ISSN: 1579-0223
 
Sentience Research
REDcientífica
· Misión de REDcientífica
· Contacto
· Condiciones de publicación
· Consultar todos los documentos
· Consultar todos los autores
· Acceso usuarios registrados
· English version


PORTADAS
40  41  42  43  44  45  46  47  48  49  50  51  52  53 

BOLETINES
40  41  42  43  44  45  46  47  48  49  50  51  52  53 

TEMAS



ENLACES

El misterio del solitario
(Kabalmysteriet)

Reseña del libro de Jostein Gaarder
 
ImprimirEnviar

Mi consejo a todos aquellos que quieran encontrarse a sí mismos es que sigan justamente donde están. Si no, existe un gran peligro de que se pierdan para siempre. No la vi hasta que mi viejo me enseñó una revista griega de modas. Allí estaba mamá, en la portada y dentro de la revista. Se veía claramente en la foto que aún no se había encontrado a sí misma.


Hans Thomas, un muchacho noruego de doce años, y su padre, un marino apasionado por la filosofía, emprenden un viaje por carretera hacia Atenas en busca de su madre, que ocho años antes los había dejado para "encontrarse a sí misma". El azar hace que se detengan en Dorf, un pequeño pueblo suizo, donde un viejo panadero le regala un panecillo en cuyo interior se oculta un diminuto libro que Hans Thomas comenzará a leer con la ayuda de una lupa que un misterioso enano le regala. A partir de ese momento, el muchacho protagonizará otro emocionante viaje paralelo: el de la imaginación. Sabrá de Frode, un marinero que sobrevivió en una isla desierta después de ser el único superviviente de un naufragio ocurrido doscientos años antes, de su baraja de naipes y de cómo combatió su soledad haciendo que cada una de las 53 cartas tuviera vida propia (52 de ellas bastante inconscientes; una sola, Comodín, entiende verdaderamente las reglas del solitario que hace con los 53 naipes el viejo marinero). Pensando en todo ello, a Hans Thomas le asaltarán las eternas preguntas de la humanidad: ¿quiénes somos? ¿Cuál es el auténtico significado de nuestra vida? ¿Hasta qué punto nosotros, a diferencia de los naipes, podemos determinar nuestro destino? Antes de llegar a Atenas descubrirá que la vida no sólo no es aburrida, sino que además bien pudiera ser el sueño de un enano imaginado por un viejo marinero.

[...] Quizá eso no fuera en sí extraño, pero lo de mi viejo no acababa ahí. Estaba convencido, además, de que la ciencia lograría crear algún día seres humanos artificiales. No se refería a esos estúpidos robots que parpadean con luces verdes y rojas y hablan con voz hueca. No, no, mi viejo creía que un día la ciencia lograría crear verdaderos seres pensantes como nosotros. Y aún había algo más: también pensaba que todos los seres humanos en realidad eran precisamente eso, artilugios artificiales.

-Estamos plenamente vivos, ¿sabes? -solía decir.
Los comentarios de este tipo eran habituales después de haberse tomado una o dos copitas.

Cuando estuvimos en Legolandia, se quedó mirando fijamente a esos seres de Lego. Le pregunté si estaba pensando en mamá, pero dijo que no.
-Imagínate si todo esto cobrara vida de repente, Hans Tomas, imagínate que todas esas figuritas empezaran de pronto a moverse entre sus casitas de plástico. ¿Que haríamos entonces?

-Estás chiflado -me limité a decir, pues estaba seguro que esa clase de comentarios no era algo muy normal entre los padres que llevaban a sus hijos a Legolandia.
Estuve a punto de pedirle un helado, aunque había aprendido que, para pedir algo, era aconsejable esperar hasta que mi viejo comenzara a airear sus chifladas ideas. Creo que de vez en cuando le remordía la conciencia por hablar de esas cosas con su hijo, y cuando a uno le remuerde la conciencia, suele mostrarse más generoso que de costumbre. Antes de que me hubiera dado tiempo a pedir el helado dijo:
-En el fondo, nosotros mismos somos figuras vivas de Lego.
Supe que tenía el helado asegurado [...]

[...] Mamá se lanzó al mundo para encontrarse a sí misma. Tanto a mi viejo como a mí nos parecía que, con un niño de cuatro años, ya era hora de que lo hiciera; de modo que apoyamos el proyecto. Pero nunca llegué a comprender por qué tuvo que irse tán lejos. ¿Por qué no podía arreglárselas en nuestra ciudad, Arendal, o contentarse simplemente con un viaje a Kristiansand? Mi consejo a todos aquellos que quieran encontrarse a sí mismos es que sigan justamente donde están. Si no, existe un gran peligro de que se pierdan para siempre [...]

[...] No la vi hasta que mi viejo me enseñó una revista griega de modas. Allí estaba mamá, en la portada y dentro de la revista. Se veía claramente en la foto que aún no se había encontrado a sí misma [...]

-Tendremos que intentar arrastrarla a casa, Hans Thomas -dijo-. Si no, me temo que se va a perder en ese cuento de la moda.
No entendí muy bien lo que quería decir con esa última frase. En varias ocasiones había oído decir que uno podía perderse en un enorme vestido, pero no sabía que uno pudiera perderse en un cuento. Hoy ya sé que es algo de lo que todo el mundo tiene que cuidarse [...]

Gaarder, Jostein. El misterio del solitario. Título original: Kabalmysteriet. Ed siruela. 1ª Ed. 1995.




[Evaluar este artículo]








              Misión de REDcientífica              Condiciones de publicación              E-mail de contacto



  Bookmark and Share