Lentamente, y todavía sumido en la inconsciencia, despertaba de su prolongado letargo. A pesar de que una maraña de confusas emociones luchaban dentro de su mente, podía distinguir muchos sonidos del ambiente y se asombró al poder dejar pasar selectivamente una banda o determinadas frecuencias específicas. Abrió sus ojos y una indefinible sensación de extrañeza lo inundó al explorar ese cuarto que combinaba elementos de hospital y laboratorio. Se sorprendió nuevamente al verse capaz de distinguir muchos colores que nunca antes había visto. Ni siquiera tenía nombres para designarlos. Se concentró entonces en una diminuta superficie metálica ubicada sobre el techo, amplió gradualmente su imagen y pudo examinar con detalle su propia anatomía. Una intensa sensación de pavor inundó completamente su ser. No parecía ahora humano en absoluto. Nada de lo que podía verse de él se asemejaba a lo que había alguna vez sido. Era un atroz bastardo de hombre y de máquina, un cyborg, una criatura tecnológica, un engendro biomecánico...
"Muchas personas ya son cyborgs y no son particularmente infrecuentes. Tienen partes que funcionan con mecanismos cibernéticos que les sirven para su actividad intelectual y física. Cerca del 10% de la población de EE.UU. es cyborg, incluyendo gente que cuenta con marcapasos electrónicos, articulaciones artificiales, miembros protésicos y piel artificial", afirma el Dr. Ernesto Grün, docente de la UBA, ex-presidente de la Asociación Argentina de Teoría General de Sistemas y Cibernética e integrante del GESI (Grupo de Estudio de Sistemas), la sección argentina de la International Society for the System Sciences. No obstante, en este trabajo, se prefiere definir al cyborg -término acuñado para designar la conjunción de "cybernetic" y "organism"- como un ser humano cuyas capacidades, sentidos o tolerancias físicas han sido extendidas más allá de las limitaciones humanas normales, por una máquina u otro agente externo que modifica el funcionamiento de su cuerpo y/o cerebro, potenciándolo y multiplicándolo. Pero no debe olvidarse que "hoy en día se podría llamar cyborg o cuasi-cyborg, incluso, a un montón de gente que se maneja continuamente con Internet. La integración hombre-máquina puede ser temporal, no necesariamente un cyborg tiene que ser un individuo que esté permanentemente integrado", agrega el docente.
Un eslabón más de la cadena
El hombre no constituye la cima de la evolución que la Madre Naturaleza ha venido elaborando a lo largo de millones de años de infinita paciencia y perseverancia. Es tan sólo un eslabón de la cadena evolutiva, un peldaño más en la escalera de la progresión infinita. "Hasta ahora se pensaba que el hombre era el final de la evolución, la cima de la creación sobre la Tierra. Pero ahora comenzamos a aceptar que somos parte de un proceso evolutivo que se está acelerando vertiginosamente", acota Grün. En efecto, ¿por qué creer ingenuamente que la inexorable evolución de la inteligencia, desplegada durante cientos de millones de años, se detenga brusca y repentinamente en el nivel "humano"? Es muy probable que una nueva forma de vida inteligente surja y sobrepase al hombre, igual que éste sobrepasó al Australopithecus. Pero, a diferencia de muchas otras especies, el Homo Sapiens posiblemente deje descendientes; quizás no se extinga simplemente... sino que se transforme.
Con la tecnología informática, todos los procesos inteligentes del ser humano se vieron, de alguna manera, afectados. Hoy en día, las máquinas sustituyen al hombre en ciertas actividades mentales específicas: algunos aspectos de la inteligencia humana como la memoria, la lógica, la toma de decisiones, no sólo pueden imitarse artificialmente sino que son más rápidas, poderosas y confiables. Sin embargo, no se trata, en realidad, de construir máquinas que compitan con el ser humano, sino que sean capaces de realizar tareas de cierto nivel intelectual para ayudarle. Las máquinas liberan al hombre para que éste enfoque su energía hacia las actividades creativas, intuitivas, originales y no cotidianas.
Pero a pesar de que puede acceder a muchos más datos, la capacidad de procesamiento del hombre sigue siendo limitada y por esta causa actúa como factor paralizante. El cerebro humano tiene una ínfima capacidad de almacenamiento frente a la vorágine hiperdocumental del mundo actual. "Es completamente imposible para un ser humano mantenerse informado de todo lo que sucede en su área de actividad. El hombre no puede digerir tanta información. Es un fenómeno que está cambiando al mundo. Mucha de la información es importante, y uno tampoco puede seleccionar lo que es importante", opina el doctor.
La tan ansiada boda
Actualmente, el hombre y la máquina están convirtiéndose en especies simbióticas y complementarias, a tal punto que ya no es posible decir a ciencia cierta quién necesita de quién para sobrevivir, ambos se precisan mutuamente. En el futuro, sin embargo, las máquinas ya no serán un elemento ajeno al hombre, sino que, como los lentes de contacto o los audífonos, se convertirán en parte funcional de éste y se integrarán en su cuerpo hasta formar parte de él, como si fuera una prótesis. Serán como una ayuda para los procesos de pensamiento del usuario, perfeccionando sus habilidades intelectuales y ensanchando, como nunca antes se hizo, el ámbito de sus capacidades cognitivas. "Es que el moderno fenómeno de decisiones ultra-rápidas es muy difícil de manejar. Uno necesitaría decantar el problema y existe mucha información no elaborada. Antes una decisión se tomaba en un día o en una semana y no pasaba nada. Hoy eso sería suicida", opina Grün. De este modo, al combinar e integrar las posibilidades del ser humano con las de la máquina en una sola criatura, se lograría lo mejor de ambas formas de vida, un organismo híbrido que poseería capacidades superiores a la suma de las capacidades separadas. Una especie conceptualmente nueva, lo suficientemente compleja como para superar las habilidades psicomotrices, la percepción sensorial o el grado de inteligencia alcanzado por el ser humano, gracias a la ampliación inédita de sus facultades y habilidades físicas y mentales. Es lo que Grün ha denominado "Homo ciberneticus".
En un sistema cooperativo hombre-máquina ideal, se podrá lograr que cada parte hiciera aquel trabajo para el que fuese más eficiente. La casi infinita memoria y la increíble velocidad de procesamiento de información del cerebro sintético, se combinaría y complementaría con el gran poder de intuición y la fantástica capacidad conceptual y simbólica del cerebro orgánico. Cada parte dará a la otra lo que necesita, pero de lo que carece. La información sería procesada por los dos cerebros, que funcionan sobre bases y respondiendo a necesidades diametralmente opuestas. De ésta forma, "surgirá un nuevo tipo de inteligencia, diferente de la humana y muy superior a ésta, capaz de hacer rutinariamente lo que -entre los humanos- sólo es capaz de lograr un genio, un superdotado", afirma el doctor.
Nace una estrella
Dentro de algunos años, podría haber sofisticados sistemas
computacionales implantados dentro mismo del sistema nervioso humano y enlazados con las partes sensitivas del cerebro. De este modo, y a través de las ondas cerebrales, el hombre podrá interactuar directamente con su "anexo cibernético" a través de sus procesos de pensamiento, mejorando su rendimiento, expandiendo sus habilidades innatas o creando otras nuevas. Incluso el cerebro humano tendría integradas las funciones de algunos dispositivos actuales como el celular, el pager, el e-mail o la agenda.
Por ejemplo, cualquiera podría tener en su memoria y a su disposición súbita y virtualmente la totalidad de los conocimientos de la humanidad, con el agregado de que estarán permanentemente
actualizados. Sin embargo, estarían en la memoria de la
microcomputadora, no en la memoria del ser humano. Este podría tener acceso a ella, ya que estarán completamente integrados, pero no lo podría entender hasta que no lo haya "concientizado", comprendiendo el significado de cada frase. En ese caso, sería posible conectarse con la computadora a voluntad y usarla para extraer recuerdos específicos. Incluso, la nueva capa encefálica artificial podría hacer surgir "en vivo" los recuerdos guardados en la mente humana (no necesariamente de la misma persona) con la misma intensidad con que fueron realidad en un remoto pasado. Con las "películas omnisensoriales on-line", por ejemplo, uno podría llegar a convertirse en un "copiloto" que experimenta la realidad de otra persona en el mismo momento en que ésta lo está viviendo.
Por otra parte, y como especula Alejandro Piscitelli, filósofo sistémico argentino, "las inteligencias-más-que-humanas tendrán la habilidad de comunicarse en redes de gran ancho de banda, sobrepasando las velocidades de transmisión y procesamiento de la información, propias de la escritura y la oralidad". ¿Se podría llegar a pensar en un intercambio rápido de información a través del contacto entre "antenas", de forma similar a cómo se comunican las hormigas entre sí? Con respecto a esto, se debe tener presente que ya existen
dispositivos experimentales que intercambian información (nombre, teléfono, fax, e-mail) durante un simple apretón de manos.
Posibilidades increíbles
Mediante la cyborgización el ser humano normal podrá ser equipado con artilugios que no tengan comparación en la Naturaleza. Su versatilidad sólo quedará limitada por el número y complejidad de las interfaces, y por la capacidad del cerebro en entregar y recibir información a través de dichas interfaces, convirtiendo a la máquina y a los sistemas en extensiones suyas en un sentido literal. Es posible, por ejemplo, estructurar y construir sistemas sensoriales que perciban el entorno de otro modo a fin de extender el sistema neurológico o mecanismos artificiales que aumenten el alcance de la fuerza muscular. No obstante, un cerebro humano normal no podrá afrontar tal cantidad de datos, no se podrá verter en él constantemente información sensorial ya que su capacidad es limitada. Se necesitará
proporcionarle una pequeña ayuda en la interpretación; una etapa intermedia entre los complejos sensores artificiales y el limitado cerebro humano, la cual interpretará y acondicionará todos los impulsos sensoriales del cyborg, eliminará los impulsos que no tengan importancia y filtrará las señales innecesarias.
De esta manera, en vez de guardar registros muy limitados de lo que hace, el cyborg podría contar con una gran cantidad de registros visuales, sonoros, odoríferos, termográficos, táctiles, gustativos, cinéticos o cronológicos, entre otros. Y dispondría de filtros artificiales a fin de reducir los impactos sensitivos, incrementar la agudeza perceptiva por períodos cortos, o interpolar por software imágenes, sonidos, aromas, vibraciones o radiaciones. Dado que el almacenamiento será bajo una forma digital le será posible ordenarla y accederla fácilmente. Así, por ejemplo, le será factible recordar el rostro de una persona que ocasionalmente vió una sola vez hace más de 15 años y compararla con la fotografía de la figura que observa en la revista que ahora tiene en sus manos. Pero no sólo intervendrá el sentido visual, sino que estarán implicados los registros sonoros, odoríferos, termográficos y cronológicos que en aquel momento acumularon información.
El retrato de Dorian Gray
Sin embargo, no se tratará -como podría pensarse inicialmente- de una simple sustitución sino de una extensión y una transformación de la acotada inteligencia humana, gracias a la implantación de minúsculos accesorios cerebrales. Los seres humanos con cerebros mejores poseerán facultades que el hombre normal no puede siquiera imaginar, y como tales constituirán seres de una especie y hasta de un orden diferente de éste. "El cerebro ampliado nos lleva a un estadio sobrehumano, posthumano. Esto permite -para algunos radicalmente- cambiar el funcionamiento y la amplitud del cerebro", reflexiona Grün. Seguramente cambiará psíquicamente -en mayor o menor medida- aquella persona que sufra estas modificaciones, pero ¿en qué forma su "conciencia" se transformaría o adaptaría a esta nueva circunstancia?, ¿se afectará su identidad, su esencia personal? Quizás la criatura emergente esté dotada de un sentido de vida diferente, opuesto al cotidiano, al existir diario del ser humano común.
Asimismo, surgen nuevos interrogantes ¿qué significará ser ese ser, que muy probablemente no será humano? ¿Se aceptará el cyborg a sí mismo? ¿No habrá un apartamiento, lento pero creciente, de su identificación con la humanidad a medida que pasan los años? Este hecho podría tener importantes consecuencias para la raza humana, ya que es un hecho científico demostrado (el principio de exclusión competitiva) que dos formas de vida similares no pueden ocupar simultáneamente el mismo nicho ecológico. Es por eso que el hombre siempre ha temido a aquellas entidades (biológicas o artificiales) con un nivel de inteligencia no humano próximo al suyo. En este caso, ¿cuáles serían las probables consecuencias para los seres humanos de relacionarse con una forma de vida más inteligente y más compleja? En realidad, la pregunta definitiva quizás no fuera cómo se relacionaría, ni qué haría, sino de qué modo podría sobrevivir.
Y aparecen otras dudas. Las ventajas de la parte tecnológica, como la memoria perfecta, el vasto repositorio de información, el intelecto agudamente razonador y las capacidades computacionales, ¿atentarán contra la parte humana? ¿Las habilidades superiores del pensamiento opacarían los sentimientos? ¿Persistirán las emociones básicas, los modos de pensar fundamentales del hombre? ¿Tendrían sentido los conceptos humanos de miedo, soledad o amor? ¿Seguirán importando las cuestiones humanas?
Son interrogantes que, por el momento, no tienen una respuesta sencilla y a los cuales, sin duda, sería conveniente que vayamos prestándole un poco más de atención.