En las actuales circunstancias mundiales, cada vez más complicadas en el plano económico y sociopolítico, la educación cubana se enfrenta al mayor reto de su historia: formar un hombre, que sin perder el sentido de dignidad y patriotismo sea capaz de mostrarse culto, audaz y decidido ante los nuevos proyectos que el país está obligado a atravesar en el plano económico, social y político.
La formación integral necesaria para que nuestros estudiantes enfrenten los desafíos del mundo actual se debe desarrollar, entre otros factores, a partir de la comprensión de la importancia y necesidad de las ciencias y del papel transformador del hombre.
Nuestro país, a través de sus máximos dirigentes, y de la propia práctica social, ha expresado, en los últimos 40 años, sus aspiraciones de escalar posiciones cimeras en diferentes ramas de la ciencia mundial, especialmente las vinculadas al campo de la Salud y de la Educación. La frase: El futuro de nuestro país tiene que ser necesariamente, el de hombres de ciencia, dicha por nuestro máximo líder y repetida en nuestros eventos científicos y medios de información, no es un simple slogan, es un firme e imperioso propósito ideológico y cultural y debe verse como una real necesidad sociopolítica.
No es difícil comprender la necesidad de elevar esa cultura científica, si partimos de que los estudiantes necesitan estar conscientes de las posibilidades, oportunidades y obligaciones que asumen como ciudadanos, bajo la premisa de que las diferentes influencias los deben preparar como individuos bien informados, con suficiente capacidad de discernir y tomar decisiones acordes con los disímiles contextos sociales; todo ello relacionado con la comprensión, por todos, de la necesidad de fomentar y defender el desarrollo sostenible, como única solución humana al desarrollo incontrolable del capitalismo neoliberal.
La necesidad de fomentar y fortalecer la cultura, y no solo la instrucción, forma parte de lo mejor de nuestra tradición martiana, recordemos la genialidad de la frase "Ser Cultos es el único modo de ser libres" y que ha sido reafirmada en los últimos años por la máxima dirigencia del Estado cubano. Expresó el máximo líder cubano Fidel Castro: " Sin conocimientos de las ciencias y la tecnología no es posible ser verdaderamente cultos y sin cultura no hay libertad posible" (citado por Castro Díaz-Balart, Fidel. 1999, preámbulo); por ello la escuela está llamada a fortalecer la relación instrucción, educación y cultura. La batalla por la Educación y la Cultura como parte de la gran Batalla de Ideas que lleva a cabo nuestra Revolución, quedó como firme proyecto de lucha en las palabras de Fidel el 29 de diciembre del 2001 en la sesión extraordinaria de la 5ta legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular.
La Revolución cubana ha ido creando a lo largo de los últimos años una poderosa infraestructura científica , en lo material y en lo humano, y a su vez se esfuerza en convertir, paulatinamente, la ciencia y la técnica en una actividad que involucre a sectores cada vez más amplios de la población cubana.
El desarrollo de la ciencia en Cuba, no es un proceso espontáneo, existe la convicción de que resulta necesario que el ejercicio de la actividad científico - técnica se acompañe cada vez más de un conocimiento profundo de la propia génesis y función de la ciencia, por ello se ha desarrollado cierta conciencia de la ciencia, que contribuye, de diferentes formas, al desarrollo de nuestro país.
No se debe olvidar, que el profesional de la ciencia y la técnica debe ser, en las actuales circunstancias mundiales, un hombre de cultura avanzada y no estrechamente ligado a su campo profesional. Esto potencia el papel rector de la función social de las instituciones docentes, que por diversas razones no logran formar, en muchas ocasiones, al hombre común que comprenda e interactúe positivamente con el mundo en que vive o al profesional integralmente preparado.
La escuela es una de las instituciones educativas más importantes en la sociedad moderna, aunque evidentemente no la única y probablemente no la de mayor incidencia en la configuración definitiva del individuo como miembro partícipe de su comunidad histórica. Es el medio social, el propio de la cultura científica y técnica en que vivimos, hecho que no cabe reducir al ámbito de la ciudad, el que es el gran educador, a través de las múltiples situaciones de comunicación y relación que constituyen el vivir cotidiano, por ello, la escuela está llamada también a nuclear todas esos factores sociales, desde su estudio y la comprensión de sus influencias, por ello el objetivo de este trabajo es la reflexión sobre la necesidad de potenciar la educación científica desde la sólida enseñanza de las ciencias naturales en el bachillerato cubano.
Desarrollo:
Partiendo de que las nuevas generaciones de cubanos se escolarizan y que gran parte culmina el bachillerato (o estudios similares), queda claro que todos tienen acceso a los conocimientos de la ciencia moderna. La escuela cubana tiene que potenciar esa educación científica sin pretender convertir al joven en un futuro científico, sino en la persona culta y responsable que la sociedad necesita.
Durante los últimos años nuestra sociedad ha disfrutado del desarrollo progresivo de la cultura general y la ciencia ha ido ganando prioridad dentro de los planes del país. Esto se expresa no solo en los avances científicos y tecnológicos, sino sobre todo, en los cambios de mentalidad acerca del valor que tiene la propia ciencia para nuestro desarrollo y crecimiento humano.
La gran Revolución educacional en que estamos inmersos va dirigida a elevar la calidad del proceso docente, con el fin de formar integralmente al hombre que necesitamos. En esta Revolución la educación científica desempeña un importante y decisivo papel al brindar al estudiante los conocimientos que le permitan acercarse a la comprensión del mundo en que vive, dándole herramientas de pensamiento para que pueda cuidarlo y transformarlo desde la responsabilidad individual ante la sociedad.
Dentro del documento en que se declara el modelo del bachiller al que se aspira en Cuba, aparece el fin de la enseñanza preuniversitaria: la formación integral de un joven con orientaciones valorativas que le permitan su autodeterminación en diferentes esferas de la vida, con énfasis en lo profesional, que piense, que actúe y sienta en correspondencia con los valores de la Revolución y en una de las funciones del preuniversitario aparece: instrumentar la actividad docente y extradocente de forma tal que permita preparar a los jóvenes para el cumplimiento de sus futuros roles de ciudadanos.
La educación para todos, y más precisamente, la alfabetización científica para todos, se ha convertido, en opinión general, en una exigencia urgente; así lo han entendido desde hace unos 10 años las administraciones educativas norteamericanas y europeas, que han llegado a establecer analogía entre la necesidad de la alfabetización popular básica iniciada el siglo pasado y la actual necesidad de alfabetización científica y tecnológica (Fourez, 1997). Así por ejemplo, en los National Science Education Standards, auspiciados por el National Research Council (1996) se afirma: "En un mundo repleto de productos de indagación científica, la alfabetización científica se ha convertido en una necesidad para todos". (13, V).
Nos enfrentamos a una larga tradición educativa en que la enseñanza preuniversitaria ha sido ante todo un período de preparación o selección para el acceso a la universidad (para superar un grupo de exámenes para la selectividad), más que una etapa con metas formativas que se justifiquen a sí mismas, de hecho, entre los profesores del área de ciencias está muy extendida esta creencia selectiva, según lo cual no solo es normal, sino que es necesario que buena parte de los estudiantes logren acceder a carreras universitarias ¿Para qué otra cosa es esta enseñanza?. Frente a la función eminentemente selectiva del bachillerato hay que buscar nuevas metas educativas, dirigidas más a desarrollar capacidades que permitan a los jóvenes enfrentar los retos culturales que la sociedad en cualquier contexto le impone, no solo en los perfiles profesionales, sino, sobre todo, en la vida social futura.
La eficacia de la educación científica, dirigida a elevar la cultura general de los estudiantes, debe medirse por lo que aprendan realmente y eso se demuestra desde la comprensión de los problemas del mundo actual, de nuestro país y de cada territorio reflejándose a través de la conducta responsable y creadora de la gran masa de jóvenes graduados de ese nivel.
El fin o meta de la enseñanza de las ciencias o educación científica debe ser conseguir formar ciudadanos que comprendan el mundo y la sociedad en que viven, y que sepan situarse y tomar decisiones con conocimiento de causa respecto a los problemas que tiene la humanidad. La contribución del enfoque CTS a esta finalidad parece indiscutible y se puede constatar con ejemplos de temas que se pueden abordar en las clases de Química y de Biología o Geografía como: la diferencia de responsabilidad de los países ante el cambio climático en función de sus emisiones de CO2, el cambio de fuentes tradicionales de energía por las alternativas y hasta el debate ético sobre la utilización del conocimiento sobre el genoma humano.
Esta finalidad de la educación científica no solo debe ser base para la educación media, sino también de la primaria e incluso de la universitaria, ya que no debe descuidarse la formación integral de los futuros científicos.
La ciencia que queremos y debemos lograr que nuestros estudiantes conozcan, es la que permite a los jóvenes conocer el Universo y la Tierra, los materiales y sus cambios, las plantas y animales que nos rodean, los ambientes en donde ellos habitan, los seres humanos que en este planeta vivimos en interacción con ese mundo natural y con el mundo tecnológico que el propio hombre ha ido creando y perfeccionando. Es inadmisible que frente a preguntas tan aparentemente sencillas como ¿Por qué hay día y noche?, ¿Qué son las nubes?, ¿De dónde sale el agua de lluvia?, ¿ A donde va el aire que respiramos?, ¿De qué vive un árbol? O ¿Por qué el salfumán limpia el costre?, muchos de nuestros jóvenes no tengan respuestas adecuadas desde la ciencia.
Junto a los aspectos "netamente" científicos, han de tratarse los tecnológicos, que en la sociedad se presentan muy entrelazados con los primeros; en efecto no tendría lógica enfatizar solo en la ciencia y descuidar sus aplicaciones tecnológicas, que son con las que el hombre convive permanentemente. Esta área tiene tanta influencia directa e indirecta en nuestras vidas, que hoy en día no se concibe sin la interacción con muchos procesos y productos tecnológicos y somos afectados por otros que no vivenciamos de manera inmediata. El estudio de los productos y procesos tecnológicos, el conocimiento de su base científica, la reflexión crítica de su impacto actual y futuro, resultan claves dentro de cualquier proyecto para potenciar la enseñanza de las ciencias. Sobre esto hay también preguntas que debiéramos saber responder con facilidad, como: ¿Qué son los antibióticos, cómo se deben utilizar?, ¿Cómo debe tratarse el agua que consumimos?, ¿A dónde va toda la basura que se produce?, ¿Cómo funciona un teléfono?. El desarrollo tecnológico lo invade todo y afecta a todos, tal fenómeno es un resultado histórico del propio desarrollo de la ciencia.
Es importante también considerar la educación para la salud dentro de esta área científico - tecnológica que es necesaria para todos nuestros jóvenes, orientada hacia el conocimiento del propio organismo, sus múltiples sistemas, sus complejos procesos, los factores que pueden amenazar su normal funcionamiento, y lo que debemos hacer para mantenernos física y mentalmente sanos. No menos importantes serán los conocimientos de áreas como la ética científica, la estética y la legalidad dentro de la ciencia.
La ciencia que necesita la escuela no es la misma que maneja el científico profesional, debe ser otra cosa. Los conocimientos deben manejarse en un nuevo contexto, más vinculados con las necesidades sociales de los estudiantes. No ha de predominar la lógica de cada disciplina, sino la lógica del "generalista culto" que debemos formar. No ha de buscarse la excesiva precisión y mucho menos la exhaustividad, menos la prematura sistematización, ni la precipitada abstracción. Se trata de hallar una ciencia y una tecnología dirigida al joven, que llene sus expectativas y sus sueños y la sed de conocimientos sobre el mundo en que vive, sobre todo desde una adecuada relación entre necesidad y posibilidad. Se trata de hallar los suficientes fundamentos para que el sistema de preconceptos de los estudiantes abra paso a una verdadera y sólida concepción científica del mundo.
La ciencia que necesitan nuestros jóvenes no es para que construyan en su mente redes de conocimientos similares a las de los científicos, es para que logren integrar sus saberes a la práctica y a formas de acción, sus nociones abstractas a situaciones y experiencias personales y sociales y los logros cognitivos se entrelacen con actitudes y con valores.
Es necesario también señalar que la inclusión de estos aspectos da relevancia a las clases de ciencias ya que, por un lado, es motivador atrayendo la atención de los estudiantes que quizás antes no habían comprendido la necesidad de estudiar ciencias y, por otro, estimula todo el proceso de aprendizaje, al relacionarse con discusiones éticas, humanas, políticas y otras, contribuyendo así a la comprensión popular del desempeño de la ciencia y de la labor de los científicos.
Atentos estamos los educadores cubanos a todas las influencias que reciben nuestros estudiantes y que caracterizan y condicionan los procesos de socialización en otras partes del mundo que hemos comenzado a asimilar, lamentablemente por necesidades económicas, pero que no podemos perder de vista. Así por ejemplo, la ideología postmoderna que corresponde a la estructura económica del liberalismo del mercado está transformando de forma acelerada valores y actitudes aparentemente bien sentados en las sociedades llamadas modernas y occidentales, con las que interactuamos de forma creciente y que en algunos casos nos pueden dificultar la labor educativa.
El objetivo prioritario de la práctica educativa contemporánea pasa por fortalecer al individuo como sujeto de sus experiencias, pensamientos, deseos y afectos. Sobre la base de esta premisa, señalamos algunos aspectos sobre los que hay que desarrollar un aprendizaje relevante: sentido y utilidad de los contenidos del currículo, capacidad creativa, potencialidad de la cultura popular y de masa... haciendo hincapié en la imperiosa necesidad de integrar el espacio de la escuela en los intercambios humanos que se producen en nuestra sociedad actual.
Un primer problema a tener en cuenta es la pervivencia del academicismo. La cultura académica es una selección destilada y atemporal de la cultura crítica de las ciencias y las artes, cuyo grado de abstracción y complejidad desborda las posibilidades del aprendizaje espontáneo de la vida cotidiana. La dificultad para provocar aprendizajes realmente desarrolladores reside en la descontextualización del aprendizaje disciplinar, que rompe con todos los requisitos y hábitos adquiridos en el aprendizaje contextualizado de la vida cotidiana.
En la escuela, en muchas ocasiones, el estudiante se pone en contacto con los conceptos de las disciplinas de modo sustancialmente abstracto, sin referencia concreta a su utilidad práctica y al margen de la comunidad y de la cultura, donde aquellos conceptos adquieren su sentido funcional como herramientas útiles para comprender la realidad objetiva, y poder intervenir creadoramente desde la responsabilidad individual en el colectivo que forma.
El objetivo central en la nueva escuela contemporánea no puede ser el aprendizaje de las disciplinas, sino su utilización como poderosas herramientas para que los individuos comprendan, progresivamente y de forma reflexiva, sus modos espontáneos de pensar, sentir y actuar, es decir su cultura experiencial. La obsesión academicista debe sustituirse en la escuela por un currículo basado en la búsqueda de situaciones problémicas a las que enfrentar al estudiante, que lo lleven a comprender el mundo en que vive y su responsabilidad ante él.
Cuando la escuela solamente provoca aprendizaje academicista de contenidos vitalmente indiferentes, que se aprenden para aprobar los exámenes y olvidar después, y no se estimula su aplicación consciente y reflexiva en la vida cotidiana, su tarea no puede denominarse, en nuestra opinión, educativa, sino socializadora o instructiva. Si los conocimientos científicos - culturales no sirven para potenciar la asimilación del conocimiento y de la experiencia de los estudiantes pierden su virtualidad educativa.
La enseñanza educativa que asumimos y la vivencia critica de la cultura general y reflexiva, requiere un enfoque cultural vivido en comunidad, en el que los docentes y los estudiantes aprenden porque viven y recrean la cultura de sus antepasados y de sus coetáneos; se responsabilizan del proyecto común y organizan cooperativamente todos los elementos de la vida colectiva para favorecer el proyecto asumido por la comunidad.
El cometido profesional más específico del docente, no es solo, la apertura del paraíso del saber científico o de la cultura general reflexiva ante los ojos atónitos de los escépticos o ávidos estudiantes, sino provocar su implicación intelectual en la reformulación y el análisis de los problemas cotidianos a la luz de las aportaciones que ofrece el conocimiento más necesario de la cultura intelectual.
La educación es una de las expresiones más refinadas de humanidad y humanización, a través de las cuales las nuevas generaciones reciben destrezas y conocimientos que los capacitan para desempeñarse como útiles entes sociales, y en la medida que se mejore el potencial humano, se generan riquezas en todos los sentidos, por ello la educación es, entre otras cosas, un derecho humano por excelencia.
En la época en que vivimos, los avances científicos y tecnológicos parecen rodearnos por todas partes, desde los nuevos fármacos y trasplantes de órganos hasta los ordenadores y los teléfonos móviles, provocando grandes y continuos cambios sociales; pero en la práctica y debido a la influencia del positivismo, los profesores hacen hincapié en mostrar la veracidad de los conocimientos con un experimento y, en la mayoría de los casos, no plantean su introducción en la práctica social. Es, precisamente esto último, lo que más debe interesar a los estudiantes y una de las causas de que vean la ciencia divorciada de su mundo.
Diferentes investigaciones en el campo de la enseñanza de las ciencias, señalan un gran número de causas probables que no permiten desarrollar y cumplir a plenitud las metas y objetivos de la educación científica, entre ellos los más significativos son:
- De tipo escolar:
diseños curriculares alejados de la práctica social de la ciencia;
sistemas de evaluación centrados en lo académico y que subvaloran las capacidades de los estudiantes;
profesores poco comprometidos con el propio proceso;
falta de bibliografía actualizada y/o rica culturalmente;
- De tipo extraescolar:
dispersión de la información científica que brindan los medios masivos de comunicación;
contradicciones entre la enseñanza escolar y la que brindan los medios.
Al igual que en algunos círculos de conocidos, se considera inadmisible que una persona no conozca el autor de Los Miserables, o el director de La Vida es bella, o no hayan disfrutado de la lectura de Corazón; también otros estiman inadmisible no poder explicar los procesos que ocurren en la naturaleza y con los que interactuamos a diario; otros van más lejos y creen imposible que un bachiller cubano no conozca de los aportes de Lavoisier o de Pasteur, o no sepa explicar la importancia de las teorías de Darwin o poder explicar qué son los premios Nóbel.
La asimilación por la sociedad, y por el hombre en concreto, de los conocimientos que la ciencia le brinda, hace que estos se conviertan en factores de la cultura y de la sociedad. El peso de la ciencia en la vida cultural de la sociedad crece a ritmo acelerado, por el ritmo del propio desarrollo de la ciencia; por ello, los métodos que utiliza la enseñanza científica deben lograr que los estudiantes interactúen con celeridad con esos conocimientos, so pena de quedar atrapados en saberes ya obsoletos. La ciencia constituye una necesidad social y la sociedad necesita de la ciencia para desarrollarse.
En la cultura está expresada la sociedad en su integridad, la cultura científica selecciona los saberes de la ciencia sistematizándolos y estructurándolos y también le brinda conocimientos emanados de las tradiciones populares, aparentemente poco científicas. Ese conjunto de valores creados por la humanidad que funciona como esencia de la cultura ha sido creado en el proceso de la práctica histórico - social y logra caracterizar el nivel alcanzado en cada sociedad, por ello es fuente principal de los contenidos educativos que deben convertirse en patrimonio de las nuevas generaciones, en ello entra a desempeñar su rol social las instituciones educativas como la escuela.
No considerar la ciencia y con ello la necesidad de potenciar la educación científica, como parte de la cultura general de un individuo, nos trae la percepción de la lamentable idea de que esos conocimientos no se necesitan para poder conocer e interpretar lo que ocurre en nuestro mundo, en nuestra sociedad, para poder participar creadoramente en las transformaciones que se exigen en las actuales circunstancias; es como si se nos quitara la posibilidad de ser críticos con el propio desarrollo de la ciencia, como si no pudiéramos comprender lo que es un alimento transgénico, o la clonación, o la destrucción de la capa de ozono y que debemos estar apartes y sentirnos inferiores a los que se reúnen en los grandes eventos científicos o en los más sencillos Forum de ciencia y técnica.
Son, en estos años de incesantes descubrimientos de la ciencia, cuando el hombre llega al espacio exterior, va a la Luna, se comunica de forma virtual, accede a la información de todo el planeta con solo desearlo; son años en que el campo de las artes ha sufrido también una profunda revolución en sus técnicas impresionistas, que se hace más imperiosa la necesidad de poner empeño para no separar la ciencia de la cultura general de un ciudadano común.
Lograr a través de una sólida educación científica en la escuela general, y sobre todo, en el bachillerato para no considerar la ciencia como algo alejado de cada persona, sino más bien algo con lo que incesantemente interactuamos, es un reto para la pedagogía cubana actual.
Para lograrlo habrá que romper barreras de diferente tipo; habrá que vencer la idea negativa que muchos tienen de la ciencia pura y academicista, llena de fórmulas, leyes y teorías que, por estar divorciadas de la realidad, nadie quiere comprender y que en ocasiones la propia sociedad en su conjunto le proporciona, decía el investigador cubano Castro Díaz- Balart (2000): "El gran desafío de esta nueva cultura integradora logrará que la gente corriente, lejos de mantener un temor reverencial a la ciencia, la sepa comprender, valorar y utilizar". (9, 20).
La enseñanza actual en el campo de las ciencias va dirigida a preparar estudiantes aptos para enfrentar las carreras universitarias; pero no realmente a brindar una sólida cultura científica. Solo meses después de culminar el bachillerato muchos estudiantes han olvidado gran parte de lo que creían haber aprendido sobre ciencias y en ocasiones su conducta estará relacionada con ese importante déficit.
Ejemplo lamentable de esto ocurrió hace unos cinco años cuando un grupo de jóvenes en la ciudad de Las Tunas, limpiaba el fondo de un profundo pozo. Por aparente comodidad bajaron una turbina al fondo para bombear el agua hacia la superficie; al terminar el bombeo bajaron a intervalos a limpiar y fueron muriendo intoxicados. Al no responder desde arriba, se llamó al cuerpo de bomberos y la ignorancia de la práctica científica, mató también a dos bomberos. Triste total, cinco jóvenes muertos, todos bachilleres, que aunque en sus clases de Química habían recibido las propiedades del monóxido de carbono, no fueron capaces de contextualizarlo a la práctica social.
Por otro lado la propia ciencia, en muchas ocasiones, a través de los propios científicos y de los medios de comunicación, trasmiten una idea y una imagen elitista, portadora de un gran saber, muy especializado, al que solo pueden acceder unos pocos dotados por la naturaleza, de capacidades innatas necesarias para comprenderla y practicarla. Los medios en ocasiones sacralizan la ciencia, trasmiten algunos programas y algunas informaciones alejadas de la comprensión de la población media. Esto ayuda a que muchos vean a la ciencia como algo alejado y que no sea necesario conocer para poder vivir en sociedad. En muchas ocasiones la ciencia y su desarrollo se utiliza a diario como instrumento para subrayar imágenes o enfatizar opiniones, así la ciencia y lo científico están de moda; se publican libros de ciencias, revistas de divulgación. Los medios de comunicación brindan abundantes noticias de ciencias, aunque en ocasiones, solo de lo espectacular y no de lo cotidiano. Se convierte así la ciencia en parte de un espectáculo, sin intentar explicar los hechos cotidianos, sino sorprendernos. Otros programas adolecen de rigor o son solo para los que por su preparación, pueden comprenderlos. Es decir por un lado se sacraliza y por otro se vulgariza, esto aleja del ciudadano común la idea real de que esa ciencia pueda ser parte de la cultura que necesita para ser un hombre útil a la sociedad.
Preparar un bachiller y con ello un futuro universitario (o a un ciudadano común) con profundos conocimientos de la cultura científica le posibilitará tomar decisiones individuales responsables ante el colectivo y la sociedad. La responsabilidad ética desde la ciencia solo la comprende la persona que ha recibido, de alguna forma, una sólida educación científica dirigida a la comprensión social de su impacto.
Formar un ciudadano científicamente culto significaría entonces dotarlo, no solo del lenguaje de la ciencia, en sí bastante complicado, sino que logre comprender y desmitificar las creencias de la ciencia, a los científicos y sus métodos, a la evolución de la propia ciencia, y que comprenda las terribles desigualdades ocasionadas por su inadecuado uso y sus condicionantes socio-políticos.
Esto no responsabiliza a la escuela media en la formación de científicos, pero sí en la formación de un ciudadano culto integralmente, que en nuestro caso comprenda el mundo en que vive, que maneje opiniones de la ciencia con facilidad y con ello demuestre alta responsabilidad en sus modos de actuación, es continuar adecuando los contenidos a las necesidades particulares en Cuba y potenciar la forma en que se organizan y estructuran esos conocimientos. Esta tiene que ser la meta superior de la educación científica en el bachillerato cubano.
La Química, junto con la Biología y la Geografía, pertenecen a las ramas rectoras de las ciencias de la naturaleza y ocupan un lugar muy importante en el desarrollo de la ciencia y la técnica en el mundo, ya que son la vanguardia en la lucha por el progreso y por la creación de la base científico - técnica y el desarrollo de la sociedad cubana y mundial.
La inclusión del enfoque cultural en la enseñanza de las ciencias presupone el replanteamiento del método de trabajo en el aula y de la evaluación. Todo ello contribuirá a un cambio de actitud hacia las ciencias y su aprendizaje, así como al reconocimiento del importante papel que su enseñanza puede y debe desempeñar en la formación de los ciudadanos y en la conformación de una nueva humanidad, que ante todo se comporte en todas las situaciones con alto nivel de responsabilidad ante nuestra gran casa.
La relativa urgencia de profundizar en la relación entre enseñanza de las ciencias (de las ciencias naturales en particular) y la cultura general de nuestros bachilleres debe sentar las bases para profundizar también en la relación entre los contenidos y los métodos de esa enseñanza y el nivel real de preparación a que se aspira para los futuros investigadores.
Sobre el uso del conocimiento científico, la enseñanza se debe concretar en conocimientos generales, en fomentar habilidades, desarrollar el pensamiento lógico y crítico para crear estrategias de pensamiento correctas y sobre todo, basadas en la relación entre lo que se aprende y la vida social de cada individuo.
En la conferencia mundial de las ciencias, celebrada en Budapest en 1998, se responsabilizó a la educación que reciben los ciudadanos, con la incorrecta aplicación de las ciencias en el desarrollo del mundo en los últimos 70 años," No se puede seguir tratando de educar al hombre que solo piense en sí y cuando más en sus hijos; el futuro depende de lo que todos logren hacer y sobre todo, las escuelas desde la infancia " ( Edwards, 1998.)
En los programas curriculares de estas ciencias (y de otras especialidades) no hay un tratamiento práctico y sistemático del desarrollo social de la ciencia, esto se debe, sobre todo a tres barreras:
- Incompleta formación disciplinar del docente.
- Incorrectos criterios de evaluación.
- Falta de materiales bibliográficos actualizados.
Pero sobre todo a otras 2 barreras:
- Poca flexibilidad en los programas curriculares.
- Poca motivación por la necesidad de los vínculos científicos culturales.
Entrevistas informales con especialistas de diferentes campos de las ciencias nos hacen relacionar cinco problemas íntimamente relacionados que de una forma u otra obstaculizan la labor del profesor de las especialidades de ciencias en la actualidad cubana:
1. Existe un marcado rechazo de muchos estudiantes hacia el aprendizaje de las ciencias que en ocasiones se traduce en rechazo hacia las propias ciencias.
2. Poco desarrollo de los conocimientos y habilidades vinculadas con el aprendizaje de las ciencias.
3. Formas de actuación inadecuada, desde simples decisiones medioambientales, hasta trascendentales decisiones políticas de los estados.
4. Dificultad creciente de cultivar el método científico desde la ciencia escolar.
5. Dificultad en lograr los verdaderos nexos interdisciplinares y el reconocimiento al papel histórico del desarrollo de las ciencias.
La necesidad de que el maestro de la escuela general cubana pueda dirigir la clase y determinar con real conocimiento todo lo que, desde el contenido, pueda explotar para el desarrollo político- cultural del estudiante, se hace más evidente en asignaturas como las de ciencias naturales, que tiene un gran campo aplicativo al nivel de la sociedad actual y por ello, ese maestro debe tener una profunda cultura de la ciencia que imparte y estar preparado desde la didáctica para determinar los objetivos particulares, las formas organizativas y los métodos que debe utilizar en cada momento.
La educación científica que nuestros estudiantes necesitan como parte de su formación cultural general, enfrenta diversas barreras escolares, vinculadas al inadecuado tratamiento curricular, y extraescolares vinculadas a las contradicciones entre esas influencias escolares y los medios de comunicación masiva.
Una variada, sólida y actualizada educación científica permite que nuestros estudiantes comprendan el mundo en que se desarrolla la sociedad cubana y mundial.
La enseñanza de las ciencias naturales puede y debe centrar sus diseños curriculares y sus enfoques metodológicos en los aspectos socioculturales de las ciencias que coadyuven a una adecuada educación científica desde sus efectos e importancia.
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