Agilulfo Emo Bertrandino de los Guildivernos y de los Otros de Corbentraz y Sura, caballero de Selimpia Citerior y de Fez, tiene un gravísimo inconveniente: no existe. Bajo la celada de su empenachado casco no hay rostro alguno; ninguna mano empuña su formidable y victoriosa espada. No se trata de un fantasma, no. Sencillamente, Agilulfo no es. Pero quiere ser, a fuerza de voluntad y de fe.
Italo Calvino -uno de los grandes maestros del realismo moderno- escribió entre 1950 y 1960 tres fábulas sin moraleja, entre las cuáles El Caballero Inexistente es tal vez la más irónica, dura y divertida. Completando el cuadro iniciado con El Barón Rampante y El Vizconde Demediado, Calvino da cima a un difícil propósito: hacer de la sonrisa un arma crítica de agudo e implacable filo.
[...] -¡Así que en el ejército de Carlomagno se puede ser caballero con tantos nombres y títulos y, además, combatiente de pro y celoso oficial, sin necesidad de existir! -¡Para el carro! Nadie ha dicho: en el ejército de Carlomagno se puede etcétera. Sólo hemos dicho: en nuestro regimiento hay un caballero así y así. Eso es todo. Lo que puede existir o dejar de existir en líneas generales, no nos interesa a nosotros. ¿Entendido? [...] -Busco a un caballero con la armadura blanca. Sé que está aquí. -No. No está -le responden. -Si no está es justamente él. -Entonces ve a buscarlo donde esté. De aquí ya se ha ido [...] [Cal59] CALVINO, ITALO. 1959. IL CAVALIERE INESISTENTE. Giulio Einaudi Editore, s.p.a., Torino. Traducción al castellano por Ed. bruguera. (EL CABALLERO INEXISTENTE). Ed. bruguera.
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