Las bicicletas son para el verano y los libros también. Las madres y los padres podrán darse por satisfechos si durante este verano, sus hijos han repasado mínimamente algunos contenidos básicos que fueron aprendiendo durante el pasado curso escolar y si se han divertido como a ellos les gusta.
Ahora es el momento en que aparecen los temidos deberes para casa. El consejo más acertado en estos primeros momentos de curso para las madres y padres es que inciten (no presionen) a los niños a coger, poco a poco el ritmo de estudio y trabajo que dejaron en junio.
De poco servirá que los padres se angustien y presionen más de la cuenta a sus hijos para que realicen su trabajo. Es necesario incitar, no presionar.
Presionar es estar continuamente encima de los hijos repitiéndoles una y otra vez que hagan sus deberes, y monopolizar con "los dichosos deberes" el tema de conversación cuando vuelven del colegio. Incitar es informar de las tareas y obligaciones que tiene el niño cuando vuelve a casa, y proponerle hacer sus deberes añadiendo un elemento agradable.
Los niños no hacen las cosas porque sí, ni porque se lo manden; sino que hacen las cosas porque les resulta agradable o para evitar "males mayores".
Si utilizamos el castigo para que los hijos hagan los deberes, lo harán para librarse de ese castigo, pero cuando el que castiga no está presente, el niño no estudiará. Además, los castigos pueden provocar malestar y odio al castigador. No conviene ir por este camino.
En cambio, si proponemos al niño actividades placenteras para justo después de que haga los deberes y establecemos el estudio como condición previa para que aparezca en escena eso que tanto le gusta a nuestros hijos, estos se esforzarán más en hacer su obligación, porque saben y sienten que les espera aquello que les resulta tan gratificante. Los premios, beneficios, privilegios, alabanzas, actividades deseables con los padres, etc. servirán para incitar a nuestros hijos a llevar a cabo sus tareas solamente si aparecen justo después de que el niño haga sus deberes.
Otro recurso a nuestro alcance es el llamado reaprendizaje. El reaprendizaje consiste en volver a aprender lo que ya está aprendido o medio aprendido.
En vez de repetir la lección una y otra vez, será mucho más eficaz que los niños la aprendan a medias, para volver a re-aprenderla al cabo de un tiempo (unos días).
Resulta mucho más eficaz re-aprender la lección durante tres días, media hora cada día, que estar una sola vez hora y media sentado delante del libro repitiendo continuamente lo mismo como un loro.
La memoria de nuestros hijos tiene capacidad suficiente como para almacenar mucha información en el tiempo, y está al alcance de los padres provocar un uso adecuado o no.
Por otro lado, la vuelta de vacaciones nos plantea otro tema: las actividades extra-escolares. Como su nombre indica, se plantean además de las tareas propias de la escuela y para completar los aspectos académicos que no abarca el programa escolar.
Estas actividades en ningún caso deben suponer para los niños lo que en psicología se llaman fuentes de estrés. Es decir, actividades que los niños puedan asumir como estresantes y que requieran de ellos una actividad (mental y física) que les sobrepase y les sature. Rellenar el tiempo libre de los hijos hasta el último hueco con actividades de este tipo, muchas veces provoca en los chavales sentimientos de ansiedad, apatía, desgana por hacer las cosas, inquietud, falta de concentración, agresividad, cambios repentinos de humor, etc.
Los padres deben conocer hasta qué punto sus hijos se sienten saturados por hacer esta o aquella actividad, y por contra saber qué actividades les resultan gratificantes y positivas. Los padres y madres deberían reservar un tiempo para hablar con los hijos de sus cosas, para que los hijos descansen y para que no se sientan con una obligación más añadida a su horario escolar.
Acaban de empezar las clases. Estamos a tiempo.