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El árbol de la ciencia

Reseña del libro de Pio Baroja
 
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El médico Andrés Hurtado sobrelleva el pesar de la existencia y su falta de sentido. La vida en general y sobre todo la suya, le parece una cosa fea, turbia, dolorosa e indomable. Pio Baroja despliega en esta novela la visión sombría de España, con sus pueblos avejentados y tristes, con su atmósfera agobiante y absurda, donde los seres humanos apenas sobreviven.


[...] Los profesores no sirven más que para el embrutecimiento metódico de la juventud estudiosa. Es natural. El español todavía no sabe enseñar; es demasiado fanático, demasiado vago y casi siempre demasiado farsante. Los profesores no tienen más finalidad que cobrar su sueldo, y luego pescar pensiones para pasar el verano.
-Además, falta disciplina.
-Y otras muchas cosas. Pero, bueno, tú, [...] ¿qué plan tienes?
-¿Plan personal? Ninguno.
-¡Demonio! ¿Tan pobre estás de proyectos?
-Sí, tengo uno: vivir con el maximum de independencia. En España, en general, no se paga el trabajo sino la sumisión. Yo quisiera vivir del trabajo, no del favor.
-Es difícil. ¿Y como plan filosófico? ¿Sigues en tus buceamientos?
-Sí. [...] Uno tiene la angustia, la desesperación de no saber qué hacer con la vida, de no tener un plan, de encontrarse perdido, sin brújula, sin luz adonde dirigirse. ¿Que se hace con la vida? ¿Qué dirección se le da? Si la vida fuera tan fuerte que le arrastrara a uno, el pensar sería una maravilla, algo como para el caminante detenerse y sentarse a la sombra de un árbol, algo como penetrar en un oasis de paz; pero la vida es estúpida, sin emociones, sin accidentes, al menos aquí, y creo que en todas partes, y el pensamiento se llena de terrores como compensación a la esterilidad emocional de la existencia.

[...] El individuo sano, vivo, fuerte, no ve las cosas como son, porque no le conviene. Está dentro de una alucinación. Don Quijote, a quien Cervantes quiso dar un sentido negativo, es un símbolo de la afirmación de la vida. Don Quijote vive más que todas las personas cuerdas que le rodean, vive más y con más intensidad que los otros.

[...] La ciencia entonces, el instinto de crítica, el instinto de averiguación, debe encontrar una verdad: la cantidad de mentira que es necesaria para la vida. ¿Se rie usted?
-Sí, me río, porque eso que tú expones con palabras del día dicho está nada menos que en la Biblia.
-¡Bah!
-Sí, en el Génesis. Tú habrás leido que en el centro del Paraíso había dos árboles: el árbol de la vida y el árbol de la ciencia del bien y del mal. El árbol de la vida era inmenso, frondoso y, según algunos santos padres, daba la inmortalidad. El árbol de la ciencia no se dice cómo era; probablemente sería mezquino y triste. ¿Y tú sabes lo que le dijo Dios a Adán?
-No lo recuerdo, la verdad.
-Pues al tenerle a Adán delante, le dijo: "Puedes comer todos los frutos del jardín; pero cuidado con el fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal, porque el día que tú comas su fruto morirás de muerte." Y Dios, seguramente, añadió: "Comed del árbol de la vida, sed bestias, sed cerdos, sed egoístas, revolcaos por el suelo alegremente; pero no comáis del árbol de la ciencia, porque ese fruto agrio os dará una tendencia a mejorar que os destruirá".

[...] Si yo me sintiera con energía, ¿sabes lo que haría?
-¿Qué?
-Una milicia como la que inventó Loyola, con un caracter puramente humano: La Compañia del Hombre.
-Aparece el vasco en usted.
-Quizá.
-¿Y con qué fin iba usted a fundar esa Compañia?
-Esta Compañia tendría la misión de enseñar el valor, la serenidad, el reposo; de arrancar toda tendencia a la humildad, a la renunciación, a la tristeza, al engaño, a la rapacidad, al sentimentalismo...
-La escuela de los hidalgos.
-Eso es, la escuela de los hidalgos.

Baroja, Pio. El árbol de la ciencia. Alianza Editorial. 1ª Ed. 1967.




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