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¿Dígame?

Manuel de la Herrán Gascón
http://www.manuherran.com
 
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DOS

- ...
- ???
- ...
- ¡Oye! ¿Pedro? ¿Estás ahí todavía? -Preguntó aquella misteriosa voz que de pronto me pareció la de Iván.
- ¿Que? Ah, sí, perdona. Estaba pensando. ¿Que decías de la reencarnación?
No había derecho. Ni aunque la otra persona que estaba al otro lado del teléfono fuera realmente Dios, como aseguraba ser, no tenía ningún derecho a llamar a las cuatro de la mañana de un jueves cualquiera a una casa normal. Lo empezaba a ver más claro según me iba espabilando. Intentaba imaginar cuál de mis amigos se creería tan gracioso como para una broma así. No; realmente un piso de estudiantes no es una casa normal.
- Mira Pedro, esto no es ninguna broma, soy Dios, de veras. ¡No sé por qué te tiene que parecer esto como algo del otro mundo!
- ¡Ya! -Contesté, escépticamente (o al menos eso pretendí).
- ¡Vaya, hombre! Escucha. Hasta ahora he tratado de comunicarme con vosotros mediante símbolos, y otros métodos, pero la verdad es que ya estoy un poco harto de que no me escucheis. Aunque es cierto que sois bastante sorprendentes y que la gran mayoría estáis un poco piraos. ¿Recuerdas lo que te acabo de decir sobre la reencarnación?
- Sss... No muy bien. Como deberías saber, no tengo la costumbre de atender llamadas telefónicas de personajes divinos a las cuatro de la mañana. Casi prefiero que me llamen a la oficina, ¿sabes?
La voz ignoró la ironía y continuó sin inmutarse.
- Pues a lo que vamos: cuando cada uno de vosotros hacéis eso que llamáis morir, yo suelo "llevarle", para entendernos, a donde él desea ir; le doy lo mejor para él. Y sigo el criterio de no contrariar vuestras expectativas.
El que cree que va a ir a un cielo de nubes de algodón y dios-sentado-en-trono con barba blanca ¡no hay problema! Tengo un monigote representando felizmente su papel de dios barbudo, atendiendo infinidad de peticiones asombrosas que después llegan a mi despacho en listados interminables. Y si alguien piensa que va a ir a un lugar con calderas, azufre y un diablo con rabo y cuernos, ¡eso está hecho! Francamente, a mí nunca se me hubiera ocurrido algo así; creo que el infierno es la cosa más divertida de todas las que he creado (con la ayuda de vuestra imaginación, naturalmente). Fíjate que incluso suelo ser yo mismo quien se mete en el disfraz, y voy a dar unas vueltas por ahí saludando al personal.
Mmm.. Te noto inquieto. En ninguno de los lugares que te he mencionado se hace daño a nadie. El fuego del que te he hablado no quema realmente; eso sí, produce un cosquilleo que a algunos resulta desagradable y estoy pensando en cambiarlo...
- ¡Je! Y entonces, ¿Qué se supone que ocurre con los que no creen en nada?
- Pues a esos... Ya supondrás. ¡En fin! ¡Que le vamos a hacer! Se podría hablar de esto horas y horas, y...
- ¡Uf! Entonces mejor dejarlo para otro día. Mira, son ya las cuatro y veinti...
- ¡La reencarnación! Con tanto rollo se me había olvidado hablarte de ella. Resulta que a algunos os da por creer que vais a volver a vivir en el cuerpo de otro hombre, o en el de un bicho o una planta... ¡Sois la leche! Sólo por vuestro ingenio merece la pena haberos creado.
Pero hombre, puedes suponer que este asunto representa una cantidad enorme de trabajo. Lo de mantener almas viviendo continuamente, saltando de cuerpo en cuerpo, es una tarea monótona y pesada. Y yo, como ya te he dicho, no soy mala persona; me gusta darle a cada uno lo que quiere... Pero ya estoy cansado de tanta chaladura, y esa es la razón por la que te he llamado.
- ¡Y no se te ocurre una hora mejor para contarme todo esto!
Una vez más, demostré mi habilidad para hacer varias cosas a la vez, ya que con el teléfono sujeto entre la oreja y el hombro, había empezado a desayunar, y hablaba a la vez que masticaba. Era una suerte que la leche y las galletas estuvieran a mano. El bromista, fuera quien fuese, tenía imaginación y merecía la pena seguirle la corriente; sobre todo ahora que iba a costarme grandes esfuerzos volver a dormir.
- Lo único que quiero es daros a todos una vida, un mundo bueno; bueno para todos, pero para todos el mismo. Tú lo único que tienes que hacer es imaginar, pensar qué vida te gustaría tener, cómo es el mundo ideal en el que todos los hombres puedan vivir felices y alegres. ¡No creo que sea algo muy difícil de pensar!
- De acuerdo. -Contesté. -Entonces, yo voy a...
- Y con eso, ¡Todo solucionado! -Interrumpió Dios.
- Bien, pero si yo, por ejemplo,...
- ¡Tú no te preocupes! ¡Sólo has de imaginar, nada más! Y otra cosa: lamento no poder continuar esta agradable conversación contigo, pero tengo un montón de cosas que hacer y además la compañía telefónica no perdona. Como supondrás, esta conferencia entre dos lugares tan alejados está saliendo muy cara, y no habría ningún problema en que sea yo quien la abone, salvo que en tu mundo no tenéis forma de hacerme llegar la factura, así que me he tomado la libertad de hacer que sea a cobro revertido. Al César lo que es del César, y ...
- ¡¡¡¿Que???! ¿Has hecho eso, mal amigo?
- ¡No tenía otro remedio! Por Dios, no te enojes y sé consciente de que estás prestando un servicio a la humanidad, ¿de acuerdo? Así que me despido y espero que pronto decidas algo. Yo leeré tus pensamientos cuando estés seguro de haber encontrado lo que deseas, y a partir de entonces, todos los hombres viviréis felices. Un abrazo y buena suerte en la búsqueda.
- Gra...gracias...
Dios ya había colgado y era inútil seguir agarrando el teléfono. Lo único importante ahora era intentar ordenar un poco las ideas. Cogí lo que quedaba de las galletas, fui a la sala y encendí la tele. Eso era algo que siempre me ayudaba a pensar. El murmullo de la caja tonta parecía relajar mis neuronas.
Esta vez parece que lo conseguí del todo, pues me quedé dormido encima de un montón de migas. Me despertó la chillona voz de una presentadora de concurso aplaudiendo y gritando porque un tío de bigotes había acertado la respuesta correcta. Le envidié. Yo tenía ahora una pregunta mucho más difícil de contestar.


UNO

- No se lo creeerá, Iván.
- Pedro es muy inocente, ya verás. ¿Cómo era? ¿816...?
- 2570. Espero que no se enfade... y no te enrrolles mucho que son casi las cuatro y me muero de sueño.
- ¿Dígame?
- Buenas noches. ¿Está Pedro?
- ¿Eh? ¿Está usted de broma?
- ...¡Pues no! ¿No está Pedro?
- Sí, sí está. Pero no se puede poner, evidentemente. ¿No sabe usted que está muy ocupado?
- Ya. Será durmiendo ¿No?
- ¿Durmiendo? ¡Pedro no duerme nunca! ¿Se puede saber quién es usted, que se cree con derecho a referirse al mismísimo Pedro en esos términos sin ni siquiera presentarse?
- Pero, a ver. Me parece que me he confundido. ¿No es este el 8162570?
- No majo, no. Esto es el cielo ¿Quién llama?



Sobre el documento


¿Dígame? es un breve y divertido (eso espero) cuento que pretende producir sensaciones similares a las que se obtienen con los dibujos de Escher. Algo más elaborado pero parecido a "Mouse not found. Please, click right button..."; "Si su teléfono se avería, por favor, llame al número..."; "Envíame por correo una copia de la llave del buzón, que la mia la he perdido" o más actual, claro "¿Ha perdido su clave de correo electrónico? ¡No importa, nosotros se la enviamos por e-mail!"

Este cuento apareció por primera vez en el web Gaia





Sobre el autor


Manuel de la Herrán nació en Bilbao en 1971. Es ingeniero informático y ha trabajado en varias empresas desarrollando tecnología en Internet y dirigiendo sus departamentos técnicos (Okté, Cocotero, EnLaPrensa). Ha escrito un libro en forma de ensayo, así como numerosos artículos sobre Evolución, Computación Evolutiva, Algoritmos Genéticos, Inteligencia Artificial, Datamining y Datawarehouse, OLAP y Bases de Datos Multidimensionales, Bases de datos Oracle y Programación en Internet. Ha sido profesor de la Universidad de Deusto y ha participado en la creación de proyectos como IIEH, Gaia (finalista iBest 2000), y REDcientífica (Premio Nacional Sociedad de la Información).





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