Cuando conozcamos qué es el universo, de qué se compone, cómo se originó, sabremos por qué estamos aquí. Si es que todavía nos sigue interesando conocerlo. Pero el enigma se las trae porque, aunque resulte asombroso, todo apunta a que no hay universo, sino multiverso
El modelo más verosímil para el universo es una nada en movimiento rotatorio. (W. D. Parkinson)
Meditar sobre el universo es la excusa ideal para sentirse metafísico. O físico, pues ahora son ellos, los físicos, los que más saben de esta materia. El misterio del universo constituye hoy la cuestión básica para quienes aspiran al conocimiento último. Ya no sirve aquello de ¿a dónde vamos, de dónde venimos...? Cuando conozcamos qué es el universo, de qué se compone, cómo se originó, sabremos por qué estamos aquí. Si es que todavía nos sigue interesando conocerlo. Pero el enigma se las trae porque, aunque resulte asombroso, todo apunta a que no hay universo, sino multiverso. Es lo que se conoce como Interpretación de los Mundos Múltiples, singular teoría apoyada por mentes tan privilegiadas como Edward de Witten, John A. Wheeler, Stephen Hawkings y Steven Weinberg, entre otros. Pero para el propósito del presente artículo dejaremos aparte el multi-verso y nos centraremos en el uni-verso. Un uni, grande y libre universo.
Los antiguos desarrollaron peculiares ideas sobre la composición del universo. Una de ellas, en extremo singular, es la de Cosmas Indicopleustes, erudito bizantino que vivió en el siglo VI. Escribe este autor en su Topografía Cristiana: "El mundo es rectangular, extendiéndose desde Iberia a la India, y desde el África a la Escitia. Sus cuatro lados están formados por altas montañas sobre las que descansa la bóveda celeste. La Tierra es sólo un arca de gigantescas dimensiones, y en el fondo plano de este arca están todos los mares y tierras conocidos por el hombre. El firmamento es la tapa del cofre, y las montañas son sus paredes". Después vinieron Galileo, Kepler, Newton...
Definiciones del universo existen muchas, algunas de ellas chocantes o sorprendentes. Debe ser un tema que inspira. Para Francisco Umbral el universo es una geometría inútil y para Bart Kosko, aficionado a los pensamientos borrosos, el universo es información. Y añade que nuestro ADN es simplemente información hecha carne. Timothy Leary, por su cuenta y "riego", se preguntó: "¿Es el universo en esencia continuo o discreto?" Y añade que a dicha pregunta sólo puede responderse: "Sí". Curioso. Sathya Sai Baba, gurú de la misteriosa India, nos revela que el universo y el individuo es uno solo, la ola y el mar. Afirmación que extrañamente coincide con la mantenida por el premio Nobel de física Erwin Schrödinger: "La suma de todas las mentes es uno". Unidad por la que también se decantó Giordano Bruno: "El universo es uno, infinito e inmóvil". Y para rematar esta compartida unicidad, citaré la definición que dan del universo los heterodoxos Robert Shea y R. A. Wilson en su trilogía The Illuminatus!: "El universo es lo interior sin lo exterior, el sonido hecho uno". Un poco obscuro, pero así son los místicos. Entre las definiciones curiosas del universo, destaco ésta del físico Paul Davies: "El universo es un ordenador, el único problema es que es otro el que lo está usando... Sólo somos chinches en la gran máquina cósmica". Pero sin duda, la cosmología más singular de la que he logrado tener noticia se la debo a Charles Fourier. Dice este visionario francés: "La Tierra sólo ocupa el lugar insignificante de una abeja en una colmena formada por unos cien mil universos siderales cuyo conjunto constituye un biniverso, estando estos biniversos agrupados por millares en triniversos y así sucesivamente, donde la creación procede por etapas y tanteos sucesivos, donde nuestra existencia individual está compuesta por 1.260 avatares que ocupan 54.000 años en el otro mundo y 27.000 en éste..." Un delirio, y exactitud, que apabullan.
En cuanto a los orígenes del universo, pueblos anteriores a los babilonios, como los pueblos Eridu y Nippur, ya poseían su propia cosmología. Para los Eridu, fue el agua el origen de todas las cosas. El mundo surgió del mar y es circundado por él. Más allá de la línea del océano, el dios-sol pastorea a su ganado. Para los Nippur el mundo era una montaña, y el cielo una cúpula sólida cuyas bases se sumergían en los océanos. Para los antiguos nórdicos, según se desprenden del canto épico de los Edda, el mundo se originó por el encuentro de la cálida corriente de aire con la capa de hielo del protogigante Ymir. Los dioses le mataron y con su carne formaron la tierra, con su sangre el mar y los lagos, con sus huesos las montañas, los árboles con sus cabellos, con su cráneo el cielo, etc. Los Upanishad nos aseguran que en el principio no había nada en absoluto. El mundo entero se hallaba envuelto por la muerte, por el vacío. Y la muerte pensó para sí: ¡Me gustaría tener identidad! Y surgió el universo.
La Biblia deja en manos de un ser llamado Jehová, aburrido a más no poder, la creación del mundo en seis jornadas, al término de las cuales descansó. Al principio fue la luz, nos dice esta cosmología. A lo que la teoría del Big Bang (o como tradujo la expresión, a mi juicio certeramente, un vate mejicano: el Gran Pun), admitida sin grandes reparos por la mayoría de la comunidad científica, corrige manifestando: "En el comienzo fueron los rayos gamma". Se necesitaron cien mil años para que los rayos gamma se transformaran en luz visible. Aristóteles, por citar a un griego egregio, sostenía que el universo no tuvo ni principio ni fin. Aserto respaldado poéticamente por el escritor mexicano Octavio Paz: "No hay fin y tampoco hay principio: todo es centro". Sin embargo, y siguiendo a Alan Guth, bastan veinte libras de materia para comenzar un universo. ¿Tan poca cosa? Pero, ¿cómo transformar esas veinte libras de átomos en un universo? Quizás acierte R. A. Wilson cuando asevera que los átomos crearon el universo masturbándose. Lo cual, por ingenioso que sea, no aclara mucho el misterio de la creación, el enigmático origen del universo, un origen que cada vez intriga más a quienes lo estudian. Así, el famoso cosmólogo Lee Smolin, nos informa: "¿Cuál es la probabilidad de que un universo creado por parámetros elegidos al azar contuviera estrellas? Una entre 10229". Y las estrellas, está probado, son fundamentales para la existencia de la vida. No obstante, desafiando a tan microscópica probabilidad, estamos aquí. Y esto nos conduce al principio antrópico, el más extendido dentro de la cosmología ?si bien con numerosos detractores? para enjuiciar el universo. Este principio aduce que el particular universo que observamos, que habitamos, es seleccionado de entre todos los universos posibles por el simple hecho de que nosotros estamos aquí para observarlo. El principio antrópico podría resumirse con esta frase de John A. Wheeler: "El universo debe ser como es porque, si fuera de otra manera, podríamos no estar aquí para contemplarlo". Frank J. Tipler, el eminente físico de la inmortalidad, cree que todos los posibles universos que pueden albergar conciencia son realmente experimentados. El nuestro es tan sólo uno de ellos. ¿Un retorno al multi-verso? Mas a pesar de las dificultades que encuentran los físicos y cosmólogos actuales para estudiar el origen del universo, otros no tienen problemas para datar incluso la fecha exacta de su creación. Así, en 1654, el obispo James Usher, basándose en profundos estudios de cronología bíblica, anunció que la "Creación" tuvo lugar el jueves 26 de Octubre del año 4004 a.n.e., a las nueve de la mañana, presumiblemente hora de Greenwich. Enhorabuena a los nacidos en esa fecha, pues su cumpleaños comparte el aura que otorga el coincidir con el aniversario del universo.
Hoy, con datos fiables, se sabe que solamente la Tierra tiene más de 4.500 millones de años. Aún así no faltan en nuestros días creacionistas que todavía fechan la Creación a muy corto plazo. Y si no que se lo pregunten a Ronaldo Reagan, ex presidente que fuera del Imperio. Aclaremos que esto de fechar momentos claves del universo no es exclusivo de personajes extravagantes. Newton, con pedestal perenne en el parnaso de la ciencia, en las postrimerías de su vida, trabajando con profecías bíblicas, concluyó y anunció que el final del mundo no podría venir antes del 2060. ¿Adolecía Sir Isaac de la ley de la Grave Edad? De acertar, poco le quedaría a la humanidad; a algunos, por fortuna, nos da de sobra.
Pero parece que los científicos han dado con la clave del origen del universo, o casi. Según Michio Kaku: "En el principio era la Nada. No había espacio. No había tiempo. No había materia ni energía. Pero existía el principio cuántico, que afirma que debe haber incertidumbre, por lo que incluso la Nada se hizo inestable. Y las pequeñas partículas de algo comenzaron a formarse". Pero, ¿cómo de la nada pudo surgir algo? Pues sí. A mediados de la década de 1980, se descubrió que la energía total del universo en un momento determinado podría haber sido cero, lo que nos llevaría al caso paradójico de obtener algo por nada. La razón por la que el universo pudo tener energía cero y al mismo tiempo albergar 1050 toneladas de materia se debe a que el campo gravitacional posee energía negativa. Así, las energías negativas de la gravedad pueden anular las positivas que componen la materia. Mientras la energía positiva se transformaba en materia, el campo gravitacional acumulaba la equivalente energía negativa. Esta explicación permite hacer creíble que el universo comenzase en un espacio vacío, como, por otra parte, ya nos lo habían advertido los Upanishad. Toda la materia vendría después (muy inmediatamente después) como resultado de un proceso natural. Pero ésta es una de las ultimas hipótesis de la ciencia, hipótesis prometedora pero no, me temo, la solución definitiva del misterio.
Aparte definiciones y posibles orígenes, el universo es un concepto que levanta disparidad de opiniones. Francisco Umbral insiste en denigrarlo: "El universo, la creación, prodigiosa máquina de errores, sistema perfecto de equivocaciones". Richard Dawkins, el padre del gen egoísta, nos dice: "El universo ya es de por sí un lugar suficientemente difícil para comprenderlo sin necesidad de introducir misterios místicos adicionales que no están realmente ahí." Para Einstein el universo, finito pero sin límites, es susceptible de ser alterado por la mera observación de un simple roedor. En palabras del genio de la Relatividad: "Cada vez que un ratón mira el universo, lo transforma". Extraño universo, quizás demasiado sensible. Pero sobre su extrañeza ya se han pronunciado reputados físicos. Niels Bohr, el creador de la Mecánica Cuántica, nos dejó dicho: "Solía pensarse que la física describía el universo. Ahora sabemos que la física sólo describe lo que podemos decir del universo". Y otro físico famoso, J. B. S. Haldane, remacha: "Mi sospecha es que el universo no sólo es más extraño de lo que suponemos, sino más extraño de lo que podamos suponer". Y es que la mecánica cuántica, con su principio de incertidumbre y su dependencia del observador, parece implicar que el universo está en cualquier estado posible antes de que lo midamos. Siguiendo este razonamiento, Robert Anton Wilson sugirió que la mente es un instrumento ideado por el universo para contemplarse. El universo vendría a ser más o menos producto de la consciencia. Los argumentos del obispo Berkeley desenterrados. Pero es igual lo que digan los físicos y los filósofos, para Francisco Umbral el universo no tiene otro argumento que la crueldad ni otra lógica que la estupidez. ¿Qué hubiera hecho Umbral de conocer lo que sabía Bart Kosko, esto es, que bastan tres electrones por metro cúbico para destruir el universo? ¿Le hubiera pedido la fórmula? Quizás en el momento de escribir las líneas citadas, mortales y rosas. Puede que hoy haya cambiado de opinión. Pero por si acaso aconsejamos a Bart Kosko que no se lo diga.
De todas maneras, cuanto más avancemos en el conocimiento del universo, más habrá de tenerse presente la advertencia de Steven Weinberg: "Cuanto más comprensible parece el universo, tanto más sin sentido parece también". Pero no nos desanimemos. Quizás, como augura Bart Kosko, el universo no sea sino un chip en el vacío. ¡Pero qué chip!
Nunca lograremos desentrañar el misterio del universo porque nosotros somos el misterio. (Max Plank)
Versión no autorizada del origen del universo (por la Iglesia de los SubGenios)
Al comienzo no había Universo, sólo G'BroagFran, que estaba a horcajadas sobre la espalda de cuatro gigantescos y multidimensionales elefantes, a su vez sosteniéndose sobre las espaldas de un sapo todavía más gigantesco, que a su vez se apoyaba sobre otro sapo, y debajo sólo había una hilera de sapos hasta el final. Pero todos ellos se hallaban en el interior de la Nada. Después de 100.000 millones de años, G'BroagFran hizo Algo de esta Nada aglutinante: un Universo simple compuesto apenas de Fuego y Hielo cósmicos. Estos opuestos primordiales fueron moldeados en la forma de dos enormes bolas por el Gran Escarabajo Pelotero y lanzadas una contra otra. Cuando chocaron, la explosión produjo el Éter, parte del cual fue atrapado por el Gran Escarabajo Pelotero, que lo repartió con laboriosidad entre los diminutos átomos que componían el Universo. Entonces extendió estos átomos para así formar las estrellas y los planetas. El Gran Escarabajo Pelotero eligió algunos planetas y arrojó sobre ellos ciertos ingredientes mágicos, transformando a los planetas en hembras y a su atmósfera en machos. Nuestro planeta fue uno de ellos. El cielo era una concha de hielo sólido de 30 kilómetros de espesor que protegía a la Tierra de los letales rayos cósmicos. La tierra era una pura ciénaga, cubierta de juncos machos. Pero el cielo se encontraba solo, así que bajó a la Tierra y se apareó con ella, produciendo todas las plantas y animales.
Hubo una gran batalla en el espacio entre G'BroagFran y el "Bob"-Inferior. G'BroagFran acuchilló al "Bob"-Inferior, y ordenó a el Gran Escarabajo Pelotero que recogiera su flema, bilis, cáncer y feces para fabricar con todo ello al primer hombre. Luego diseñó una Hembra con trozos de tarántula y serpiente de cascabel. Ambos eran gigantes, cubiertos con hermoso pelamen, y podían vivir un millón de años.
El Gran Escarabajo Pelotero creó primero al hombre y a la mujer como dos criaturas diferentes, capaces de procrear sin sexo, simplemente por generación de capullos. Pero G'BroagFran los vio y sintió lástima y les hizo juntarse; y cuando la Raíz del hombre-hombre se hundió en la Gruta de la Mujer-mujer, alcanzaron el "Árbol del Conocimiento".
LG/12.02.02
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Sobre el autor
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Lamberto García nació en Portugalete (Vizcaya) en 1951. Es licenciado en Ciencias Económicas por la Universidad de Bilbao y ha escrito numerosos artículos relacionados con la literatura y la divulgación científica. Tiene terminadas varias novelas, un libro de matemáticas y multitud de ensayos pendientes de publicación.
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