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La abstracción y los límites de la imaginación paradigmática

Claudio Gutierrez
 
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Llamaremos paradigmas científicos, siguiendo aproximadamente a T.S. Kuhn (KUHN 62), a los marcos de interpretación dentro de los cuales y a partir de los cuales el material de experiencia adquiere su significación e importancia. Sostendremos, como premisa que no intentaremos probar, que dichos paradigmas dependen, en análisis final, de la subjetividad o poder de imaginación creadora del científico. Veremos cómo esta premisa es capaz de iluminar muchos problemas epistemológicos. Creemos que su verosimilitud aumentará gracias a la capacidad de dar coherencia a intentos de explicación en un amplio campo de investigación filosófica.


INTRODUCCIÓN

DOS CONCEPTOS DE SUBJETIVIDAD

El primer paso en nuestra exposición consiste en distinguir entre dos tipos de subjetividad, que identificaremos como subjetividad1 y subjetividad2. Subjetividad1 es una dimensión de la explicación, y corresponde a los propósitos del investigador, sus cánones y motivos, su pasión creadora. Subjetividad2, en cambio, es una dimensión de lo explicado; corresponde al hecho de que, específicamente en las ciencias sociales, el objeto de investigación es gente, que tiene propósitos, conocimiento, deseos, pasiones, al igual que la persona del científico. Para estudiar dicho objeto el investigador tiene que postular la existencia de subjetividad (subjetividad2) en la materia de estudio para hacer inteligibles las relaciones observadas. A causa de la presencia de subjetividad2, palabras como "propósito", "creencia", "deseo", "pasión", etcétera, deben figurar en el vocabulario del científico social; esas palabras son indispensables para construir las hipótesis y teorías correspondientes. Podemos considerar esos términos como términos teóricos, de la misma manera como el término "fuerza" es considerado en las ciencias físicas: "propósito" y "fuerza" tienen en común que ninguno de los dos términos es una descripción directa de datos sensoriales: ambos son más bien una parte integral de los paradigmas interpretativos, relacionados con datos sensoriales solamente por medio de reglas de correspondencia. Esta reducción del elemento subjetivo propio de las ciencias sociales a la terminología teórica, puede emprenderse con un propósito fisicalista; de hecho, autores positivistas suelen hacer la reducción con tal intención. No obstante, es tesis del presente autor que la reducción podría alternativamente intentarse en la otra dirección, aunque simplemente con un propósito dialéctico: mostrar cómo el recursos de introducir términos teóricos es neutro con respecto a la polémica entre fisicalistas y norreduccionistas.

Si tomamos subjetividad2 como un caso de introducción de vocabulario teórico en nuestros enunciados científicos, es cierto, como lo pretende el fisicalista, que la diferencia entre las ciencias sociales y las ciencias físicas aparece menos dramática. Ambos tipos de disciplinas tienen entonces que lidiar con un contenido -recogido en los términos teóricos- que la intuición empírica no percibe, que no es, por así decir, empíricamente transparente. Ambos tipos de disciplinas tratan ese contenido, que no perciben empíricamente, aproximadamente de la misma manera: mediante los procedimientos de reglas de correspondencia, deducción y verificación, aplicados con rigor formal idéntico para los términos teóricos que para los términos empíricos.

Pero precisamente esa identificación de, digamos, "propósito" y "fuerza" en los predios de la terminología teórica, nos permite suponer que si "propósito" es una formalización de subjetividad2, "fuerza" lo pueda ser igualmente. Ya Maine de Biran nos decía que el sentimiento íntimo de la causa o fuerza productora del movimiento se puede percibir como un "yo" que se identifica con su esfuerzo, por ejemplo, en la contracción muscular (DREVET 66). Así pues, siendo los procedimientos ligados al uso de esos términos formalmente homólogos, ellos podrán diferir únicamente desde el punto de vista material; más concretamente, desde el punto de vista de su empleo heurístico. Pero incluso en este campo podemos mostrar que "fuerza" y "propósito" son también homólogos. Esto nos lleva a otro paso de nuestro argumento.

DOS MÉTODOS DEL PENSAMIENTO: HEURÍSTICO Y ANALÍTICO

El metodólogo puede tomar una de dos distintas vías para atacar el problema de los términos teóricos. Estos dos enfoques quedan bien ejemplificados con las siguientes citas:

* We never succeed entirely in eliminating consciousness from our ideas of material things... We interpret the behavior of the most material thing by to some degree putting ourselves in its place... (KNIGHT 51)

To say that it is often convenient to use the term "purpose" in social science means no more and no less than to say that it is often convenient to use the term "force" in plysics...

Propositions about "purposes" and "desires" do permit ... predictions and tests, and hence are not different from propositions in the natural sciences. (SIMON 50)

Podríamos decir que el último texto explica "propósito" como una especie de "fuerza", mientras que el primero explica "fuerza" como una especie de "propósito". Así, creemos, los autores expresan dos actitudes metodológicas distintas pero complementarias. La primera actitud podría formularse así: Nos hacemos términos teóricos para asegurarnos de permanecer fuera del objeto estudiado y garantizar la objetividad de los procedimientos formales. La segunda actitud parece decirnos: Nos ponemos en el lugar del objeto para poder entenderlo, y ello incluso en el caso de que el objeto sea una cosa inanimada. La primera actitud ejemplifica el predominio de un deseo de formalización; la segunda, el predominio de un "pathos" heurístico. El primer enfoque es positivo o analítico, en tanto que el segundo es dialéctico o sintético, en el sentido de búsqueda de unidad y generalidad. Como absolutización de dos principios epistemológicos complementarios se presentan como inadecuados, incluso como intelectualmente estériles: el positivo, por autoeliminación del sujeto del conocimiento; el dialéctico, por su "prima facie" vaciedad tautológica.

No obstante, cabe hacer una diferencia importante entre los dos. El enfoque dialéctico es, en análisis final, autojustificante, por su reconocido circularismo. El enfoque positivo, en cambio, es en análisis final contradictorio, puesto que la objetividad total a que aspira idealmente es imposible de obtener. Esta asimetría fundamental puede representarse esquemáticamente como una proposición de razón inversa, así: a mayor valor como instrumento de análisis de largo alcance menor valor como instrumento de análisis para problemas delimitados, y viceversa.

El enfoque dialéctico o sintético es un intento de entender los problemas científicos desde subjetividad1. No es muy fecundo a corto plazo pues el discurso tautológico por sí mismo es insuficnete para la solución de las incógnitas. Pero es autojustificante e inevitable a largo alcance, por el carácter último circular de todos los paradigmas.

El enfoque positivo o analítico es un intento de enmarcar toda participación de sujetos en la forma de subjetividad. Es contradictorio y no puede mantenerse a largo plazo, pero es muy útil a corto alcance y para propósitos limitados. Es contradictorio a la larga porque nadie puede esperar conocer algo sin estar presente para conocerlo, como sujeto. Y es útil a la corta porque la inferencia lógica necesita hacer uso esencial aunque pasajero de incongruencias. El mejor ejemplo de este uso de incongruencias es la reducción al absurdo, pero es posible mostrar que la prueba directa también hace uso de contradicciones. Por ejemplo, el silogismo hipotético

pv q

¬p

----

q

puede interpretarse que se soluciona mediante la formación de la contradicción "p.¬p" dentro del primer miembro de la disyunción, a efecto de poder separar su segundo miembro, a saber "q".

EN "REALISMO ANALÍTICO" Y LAS CATEGORÍAS RESIDUALES

La absolutización del enfoque dialéctico o sintético se asocia comúnmente con el idealismo. La absolutización del enfoque objetivo o positivo se asocia con el positivismo. Pueden encontrarse muy diversos intentos de reconciliar estas dos tendencias. Recientemente el que esto escribe se ha ocupado con algún detenimiento del ensayo de conciliación presente en la obra de Talcott Parsons y que él califica como "realismo analítico".

Parsons presenta su sistema metodológico, contra el carácter unidimensional de la interpretación positivista de la realidad, como un enfoque multidimensional capaz de dar cuenta de la riqueza de lo concreto por "aproximación sucesiva". Para él cada sistema científico "puede imaginase como una zona iluminada envuelta por tinieblas. El nombre lógico de las tinieblas es, en general, 'categorías residuales'. Su papel depende de la necesidad inherente a todo sistema de culminar en un todo lógicamente cerrado...". La meta de la ciencia, a la cual podemos aproximarnos sólo asintóticamente, es la eliminación de las categorías residuales. Pero, "por cada sistema habrá siempre con seguridad categorías residuales de uno o más otros sistemas..." (PARSONS 37).

Ahora bien, hay aquí una ambivalencia fundamental con respecto a lo que debemos entender por "realismo analítico". En particular, cuando Parsons dice que por cada sistema habrá siempre categorías residuales de algún otro sistema, no está claro si lo que quiere decir es que el otro sistema es complementario del primero o más bien incongruente con él. ¿Es el realismo análitico una concepción epistemológica gödeliana o es nada más que una de tantas maneras de expresar el concepto optimista de que una ciencia universal, congruente y completa, es posible? Hay base suficiente para pensar que Parsons quiere decir lo segundo. El presente autor considera que la verdad corresponde más bien a lo primero.

LA IMPORTANCIA DE LAS CATEGORÍAS RESIDUALES COMO ANCLAJE DE LA ABSTRACCIÓN EN LA REALIDAD

Tratemos de aclarar esa ambivalencia del realismo analítico. Para ello debemos tomar las categorías residuales de un sistema particular no como fichas representativas del campo de otra ciencia, sino más bien como fichas representativas del mismo carácter inexhaustible de la realidad en sí misma.

A nuestro juicio, el enfoque parsonsiano no supera el positivismo porque le presta demasiada atención a las categorías "positivas" en detrimento de las "residuales". Un enfoque verdaderamente multidimensional deberá conceder a las categorías residuales por lo menos tanta importancia como a las positivas, analizándolas a fondo. Las categorías residuales representan los supuestos no formales del pensamiento formal, o sea, el cimiento subjetivo mismo sobre el cual se construye el edificio de la ciencia.

Parsons acusa al positivismo de postular una clausura empírica del sistema científico, aparte y por añadidura a la necesaria clausura lógica del mismo. Pero una simple conjunción de paradigmas complementarios, por ejemplo de los sistemas de pensamiento económico y de pensamiento político, sería igualmente una clausura empírica en que ninguna incógnita quedaría sin despejar. "Multidimensionalidad" en ese contexto significaría simplemente una conjunción de dimensiones, o sea, una sola, aunque compuesta, dimensión única.

Para asegurar una auténtica dimensión múltiple, una "apertura empírica" a pesar de la necesaria clausura lógica, tenemos que tomar las categorías residuales como signo y cifra de nuestra ignorancia frente a la realidad misma, no de nuestra ignorancia en relación con otra ciencia complementaria. La complementaridad de paradigmas no debe darse por medio de la conjunción, sino solamente por medio de la disyunción: uno de ellos, por lo menos, debe ser verdadero en cada caso. La clausura lógica es indispensable porque toda teoría debe ser autojustificante para que sea teoría en absoluto. Pero deberíamos decir, en una suerte de generalización filosófica de los hallazgos de Gödel, que ninguna teoría puede ser congruente excepto la que deja sitio para ulterior y continuo logro heurístico y para la consiguiente operación de paradigmas alternativos.

A propósito de la necesidad de estas categorías residuales se nos ocurre pensar que la ambigüedad es esencial en todo conocimiento que traba en la realidad. Si nos libramos completamente de ella terminamos por destruir todo conocimiento. Se dibujan con precisión y sin ambigüedad sólo aquellos argumentos que uno se prepara a refutar. Por el contrario, tanto más segura está una tesis cuanto más cualificada, hasta llegar al extremo morboso del soporte predominantemente epiciclar. La exposición más clara de una teoría será siempre la que emprende como trabajo preliminar su adversario de genio. Pero desafortunadamente es esa la exposición que exhibe al desnudo las incongruencias internas de la teoría. ¿Será por casualidad que el único argumento filosófico verdaderamente efectivo es la reducción al absurdo? ¿No será más bien porque toda teoría sostenible es congruente sólo hasta cierto punto, precisamente porque ninguna teoría puede ser congruente y completa a la vez?

LA CUESTIÓN DEL RELATIVISMO

Una reflexión nos sale en este momento al paso: ¿habremos caído así en el relativismo? Se ha argumentado que el criterio de congruencia por sí mismo, independientemente del compromiso subjetivo de la creencia, no debe ser tomado como criterio de verdad, sino solamente como criterio de estabilidad de la creencia. La congruencia puede igualmente bien estabilizar una opinión errónea o una creencia verdadera (POLANYI 64). No tenemos objeción contra quienes subrayan las supremas implicaciones de la subjetividad. No obstante, la observación que comentamos nos parece un caso de análisis insuficiente, que puede corregirse y completarse. Si tomamos seriamente las raíces no formales de todo conocimiento, tendremos que admitir que la imaginación humana es radicalmetne limitada y exhaustible en sus poderes de creación; esto tendrá que reflejarse necesariamente en el conocimiento.

Podemos reconocer por lo menos estas dos debilidades fundamentales, las cuales pueden paradójicamente resultar nuestra única fuerza contra el fantasma del relativismo: una es cuantitativa y la otra cualitativa. La primera debilidad va implícita en el agotamiento cuantitativo de los paradigmas (disponibles) para explicar los hechos; debemos contentarnos a veces con supuestos "necesarios porque únicos". La segunda es la limitación implícita en el agotamiento cualitativo de un paradigma dado, cuya capacidad para defenderse contra evidencia adversa por medio de maniobra teórica puede de hecho acabarse. Si la presencia de estas dos debilidades puede demostrarse, entonces lo que sería únicamente "criterio de estabilidad de creencia" puede más bien ofrecerse efectivamente como "criterio de verdad". En efecto, si el alcance de las creencias que uno puede sostener razonablemente es reducido de alguna manera, entonces una creencia sanamente estabilizada podría muy bien ser aceptada como la (humanamente alcanzable) verdad sobre la materia.

EL AGOTAMIENTO CUANTITATIVO Y CUALITATIVO DE LOS PARADIGMAS Es en efecto sumamente plausible que toda creencia sea en el fondo circular y autojustificante y que tienda a estabilizarse mediante mecanismos de defensa basados en la congruencia lógica. Pero la limitación de nuestros poderes imaginativos nos libra de descansar por ello absolutamente en un puro compromiso subjetivo. La fuerza de integración de una explicación puede ser tan amplia, o tan próxima a nuestro ser, o tan íntimamente sugestiva para nuestro sentido estético o pragmático, que la posibilidad de encontrar un paradigma rival quede agotada para todo efecto práctico.

Esta es la extenuación cuantitativa de los paradigmas, la cual apunta hacia el extremo racional del conocimiento, el polo ideal, la circularidad o autojustificación de las teorías. Consiste en el hecho de que nuestra imaginación no es suficientemente poderosa como para conjurar del puro aire suficientes paradigmas entre los cuales escoger en toda circunstancia. Puede ser necesario aceptar el único paradigma que resultemos capaces de producir en determinadas condiciones. Esta configuración paradigmática que se fuerza sobre nosotros no es preciso que sea singular y omnicomprensiva; puede muy bien suceder que necesitemos dos marcos complementarios, como el económico y el político que mencionábamos arriba, o el relativístico-cuántico de las ciencias físicas. Lo importante es que no tengamos alternativa, por ejemplo que no esté disponible un paradigma relativístico para explicar todos los fenómenos físicos, o uno puramente económico apra explicar todos los fenómenos sociales.

Este autor acepta la teoría congruencial de la verdad, por ejemplo la que está implícita en la posición epistemológica de W.V.O. Quine (QUINE 60). Toda experiencia es sistemática, en el sentido de que la refutación de elementos particulares de un sistema de creencias por evidencia adversa puede ser absorbida por el paradigma mediante cambios en alguna parte del sistema. De esta manera, el sistema es capaz de mantener todavía el elemento o hipótesis "refutado". No obstante, no parece forzoso llegar al extremo de mantener que cualquier hipótesis puede ser salvada de la refutación con tal de que hagamos cambios sistemáticos suficientemente drásticos. Más bien la verdad parece ser que hay, paralelo al punto de agotamiento cuantitativo de los paradigmas, su punto de agotamiento cualitativo. Este sería el límite o cul de sac que el paradigma alcanza siempre que se encuentra en la situación de no poder salvar una hipótesis de falsificación empírica. El paradigma alcanzaría ese punto cuando el resto del sistema pierde su fluidez y llega a ser prácticamente inmodificable para el propósito de defender la hipótesis en cuestión. El cambio teórico para mantener la congruencia se fuerza a ser aquí, no allá o en aquel otro lugar.

Alternativamente podríamos decir que la existencia de este punto de agotamiento cualitativo significa que ciertas interpertaciones de las apariencias de bajo nivel no pueden dejar de aparecer en ninguna de las diversas versiones del paradigma o distintas articulaciones del cuerpo teórico. Estas interpretaciones tienden, por así decirlo, a separarse del paradigma, afirmándose como independientemente verificables, según el ideal positivista, y no en contexto, como lo querría el antipositivismo. Tocamos aquí una limitación fundamental o debilidad de nuestra imaginación creadora: la imposibilidad en que nos encontramos de ignorar los datos normales de los sentidos o los resultados de las operaciones lógicas básicas, a pesar de cualquier razonamiento en contrario.

CONCLUSIÓN

Este análisis podría quizá continuarse, para llevarlo a un nivel más alto. Podríamos muy bien decir que los dos puntos de agotamiento de los paradigmas científicos corresponden ellos mismos a dos paradigmas complementarios en el campo de la metodología de la ciencia. Podríamos así considerar los dos puntos de agotamiento como distintas dimensiones de nuestro conocimiento de la realidad. Uno de los paradigmas correspondería al método heurístico; el otro, al método positivo. Los dos paradigmas, complementarios en el sentido de la disyunción, no en el de la conjunción, serían dos vías alternativas hacia el conocimiento de la realidad.

Los dos enfoque serían importantes y necesarios. Habría que usar los dos, especialmente por la capacidad de cada uno de contrarrestar los posibles excesos de otro: el peligro de inflación verbal o de la especulación sin garantía, por un lado; el peligro de depresión intelectual, anulación del impulso heurístico, por el otro. Sería bueno que todos tratáramos de cultivar ambos enfoques simultáneamente ya que, como el economista político diría, aunque la inflación es siempre preferible a la depresión, lo esencial es que tratemos de evitar ambas.



Sobre el documento


Este trabajo apareció originalmente en Crítica (México: 1968). Se publicó de nuevo en Nueve ensayos epistemológicos (San José: 1982). Esta tercera versión ha sido revisada por mí en enero de 1997.





Sobre el autor


Filósofo e informático costarricense, Claudio Gutiérrez es doctor en filosofía de la ciencia por la Universidad de Chicago, también licenciado en leyes y en historia por la Universidad de Costa Rica. Fue coactor en el proceso de la Reforma Universitaria de 1955 a 57, en asocio con Rodrigo Facio, Enrique Macaya y José Joaquín Trejos. Más tarde fue Decano, Vicerrector y Rector de la Universidad de Costa Rica, donde también trabajó muchos años como catedrático de filosofía y de informática. De 1981 a 1995 fue profesor, invitado y de planta, en varias universidades norteamericanas, donde ocupó también la dirección del departamento de Computer and Information Sciences en la Universidad de Delaware. Es Fellow de la Fundación Guggenheim, Estados Unidos de América. Su labor de enseñanza e investigación la ha realizado en los campos de la historia, la filosofía general, la lógica, la informática, la inteligencia artificial y, más recientemente, la neurofilosofía.



© Copyright 1968, 1982, 1997 Claudio Gutierrez.
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