Partiendo desde una perspectiva lo más amplia posible, como el vuelo de un águila sobre el valle, surge la siguiente intuición: lo conocido es sólo una pequeña parte de la realidad. Este será nuestro axioma básico que, a través de una cadena de deducciones -aunque no de una manera formal sino más bien informalmente-, desembocará finalmente en el concepto de Información. La realidad, sea ésta lo que fuere, se extiende inmensamente más allá de lo conocido tal como el océano que rodea a una embarcación convierte a ésta en una cosa insignificante.
Lo conocido es sólo una pequeña parte de lo que existe. Luego, lo desconocido, que es el campo de las posibilidades improbables, constituye la mayor parte de la realidad. Lo que esto quiere decir exactamente es que todas aquellas posibilidades que son improbables, y que son sin embargo tan reales como aquellas otras que consideramos como probables (aunque no estemos en condiciones de asegurar su realidad), constituyen la parte fundamental de la estructura del universo.
Lo conocido es lo conocido por el ser humano. Es decir, está inextricablemente unido a la conducta humana. Por tanto, lo desconocido es aquella parte de la realidad que el ser humano no puede predecir porque está más allá de lo conocido por él. Mientras lo conocido pertenece al ser humano, lo desconocido lo trasciende.
El concepto de posibilidad, como lo sostenemos a continuación, es un concepto que surge exclusivamente a partir de la perspectiva humana. Sin el concepto de futuro, no podríamos pensar en las posibilidades; y el concepto de futuro, como algo que no existe ahora pero que puede llegar a existir más allá del momento presente, es el resultado del conocimiento acumulado que nos permite pensar en la repetición de lo conocido (con todas las variaciones que se quieran). Pues no se puede pensar en lo desconocido (que no sea meramente una modificación de lo conocido). Luego, tanto el concepto de futuro como el concepto de posibilidad son el resultado del pensamiento humano. Ahora, es evidente que el acto de pensar es presente, pero aquello sobre lo que se piensa sólo puede ser pasado o futuro (o ambos).
Empecemos con algunos conceptos básicos. Para entender qué es una posibilidad improbable, debemos entender primero qué es una posibilidad. Una vez entendido qué es posibilidad, tendremos que distinguir entre posibilidad probable y posibilidad improbable.
El concepto de posibilidad es un concepto negativo, pues se refiere a todas aquellas proposiciones que no contradicen el cuerpo de conocimientos reconocido, es decir, el cuerpo de conocimientos que el ser humano ha recogido y acumulado hasta ahora. Pero con decir que una determinada proposición es posible, nada se implica acerca de su verdad o, más bien, su condición de verdad queda abierta.
Ciertamente que el corpus del conocimiento humano no puede ser enteramente verdadero, como tampoco cabría sostener su absoluta falsedad. Sin duda que si el conocimiento humano, y en especial el conocimiento científico, fuera del todo verdadero, el progreso del conocimiento consistiría meramente en agregar nuevo conocimiento al existente, haciendo imposible cualquier tipo de revolución científica. Si la historia de la Ciencia no bastara para negar tan ingenua creencia, el argumento siguiente nos parece contundente: el progreso del conocimiento científico, cuya existencia sería difícil de poner en duda, implica necesariamente que parte del conocimiento actual es equivocado. No obstante eso, también hay una parte del conocimiento que es verdadera aun cuando no seamos capaces de asegurar cuál es exactamente esa parte.
Sin embargo, dos aclaraciones se imponen en este momento. Una, tiene que ver con la definición de "conocimiento" que estemos dispuestos a aceptar. Si el conocimiento para ser tal debe ser necesariamente verdadero, estaremos en dificultades, pues ¿cómo podríamos asegurarlo? Preferimos, de manera más pragmática, entender por "conocimiento" simplemente aquello que cierta comunidad, especialmente la comunidad científica, acepta como tal, al menos provisoriamente.
Otra, no vemos dificultad en que una proposición se refiera a una posibilidad falsa, porque lo que desde la perspectiva humana constituye una posibilidad -es decir, no contradice el conocimiento hasta ahora aceptado- puede ser perfectamente falsa (o sea, que en la realidad no exista). Y será el progreso del conocimiento científico que, en algún momento, quizás, pondrá de manifiesto la imposibilidad de tal posibilidad.
También puede darse la situación inversa, que lo considerado actualmente como imposible llegue a ser considerado algún día como posible. Pero, por supuesto, no todo lo considerado imposible hoy puede llegar a ser posible mañana, como podría sostener una posición escéptica, por más que nos extendamos en el tiempo futuro.
Por su parte el concepto de posibilidad probable -o simplemente lo probable-, deriva del mismo cuerpo de conocimientos ya adquiridos que nos sirve como punto de reparo para definir a las posibilidades como tales. Se trata de aquellas posibilidades que encuentran sustento en el conocimiento reconocido.
Lo probable es siempre y solamente lo conocido, y por tanto cambia en función del avance del conocimiento. Pero lo probable es también lo que se considera como verdadero, al menos hasta nuevo aviso. Pero aquí hay un problema. Lo posible es lo aceptado por el conocimiento, pero una parte de ese conocimiento es falso (ya que no puede ser totalmente verdadero).
Por si no fuera suficientemente claro lo ya dicho, agregaremos lo siguiente: reconociendo aristotélicamente como verdadero sólo la coincidencia de las proposiciones con la realidad, entonces ciertas proposiciones serán verdaderas y otras serán falsas. El problema es saber cuáles son cuáles. Es éste un problema esencialmente humano, es el problema de la relación entre el ser humano y la realidad. Por ejemplo, Roger Scruton en Filosofía Moderna, escribe: "Aristóteles analiza la afirmación: 'Mañana habrá un combate naval'. ¿Esta afirmación tiene un valor-de-verdad ahora? Si lo tiene, debería ser el mismo valor-de-verdad que tiene el afirmar mañana que hay un combate naval hoy día. Si mañana es verdad que hay un combate naval, hoy es verdad que habrá un combate naval. Si las afirmaciones sobre el futuro son verdaderas, son verdaderas ahora."
Sin embargo, las afirmaciones sobre el futuro no tienen ningún valor-de-verdad y por una razón radical: porque el futuro no existe, porque el futuro es una creación del pensamiento a base del conocimiento acumulado en la memoria. En realidad, con la palabra "futuro" estamos haciendo referencia al campo de lo desconocido, y, por tanto, estamos hablando de las posibilidades improbables.
Por otra parte, no todo lo posible es probable. De manera que, habiendo eliminado todo aquello que es imposible, hacemos lo mismo con lo probable, ¿qué nos queda? Sólo nos quedan las posibilidades improbables, que constituyen el campo de lo desconocido. Por tanto, el concepto de posibilidad improbable es también un concepto negativo: Posibilidad improbable no significa "posibilidad poco probable" sino la negación de lo probable, es decir, significa "posibilidad no-probable".
La posibilidad improbable, como veremos, es un concepto que encierra la idea de Información, pero la peculiar idea de una Información que, estando hasta ahora latente, tiene la capacidad de hacerse activa en cualquier momento.
En contraste, la posibilidad probable se asocia a la idea de una Información inactiva, de una Información ya manifestada y acumulada en el cerebro humano como conocimiento; vale decir, de una Información latente en el particular sentido de estar pasiva, o sea, que por estar separada temporalmente de su ejecución, requiere de energía extra para volver a expresarse. (Véase más abajo Porqué es necesario el concepto de Información, donde se explica con más detalle estas diferencias).
En otras palabras, el adjetivo "latente" se aplica a la Información con dos matices diferentes, que son los siguientes: En un sentido de estar latente pero con su poder ejecutivo intacto, vale decir, con su capacidad de modificar a su receptor (humano o no) de una forma determinada. Según nuestra opinión, este es el concepto de Información que verdaderamente conviene a su esencia.
Y en el sentido, propiamente humano, de estar latente pasivamente, que es el sentido con el cual habitualmente se emplea el concepto de información; "información" ahora con minúsculas ya que no se refiere exactamente al concepto de Información que estamos dilucidando.
La palabra "información" se usa precisamente en este sentido cuando se habla de "cantidad de información", pues la cuantificación es una operación que realiza el ser humano sobre objetos o eventos conocidos por él. La cantidad de información, por ejemplo, de una cierta macromolécula sería imposible de medir sin conocer su estructura.
Como es evidente, el concepto de cantidad de información no puede ser aplicado a la Información, con mayúsculas, hasta cuando es ya conocida y pasa, por tanto, a formar parte del cuerpo de conocimientos. Mientras sea meramente una posibilidad improbable nada sabemos de ella, pero en el momento mismo en que se expresa ya es posible cuantificarla. En consecuencia, sólo al hacerse activa para nosotros los seres humanos, la Información nos aparece como siendo una determinada cantidad de información.
Ahora bien, lo conocido es lo probable (y viceversa). Sin embargo, una posibilidad probable siempre se refiere a un acontecimiento considerado aisladamente de su contexto, lo cual representa en los hechos una idealización. En la realidad propiamente tal, todo acontecimiento se presenta inseparablemente unido a su contexto, por lo cual abstraído de él su predicción será siempre en algún grado inexacta.
De modo que solamente las predicciones que son lo suficientemente gruesas pueden aspirar a una cierta mayor precisión. Mas, en la misma medida en que a una predicción se le exige una mayor finura de detalles (o complejidad), su precisión decae hasta alcanzar rápidamente niveles de error bastante groseros, tornándose finalmente incierta.
Utilizando un lenguaje causal, podemos analizar la influencia del contexto sobre el acontecimiento que sea el caso, para de esa manera poder explicar la dificultad que sobre la predicción provoca dicha abstracción.
Buscando John Stuart Mill una definición científica de causa, la definió como condición suficiente:
Por ejemplo, la combustión tiene como condiciones:
(a) Que haya un material combustible, (b) que exista la temperatura adecuada, y (c) que esté presente el oxígeno. Cualquiera de estas condiciones que faltara, haría imposible la combustión; se trata de condiciones necesarias. Ahora bien, la presencia de todas ellas juntas constituye una condición suficiente; luego, sería la causa.
Sin embargo, estamos hablando de un caso excepcionalmente simple, pues en la mayor parte de los acontecimientos interesantes se requiere de miles de condiciones necesarias para que el acontecimiento se produzca.
La causa, para J. S. Mill, es la suma total de las condiciones (tanto positivas como negativas) que, si se cumplen, determinan el acontecimiento que denominamos "su efecto".
Pero aun en un ejemplo tan sencillo como el de la combustión, sería posible argumentar que, si bien es cierto que en la mayor parte de los casos esta conjunción de tres condiciones necesarias bastaría para provocar el efecto (la combustión), habrá casos sin embargo en los cuales intervendrá alguna otra condición impidiendo tal efecto. Podría ser que el material combustible, digamos madera, esté mojado por la lluvia; por tanto, no habrá combustión.
Antes de que el ser humano aprendiera que la humedad del material combustible puede impedir la combustión, se encontró con esta circunstancia que constituyó el caso de una, hasta ese momento, posibilidad improbable. Una posibilidad improbable será siempre la circunstancia con la cual no contamos porque no la conocemos y que, una vez conocida, recién podremos tomarla en consideración para el futuro (en los términos ahora de una posibilidad probable).
La conjunción de material combustible, temperatura adecuada y presencia de oxígeno será condición suficiente -y, por tanto, causa- de la combustión en la inmensa mayoría de los casos. Es a lo que llamaríamos una posibilidad probable.
Pero, para considerarla así, es necesario recortar esas condiciones del contexto en el cual se manifiesta el acontecimiento combustión. En la vida diaria actuamos de esa manera, aislamos habitualmente una condición como si fuera la causa y dejamos de lado todas las demás. Decimos que arrojar una cerilla encendida al cesto de papeles es la causa del fuego, aunque la presencia de oxígeno en la atmósfera y la presencia de papeles en el cesto sean otras condiciones necesarias que también deberíamos mencionar y que habitualmente no lo hacemos.
La suma total de las condiciones, de las cuales nos habla J. S. Mill, algunas de las cuales son desconocidas -lo que las convierte en posibilidades improbables-, constituye el contexto en el cual surge el acontecimiento bajo examen. De manera que sólo podemos hablar de "posibilidad probable" si aislamos una determinada condición (o una conjunción limitada de ellas) del resto del contexto. En otras palabras, la posibilidad probable es sólo una abstracción.
Por otra parte, el ser humano solamente puede enfrentarse a la realidad desde lo conocido, y por tanto la realidad de lo que está por suceder, que es lo desconocido para él, está en el campo de las posibilidades improbables.
No decimos que lo desconocido es meramente el campo de las puras posibilidades porque "lo posible" es todo aquello que sabemos puede suceder -o creemos que sabemos ya que nadie podría asegurarnos que sabemos exactamente todo lo que puede o no suceder-, pero tal saber está fundado en todo caso en lo conocido.
Es decir, sólo podemos pensar en las posibilidades basándonos en el conocimiento adquirido. Solamente si llegáramos a pensar en una posibilidad no conocida, entonces (en tal hipótesis) sería en una posibilidad improbable.
Por cierto, la realidad de lo que está por suceder no es tampoco el campo de lo probable porque "lo probable" es siempre lo conocido. "Lo probable" es todo aquello de lo cual ya sabemos y que hemos llegado a saber por la frecuencia relativa con la cual se ha presentado en el pasado; y además idealizado, al ser abstraído de su contexto. Aquello otro que no se ha presentado nunca en el pasado, y sobre lo cual nada sabemos, constituye el campo de las posibilidades improbables. La "improbabilidad" es, así, sinónimo de"no registrado", o sea, de "no conocido".
El punto de referencia para medir la improbabilidad, entonces, es la experiencia humana colectiva almacenada como conocimiento humano. Y en la medida que el conocimiento humano aumenta, varía con ello el discernimiento entre lo considerado probable y aquello otro considerado improbable.
Lo que en este momento estaríamos dispuestos a considerar como improbable -en el sentido de no-probable: contradictorio con lo conocido-, el día de mañana podría ser considerado como probable.
La historia de la Ciencia nos provee variados ejemplos de tal situación. Que el ser humano pudiera volar como los pájaros no era más que un sueño para los antiguos. Lo improbable no es sino aquello que, no siendo imposible, carece sin embargo de sustento en el conocimiento reconocido.
Pero por mucho que se ensanche el conocimiento, lo desconocido -que es lo improbable- seguirá estando más allá de lo conocido. En pocas palabras, es claro que el concepto de posibilidad improbable está referido exclusivamente al comportamiento humano.
Si no hubiera existido un animal -el animal humano- capaz de almacenar conocimiento y pensar a partir de él, la expresión "posibilidad improbable" habría carecido de sentido (y consecuentemente la de "posibilidad probable"). Pero el hecho es que ese animal existe y, por tanto, el concepto también. Sin embargo, no debe omitirse del análisis su origen humano. Es solamente porque el ser humano puede pensar en lo probable, que lo improbable se convierte en pensable. Mas es pensable únicamente en términos negativos.
De lo anterior se deduce que el campo total de la realidad -en el cual viven los animales, incluido el animal humano, los vegetales, los seres microscópicos, y todos los entes que llamamos "inertes"-, siendo de preferencia el campo de las posibilidades improbables, al ser observado desde un punto de vista exclusivamente humano, sufre la división entre lo conocido (o lo probable) y lo desconocido (o lo improbable).
La realidad es, ya lo hemos dicho, mayoritariamente el campo de las posibilidades improbables. Los acontecimientos conocidos, es decir, las manifestaciones concretas de las posibilidades improbables -ya que antes de ser conocidos por el ser humano, eran sólo posibilidades improbables (y como tales impredecibles) -, constituyen una parte menor de la realidad. Lo desconocido por el ser humano desborda infinitamente lo conocido; por tanto, lo previsible es infinitamente menos importante que el campo de lo imprevisible, el campo de las posibilidades improbables.
Es imprescindible hacer ahora una distinción teórica entre la posibilidad improbable en tanto tal -vale decir, en cuanto mera posibilidad- y el acontecimiento que calificamos de esa forma una vez producido, o sea, como un acontecimiento improbable. La posibilidad improbable existe independientemente si se realiza o no, y cuando se realiza se percibe por parte del ser humano como un acontecimiento improbable.
De esa manera, la realización frustrada de un determinado acontecimiento -por causa, probablemente, de la existencia de otros acontecimientos que lo imposibilitan-, no le resta existencia a la posibilidad improbable que contiene en potencia a dicho acontecimiento. Es decir, la posibilidad improbable sigue existiendo como tal, tanto es así que llegará a manifestarse en algún otro momento si lo determinan las circunstancias.
Ahora bien, para que un acontecimiento cualquiera pueda darse en el mundo, se requiere de una conjunción de diversas circunstancias que no pueden ser diferentes a como de hecho lo son en cada caso concreto.
Esta necesidad de que esa conjunción específica de circunstancias sea tal cual es y ninguna otra, implica la existencia de un orden que especifica el tipo de acontecimiento. Si el orden fuera diferente, el acontecimiento necesariamente también lo sería.
Por tanto, todo acontecimiento expresa un orden y ese orden específico de cada acontecimiento, cuando ese acontecimiento todavía no se ha realizado, constituye su posibilidad improbable. La posibilidad improbable, entonces, se refiere a un orden potencial. El orden es anterior al acontecimiento tanto en un sentido ontológico como cronológico.
Se podría decir igualmente que la posibilidad improbable, en cuanto germen de un cierto acontecimiento, es la disposición presente en todo sistema -cualquiera sea su naturaleza: física, química, biológica o psicológica-, a actuar de una manera determinada, o según cierto orden, en presencia de las circunstancias adecuadas a su manifestación. Es justamente a esta disposición a actuar a la que denominamos "Información".
Debemos entender, entonces, cada posibilidad improbable como una disposición a actuar según cierto orden (o sea, como una Información); en consecuencia, como una disposición a realizar una acción específica, pero de la cual los seres humanos sólo nos enteramos como siendo un cierto acontecimiento determinado en el momento en que dicho acontecimiento realmente se produce.
Mas es muy importante comprender que la disposición a actuar, escondida como posibilidad improbable, no es menos real que el acontecimiento mismo. En suma, la disposición a actuar es aquella energía potencial a la cual llamamos "Información".
El concepto de Información está relacionado con el concepto de neguentropía -que es lo opuesto a la entropía- y, por consecuencia, con el concepto de orden. De manera que sólo entendiendo este último concepto será posible entender el concepto de Información.
A diferencia del resto de los seres vivos, en el ser humano el orden se presenta con caracteres propios. Para el ser humano, la actividad de ordenar requiere de una preparación a la cual se puede llamar "plan". Entre el plan y su ejecución existe una distancia temporal, es decir, todo plan para concretarse en la realidad necesita tiempo. El plan puede realizarse completamente en un tiempo mayor o menor, como también puede ejecutarse de manera incompleta o simplemente no realizarse. Todo esto nos resulta muy familiar, pero es curioso comprobar que nadie parece reparar en que esto no es así para ningún otro ser vivo.
En la naturaleza, por el contrario, plan y ejecución son dos aspectos de la misma cosa. No hay ningún tipo de separación entre un supuesto plan organizador y su ejecución ni en los animales ni en los vegetales (ni en la conducta de sus partes componentes: células, tejidos, etc.). Son aspectos simultáneos y no sucesivos en el tiempo.
No es necesario buscar muy lejos la razón de esta diferencia. Sin duda se debe a la presencia únicamente en el ser humano del pensamiento con su capacidad de proyectarse hacia un futuro que todavía no existe, pero que puede ser conjeturado a base del pasado, o sea, al conocimiento adquirido.
Los ejemplos de previsión que se dan en el resto de los seres vivos, especialmente en los animales superiores, no contradicen lo anterior. Se trata de manifestaciones del instinto, concepto cuyo sentido es ser una cierta capacidad que se utiliza para explicar aquellas conductas que sirven a la conservación y a la reproducción de la especie.
Precisamente por no ser de naturaleza intelectual, esta capacidad instintiva del ser vivo, aunque se manifieste previsoramente, no expresa variaciones cuando las condiciones del ambiente han cambiado, como si fuera el resultado de un impulso ciego. De nuevo tenemos aquí que plan y ejecución van de la mano, sea o no fructífera su realización concreta.
Podríamos expresar esta diferencia entre el ser humano y el resto de los seres vivos, de la siguiente manera: solamente el ser humano funciona en términos de un futuro virtual. Y de esa forma, el plan de una cierta actividad futura existe ahora sólo en cuanto plan, sin existir todavía su ejecución que es relegada así al futuro incierto.
Por eso nos resulta sumamente difícil entender que en un animal o en un vegetal, o en sus células y tejidos (y, todavía más, en las macromoléculas que los componen), el equivalente al plan -que es cierto tipo de organización- no esté separado de su ejecución.
La consecuencia inmediata de esta diferencia humana es que para realizar el plan se requiere trabajo, tanto en el sentido práctico de este término como en su sentido físico, vale decir, existe la necesidad de utilizar energía.
Por ejemplo, si se desea ordenar un aposento se necesita gastar una cierta cantidad de energía. Esa cantidad de energía gastada es proporcional al grado de orden alcanzado. A mayor grado de orden, mayor es la cantidad de energía requerida. O sea, el realizar o concretar un plan implica usar una determinada cantidad de energía extra. Si no se dispone de esa energía extra, el plan simplemente no puede realizarse y, por tanto, se queda como mero plan.
De lo anterior se deduce que, en el caso de los seres vivos no humanos -y también del ser humano en cuanto animal-, su organización, en cualquiera de sus niveles: desde el nivel de la célula tanto hacia la molécula como hacia la especie, involucra una cierta energía de un tipo especial.
Toda organización se mantiene a costa de energía, ciertamente, pero lo interesante es que no se trata de cualquier energía sino de una energía especial que no se degrada, de una energía no-degradable. La energía que no se degrada es la responsable de la organización aunque esa organización, por supuesto, utiliza energía que sí se degrada.
Es decir, cuando consideramos a la organización como un plan por realizar, surge la necesidad de usar una cierta cantidad de energía para cumplir (en el futuro) con ese trabajo, pero si la organización y la ejecución de esa organización van de la mano (en el presente), entonces no surge ninguna necesidad de una energía extra para mantener la organización. La única energía requerida es aquella necesaria para que esa organización continúe funcionando en el tiempo.
Es como la diferencia que existe en el computador entre el hardware y el software, vale decir, se gasta energía (eléctrica) en el uso del programa, pero no en el diseño del programa usado.
Ahora, si se rebate diciendo que el software requirió de energía en su elaboración, habría que responder que se trata justamente del tipo de energía que surge del uso humano. El plan para elaborar el software está separado de su elaboración concreta propiamente tal, y así va a ser siempre en cada caso de realización del pensamiento humano. Si se diera el caso, ciertamente imposible, de que la elaboración intelectual del software y su elaboración material fueran una, tendríamos un ejemplo de lo que sucede en el reino de los seres vivos más allá -o más acá- del pensamiento.
Desde el principio del tiempo, el ser humano se encuentra con las cosas como ya existiendo así como con el movimiento en sus diversas formas, pero se encuentra además -aunque no repare de primera en ello- con el orden. El orden es algo con lo que debe contar al igual que con las cosas y con el movimiento de las cosas.
Entonces, el ser humano imita el orden natural creando un orden propiamente humano, y por tanto con las limitaciones humanas, que es un reflejo de aquel. Un orden que se sobrepone al orden de la naturaleza, con las ventajas -pero también con las desventajas- que tal poder involucra. Porque al ser humano, en cuanto animal pensante, le cuesta el orden, vale decir, no le es algo gratuito sino que le exige trabajo. Es la lucha del ser humano contra la naturaleza.
Diferente es el orden en la naturaleza, incluido el del propio ser humano en cuanto organismo, que no requiere de energía para subsistir como orden sino que se mantiene a sí mismo en el tiempo.
Pero es imprescindible, para comprenderlo, distinguir entre el asunto del origen de la organización (u orden), y el asunto totalmente diferente del uso de esa organización. Es decir, no hay propiamente un origen del orden -aunque en términos religiosos se pueda atribuir a algún Dios-, ya que el orden simplemente existe.
Es como el origen de la energía, ésta simplemente existe. Ahora, una vez aceptado que el orden lisa y llanamente existe y que se expresa de múltiples formas, como por ejemplo a través de la organización biológica, no representa ninguna dificultad entender que la función de ese orden requiere de energía.
Cuando el orden como organización se expresa mediante alguna función, necesita energía, constituyéndose de esa manera en un orden activo. En cambio, cuando ese orden carece de energía extra no puede manifestarse y se constituye entonces en un orden latente. Es, por tanto, la energía degradable la que permite que el orden se exprese.
Lo que importa destacar es lo siguiente: la creencia en que un orden en ausencia de energía (de energía degradable), o sea, un orden latente (o pasivo), no puede persistir -pues todo orden sin aporte externo de energía se degrada-, es falsa. El auténtico orden en cuanto orden no necesita de una energía externa porque es en sí mismo energía: es energía no-degradable.
El orden, tanto en cuanto orden activo como pasivo (o latente), nunca se degrada, lo cual quiere decir que permanece siempre. Lo único que se degrada es la energía degradable necesaria para la manifestación del orden. Y es a este orden auto-mantenido, y por tanto no-degradable, al cual consideramos como Información.
Hablamos de un orden ordenado, pero que es también un orden ordenante. No solamente es un tipo reconocible de orden sino que, y esto es lo realmente importante, un orden capaz de reproducirse constantemente en el tiempo a la vez que de afectar a su medio en la medida que haya en este un receptor adecuado. Vale decir, la Información activa posee una capacidad ejecutiva: es capaz de ordenar (o de organizar) al sistema receptor, lo cual se expresa por la modificación de dicho sistema al momento de su recepción.
Por último, digamos que si la naturaleza fuera como el ser humano pensante, habría desaparecido ya mucho. En el lapso trascurrido entre el plan "pensado" por esa supuesta naturaleza y su ejecución, el orden se degradaría. Y en el lugar del orden estaría el caos.
El estado de equilibrio en un sistema aislado se define -de acuerdo con la Mecánica estadística- como aquel estado, entre todos los estados posibles, que es el estado más probable para ese sistema, al que llamaremos "estado de máxima probabilidad". Por tanto, cualquier estado del sistema que no sea el de máxima probabilidad, será un estado improbable. Se trata ciertamente de un concepto relativo, vale decir, cualquier estado que no sea el de máxima probabilidad será, en cualquier grado que sea, un estado improbable.
Ahora bien, cualquier posibilidad improbable para ese sistema, es decir, cualquier posibilidad que, de manifestarse, constituiría un estado improbable -y que por ser improbable no corresponde al estado de equilibrio-, representa una Información.
La posibilidad improbable la entendemos no como un ente ideal que solamente existe en la mente de quien la piense sino como una entidad existente por sí misma con independencia de cualquier ser humano.
Contrariamente a lo que se suele sostener, creemos que las posibilidades pueden ser pensadas precisamente porque forman parte de la realidad -en lugar de existir sólo por ser pensadas-, es decir, constituyen estados de cosas y, por tanto, permiten explicar cómo es el mundo.
De tal manera que la improbabilidad de las posibilidades improbables es la forma como se presenta la Información a su receptor humano, pero aquello en que consiste la Información es otro asunto.
Antes de entrar en ello, aclaremos que no se trata de que la Información y la posibilidad improbable sean exactamente lo mismo, pues si así fuera una posibilidad probable no sólo no sería una Información sino que no sería tampoco real (a pesar de que toda posibilidad lo sea).
En verdad se trata de que aquello que denominamos "posibilidad probable", es Información latente acumulada como conocimiento, y de la cual el ser humano, a diferencia de los animales, puede hacer un uso deliberado en un sentido finalista (o sea, en función de metas).
Bien entendido, una Información activa es siempre una posibilidad improbable para el observador humano, mas para el resto de los seres vivos no se presenta de esa manera, o sea, como una posibilidad que no se espera, ya que sólo el ser humano posee expectativas (por ejemplo, espera una cosa y ocurre otra). Es evidente que la improbabilidad existe en contraste con la probabilidad, es decir, solamente si se consideran como probables ciertos sucesos es posible llegar a pensar en otros sucesos como improbables.
Por eso, la Información activa provoca en el animal únicamente un cambio en su conducta, porque representa para él un estímulo y no un suceso esperado (o no esperado). Mientras que en el ser humano, además de provocar un cambio de su conducta, pasa a formar parte de su pensamiento, lo cual quiere decir que se acumula en su memoria en forma de conocimiento -en la condición de Información latente- utilizable en el futuro.
Ahora, cuando hablamos de futuro en el ser humano, estamos hablando de un futuro pensado hoy, de un futuro que todavía no existe, pero que puede llegar a existir mañana. Ese futuro es posibilidad. (Véase anteriormente "Porqué es necesario el concepto de Información".)
El futuro como posibilidad es Información latente acumulada en el cerebro humano, no es Información activa. Por supuesto, es siempre el resultado de la Información activa. Pues bien, el cerebro humano piensa a base de la Información latente como conocimiento y lo que piensa, habitualmente, es acerca de las posibilidades probables de ocurrencia de diferentes sucesos.
Rara vez piensa en la ocurrencia de sucesos improbables, es decir, rara vez el ser humano se las tiene que ver con las posibilidades improbables que, sin embargo, abundan en la realidad no controlada por el ser humano (y en alguna medida también en la parte que está bajo su control).
Solamente en los momentos de creatividad el ser humano considera las posibilidades improbables, y al considerarlas les permite que se expresen.
Sin la existencia, tan propia de la mente humana, del futuro como posibilidad no podría hacerse la diferencia entre las posibilidades improbables y las posibilidades probables. La posibilidad de cualquier suceso sería igualmente improbable porque no habría expectativas. Es el caso de los animales. Desde el momento que todo suceso es improbable -o, mejor dicho, no esperado- se constituye en una Información activa para el animal (y para el ser humano en la medida que comparte su comportamiento animal). No es el caso, sin embargo, para el intelecto humano.
Dado que para el ser humano existe el futuro como posibilidad, surge la distinción entre las posibilidades probables -aquellas en las cuales puedo pensar porque poseo el conocimiento suficiente- y las posibilidades improbables -las cuales desconozco y, por tanto, no puedo pensarlas-.
Es fácil de entender que cualquier posibilidad que, desde cierta perspectiva, es improbable, puede ser, desde una perspectiva distinta, una posibilidad probable. En otras palabras, y visto esto desde un punto de vista exclusivamente humano, la improbabilidad (y, por ende, la probabilidad) tiene que ver con el estado del sistema con el cual interactúa la Información, vale decir, es relativa al receptor de la Información.
En el caso humano, la experiencia previa del receptor potencial de la Información determina si se trata de una posibilidad probable o improbable. Es a lo que solemos denominar "saber".
La respuesta de un receptor que posee el conocimiento adecuado comparado con otro que no lo posee, define si se trata o no de Información activa en cada caso. Para aquel sujeto que ya posee el conocimiento pertinente, la Información permanece latente para él pues no hay modificación de su conducta a causa de ella. Se podría decir que la Información recibida es neutralizada por la Información latente en forma de conocimiento.
En cambio, para aquel sujeto que no posee el conocimiento apropiado, la Información es activa, lo que se comprueba porque le hace modificar su conducta. La capacidad ejecutiva de la Información se expresa, precisamente, en este efecto sobre su receptor; es decir, cuando el sujeto sin el conocimiento que sea el caso cambia su conducta a consecuencia de la Información.
Un ejemplo claro de todo esto es el uso en la Ciencia del teorema de Bayes, el cual permite cuantificar la probabilidad de una hipótesis en vista de la evidencia. Es sabido que, en caso de que la evidencia sea confirmatoria, el apoyo que le presta a la hipótesis propuesta cuando dicha evidencia es considerada probable es muy pequeño; en cambio, ese apoyo es muy fuerte cuando la evidencia es poco probable.
En otras palabras, la confirmación de la hipótesis depende de la improbabilidad de la evidencia, o sea, depende de una posibilidad improbable para el investigador y que, por tanto, expresa una Información. Podríamos decir también que lo desconocido se expresa a través de la improbabilidad. La hipótesis es una posibilidad improbable y, en la medida que se confirma, pasa a ser una Información.
Sin embargo, primero se debe cuantificar la evidencia, ya sea como probable, ya sea como improbable, acto que está teñido en algún grado de subjetividad.
Lo que puede ser considerado probable desde el punto de vista de cierto investigador, podría ser considerado improbable desde el punto de vista de otro investigador. Para distintos investigadores, el diagnóstico de la improbabilidad de la evidencia -al igual que el de la hipótesis inicial- sin duda que puede ser diferente, pero es un mérito muy destacable del teorema de Bayes su capacidad de auto-corrección.
Esta capacidad de auto-corrección consiste en que la probabilidad asignada previamente se va reajustando de acuerdo con los resultados experimentales, vale decir, con la Información (o falta de ella) aportada por la nueva evidencia. De esa manera, las diferencias inter-subjetivas existentes en un principio, se van acercando progresivamente hasta niveles de mayor consenso objetivo.
Digamos de paso que esta es una ilustración de cómo la Información, por medio de la evidencia, modifica la conducta del receptor, que en este caso es el investigador. La modificación de la conducta en el investigador se expresa por un cambio en su grado de confianza (o convicción) acerca de la hipótesis en estudio.
El teorema de Bayes también nos ilustra sobre el valor de la improbabilidad de la evidencia, es decir, nos enseña que la Información se expresa a través de las posibilidades improbables. De ahí que una vez que una teoría ha sido confirmada por un experimento, su repetición no aporta nueva evidencia o, lo que quiere decir lo mismo, no aporta una nueva Información capaz de modificar el nivel de certeza del investigador, como sí lo haría una evidencia diferente (una nueva Información).
En relación con lo anterior, digamos que aprender es el proceso a través del cual un receptor vivo (en especial un cerebro) es modificado por una Información, lo cual no sería posible si la Información no tuviera un carácter ejecutivo.
El sistema nervioso de los animales -incluido el del ser humano- va almacenando estas modificaciones, las cuales a su vez constituyen Informaciones latentes que, cuando se expresan, son capaces de ejercer su propio efecto a través de lo que denominamos "conducta". En verdad, el teorema de Bayes no es más que la formalización de la conducta diaria de cualquier ser humano (y en algún grado de la de cualquier animal) que aprende de la experiencia.
Ahora bien, ¿qué caracteriza a la Información? La Información es, en primer lugar, una disposición a actuar y en esa medida constituye una forma de energía potencial.
Karl Popper considera a las probabilidades, entendidas como entes realmente existentes -y no como entes ideales-, como propensiones, en el sentido de fuerzas físicamente reales que dan lugar a las frecuencias estadísticamente observables de los acontecimientos.
Pero, ¿qué es una propensión sino una cualidad disposicional, o sea, una disposición a actuar que puede expresarse o no?
Entonces, hablemos mejor de "disposición" que de "propensión", ya que si bien implican el mismo concepto, la palabra "disposición" nos sugiere la idea de una energía potencial a punto de expresarse en cualquier momento (como la flecha en un arco en tensión), a diferencia de "propensión" que parece sugerir más bien la idea de repetición, de reiteración, o de hábito.
En segundo lugar, esta disposición a actuar se manifiesta únicamente en presencia del receptor adecuado, siendo el receptor adecuado aquel que sea capaz de resonar con él.
Por último, su acción ejecutiva es específica de cada Información, dándole así a cada una su perfil cualitativo que la distingue de las demás. De lo anterior se deduce que solamente la respuesta del receptor adecuado permite distinguir una Información de cualquiera otra.
Dado que las posibilidades improbables no pueden expresarse en el estado de equilibrio, que las oculta, a este estado le corresponde una total ausencia de Informaciones activas; luego, y consecuentemente con ello, la entropía en el estado de equilibrio es máxima. Pero no por eso las Informaciones desaparecen en el estado de equilibrio, cualquiera sea el sistema considerado, sólo permanecen en un estado de latencia.
Las Informaciones no pueden desaparecer y no pueden desaparecer porque son energías no-degradables, es decir, formas de energía que no participan del estado de equilibrio -que es el estado de degradación de la energía-. Lo que esto quiere decir es lo siguiente: solamente se expresan fuera del estado de equilibrio, mientras que en este estado se conservan en estado potencial sin poder manifestarse. Por eso hemos hablado de la Información como de una energía que es, la mayor parte del tiempo, una energía potencial, salvo en el momento mismo de su expresión.
Como consecuencia de lo anterior, mientras más se aleja un sistema de su estado de equilibrio, mayor es la cantidad de información que ese sistema es capaz de expresar. Ahora, su forma de expresión se caracteriza por la organización del movimiento molecular, vale decir, utiliza la energía cinética propia del sistema en desequilibrio para expresar un orden propio. El sistema puede ser observado, entonces, desde dos puntos de vista diferentes, aunque complementarios, que son el aspecto cuantitativo y el aspecto cualitativo.
Un sistema aislado en un estado de perfecto equilibrio es, ciertamente, un ente ideal, una ficción necesaria para comprender las variaciones termodinámicas que cualquier sistema real y concreto experimenta con respecto a este punto de referencia.
Por tanto, no se pretende que exista realmente un sistema tal, como tampoco se pretendería tal cosa acerca de cualquiera de los modelos tan usados en Ciencia como puntos de referencia (por ejemplo, el punto material y el cuerpo rígido en Mecánica, etc.).
Lo que verdaderamente representaría un sistema aislado en equilibrio, de existir, sería el ser una porción de materia-energía-Información separada del resto del universo, lo cual, de hecho, no se produce nunca, al menos de manera prolongada. Un sistema que fuera verdaderamente aislado sería un sistema auto-clausurado, como la mónada de Leibniz.
Se define un sistema aislado como aquel que no intercambia ni materia ni energía con su alrededor, pero un verdadero sistema aislado es aquel que tampoco intercambia Informaciones con su medio. De manera que solamente si un sistema está en equilibrio se puede considerar como realmente aislado, ya que sólo en un estado de perfecto equilibrio las Informaciones están latentes y no pueden traspasar los límites del sistema.
Los sistemas reales, y en especial los sistemas vivos, son sistemas alejados del estado de equilibrio termodinámico. Por tanto, las Informaciones que forman parte de ellos pueden atravesar los límites de cada sistema e interactuar con otros sistemas. Cuando la interacción se da entre un organismo animal (sobre todo humano) y su medio, hablamos de "adquisición de conocimiento". En realidad, dependiendo de qué entendamos por "conocimiento", se podrá o no aplicar este concepto a la conducta de los animales.
Sin embargo, y utilizando un concepto mucho más amplio que el concepto de conocimiento, la interacción informacional trasciende tanto a los seres humanos como a los seres vivos en general en cuanto entes completos. También se da en el nivel de sus partes componentes, ya sea órganos y sistemas de órganos, ya sea tejidos y células individuales, como asimismo respecto de las estructuras y componentes intracelulares.
Por ejemplo, entre una enzima y su sustrato se produce una resonancia que se traduce en una acción catalítica. Ciertamente no llamaríamos a esto "adquirir un conocimiento" por parte de la enzima (o por parte del sustrato) sino que hablaremos de la acción ejecutiva de la enzima sobre su sustrato como expresión de la Información que dicha enzima contiene. (Véase: "La Homeopatía, las enzimas y la Información".)
Toda Información ordena -tal vez, deberíamos más bien usar la palabra "organiza" si se trata de sistemas biológicos- al sistema receptor, vale decir, al sistema que, por medio de la resonancia, interactúa con la Información que sea el caso. Solamente una energía que sea no-degradable puede ser capaz de ejercer un efecto organizador sobre su ambiente, sin degradarse por ello. En cambio, una energía que en el proceso de organizar se degrada, no genera orden sino desorden.
La organización únicamente puede persistir en la medida que la energía responsable de dicha organización no se degrade, caso que no ocurre, por ejemplo, con la energía química presente en el seno de los tejidos orgánicos. Por su parte, la Información sí puede cumplir este papel porque es una energía que no sufre degradación.
Agreguemos finalmente que cada Información organiza a su receptor de una manera característica, que es específica de cada una de ellas, lo cual constituye la faz cualitativa de la Información.
Creemos firmemente que sin el concepto de Información que hemos procurado dilucidar en las páginas anteriores, las explicaciones biológicas carecerán siempre de una base suficiente. La cisura entre el mundo de la Física y el mundo de la Biología sólo se puede cubrir mediante un concepto que sea común a ambos mundos. Es decir, mediante un concepto que no implique fisicalizar la Biología, pues si bien el concepto de Información es un concepto físico, no debemos olvidar que todo sistema biológico es en primer lugar un sistema físico. Pero, además de lo anterior, el concepto de Información permite introducir lo cualitativo, tan propio de lo biológico, en el mundo cuantitativo de la Física. De esa manera, sin tener que renunciar a los conceptos propios de la Física, es posible llegar a tener una explicación que le haga honor a la abigarrada variedad de entes biológicos que pueblan el mundo.
A modo de ejemplo (como muestra un botón), examinaremos el interesantísimo artículo de Jorge Barragán:
Genes: ¿unidades de la herencia?
"El genoma es una red autorregulada".
Tal premisa es de aceptación general, y la razón de tal acuerdo es simple: Si el genoma se comporta como una red autorregulada, ello significa que todas las entradas proceden desde dentro del mismo sistema, o lo que es lo mismo, tiende al orden de manera espontánea, sin intervención externa. Además, el sistema tendrá la capacidad de sortear eventuales perturbaciones externas.
¿En dónde está la información?
La respuesta es, "en los genes". Pero si tenemos el mismo número de genes y el mismo valor de "c" desde el inicio hasta el final de nuestra vida, y durante el desarrollo aparece nueva información (como se aprecia en las bases genéticas de la diversidad de los anticuerpos) sin acompañarse de pérdida alguna (ya que es posible la clonación), la pregunta cae "por su propio peso": ¿Son los genes, lo que decimos que son?
Si los genes son "unidades portadoras de información", su definición no puede restringirse a "segmentos de la cadena de ADN que codifican la información para la síntesis de un polipéptido".
Nuestro concepto del gen como estructura que codifica información, y como unidad de la herencia, debe ser revisado.
¿Qué es un gen?
Si se considera al gen como una estructura molecular, esto es, como la secuencia de ADN que codifica la información para la síntesis de un polipéptido, el genoma no podría cumplir con la premisa de ser una red autorregulada.
Toda entrada que proceda de fuente ajena a estas unidades moleculares que llamamos genes, como lo constituye el caso de los productos de los genes, implica que la red se regula por fuentes externas al propio sistema, que entonces no se comporta como un sistema autorregulado.
Pero, ¿qué tipo de noción acerca de la definición del gen puede reemplazar a la vigente, de manera sustentable y racional?
La noción que propone el autor, es definir a los genes como "unidades funcionales de información" (UFI), es decir, como funciones.
Los genes no serían unidades estructurales moleculares, que funcionan expresándose gracias a la acción de complejos mecanismos de regulación, sino "unidades funcionales de información" (UFI).
Una cosa es tener unidades estructurales inmutables, estáticas, en las que nadie piensa ya en el mundo de la biología. Otra cosa es contar con unidades estructurales moleculares que funcionan, interactuando con múltiples factores ajenos a la red, como en el caso de la actual visión que se tiene del gen. Y otra cosa muy distinta, es definir al gen como una función. Una función que codifica información.
Parece claro, que no se heredan funciones. Y si no se heredan funciones, las propuestas UFI (los redefinidos genes), no serían heredables. Luego, si no son heredables, no pueden ser "unidades de la herencia".
En cuanto a la capacidad de desarrollar los caracteres, sería el fruto de heredar ciertas estructuras moleculares, así como de sus patrones funcionales de expresión, además de la imprevisible influencia ambiental, en sus diferentes niveles y formas de acción (núcleo, citoplasma, organismo, efecto materno, ecosistema, etc.). Luego, ¿es válido decir que se hereda una capacidad, cuando la misma depende en gran medida de factores no heredables? Vaya como ejemplo, que las influencias ambientales no se heredan.
Y si no se heredan caracteres, ni funciones, ni capacidades, ¿qué se hereda? Pues parece que lo que se hereda, son segmentos de la cadena de ADN. Pero visto de ese modo, ¿ello, en qué se diferencia del concepto clásico del gen? Simplemente en que no se asigna a tales segmentos, la codificación de información. Y ello no es por capricho, sino porque la información se codificaría en las propuestas unidades funcionales de información (UFI).
Las unidades de la herencia y las unidades portadoras de información, son entidades diferentes: las unidades de la herencia son los segmentos de la cadena de ADN, y las UFI son las unidades de información.
Si se lee bien al gran maestro Margalef, pronto se comprende que el vicio de raíz se encuentra en considerar que la información es heredable. La información no se hereda.
Cuando se recuerda que una cosa es el dato y otra la información, se cae en la cuenta que, cuanto mucho, los segmentos de la cadena de ADN sólo almacenan datos. Se heredan los datos, pero no la información.
Desde la teoría que nos interesa defender, a la vez que estamos de acuerdo con la parte crítica del trabajo recién reseñado, discrepamos en la solución propuesta.
No podemos estar de acuerdo con aseveraciones como "la información no se hereda", o mejor dicho: cuando distinguimos entre "información" e "Información", entendiendo por "Información" aquello que hemos tratado de elucidar en las páginas anteriores, sostendremos por el contrario que ambas se heredan. La "información" (con minúsculas) es dato y sólo dato, y aquí estamos de acuerdo con el hecho de que se heredan. La "Información" (ahora con mayúsculas) también se hereda porque requiere de un sustrato material (molecular) que la transporte: el ADN. Para entender la relación entre Información y dato (información), permítasenos la siguiente licencia:
En el campo de la Homeopatía existe el gran misterio de la acción biológica de diluciones mal llamadas "infinitesimales" de diversas sustancias. De lo que se trata en realidad es de diluciones llevadas más allá del límite impuesto por el Número de Avogadro, y, por tanto, teóricamente (desde el punto de vista de la Química) carentes de soluto. Ya sea que se trate de diluciones realizadas en agua pura o en agua-alcohol, lo concreto parece ser que solamente hay agua pura o agua con alcohol, según el caso, y nada más. Sin embargo, esas "diluciones homeopáticas" actúan, como diferentes experiencias lo demuestran. Una de ellas que alcanzó notoriedad mundial fue realizada por Benveniste. Por supuesto, cada quien es libre de aceptar o no como válidos estos resultados, pero para aquellos que los acepten puede ser importante el trabajo que presento a continuación. Benveniste pretende explicar el "fenómeno homeopático" por medio de la hipótesis de la "memoria del agua" (véase Benveniste, J. et al. "Human basoplil degranulation triggered by very dilute antiserum against IgE". Nature 1988, 333:816-818).
Disentimos de ella y le oponemos la hipótesis de la "Información", pero lo interesante para el presente fin es que la misma explicación que proponemos respecto a las "diluciones homeopáticas" --y la relación entre "memoria del agua" e Información--, es igualmente válido, según nuestra opinión, para explicar la relación que se da, a nivel de los genes, entre información (con minúsculas) e Información (con mayúsculas).
Cada lector tendrá que realizar la traducción desde un nivel a otro, tomando en consideración las diferencias obvias entre un sistema meramente físico, la "dilución homeopática", y un sistema biológico (pero que es también físico). Lo que interesa destacar es que, a pesar de la enorme diferencia de complejidad entre el ADN encerrado en el interior de una célula y cualquier microestructura acuosa de una "dilución homeopática", en ambos casos existe la Información organizando una estructura polimérica. ¿Qué es un gen? Una unidad estructural molecular (la que contiene una cierta cantidad de información) organizada de una forma específica por la Información genética.
La hipótesis de la llamada "memoria del agua" no explica ni puede explicar el "fenómeno homeopático". Entiendo por "fenómeno homeopático" la persistencia de la actividad biológica -independientemente de si también es una actividad de carácter médico terapéutico (un efecto curativo) - de las diferentes sustancias químicas más allá del límite físico representado por el Número de Avogadro.
Dicho en forma muy simple: cuando una sustancia cualquiera es diluida más allá de cierto límite, su presencia en tal solución tiene necesariamente que desaparecer. De acuerdo con los conocimientos físicos y químicos habitualmente aceptados, es una necesidad que deba existir ese límite; por tanto, el "fenómeno homeopático" debería ser imposible.
Si, a pesar de todo, aceptamos como un hecho efectivo que la actividad biológica persiste más allá del límite de Avogadro, entonces esta actividad no puede ser explicada sino por su persistencia en las moléculas de agua (el solvente), ya que el soluto ha desaparecido completamente. ¿Y de qué forma podría persistir una actividad biológica potencial en un grupo de moléculas de agua?
La respuesta que utiliza a la hipótesis de la "memoria del agua" como explicación es insuficiente porque, aun suponiendo una modificación de la estructura del agua causada por la presencia anterior del soluto ("memoria molecular"), cuando este soluto ya ha desaparecido dicha modificación -esta "memoria molecular"- no tiene forma de transmitirse a nuevas moléculas de agua.
Se requiere postular un agente productor de tal memoria -que en su comienzo podía ser el soluto-, pues la modificación misma es un resultado, vale decir, tiene un carácter meramente pasivo.
Es evidente que la modificación sufrida por el agua -por ejemplo: la polimerización de las moléculas de agua de una manera específica para cada sustancia- demanda, tanto en su origen como en su propagación, de un agente capaz de producirla. La modificación, que es comparada con una memoria (una huella específica), es el resultado de un cierto agente que hay que precisar y que nosotros llamamos "Información".
Si sostenemos que, a diferencia de la hipótesis de la "memoria del agua", es la Información la que es capaz de modificar el estado físico del agua -modificación que, al mismo tiempo, tiene que ser generadora de orden, o sea, de carácter neguentrópico, como veremos-, entonces, y sólo entonces, será comprensible que también pueda propagarse mientras ella esté presente.
Siendo la Información de la sustancia que sea el caso, y no la sustancia en cuanto un mero conjunto de moléculas, la que posee la capacidad de modificar a las moléculas de agua -capacidad que, por otra parte, solamente puede manifestarse bajo ciertas condiciones estrictas de no equilibrio del sistema-, podrá hacerlo tanto cuando dicha Información se encuentre asociada a las moléculas de soluto, mientras éstas persistan, como cuando se encuentre asociada a las moléculas de agua (o sea, al solvente).
La Información se hace activa bajo condiciones neguentrópicas del sistema (que es la solución), es decir, lejos del estado de equilibrio, y su actividad consiste precisamente en producir la modificación del solvente, convirtiendo a las moléculas de agua desordenadas en polímeros ordenados específicos de cada sustancia (o soluto).
Es imprescindible que destaquemos el siguiente hecho: el "fenómeno homeopático" implica tomar un conjunto desordenado de moléculas de agua y transformarlas en un conjunto ordenado.
Se trata de un conjunto azaroso de moléculas de agua que carecen de toda organización específica en común - y que, si por casualidad poseyeran alguna, tuviera además la capacidad de persistir en el tiempo-, se transforme en un sistema organizado de moléculas persistente y estable en el tiempo. Creo que este hecho no se ha destacado como merece y, sin embargo, aquí está la clave del "fenómeno homeopático".
Pues la transformación, por efecto de la dilución y de la "sucusión" (que es la agitación mecánica de la solución), de un gran número de polímeros acuosos diferentes e inestables, como los que se encuentran en cualquier porción de agua común, y que son producto del azar, en un grupo bastante homogéneo de polímeros constituye la expresión de un proceso de tipo neguentrópico.
En otras palabras, el proceso va en sentido opuesto al del aumento de la entropía, tal como lo predice la segunda ley de la Termodinámica para los sistemas aislados, como es el caso, lo cual es sin duda sorprendente.
Pero no se trata solamente de la obtención de un tipo homogéneo de polímeros estables sino se trata también de que estos polímeros contienen por su estructura una gran cantidad de información. En otras palabras, el sistema se ha enriquecido en cantidad de información.
Desde luego, esta Información viene de afuera del sistema original, que es el agua en estado de equilibrio, sólo que ésta tiene la capacidad de almacenarla. Naturalmente, la Información viene del soluto que ha sido diluido en el agua.
Tenemos, entonces, que un sistema más bien desordenado conformado por un conjunto de moléculas de agua en equilibrio térmico con su ambiente se convierte en otro sistema relativamente más ordenado -y, según parece, sucesivamente más ordenado en la serie de diluciones y "sucusiones"-, cuando lo que sería dable esperar es, por el contrario, que el sistema tienda nuevamente al equilibrio y, por tanto, alcance su nivel más alto de entropía luego de cada acto de dilución y "sucusión".
Podríamos hacer una analogía que nos ayude a entender lo que llevamos dicho. Si ordenar una habitación consiste en cambiar una habitación desordenada en otra ordenada, entonces ese cambio exige para su realización de dos condiciones: a) de un agente ordenador que tenga la capacidad de realizar dicho cambio, y b) de aislar esa habitación para evitar que nuevamente se desordene. En el caso del "fenómeno homeopático", el agente ordenador no es, ni puede serlo, el operador del proceso de dilución y "sucusión" sino que la Información del soluto disuelto que sí posee la capacidad de realizar ese cambio. Posteriormente, el sistema permanece aislado y de esa manera se evita que el orden logrado se pierda.
Decíamos que el operador del proceso de dilución y "sucusión" no es el agente ordenador. Y no es el agente ordenador porque su actividad, al diluir y agitar -aportando energía cinética al sistema-, sólo debería aumentar la agitación molecular lo que lleva a un aumento de la temperatura y, finalmente, de la entropía. En lugar de ordenar, desordena todavía más. Pero, sorprendentemente, el resultado final es de un aumento del orden.
Empero, debemos ser cuidadosos. El sistema total, una vez en reposo, está en equilibrio térmico con su ambiente; luego, su nivel de entropía es máximo. La segunda ley sigue siendo válida. Pero el sistema ya no es el mismo que al principio sino que representa el equilibrio de un orden diferente, es decir, cualitativamente diferente. Al comparar ambos equilibrios, podemos observar que el último equilibrio presenta un ordenamiento mayor que el primero. Vale decir, contiene una mayor cantidad de información. Es necesario explicar cómo es posible este aumento en la cantidad de información.
Si nos limitamos a cuantificar la energía degradada (la diferencia entre la energía aportada y la energía perdida), no podremos apreciar el "fenómeno homeopático" que se expresa por un orden nuevo para el agua.
Es, por decirlo así, como si comparáramos entre la energía gastada en ordenar realmente una habitación y un esfuerzo consumidor de energía que pretendiera igualmente ordenar, pero que no lo consiguiera.
El balance de energías en ambos casos podría ser muy similar, quizás el mismo, pero el resultado es absolutamente diferente. En un caso, el resultado es un cierto tipo de orden; en el otro caso, sólo desorden. Lo cual implica que el orden mismo no ha consumido energía, aunque haya consumo de energía en el proceso de ponerlo de manifiesto.
La operación de ordenar por parte de la Información se produce en algún instante entre el momento en el cual se inicia la dilución y "sucusión", y el momento en el cual tal proceso termina. Y el resultado de esa actividad ordenadora, el orden logrado por el agua (o "memoria del agua"), está al final de todo el proceso.
Se trata de la Información activa, en el primer caso, y de la Información pasiva (o latente), en el segundo caso, vale decir, en el estado de reposo.
Por tanto, para nosotros los observadores humanos, la actividad de la Información permanece en todo momento invisible. Solamente podemos conjeturar su acción a través de su efecto, la así llamada "memoria del agua", vale decir, la modificación de la estructura de las moléculas del agua según lo que se supone sea un patrón específico propio de cada soluto sometido a dilución.
En realidad ni siquiera es necesario que la modificación del solvente represente un isomorfismo espacial con el soluto. En otras palabras, podría ser perfectamente el caso que microestructuras de polímeros de agua semejantes entre sí, contuvieran Informaciones diferentes. En realidad la complejidad de la microestructura es la consecuencia de la cantidad de información almacenada y no trasunta necesariamente la especificidad de la Información.
La especificidad de la Información solamente se puede poner de manifiesto mediante la modificación ejercida sobre su receptor (acción ejecutiva de la Información).
Quizás una manera más exacta de decirlo sea la siguiente: el receptor de la Información debe entrar en resonancia con ella, y es esta capacidad específica de ser receptor de una Información y no serlo de otra la que permite que el receptor que sea el caso sufra una modificación de parte de la Información.
Ahora bien, de la misma forma que la huella de una pisada humana en la arena nos hace conjeturar la presencia de un ser humano en la playa, la "memoria del agua" nos hace conjeturar la presencia de la Información en el "fenómeno homeopático". Por eso, explicar el "fenómeno homeopático" solamente considerando la "memoria del agua" es tan equivocado como pretender explicar la presencia de esa huella de pisada sin la existencia de un ser humano capaz de provocarla.
Toda modificación de carácter físico requiere como explicación de un agente físico capaz de producirla de una manera igualmente física. Sin agente no hay acción. ¿Cómo explicar que una mera modificación en la estructura de las moléculas de agua posea por sí misma la capacidad de reproducirse indefinidamente?
En otras palabras, ¿cómo puede ser que un efecto, un resultado, como es la modificación del agua, tenga la capacidad de, a su vez, modificar a otras moléculas de agua?
Si sostuviéramos que la "memoria del agua" no es pasiva sino que activa, que posee la capacidad de reproducirse activamente, entonces el concepto de Información sobraría porque estaríamos asumiendo su misma capacidad ordenadora activa, ejecutiva.
Estaríamos usando así un concepto diferente (que nosotros denominamos "Información") bajo la misma expresión ("memoria del agua"), cuando el concepto encerrado por esta expresión claramente no lo contiene. Pues, ¿qué es la memoria sino el resultado de la Información?
La memoria retiene, conserva la Información precisamente porque es un producto de la Información, es decir, se convierte en Información pasiva o latente. Sin Información, no hay memoria. Entonces, primero está la Información y luego el resultado de la Información que es la "memoria del agua".
Ahora, si en lugar de poner nuestra atención en las moléculas de agua, el solvente, nos preocupamos del soluto, observaremos que aquí también podríamos hablar de "memoria". Pues, la "memoria del agua" procede absolutamente de la "memoria de soluto"; es decir, que la "memoria del agua" no existiría sin la Información del soluto. Es porque hay algo que podemos llamar "memoria del soluto" que hay también algo que podremos consecuentemente llamar "memoria del agua", ya que esta última procede de la primera.
Mas lo importante es el paso entre ambas "memorias", aquello que permite que desde la "memoria del soluto" se pase a constituir la "memoria del agua". Y ese algo es, por cierto, la Información.
Luego, es la presencia de la Información lo decisivo en este proceso. La Información partiendo del soluto determina en el solvente, en las moléculas de agua, la modificación específica que llamamos "memoria del agua".
Hablando en términos generales, es la diferencia que hay entre la causa y lo causado. La causa preexiste a lo causado.
La causa, en este caso la Información, existe independientemente si produce o no la modificación del solvente, que es lo causado. Lo que, por otra parte, nos sugiere que la Información existe siempre.
Existe la Información asociada a las moléculas de soluto, lo que hemos llamado "memoria del soluto", pero también existe asociada a las moléculas de solvente y, por tanto, disociada del soluto. Entonces, su existencia autónoma -ya que en algún momento de su transferencia entre el soluto y el solvente no estará asociado ni al uno ni al otro-, implica su naturaleza energética. La Información es energía, pero energía no-degradable.
Precisamente por la presencia de esta energía no-degradable, es importante considerar a la "dilución homeopática" no como un sistema estático sino como un sistema dinámico donde se están produciendo constantemente transformaciones del desorden al orden y viceversa, entre las moléculas de solvente.
Esto quiere decir que si algunas moléculas de agua, en un instante dado, se organizan en la forma de ciertas microestructuras específicas, otras se encontrarán en estado de agitación térmica, o sea, en desorden.
Luego, en otro instante posterior, las moléculas ordenadas y las desordenadas se intercambiarán, y así sucesivamente en el tiempo. Tal dinámica implica que debe existir un patrón ordenador -que es la Información- que no se pierde, pues de otra manera no se podría explicar la constancia de la cantidad de información total del sistema.
Lo que estamos diciendo es que en un sistema aislado como es la "dilución homeopática", la cantidad total de información permanece constante en el tiempo, salvo cuando ese sistema se abre y se produce intercambio con el medio.
Otro punto importante de mencionar es el siguiente: la existencia de un sistema provisto de código exige, conceptualmente, la existencia de otro sistema que sea decodificador. De otra forma el supuesto código dejaría de ser tal. En otras palabras, un código tiene sentido solamente si puede ser decodificado.
La teoría de la "memoria del agua" considera que la presencia en las moléculas de agua de una configuración espacial específica de cada soluto, es decir, de un polímero estereoespecífico, equivale a un código, el cual representa una información -con minúsculas pues usamos la palabra "información" en su sentido corriente- que puede ser copiada y transmitida.
Sin embargo, esta teoría trae aparejada profundas dificultades si se intenta aplicar a la explicación del efecto de la información (concebida de esta manera corriente) sobre el agua del organismo; en otras palabras, cuando se intenta entender su efecto biológico.
Toda teoría que pretenda explicar el "fenómeno homeopático", debe ser capaz de explicar todas las fases que involucra este fenómeno y no solamente una de ellas.
Por tanto, debe también ser capaz de explicar su acción biológica, su acción en organismos (especialmente en el organismo humano). Así, la "memoria del agua" debe explicar porqué existirían en el organismo -humano, animal y vegetal- decodificadores de un código correspondiente a un elemento extraño a su constitución, e, incluso, correspondiente a una sustancia sintética que no existe en la naturaleza.
Porque es un hecho que cualquier sustancia diluida más allá del límite impuesto por el Número de Avogadro, y sin excepción alguna, es capaz de producir efectos sobre organismos sensibles, lo cual implicaría que ha sido decodificada por ellos. ¿Cómo es posible que el organismo sea capaz de decodificar códigos (vale decir, reconocerlos) a los cuales nunca antes se ha enfrentado y que nada tienen que ver con su supervivencia?
Pero resulta aún más extraño que sustancias que están presentes normalmente en el organismo, sean capaces en dilución de provocar efectos tan notables. Por ejemplo: Natrium muriaticum, el cloruro de sodio o sal común diluido más allá del límite físico determinado por el Número de Avogadro, produce en organismos sanos sensibles efectos en forma de síntomas (experimentos llamados "patogenesias"), aun cuando de su dilución se ingiera una cantidad de moléculas no significativa en comparación con el gran número de moléculas de cloruro de sodio que hay en el organismo.
Tenemos, entonces, que una dosis insignificante de moléculas de agua con el código del cloruro de sodio, produce un efecto muy superior al de todas las moléculas de esta sal presentes en el organismo. Esto es inexplicable.
Lo racionalmente esperable (según la Química) sería que fuera exactamente al revés, o sea, que el efecto de una cantidad tan pequeña de moléculas fuera prácticamente nulo.
Al parecer no se repara en que cuando se usa una teoría completamente mecanicista -como es la de la "memoria del agua" -, o sea, una teoría fundada exclusivamente en la existencia de elementos aislados (como son las moléculas), los cuales guardan ciertas relaciones relativamente fijas entre ellos, indefectiblemente se está dejando con ello de lado la presencia de un factor activo no mecánico.
Vale decir, se está dejando de lado la presencia de un factor capaz por sí solo de provocar un efecto significativo sobre la totalidad orgánica. Pues en un sistema mecánico, el sistema total es la suma de sus partes y nada más.
La acción mecánica de molécula a molécula tiene un efecto estrictamente local y, por tanto, está sometida a la ley de acción de las masas como cualquier reacción química ordinaria. Siendo este tipo de acción estrictamente proporcional a la concentración de la masa activa, un efecto que involucre a todo el organismo logrado con una cantidad tan feble de moléculas -como el que se observa en cualquier patogenesia-, resulta imposible de comprender.
Sin embargo, la existencia de este efecto patogenésico está fuera de toda duda, por lo cual requiere de una explicación consistente.
Si, por el contrario, partimos de la hipótesis de la Información como agente ejecutivo, o sea, como factor activamente capaz de afectar al organismo entero, simplemente se necesita suponer la existencia en todo organismo vivo de una entidad integradora única constituida por el conjunto de todas las Informaciones que lo controlan. De manera que la Información procedente del exterior del organismo pueda actuar en esta totalidad orgánica a través de esta especie de comando informacional.
Pues bien, esta entidad integradora es, según nuestro criterio, el genoma, pero siempre que se entienda no como un conjunto de genomas individuales (el genoma de cada célula) sino como la Información común a todos ellos.
En un sistema total auténticamente no mecánico (como sería éste), el sistema total no es equivalente a la suma de sus partes. Lo que se observa es que el todo está en cada parte.
¿Qué queremos decir con que el todo está en cada parte por pequeña que sea? Pues que la Información genética no está, propiamente hablando, distribuida autónomamente en cada núcleo celular sino que la Información genética total se expresa a través de cada núcleo -y, por tanto, de cada célula, tejido, órgano, etc.- aunque de distinta manera según las circunstancias ambientales, tanto internas como externas al organismo.
Por tanto, no es difícil concebir coherentemente la acción directa de la Información sobre la Información, de la Información de ciertas moléculas sobre la Información orgánica; entendiendo esta acción, por supuesto, independientemente de la ley de acción de las masas.
Observamos una diferencia muy importante en la forma de actuar de la Información cuando ésta se haya asociada a las moléculas propias de la sustancia a la cual pertenece, que cuando se encuentra libre de ella y laxamente asociada a moléculas de agua.
Mientras que la Información latente en la masa de cualquier sustancia que pueda ser transportada en el interior del organismo, en algún momento puede hacerse activa -principalmente por la acción de enzimas-, lo cual requiere de tiempo (desde su absorción hasta su excreción); la Información disociada de la masa y transportada por moléculas de agua actuará directa e inmediatamente sobre la Información orgánica total (la entidad genómica global). Este efecto directo es instantáneo, pero sutil.
En otras palabras, si asociada a la masa de la sustancia que sea el caso producirá un efecto ineludible (como lo es toda acción química), disociada de ella sólo provocará un efecto si se dan determinadas condiciones de la Información orgánica. Habrá efecto en algunos casos y en otros no (según que opere o no la Ley de los semejantes).
Solamente al concebir el funcionamiento total del organismo como siendo controlado por la Información orgánica, o sea, por parte del genoma en tanto única entidad integradora global -versión actualizada del concepto de "fuerza vital" de Hahnemann-, es posible comprender cómo una cantidad insignificante de moléculas de agua codificada pueda actuar de manera de provocar efectos tan significativos.
La explicación es que la Información de la "dilución homeopática" actúa sobre el organismo porque el organismo es controlado por la Información y sólo por la Información. ¿Cómo siendo así podría ser de otra forma? La Información, entonces, y no la "memoria del agua" es la explicación de lo que hemos llamado el "fenómeno homeopático".
Por cierto, la "memoria del agua" es solamente el subproducto de la acción de la Información sobre las moléculas de agua -el solvente de la "dilución homeopática" -, cuando se dan las condiciones adecuadas a su manifestación.
El agua, en la preparación de la "dilución homeopática", se encuentra suficientemente aislada de la influencia de otras Informaciones como para sufrir sólo el efecto organizador de la única Información disponible, la del soluto.
Además, el estado neguentrópico, o estado de desequilibrio del sistema constituido por la "dilución homeopática", permite que la Información, hasta ese momento latente, se exprese. El resultado de esa expresión es la "memoria del agua".
La "memoria del agua", resultante de la actividad ejecutiva de la Información del soluto de la "solución homeopática" (como ya lo hemos dicho), representa un estado de organización, vale decir, constituye la expresión de un orden que el agua previamente no poseía, pero no es precisamente lo que hemos denominado un orden ordenante. Es simplemente un orden ordenado, como el orden de un cristal, al cual por otra parte se le parece.
En pocas palabras, la "memoria del agua" es orden ordenado; en cambio, la Información es orden ordenante. Es la diferencia que existe, por ejemplo, entre una molécula inerte de glucosa y una molécula viva de ADN (capaz de generar un nuevo ser biológico).
Digamos, por último, que, dado que toda manifestación patológica, cualquiera sea la forma sintomática de manifestarse, representa una pérdida de orden para el organismo, la causa estará en la alteración de su organización, luego, en la alteración de la Información orgánica.
En consecuencia, si la enfermedad es desorden, la curación no podrá ser sino la recuperación del orden perdido. El tratamiento que pretenda ser curativo deberá aportar orden, exactamente el orden que el organismo enfermo que sea el caso necesita.
A diferencia de la Información, la "memoria del agua" no es capaz de aportar orden al organismo. La razón está en que la "memoria del agua" no posee la capacidad ejecutiva que pueda poner orden en el desorden. En cambio, ese orden que el organismo enfermo requiere para retornar a la salud es Información.
La Información es orden porque la Información es, por un lado, cualitativamente específica y es, por otro lado, energía capaz de ordenar activamente el sistema que sea capaz de recogerla.
Ambos aspectos son solidarios, pues la capacidad ejecutiva de la Información no puede ejercerse sino sobre el receptor adecuado, que es aquel capaz de resonar con dicha Información porque es cualitativamente semejante. (Véase: La Homeopatía, las enzimas y la Información.)