contra-el-terrorismo que no admite espacio alguno para la reflexión. Y, sin embargo, resultan abrumadoras las razones que nos permiten vislumbrar el callejón sin salida al que nos conduce esta obcecada apuesta por una hipotética solución militar.
A pesar de que no sea el camino más fácil, ni siquiera el más atractivo probablemente, parecería recomendable, por un sentido de Humanidad, seguir la recomendación que nos legó Ernst Jünger: "Antes de poder actuar sobre un proceso es preciso haberlo comprendido". Lo cual nos obliga a cuestionar, no sólo ahora y aquí, algunas verdades demasiado repetidas y poco razonadas acerca del fenómeno de la violencia terrorista.
Seguir leyendo