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¿Humanismo disfrazado?
Ludismo, temor a las máquinas y nostalgia del paraíso

Rodolfo Mata
 
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La revolución informática, cuyo momento más importante estamos viviendo con la expansión de la Internet, ha dado renovados ímpetus al uso de la palabra "ludita". Los defensores de las nuevas tecnologías la aplican con carácter despectivo a sus enemigos y éstos, en ocasiones, la asumen como bandera contra la tiranía de las máquinas.


Durante la guerra fría, quienes sostenían la independencia de la investigación científica de su instrumentación tecnológica con fines bélicos llamaron "luditas" a aquellos partidarios de la paz y el desarme que, transformados en fanáticos, predicaron la vuelta a un hombre "natural" incapaz de su autodestrucción. Pero, ¿qué es un ludita?

La palabra "ludita" surgió durante la revolución industrial para designar la resistencia obrera a las tecnologías y prácticas de trabajo innovadoras. Entró a formar parte del lenguaje sindicalista por primera vez en 1811, cuando una serie de cartas y proclamas firmadas por Ned Ludd, Capitán Ludd, o incluso General Ludd, precedieron y acompañaron los ataques a maquinaria en los distritos de tejido de Nottingham, Inglaterra, transmitiendo la idea de que existía un "ejército de reparadores" de los males que el pueblo estaba sufriendo. Los disturbios se diseminaron a otros distritos y el gobierno inglés movilizó a 12 mil soldados a las inmediaciones, fuerza militar mayor a la llevada por Wellington en su primera expedición a Portugal (1808). Eran años de guerra y tensiones entre Francia e Inglaterra y se temía una revolución como la francesa.

Sin embargo, el ludismo original no obedeció a una sola causa. Los objetivos de la destrucción de máquinas amparaban intereses muy diversos. No sólo participaron los hambrientos desempleados sino también aquellos pequeños propietarios cuyas finanzas no les permitían comprar maquinaria y ser competitivos en precio. Esto pone al descubierto cómo estas actitudes frecuentemente enmascaran intereses complejos de poder tras reclamos simplificadores de "humanismo" o "tradición". Si, dada su explicación histórica, es un tanto inapropiado aplicar la etiqueta de "ludismo" a fenómenos contemporáneos, es la anécdota misma la que le confiere fuerza metafórica al calificativo. En el fondo, los luditas siguen teniendo algo en común: miedo a la pérdida de una posición de poder. Pero, si por una parte es cierto que tras el ludismo hay intereses espurios o, al menos, complejos y disfrazados, por otra sabemos que esto no legitima la idea de progreso que cuestionan. Como decía Bertrand Roussel: "Las máquinas se adoran porque son bellas, se estiman por la fuerza que nos dan, se odian por repugnantes y se aborrecen por la esclavitud que imponen". El problema es complejo y su propia dificultad ha hecho que afiliarse a las huestes del Capitán Ludd continúe siendo una práctica vigente, ¡aun en la Internet!



Sobre el autor


Rodolfo Mata es investigador en el Centro de Estudios Literarios de la UNAM.




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