En un sentido general, el Budismo es una terapéutica del dolor humano, entendido no solamente como dolor físico sino sobre todo como dolor existencial. Es imposible comprender la acción terapéutica de cualquier remedio si no se tiene en cuenta el contexto conceptual en el que fue creado y aplicado. El contexto conceptual de la meditación Zen viene dado por la experiencia y la enseñanza del Buda Sakiamuni, fundador histórico del Budismo. El Buda Sakiamuni inició su búsqueda espiritual tras confrontarse con el hecho de que la realidad humana está marcada por el sufrimiento. El Buda expuso su sistema de sanación a través de las llamadas Cuatro Nobles Verdades: la primera Noble Verdad hace referencia a los síntomas de la enfermedad humana; la segunda a las causas; la tercera afirma la capacidad de los seres humanos de alcanzar el estado de salud; la cuarta constituye el tratamiento.
1º. La Verdad del sufrimiento. El dolor y el sufrimiento existencial constituyen los síntomas universales del estado de enfermedad o pérdida del equilibrio. Todo paciente acude al sanador impulsado por un malestar o dolor. La función del sanador es la de diagnosticar los síntomas y buscar las causas.
2º. La Verdad de la Causa. El Buda Sakiamuni no fue un sanador corporal, ni emocional, ni mental, a la manera occidental como entendemos la función del doctor, del psicoterapeuta o del psiquiatra. El quiso ir hasta la causa más profunda. Es decir, fue un sanador espiritual. Su exposición teórica y su praxis afirman que la causa profunda de toda enfermedad se encuentra en dos actitudes emocionales-mentales extremas. A saber, por una lado, en el deseo y en toda su familia (avidez, ansiedad, avaricia, ambición, apego, etc.) y, por otro, en el odio y en toda su familia (animadversión, rechazo, agresividad, cólera, etc.). Es más, yendo un paso más allá, el Buda enseñó que ambas actitudes extremas son originadas por la ignorancia. En el contexto budista, la ignorancia es la causa última de toda enfermedad y sufrimiento. Siendo así es importante que comprendamos qué entiende el Budismo por ignorancia. En japonés, el término es mumyo y en sánscrito avidja, comúnmente traducidos como "ausencia de claridad mental". En otras palabras, la ignorancia es un error de percepción, o una percepción errónea de la realidad.
Todo organismo vivo necesita una cierta percepción de la realidad, tanto interna como externa, con el fin de poder desarrollar comportamientos adaptados a la misma que le permitan sobrevivir. La capacidad de adaptación está indisolublemente unida a la capacidad cognitiva, es decir, al conocimiento que dicho organismo tiene de la realidad en la que vive. Para el Budismo, tiene su causa última en un error cognitivo de la mente humana, la cual no percibe claramente su realidad interna y externa y, por lo tanto, no puede generar comportamientos adaptados a dicha realidad.
¿Cómo se manifiesta este error cognitivo de la mente humana?
En primer lugar, a través del pensamiento dualista. el error de percepción básico de la mente humana ordinaria viene dado por un exceso de análisis y una carencia de síntesis, es decir, por un exceso de parcelización y una falta de totalidad.
En segundo lugar, a través de la negación de la transitoriedad. La vida no es un estado estático, es un proceso, es decir, cambio, transformación, evolución e involución, condensación, mantenimiento y disolución. La vida humana individual tampoco es un estado inmutable sino un proceso de transformación en el que todo, absolutamente todo en el organismo humano, tanto a nivel corporal como mental, está cambiando continuamente.
En tercer lugar, a través de la negación de la ausencia de yo. Este es el origen de esa gran neurosis colectiva que llamamos egocentrismo, causa última de tanto dolor y sufrimiento. Lo que la realidad nos dice, cuando la percibimos más allá del condicionamiento egocéntrico, es que ningún yo puede sobrevivir sin eso que llamamos no-yo. Es decir, ningún yo tiene autonomía para sobrevivir por sí mismo sin la interconexión estrecha con lo no-yo. La división mental de la realidad en yo y Otro es la principal causa de la ansiedad crónica que padecemos los seres humanos. Ansiedad que, posteriormente, se manifiesta en una amplia gamas de patologías mentales, emocionales y corporales.
3º. La Verdad del estado de Salud. El Buda enseñó que los seres humanos tenemos la capacidad de generar y vivir en un estado de Salud Global. Se trata de un estado de equilibrio, de profunda paz interior, de aceptación total. El camino hacia la Salud comienza con el reconocimiento de la enfermedad, con el descubrimiento de sus causas y con la confianza en que el restablecimiento del equilibrio es posible.
4º. La Verdad del Tratamiento. El tratamiento propuesto por el Buda no va dirigido solamente a la disolución de los síntomas (dolor, sufrimiento, enfermedad, desequilibrio) sino a la disolución de las causas profundas, a saber, el error de percepción (ignorancia)
El ser humano es básicamente un ser consciente. Como ya hemos visto, en la base del error de percepción se halla una atención incorrecta. Por lo cual, corregir el error de percepción mediante un cultivo sistemático de la atención constituye la base última de todo proceso sanador.
La atención puede ser desarrollada enfocándola sobre cuatro aspectos: corporal, sensorial, emocional y mental. El Zen enseña cómo desarrollar la atención en estas cuatro aptitudes pero, fundamentalmente, las condiciones más propicias se dan en la postura sentada. Por ello, la meditación Zen tiene lugar básicamente, aunque no exclusivamente, en la postura sedente llamada del loto o del medio loto. ¿Por qué? De lo que se trata es de desarrollar un nivel óptimo de atención que sea normalmente sostenible. La relación más óptima entre estabilidad-alerta se da en la postura sedente.
Para que esta estabilidad se produzca es imprescindible que la postura corporal esté bien equilibrada. De ahí la importancia de chequearse continuamente en un grupo de práctica asidua y de tener como referente a un maestro de la tradición con el que compartir dudas y experiencias.
Tenemos que insistir en el hecho de que la meditación Zen no es sistema terapéutico, en el sentido habitual de este término. No es una gimnasia física ni mental y su función no es la de curar enfermedades específicas, ni físicas ni psicológicas. La principal función de la práctica de la meditación Zen es la de clarificar la naturaleza de nuestro ser, es decir, ayudarnos a despertar a lo que somos.
Cuando se producen cambios importantes en nuestra conciencia de ser, estos cambios de manifiestan inmediatamente en nuestra manera de ser cuerpo, de experimentar las emociones y de pensar y concebir la realidad.
Si hacemos un somero repaso de nuestro cerebro comprobaremos que el hemisferio izquierdo es la sede de las funciones verbales e intelectuales; asegura la vida del ego intelectual y social. El hemisferio derecho tiene a su cargo los aspectos emocionales y los no verbales. A través de éste, el cuerpo siente las leyes naturales. Es importante que nuestra conciencia no esté "falsificada" por la preeminencia de un solo lado del cerebro. Durante la Meditación Zen se produce, naturalmente, la integración funcional de ambos hemisferios facilitada por la postura corporal y la respiración justa. Aquello que es captado intuitivamente (hemisferio derecho) se vuelve consciente en el hemisferio izquierdo.
Este estado es la vuelta a la nuestra condición normal, no es ni un estado particular de la conciencia ni un estado místico extraño. Practicar la Meditación Zen es estar más allá de la ilusión y de la santidad. Este equilibrio en el que todo se da "al mismo tiempo" genera un estado de profundo bienestar interior y exterior. Sencillamente, nos sentimos bien, nos sentimos sanos.
El Budismo, el Zen, considera que no es posible considerar al ser humano solamente en su dimensión social o ética. La dimensión natural, es decir, aquella que se refiere al funcionamiento del cuerpo, al de las dimensiones intelectuales y a las propiamente afectivas, también deben ser tomadas en consideración. Debemos ver al ser humano como un todo integrador. Así, en el Zen se dice que cuando uno se sienta en zazen, el universo entero hace zazen. No hay dualidad, no hay diferencias, solo una perfecta armonía en la que verdaderamente todo está bien. Este es el estado natural de nuestro ser, un estado de salud total, un estado "sano".
Así pues, el despertar (satori, nirvana) no es otra cosa que experimentar la condición más evidente y más normal de nuestro cuerpo y de nuestro cerebro. El individuo de hoy en día ha perdido el contacto con esta capacidad innata de sentirse bien y es necesario regularizar el modo de vida. La meditación Zen es una buena herramienta para conseguirlo, sólo hay que ponerse a ello.
[1] Mesa, Francisco (2003). Meditación Zen. La salud del cuerpo y de la mente. Revista Zendo Digital [ Volver ]
[2] Instructor de la Comunidad Budista Soto Zen. Coordinador del Programa de Estudios Budistas de la Comunidad Budista Soto Zen de Tenerife. [ Volver ]