¿Nostalgia?
Una duda razonable sobre la Teoría de la Evolución de Darwin
«La ignorancia afirma o niega rotundamente; la Ciencia duda». —Voltaire
La Teoría de la Evolución de Darwin [1] junto con sus revisiones de la hipótesis del Gen Egoísta de R. Dawkins [2] y hasta la actualidad es la explicación más razonable para explicar la diversidad biológica y sus interacciones.
Sin embargo, no hay pruebas suficientes para sustentarla puesto que las cadenas de fósiles sólo en pocas especies se consideran completas pero, sobre todo, porque el momento de la transición no se ha hallado nunca y cuando se inducen mutaciones sobre seres vivos, por ejemplo con emisiones radiactivas, la inmensa mayoría de estas mutaciones son claramente perjudiciales o se crean seres estériles como es el caso de las semillas transgénicas en una alta proporción. Así, es dificultoso explicar el paso de una especia a otra de forma irrefutable aunque el evolucionismo sea la teoría más plausible.
Una especie biológica se define frecuentemente como un grupo de organismos capaces de entrecruzarse y de producir descendencia fértil. Entonces, si la transición de una especie a otra ocurre con una familia de mutaciones con las que nace un individuo normalmente mejor adaptado al medio observamos un dificultad para continuar el proceso de la evolución: ¿Cómo se reproduce este individuo sin perder sus mejoras adaptativas?
Esto es porque si se cruza con un individuo de la especie madre, por propia definición de especie, su descendencia no será fertil. Por otra parte, si relajamos la definición de ‘especie biológica’ y permitimos que dentro de la ‘neo-especie’ el nuevo individuo pueda cruzarse con individuos de la ‘especie madre’ obteniendo descendencia fértil no sólo exigimos que la mutación sea adaptativa; además debe ser dominante. Realmente esto no refuta la Teoría de la Evolución, pero nos da una idea de la complejidad del proceso.
[1] ‘El origen de las especies’, Charles Darwin. Tecnibook Ediciones, Buenos Aires (2011) ISBN 978-978-1759-54-5. Primera edición en 1859.
[2] ‘El gen egoísta: Las bases biológicas de nuestra conducta’, Richard Dawkins. Ed. Salvat, Barcelona (2000) ISBN 978-843-4501-78-2. Primera edición en 1976.
Introspección y extrospección
«Nada vale la ciencia si no se convierte en conciencia» —Carlo Dossi
El campo de la vida interna será el del próximo futuro, y su verdadero desarrollo también vendrá de manos de la ciencia, pero de una ciencia dotada de distintos medios y métodos a los actuales, adornada de una mayor exquisitez y pureza lógica-matemática.
El pensamiento científico tiene su más firme base en la «extrospección», es decir, en el análisis de los fenómenos «externos», entendiéndose por estos aquellos que no pertenecen en sí a los mismos observadores, sino que son exteriores a ellos. Es fácil entender que el observador ideal es el que está situado en la posición más privilegiada de observación, que es la que no influye en la experiencia, que a su vez se ha logrado aislar de toda influencia externa que pudiese desvirtuar la debida contrastación. Salvando las oportunas distancias, en términos judiciales, ésto equivale a que el «jurado» sea imparcial.
La ciencia debe mucho de su extraordinario desarrollo a la «extrospección», hasta el punto de haberse acuñado el calificativo de «ciencias puras» a aquellas que han estado más íntimamente ligadas a la «extrospección» (Matemáticas, Física, Química, etc.). Las que poseen en su constitución una componente más bien pequeña de introversión han ido pasando desde el campo de la ciencia experimental, en un principio muy especulativo, al de las ciencias consagradas, casi «puras», como, por ejemplo, la Bioquímica o la Genética. Para Popper, las ciencias más ligadas al campo introspectivo, tales como la Psicología, tienen caracteres más metafísicos que científicos, cuestión ésta apuntada por más de un autor. Opino que se está incurriendo en una clara injusticia, pues los métodos científicos, según la «lógica de la investigación científica» de Popper, en cuanto al uso de hipótesis y su subsiguiente contrastación intersubjetiva, se dan en todo este campo del conocimiento que denominamos ciencia. Creo, más bien, que la dificultad estriba, no en que el campo de la actuación de la Psicología, por ejemplo, sea subjetivo, sino que la inmersión en la introspección que conlleva su estudio es de una dificultad cualitativa muy superior del del método «extrospectivo» aplicado a las demás ciencias llamadas puras. También, podríamos decir que la aplicación del método estrictamente «extrospectivo» de las ciencias puras a estas otras ciencias, tales como la Psicología, no obtiene los resultados conseguidos en otras ciencias, pero a mi entender ésto solo es consecuencia de las dificultades del campo en que nos movemos. Tal vez los métodos usados, muy eficaces en el campo «extrospectivo», no lo sean tanto en el introspectivo. Hay que aplicar métodos científicos de investigación (definidos por la más pura ortodoxia de Popper en cuanto a hipótesis y contrastaciones) a la introspección, lo cual requiere de nuevos métodos mucho más imaginativos que los que actualmente han sido usados, más propios del campo de la extroversión.
Al llegar aquí hemos de hacer un alto para recalcar la reticencia ante la ciencia en el ámbito de los saberes menos «consagrados». Los pocos resultados prácticos científicos que han sido obtenidos en algunos terrenos de la Parapsicología o de los llamados fenómenos paranormales, han inclinado a muchos estudiosos de estos temas a buscar soluciones en otros mundos separados de la ciencia como el obscurantismo o la magia. Ese no es el camino. La validez de la ciencia está lo suficientemente asentada para no escoger otros caminos caracterizados, precisamente, a lo largo de la Historia, por su incompatibilidad con el progreso humano. El fracaso del método científico aplicado a estos temas, a mi entender, tiene su origen en lo apuntado anteriormente: hay que desarrollar un método científico nuevo, diferente al que se ha estado usando hasta el presente, basado en la «extrospección»; un método útil en el terreno introspectivo, mas, sus resultados no deben ser subjetivos, sino tan objetivos como los obtenidos a partir de la «extrospección».
Nuestra ciencia tiene que pasar del estudio de lo externo a lo interno, a nosotros mismos. Tiene que emitir hipótesis sobre este ámbito, pero dichas hipótesis deben ser contrastadas intersubjetivamente, para que continuemos en el campo de la lógica científica. Se han dado balbuceos en esta dirección, pero las dificultades son inmensas. En mi opinión, es en este milenio que comienza donde se irán desvelando los misterios de este mundo altamente complejo, tal como apuntan las previsiones futuristas. El campo de la vida interna será el del próximo futuro, y su verdadero desarrollo también vendrá de manos de la ciencia, pero de una ciencia dotada de distintos medios y métodos a los actuales, adornada de una mayor exquisitez y pureza lógica-matemática.
Hay algunas creencias antiguas de la Humanidad, asumidas por estratos amplios de la misma, que si se demostrase científicamente su «compatibilidad» con la ciencia, podrían representar un claro avance sobre lo obtenido por la ciencia oficial hasta el presente. Ciertas creencias de orden religioso, teológico y místico parecen estar cada día más cerca (asintóticamente) de la propia ciencia. Y es que la compatibilidad y armonía entre ciencia y creencias representaría para la vida humana un salto cualitativo fabuloso.