ISSN: 1579-0223
 
Sentience Research
REDcientífica
· Misión de REDcientífica
· Contacto
· Condiciones de publicación
· Consultar todos los documentos
· Consultar todos los autores
· Acceso usuarios registrados
· English version


PORTADAS
40  41  42  43  44  45  46  47  48  49  50  51  52  53 

BOLETINES
40  41  42  43  44  45  46  47  48  49  50  51  52  53 

TEMAS



ENLACES
%ObjFile-12EW-I527-8VFR-1153-88F2%

La deuda externa
Mitos y argumentos en relación con la cancelación de las deudas de los países pobres

Javier de la Herrán Gascón
 
ImprimirEnviar

¿Qué relación hay entre deuda externa y desarrollo? La deuda en sí no debería ser un problema para el desarrollo. Al contrario, debería ser un eficaz medio para adelantar recursos futuros. Los países más pobres del planeta no son los más endeudados.

Los préstamos se dirigieron fundamentalmente a aquellas economías con posibilidades de devolverlos, y se concedieron en un momento en que había un exceso de liquidez en el Norte. El acto de prestar el dinero no fue en absoluto un hecho altruista, sino una maniobra financiera que con el tiempo se ha descubierto como claramente errónea.


En este documento se discuten los principales argumentos utilizados, unas veces a favor, y otras en contra, de la cancelación de las deudas de los países pobres. Invito a que esto sea el comienzo de un foro abierto.

Empecemos por decir que la cuestión de la deuda externa no es un problema meramente económico. El hecho de que los principales sujetos sean estados le da una especial complejidad al tema y obliga a tener en cuenta criterios políticos e históricos.

De hecho podemos afirmar que se trata de un problema eminentemente político. Por ello, debemos distanciarnos de la clásica relación acreedor/deudor. Hay que hacer un análisis de la cuestión mucho más profundo y complejo.

La deuda externa se enmarca dentro de unas complejas relaciones internacionales Norte/Sur que han adquirido el protagonismo político que merecían al acabar la guerra fría. Cuando cae el muro de Berlín, éste deja al descubierto otro muro; el de la desigualdad Norte/Sur. Éste es un muro que -acrecentado por el enorme crecimiento demográfico del Sur, y el casi nulo crecimiento del Norte- representa cada vez un problema más profundo, y a la vez un reto para la economía y la política internacionales. El incremento de las desigualdades Norte/Sur supone no sólo un grave problema moral para la humanidad, sino también una amenaza para la estabilidad política internacional a largo plazo.


Mitos sobre la deuda

Antes de meternos a fondo en el problema, conviene que deshechemos algunos mitos e ideas preconcebidas que persisten en torno a la problemática de la deuda.

En primer lugar la deuda externa no es la causa del subdesarrollo. Esta idea es fácil de demostrar con tres argumentos:

  1. El subdesarrollo es previo a la crisis de 1973, la aparición de los petrodólares y los préstamos masivos a economías del Sur.
  2. La deuda en sí no debería ser un problema para el desarrollo. Al contrario, debería ser un eficaz medio para adelantar recursos futuros.
  3. Los países más pobres del planeta no son los más endeudados. Los préstamos se dirigieron fundamentalmente a aquellas economías con posibilidades (a ojos de los acreedores) de devolverlos. Los grandes deudores no son las raquíticas economías subsaharianas sino países de un nivel medio como Argentina, México o Brasil). De todos modos aunque no podamos identificar a los países más pobres con los mayores deudores, esto no quiere decir que la deuda no sea una realidad en los países más pobres y que no suponga un grave obstáculo para su desarrollo.

Otro de los grandes mitos en torno a la deuda externa es que se trata de un problema exclusivo de los estados. Esto no es cierto porque aunque los estados son los sujetos principales, no son los únicos. En este sentido cabe subrayar el importante papel de los acreedores privados (banca) y de las poblaciones de los países deudores y acreedores.

A continuación vamos a exponer algunos de los argumentos que más habitualmente se manejan para pedir la cancelación o no cancelación de las deudas de los países pobres.


Los beneficiados serán los demás acreedores

Este es uno de los argumentos que parte de la doctrina expone para la no cancelación de la deuda. Si un país cancela, los principales beneficiados van a ser los otros acreedores, que pasarán a recibir mayores ingresos. Es fácil de entender; si A es deudor de B y C y A tiene problemas para pagar, B sería el primer beneficiado en caso de que C perdonase la deuda de A.

Frente a este argumento, los partidarios de la condonación exponen que ésta debe ser global, pero alguien tiene que dar el primer paso. De hecho es un razonamiento similar al que puede exponerse para criticar todas y cada una de las políticas internacionales. Si yo dejo de contaminar te beneficio a ti porque puedes seguir contaminando igual y disfrutaras de un planeta más limpio. Si yo destino una importante partida de mi presupuesto a luchar contra el tráfico internacional de drogas, tú saldrás beneficiado ya que sin gastar más dinero, gozarás de una reducción en la cantidad de drogas ilegales que llegan a tu país... El problema de fondo es que frente a la globalización de la economía y al surgimiento de problemáticas internacionales que por su dimensión escapan al control de los estados (inmigración ilegal, tráfico de personas, calentamiento de la tierra..), no existe una política global dado que no hay una autoridad internacional que sea democrática y efectiva. La hegemonía estadounidense evidentemente no cumple estos requisitos y la ONU tiene importantes carencias democráticas y enormes problemas de efectividad.


El argumento histórico

Un argumento que a menudo se utiliza para pedir la supresión de la deuda externa es que ésta es fruto de una política de expoliación que ha pasado por la fase del colonialismo para llegar a una fase de neo-colonialismo. Así se argumenta que el desarrollo europeo es fruto de la llegada de oro y plata masiva de Sudamérica que se produjo en el siglo XV y XVI. A ese fenómeno histórico habría que añadir el colonialismo africano, el tráfico de esclavos y materias primas que son contemplados como parte de un proceso de empobrecimiento de unas zonas del mundo en beneficio de otras. Desde este punto de vista, la deuda externa se contempla como la continuación de una política de expolio o saqueo.

Frente a esto, los partidarios de no condonar argumentan que los préstamos se concedieron y aceptaron libremente entre estados, como un medio para alcanzar el desarrollo. Desde este otro punto de vista el recurrir a argumentos históricos imposibilitaría unas relaciones internacionales plenamente maduras, ya que las excolonias siempre tendrían el argumento histórico para incumplir los pactos con las exmetrópolis.

La verdad es que no hay duda de que existe una "deuda histórica", pero desde un punto de vista legal, resulta cuando menos extraño acudir a ésta, para dejar de pagar las deudas contraídas desde los años 70.


Las deudas fueron contraídas por gobiernos ilegítimos

Los partidarios de la condonación, a menudo argumentan que las deudas fueron contraídas por gobiernos dictatoriales, producto de golpes de estado o con evidentes lagunas democráticas (el México del PRI por ejemplo) y sin embargo han de ser soportadas por las poblaciones de estos países. Este argumento puede parecer válido en muchos casos -pensemos en los gobiernos latinoamericanos de los años 70 por ejemplo- y de hecho se parece bastante al argumento que utilizó la recién nacida U.R.S.S. Tras la revolución de 1917, el nuevo gobierno declaró ilegítimas las deudas contraídas por el régimen zarista y no las pagó.

Pero la verdad es que asumir esto equivaldría a incapacitar a aquellos países que no son democráticos para mantener relaciones internacionales. ¿Deberíamos entonces abstenernos de mantener relaciones con China o Cuba, por considerar a sus gobiernos faltos de representatividad?

Paree que este argumento por sí sólo no es válido para defender la condonación, pero puede ser un hecho a tener en cuenta en algunos países cuyos gobiernos recibieron ayuda de otros estados para subir al poder (pensemos en el papel de EEUU en el ascenso de Pinochet en Chile).


La deuda beneficiaría a las economías medias sobre los países más pobres

Los partidarios de no condonar argumentan que, ya que los principales deudores son los países de un estatus económico medio o medio-alto, la cancelación de las deudas impediría a los países más pobres acceder a los préstamos dentro de unos años, perdiendo así estos una oportunidad para alcanzar su desarrollo.

Frente a esto los partidarios de la cancelación de las deudas exponen varias razones; en primer lugar presentan como más que cuestionable que -dada la trayectoria que ha seguido el problema de la deuda, especialmente desde el año 82- se vuelvan a conceder préstamos equiparables a los que se concedieron en la década de los 70. Estos préstamos además fueron concedidos en una coyuntura muy especial; crisis del petróleo, exceso de liquidez el bancos europeos fruto de los famosos "petrodólares" etc. Por último este argumento evidentemente sólo es válido para no condonar a aquellos países que han alcanzado un nivel de desarrollo medio o medio-alto, países que por otra parte son los mayores deudores.


Los acreedores privados no funcionan con criterios políticos y por tanto no tienen razones para condonar

Los acreedores privados, en la medida en que son empresas, no funcionan con la misma lógica de los estados y se ven menos afectados por las demandas de la población y por la necesidad de mantener buenas relaciones en el ámbito internacional. Pero vivimos en un mundo en que las empresas, al menos las grandes macroempresas y los gigantes bancarios, han llegado a volúmenes tan grandes que tienen gran capacidad de influir y ser influidas a nivel político. Aunque no haya medios para presionar jurídicamente a la banca internacional, los intereses geoestratégicos de los grandes bancos les obligan a funcionar con criterios políticos. Es un hecho que hoy en día los grandes bancos influyen en los estados y a su vez estos tienen la capacidad de presionar a la banca internacional para que adopte determinadas posturas.


La deuda está pagada

A menudo se dice que la deuda ya está pagada porque el total de recursos transferidos en concepto de principal más intereses supera con creces lo prestado en un principio.

Ante este argumento se responde que, aunque es cierto que el total transferido es mayor que lo inicialmente prestado, esto se debe a los retrasos ocurridos en el pago. La verdad es que en todo préstamo -especialmente si este es a largo plazo y los pagos se retrasan- se paga un total mayor que lo prestado en un primer momento. Este es un principio económico básico, de hecho es así como los bancos obtienen beneficios prestando dinero. Es cierto que los intereses que pagan -o que se espera que paguen- los países deudores son muy altos, pero esto pasa con todos los préstamos que se conceden (préstamos a largo plazo y en los que se producen retrasos e impagos) y por tanto cuestionar esto supone cuestionar todo el sistema de préstamos actual.

Por otra parte, no podemos igualar los préstamos a particulares y los préstamos a los estados, y esto nos hace plantearnos desde un punto de vista ético hasta que punto son o no legítimos los intereses que se aplican. ¿Cómo podemos determinar la línea entre donde acaba el negocio bancario y donde empieza la usura? Los partidarios de la condonación a menudo entrelazan este tipo de razonamientos con el argumento histórico para defender la existencia de un neo-colonialismo.

La verdad es que en términos puramente macroeconómicos la deuda no está en absoluto pagada sino que esta gravemente impagada y por ello tiende a aumentar sin cesar, pero el problema de la deuda ha de ser contemplado también desde criterios políticos, históricos y éticos.


La deuda es una realidad impuesta desde los países acreedores

Con frecuencia se plantea -por parte de las organizaciones y movimientos sociales que piden la cancelación de la deuda externa en el Norte o el no pago de ésta en el Sur- que la deuda fue históricamente impuesta desde los países acreedores.

Frente a esto se responde que evidentemente los países del Sur contrajeron libremente sus deudas. Es cierto que los préstamos se concedieron en un momento en que había un exceso de liquidez en el Norte y que evidentemente no fueron suficientemente sopesadas las circunstancias en que se concedieron esos préstamos. Hubo o pudo haber en ese sentido irresponsabilidad por parte tanto de los prestamistas como de los prestatarios. Pero de ahí a decir que los gobiernos de los países deudores "se vieron obligados a aceptar las deudas" hay un paso. Lo que es claro es que el acto de prestar el dinero no fue en absoluto un hecho altruista sino una maniobra financiera que con el tiempo se ha descubierto como claramente errónea.


Los países deudores no pueden declararse en quiebra

Es cierto que no existe ningún procedimiento para que un país se declare en quiebra y se vea libre de tener que pagar sus deudas. En este sentido un país puede encontrarse en una situación de hecho similar a la bancarrota o la quiebra, pero no tiene medios para formalizar esa situación desde el punto de vista jurídico. De todos modos es dudoso que esto sea una ventaja de los acreedores, ya que por las mismas razones no se puede embargar a un país, y esto beneficiaría a los países deudores. Desde algunas posturas más radicales se defiende una cierta similitud entre algunos procesos de privatización que han conllevado una gran inversión extranjera y un procedimiento de embargo, pero -al menos desde un punto de vista jurídico- no son procesos equiparables.


La deuda lleva a los países deudores a un mayor desgaste de sus entornos medioambientales, con el consiguiente perjuicio para toda la humanidad

Este es un tema complejo. En primer lugar puede ser cierto que en algunos casos se puede producir un mayor desgaste medioambiental para obtener recursos con que hacer frente al pago de la deuda externa. Pero esto es algo que en general han hecho todos los países independientemente de que tengan o no que hacer frente a deudas. El enfoque que entendemos que hay que dar a este tema es el siguiente. En primer lugar el desarrollo de los actuales países ricos se ha hecho en cierta medida a costa de su situación medioambiental, el calentamiento de la tierra y el aumento de la contaminación (esta es una crítica que desde el ecologismo se hace a todos los modelos "desarrollistas"), por ello no parece muy lógico criminalizar a los países endeudados por hacer lo propio.

Si la salud del planeta (y de las futuras generaciones) es un bien del que se ve beneficiada la humanidad en su conjunto, parece lógico que también sea el conjunto de la humanidad el que cargue con la responsabilidad de mantener el equilibrio ecológico. Es decir, por el hecho de que la selva amazónica se encuentre en Brasil, no debemos deducir que es una responsabilidad exclusivamente brasileña el conservarla.


La deuda es inmoral

El hecho de que haya países que dediquen partidas sensiblemente mayores de su presupuesto a pagar la deuda, que a la sanidad o la educación de su población se nos presenta como claramente inmoral. Más aún si tenemos en cuenta que ese dinero va a países que están en una situación económica mucho más holgada. En este sentido, desde el punto de vista jurídico se podría alegar una especie de estado de necesidad como argumento para dejar de pagar. O plantear una responsabilidad en base a la negación de auxilio o la omisión del deber de socorro si no se condona la deuda.

Más allá de elucubraciones jurídicas, lo cierto es que lo que es inmoral es la desigual distribución de la riqueza a nivel mundial. Desde el punto de vista del Derecho Natural se distingue entre el derecho a la propiedad y el derecho de propiedad. Siendo el primero el derecho que todo hombre tiene por naturaleza a usar los bienes de la tierra en virtud del fin natural primario que estos tienen, y el segundo el derecho a servirse de una cosa y de impedir a los otros que se sirvan de ella en las circunstancias habituales. La relación entre ambos se configura -según la amplísima mayoría de los autores- de tal modo que el derecho de propiedad sólo es defendible en cuanto a que se encamina a hacer realidad el derecho a la propiedad.

Además, puede resultarnos inmoral la instrumentalización de la deuda que se hace con fines políticos. Es decir, la deuda se utiliza por parte del país acreedor como un instrumento para influir en las políticas que adopte el país deudor. No nos referimos aquí a la posibilidad -defendida por autores como Ignacio Ramonet o Noam Chomsky- de que la deuda se utilice para extender políticas económicas de corte neoliberal a través de los planes de ajuste estructural, sino a la utilización de la deuda para influir en decisiones de política exterior del país deudor. En este sentido Egipto vio drásticamente reducida su deuda al apoyar la intervención militar en Kuwait con la Guerra del Golfo.


La deuda externa es eterna

Este argumento ha sido muy utilizado para pedir la condonación. No en vano es el lema de la campaña "Jubileo 2000", promovida desde la Iglesia. El argumento es bastante sólido, tal y como están actualmente las condiciones de pago, el problema se presenta sin solución. La renegociación de la deuda es sin duda la salida que tendrá la crisis de la deuda, pero, en última instancia éste es un argumento para la renegociación de la deuda y no para su cancelación total. La cancelación parcial de la deuda se presenta como una posibilidad atractiva para los países acreedores ya que así podrán recibir más dinero.

La razón por la que no se ha acordado todavía una cancelación parcial es que los acreedores no se plantean el problema en bloque sino a nivel de cada estado acreedor. Es decir, la condonación parcial sería beneficiosa para el conjunto de los acreedores, pero para cada estado acreedor individualmente considerado, sería más beneficioso que los demás perdonen sin tener que cancelar él ninguna cantidad que le adeuden.


Los países deudores financian a los acreedores

Es cierto que el trasvase de recursos en concepto de deuda externa al año supera con creces al volumen de dinero que llega a países pobres en concepto de Ayuda Oficial al Desarrollo (A.O.D). Es aproximadamente cuatro veces más. De hecho, actualmente el flujo de divisas enviadas por la población emigrante en los países de la OCDE ya supera a la A.O.D. Aún así no podemos ceñirnos a estas cifras para hablar de trasvase de recursos a escala internacional. Vivimos en un mundo globalizado en el que el flujo de capitales, de bienes y servicios es inmenso. Más allá del tema de la deuda externa, es obvio que en el mundo hay países que se benefician del orden económico internacional y otros que se ven perjudicados. A menudo los perjudicados no son los que tienen menos materias primas sino precisamente los países con mayores riquezas naturales. Pensemos en este sentido en Colombia o Nigeria por un lado y Japón por otro.

La división internacional del trabajo hace que haya países exportadores de materias primas y otros exportadores de los productos manufacturados. Por diversas razones los precios de las materias primas tienden a fijarse en los países que las compran, mientras que los precios de los productos manufacturados son determinados con mayor facilidad por los países que los fabrican. Desde este punto de vista hay un evidente, pero a la vez sutil, trasvase de riqueza de unas zonas del planeta a otras, pero es injusto atribuir a este fenómeno toda la responsabilidad de la pobreza. También intervienen fenómenos internos de los países pobres, pensemos en lo que algunos autores han denominado "cleptocracia africana" o en el injusto reparto de la riqueza dentro de los países pobres (a este respecto Brasil puede ser un ejemplo paradigmático, dada su estructura de reparto de la tierra). Además hay factores de dominación política de unos países sobre otros que se entrelazan directamente con la problemática económica. Pensemos en la importancia estratégica de disponer de armamento nuclear o de derecho de veto en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.


Las condonaciones parciales supondrían un "negocio" para acreedores y deudores

Para entender esto debemos empezar por explicar la diferencia entre el valor nominal de la deuda y su valor real. Cuando el deudor puede soportar su deuda sin grandes problemas, ésta tiene el mismo valor nominal que de mercado. Esto ocurre porque el acreedor puede -en principio- vender la deuda por su valor nominal a un eventual comprador de deuda. Sin embargo cuando un país no puede hacer frente a su deuda, al acreedor le costará encontrar posibles compradores para esa deuda, dado que las posibilidades de cobrar son muy remotas. Esto hace que el valor de mercado de las deudas incobrables caiga en picado. Ante esta situación, se plantea que el acreedor perdone parte de la deuda para así conseguir una subida en el valor de mercado. De esta forma el acreedor "gana" dinero -realmente no gana nada sino que reduce sus pérdidas- y el deudor aumenta sus posibilidades de hacer frente a la deuda.

Esta estrategia se presenta en un primer momento como la solución con más posibilidades de ofrecer una salida al conflicto de la deuda, pero tiene un problema; los acreedores no funcionan en bloque sino que cada uno persigue maximizar su beneficio. Cada país deudor no tiene un solo acreedor sino multitud de ellos y estos no persiguen -por el momento- llegar a una solución que beneficie al conjunto de acreedores sino que cada uno persigue su propio beneficio. Esta descoordinación entre acreedores se ve agravada por la existencia de los acreedores privados, lo que acentúa la heterogeneidad de los acreedores.


Conclusión

Si partimos de la premisa de que el reparto de la riqueza a nivel planetario es sino el más grave, uno de los más graves problemas de la humanidad en nuestro tiempo, y de que este reparto equitativo es deseable desde el punto de vista ético y de la estabilidad política, la condonación de la deuda externa se presenta como un posible medio para que puede contribuir a alcanzar este reparto, pero nunca como la panacea. La razón última es que el sistema económico actual favorece a unos países sobre otros y que eso no se cambia porque no existe voluntad política de hacerlo. Hay que estar a favor de la abolición de la deuda externa no porque ello vaya a solucionar el problema de la pobreza en el mundo, sino porque la deuda es una de las manifestaciones más patentes de la injusticia del actual orden económico internacional. Debemos luchar contra la deuda externa como debemos luchar contra la ley de extranjería. No porque suprimiendo la deuda externa o cambiando la ley de extranjería vayamos a solucionar el problema del reparto de la riqueza, sino porque atacando a la deuda o a la ley de extranjería estamos atacando las bases de un sistema económico esencialmente egoísta e injusto.




[Evaluar este artículo]








              Misión de REDcientífica              Condiciones de publicación              E-mail de contacto



  Bookmark and Share